Vistas de página en total

martes, 19 de agosto de 2014

EPÍLOGO


                                                           EPÍLOGO.

24 de Diciembre, cinco años más tarde. Madrid.

"Vive cada día cómo si fuese el último" era todo lo que siempre había escuchado. El consejo convencional para ser feliz. Pero a ver quién tenía fuerzas para eso. ¿Y si un día llovía, o te dolía la garganta? O incluso, ¿Y si un día, justo ese día, todo saliese mal ? . No era un consejo nada práctico.
¿Sabéis? Durante todo este tiempo, he descubierto, que no se trata de eso. Ni mucho menos. Se trata de rodearte de lo que te hace feliz. De personas a las que quieras. Y con suerte, que te quieran. Así, cuando un día lloviese, o el mundo se cayese, estarían ahí para secarte. O mojarse contigo, que siempre es mejor. Que te abracen por las noches, te hagan más largos los veranos y que te quieran. Sí. Que te quieran. Eso podría con todo.

-Papi, una cosa -tiró de mi camiseta, con una expresión de dulzura inagotable- ¿Crees que podremos dejarle unas cuantas galletas a Papá Noel ?
La miré de reojo mientras terminaba de abrocharme la camisa aquella Nochebuena. Sonreí incluso antes de que su propia sonrisa me obligase. Me agaché, para ponerme a su altura y le subí la cremallera de su abrigo.
-Claro cielo -susurré sin que nadie nos escuchase- le dejaremos galletas y zanahorias para los renos ¿Qué te parece? -pellizqué su mejilla.
Sus ojos oscuros parecieron llenarse de ilusión al instante. Se ríe.
-¿Y mamá nos dejará? -pregunta muy bajito acercándose a mi oído.
Sonrío y miro hacia los lados antes de contestarle. La emoción no abandona su mirada ni un instante, de hecho, ensancha la sonrisa un poco más y se le forma el olluelo en la mejilla izquierda.
-A mamá le diremos que...-comienzo a explicar cuando alguien me interrumpe.
-¿A mí me diréis el qué? -alza un poco la voz mientras entra en la habitación rebuscando algo
Lleva la melena ondulada y oscura. Un vestido azul, apretado, que le sienta de maravilla y unos tacones negros que le hacen la figura todavía más espectacular. Nos sonríe mientras revuelve en su joyero, los labios ligeramente rosas, son más apetecibles que hace cinco minutos.
-Cariño, has visto mis pendientes plateados -frunce el ceño olvidándose de su interrupción- ¿Sabes? Los que me compraste en Nueva York el año pasado.
-No nena, no los he visto -digo levantándome y cogiendo la mano de Lucía- a propósito, ¿Tenemos zanahorias?
-¿Qué? -se gira hacia mí frunciendo el ceño, pero dura solo un segundo- llegamos tarde a casa de mi madre,la cena estará en la mesa y se enfadará por no empezar a cenar todos juntos -se ajusta los pendientes en la oreja- Lucía cielo, ¿Quién te ha hecho esas trenzas?
Ella me señala con el dedo y cruza una mirada con su madre.
-Se las he hecho yo, ¿Qué pasa? -me encojo de hombros y miro a la pequeña.
Malú se ríe y se acerca a nosotros con la prisa instalada en cada gesto.
-Pasa que no se te dan bien estas cosas...-sonríe y se las deshace, peinándole el pelo con los dedos- vete a sacar a Lucas de la cuna por favor, que llegamos tarde.
Suspiro y sonrío, ante su maravillosa manera de mandar, sin  que lo parezca. Siempre sonriente y tranquila. Hace que sus órdenes se conviertan en sugerencias. Pero la miro. Tan guapa. Tan madre. Y tan todo. Que decirle que no a algo, me parecería estúpido. Y sabe lo que estoy pensando, así que gira la cabeza apenas un instante y me sonríe, me pone ojitos y luego hace como si nada.
Niego con la cabeza y obedezco sus ordenes. Lucas está todavía en la cuna, despierto, jugueteando con sus peluches. Enciendo la luz y se ríe cuando le hago alguna carantoña. Después se me queda mirando, atento, a cada movimiento que hago. Con los ojos castaños y profundos que ha heredado de su madre.
-¿Cómo está mi chaval? -digo poniéndolo de pie sobre el colchón y dándole un beso en la mejilla.
-Papi..-murmura de una forma casi impercibible.
Le sacudo un poco su flequillo oscuro y le visto con la ropa que ha preparado Malú hace rato. Se ríe mientras juguetea con su osito. Lo cojo en brazos y le abrocho la camisa blanca con rayas azules.
-Nena, los chicos ya estamos, ¿Os queda mucho? -alzo la voz mientras bajo las escaleras corriendo.
-Nosotras llevamos ya un buen rato esperándoos -sonríen a la vez, casi sincronizando la inclinación de la boca y el número de dientes que relucen en ella.- ¿Nos vamos?

Conducimos por Madrid, ya es casi de noche. La ciudad está marvillosamente iluminada aquella Navidad. Los árboles de las calles más grandes, están rodeados de luces blancas y letreros con frases navideñas, cruzan de un edificio a otro.
Nosotros nos reímos en el coche. Con la música puesta. Cantando a coro todas las canciones del último disco de Malú. Que le ha valido un par de Grammys más, y ya van cinco. Lucía vive las canciones casi tanto cómo su madre, aunque le cueste un poco seguir la letra y no tenga ni idea de lo que está cantado. Me callo unos segundos, para oírlas cantar a las dos. Y sonrío. Lucas mira la escena muy atento. Y cuando terminan, aplaudimos todos.
-Amor, la niña canta muy bien...-murmura mientras los pequeños se entretienen en el asiento de atrás- creo que ha salido a mí..
Se sacude el pelo y pone morritos frente al espejo para comprobar si sus labios siguen igual de bien pintados que antes. Aparto la mirada de la carretera para observarla una y otra vez.
-¿A ti? ¿Y por qué a ti? -inquiero divertido- creo que no eres la única de los dos que canta.Creo.
Abre un poco la boca y me mira risueña.
-Desde que te nominan a todos los premios, te veo un poco subidito...-comenta graciosa- bájate esos humos cielo.
-¿Cómo? Pero si desde el último Grammy eres tú la que estás insoportable -exclamo sin creerme lo que acabo de escuchar.
Suelta una carcajada y da un par de palmadas sin dejar de reír. Pero yo no lo hago, me encojo de hombros y muestro total indiferencia.
-Hugo no te enfades -dice endulzando la voz- si yo estoy encantada de que mi marido triunfe -se acerca a mí y me besa la mejilla con fuerza, colocando las manos en mi cuello- ¡Qué orgullosa estoy!
Termino por sonreír, porque con ella no puede ser de otra forma, y más si es su sonrisa la que va primero. O si se apoya la cabeza en la ventanilla, sin dejar de mirarme. Se muerde los labios y levanta las cejas. Porque hay sonrisas que pueden abrir cajas fuertes. La suya, es tan suya, que provoca huracanes que viajan desde kilómetros y kilómetros atrás, tal vez años, o hasta siglos, en dirección a mis ojos. Y ni si quiera intento detenerme en no devolverle la sonrisa. Porque no serviría. Porque nunca ha servido.

Llegamos a casa de mi suegra pasadas las nueve. Toda la familia nos reunimos allí cada Nochebuena y el día de Reyes, lo pasamos en Barcelona con mis padres. A Pepi le entusiasma cocinar para tanta gente y prepararlo todo. Y cada mínima celebración, termina con una guitarra, un cajón, y alguna actuación improvisada.
-Ai mis niños -exclama en cuanto entramos por la puerta- ¿Pero cómo estáis tan grandes ya? -le brillan los ojos y abre mucho los brazos para que Lucía se deje caer en ellos.
- ¡Abuela! -grita sonriente.
Yo, que sostengo a Lucas todavía en brazos, se lo cedo inmediatamente y se los lleva a los dos a la cocina, entre carantoñas y promesas de regalos, dulces y golosinas después de la cena.
El comedor está lleno de gente. Tíos, primos, amigos. Rodeo los hombros de mi chica y ella pasa su brazo izquierdo acariciándome la cintura.
-¿Para cuándo el siguiente, que os veo a los dos muy felices? -pregunta Sara, prima de Malú, mientras le acaricia suavemente la barriga.
A ella no le hace falta ni mirarme para saber la contestación que queremos dar.
-Quita, quita -frunce el ceño.-con dos ya tenemos bastante por ahora...-se ríe. Se le marca el acentazo sevillano en cada sílaba. Y los gestos andaluces, cuando está entre familia, la delatan.- ¿Por cierto, dónde está mi hermano? -pregunta mirando hacia los lados- Hugo cariño, ¿Has visto a Jose? -se gira hacía mí.
Y cuando voy a contestar. El chico, entra por la puerta, de la mano de Helena. Y con sonrisa de enamorado bobalicón implantada en la cara. Me recuerdan a mí y a Malú cuando empezamos. Tan inocentes, creyendo tanto en todo. Se acercan a nosotros, un poco cortados. Porque a pesar de llevar juntos más de un año, esta es de sus primeras presentaciones en familia.
-¿Qué tal tortolitos? -pregunta Malú, cogiéndome de la mano y caminando hacia ellos- ¿Todo bien?
- Todo muy bien hermanita -sonríe tímido.- ¿Y los peques, dónde están?
-Se han ido con mamá , a la cocina -señala con la cabeza- te acompaño si quieres, que tengo que darle el biberón a Lucas antes de cenar -se gira y me sonríe- ¿Me esperas aquí?
Asiento rápidamente mientras los dos hermanos, se marchan entre bromas y risas. Helena mira a su chico bastante embobada.
-Se te ve bastante enamorada ¿Eh? -pellizco su moflete.
-Mucho -asiente, y le brillan los ojos. El brillo del amor, supongo.
En el fondo, me alegro, de todo esto, de que por fin Helena haya encontrado lo que merece. Porque ella, después de tantos asaltos a las camas de tíos de medio mundo, había asentado la cabeza. A mí, al principio, cuando era más joven me había pasado un poco lo mismo. Pero entonces te paras, piensas y lo entiendes. Ningún viaje fugaz entre unas piernas te dará eso que buscas. Sí. Es entonces cuando realmente lo entiendes, el amor solo consiste en una cara donde quedarse a vivir.

La noche transcurrió entre risas. Más risas. Niños pequeños correteando. Otros llorando. Cantes con guitarra. Y sin guitarra. Golpes de cajones, ritmos flamencos. En resumen, familia.
A eso de las doce de la noche, volvimos a casa, porque los niños estaban muertos de sueño. Ni si quiera aguantaron el viaje de vuelta, y se quedaron dormidos en el coche. Los subimos en brazos hasta sus habitaciones y los arropamos juntos, cómo casi todas las noches.
Después, todavía con el vestido puesto, se deja caer sobre la cama y extiende los brazos.
-Estoy agotada -suspira- ser madre agota cada día más...
-Lo que agota son esos bailes que te has pegado cariño, y con tacones...-río mientras me tumbo a su lado y me quito la corbata.
-Estoy bastante acostumbrada a hacer esas cosas, por si no te habías dado cuenta...-sonríe de manera irónica mientras estira la mano para acariciarme el pecho. Ambos miramos al techo y sonreímos cómo idiotas.
-¿Te apetece que abra una botella de champán y seguimos con la celebración en la terraza? -sugiero rozando el borde de sus piernas con la mano izquierda.
-Mmmm...-musita- que bien me conoces.
Levanta las cejas y me besa en los labios con tranquilidad. Sonríe y empieza a sacarse el vestido mientras yo bajo a la cocina a por un par de copas y una buena botella de cava. Por el camino, se me inunda de fantasías la noche. Y cuando vuelvo, la encuentro con una de mis camisas cómo única prenda en el cuerpo, además del tanga claro. Me hace un gesto con la cabeza y la acompaño hasta el inmenso balcón de nuestra habitación. Con sofás blancos, dónde tumbarse y divisar medio Madrid, además de las estrellas. Bueno, y sus piernas claro.
-Cariño ¿No tienes frío? -pregunto mientras me acuesto a su lado- estamos a 24 de Diciembre y tú así...-la señalo.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta? ¿Prefieres que me tape? -arquea las cejas divertida y se levanta un poco.
-No, no, no -respondo rápidamente- te traigo una manta, porque soy un caballero, no te preocupes.
Se ríe. Y lo hago. Escondo nuestros cuerpos bajo una larga manta blanca y suspiro un poco más tranquilo mientras le doy un sorbo al champán. Riquísimo. Casi tanto cómo ella.
El silencio nos invade. Pero es bonito. Se respira amor y eso es lo que cuenta.
-¿En qué piensas? -le pregunto mojándome los labios.
-¿Sabes? Estaba recordando esa vez que fui a buscarte a Barcelona, a nuestra playa...-se ríe- recuerdo la cara que se te quedó cuando me viste -vuelve a reír con más fuerza- creo...creo que jamás he vuelto a ver esa mirada...
-Reconozco que no esperaba que estuvieses ahí...-sonrío recordando- fueron unos meses complicados para nosotros.
-Desde luego, ¿Cuanto ha pasado ya de eso? -pregunta arrugando la nariz- ¿Siete, ocho años?
-Más o menos -me encojo de hombros- pero has de reconocer, que yo he sido siempre el que he ido detrás de ti...
Se gira sobre si misma para mirarme. Y se encuentra mi sonrisa bien de frente. Irresistible. Así que tiene que dar un buen rodeo para mirarme a los ojos, y evitarme la boca.
-¿Perdona? -exclama en bajito- ¿Te recuerdo quién fue aquella noche a verte en la Fontana Di Trevi? -pronuncia un poco a trompicones.
-Claro,  ¡después de que yo cogiese un vuelo hasta Roma, solo para verte! -respondo riendo- cariño, he ido siempre detrás de ti, no lo niegues.
-Mentira -niega con la cabeza- la primera vez que rompimos...-entrecierra un poco los ojos para recordarlo del todo- fui yo a verte a aquel concierto y cuando me dejaste por haber besado a un tío del cual ya no recuerdo ni el nombre, estuve detrás de ti un mes...-me mira de reojo y sigue su explicación- te busqué en Barcelona, y después, la definitiva, fue Roma...-sonríe triunfante- supera eso.
La verdad es que lo que ha dicho, suena bastante convincente. Cualquiera que le diese algún día por leer nuestra historia, pensaría que yo he sido siempre el que se recorre el mundo por ella. El que vuelve. El que suplica. Pero la realidad, es que no ha sido así.
-Lo admitiré si así eres más feliz -suspiro.- tú has sido siempre la que ha ido detrás de mí.
Se recuesta, ahora sí, satisfecha. Y sigue mirando al cielo, cómo buscándole una respuesta a algo, que nunca vendrá.
-Amor...-susurra- ¿Puedo preguntarte una cosa? -Asiento incluso antes de que termine la pregunta y aprovecho para estirar la mano y acariciarle las piernas.- ¿Te has parado alguna vez a pensar si se puede saber cuando empieza el amor?
-¿Qué? -exclamo con el ceño fruncido- ¿Te has puesto melancólica, o qué pasa?
-Sí...bueno no sé...-gira la cara y la coloca frente a la mía- es que siempre me he preguntado eso ¿Sabes? -aparta un segundo la mirada- explicar en qué momento exacto, aparece el amor con alguien. Deberían investigarlo y descubrirlo. Estoy intrigada.
Me río ante una de sus tantas pregunta sin respuesta. Que se hace ella misma, porque sí. Porque es especial. Y porque solo las personas especiales se preguntan cosas cómo estas.
-Debe de ser imposible precisarlo, trazar una línea...imposible -sugiero pensativo- supongo que al principio es una cosa vaga, un cosquilleo sin motivo y después....chas. Aparece.
Sonríe y me da un rápido beso en los labios. Que no viene a cuento. Pero me gusta que lo haga.
-Es que me gustas mucho cuando hablas así -dice adelantándose a mi pregunta- estás más sexy.-me río y le devuelvo el beso.- es una buena teoría además...
-¿Sabes una cosa? -le rodeo el cuerpo todavía con más fuerza- creo que el amor, no empieza realmente con alguien. -la miro- es sólo que, tú lo llevas dentro. Desde siempre, porque todos tenemos amor dentro. Y cuando llega alguien, que hace que lo saques, lo sueltas todo de golpe. -sonrío y la pego más a mi, para terminar susurrando- y ya es demasiado tarde para poner la marcha atrás, ya estarás exageradamente enamorada de ese alguien...
-Lo estoy -dice de repente ,cómo si le saliese de algún sitio que nunca lograré adivinar.
Y no le da tiempo a seguir mirándome, porque al segundo siguiente me besa. Me besa con fuerza y con todo lo que una persona pueda llegar a incluir en un beso. Y es bonito. Aprieta sus labios contra los míos. Cómo si lo que le acabo de decir fuese lo mejor que le han contado en la vida. Y su lengua me recorre la boca, poco a poco deja caer su cuerpo sobre el mío y se coloca encima. Se concentra tantísimo en ese beso, que hasta tengo la sensación de que me está doliendo alguna parte del cuerpo de lo bien que besa.
Le acaricio las piernas y meto mis manos por debajo de su camisa. Se ríe. Empuja sus caderas contra mi entrepierna e irremediablemente suelto un gemido. Le agarro el culo con ambas manos y se le escapa una especie de temblor entre beso y beso.
-¿Vamos a la cama? -pregunto jadeante.
-No -sonríe negando con la cabeza- aquí mejor.
La beso. Deslizo mis dedos por todos y cada uno de los botones de su camisa y cuando está desabrochada, se la quito poco a poco. Cómo cuando abres un regalo de Navidad que te hace muchísima ilusión. Me besa el cuello, entre mordiscos y movimientos de su lengua sobre la piel. Y cuando estamos los dos desnudos, con Madrid a nuestros pies, cómo tantas otras veces. Se para, me mira, y sonríe.
-Hugo es que...-traga saliva, emocionada- después toda esta historia, no nos queda nada por vivir o por aprender...-sonríe orgullosa.-¿Qué vamos a hacer a partir de ahora?
Sonrío ampliamente antes de volver a besarla.
-Vivir, sin más. ¿Te parece poco?


                                                                             FIN.


3 comentarios: