Yo aplacé mi concierto. Como comprenderéis si mi mujer embarazada de tres meses iba a dar saltos, bailar y pasearse durante más de dos horas a un ritmo vertiginoso, yo, tenía que evitarlo a toda costa o por lo menos estar presente. Esa noche, su actuación era en Málaga, una ciudad que ya de por sí, era bonita para absolutamente todo. Y que el concierto fuese allí, para ella era un factor importantísimo a la hora de que ni se le pasase por la cabeza suspenderlo.
Mi avión llegó a las siete y media de la tarde. Aún tenía tres horas para convencerla. Tarea complicada dónde las haya por cierto. Me presenté en el auditorio, en cuanto su coche llegó. Se bajó de él cómo casi siempre, sonriente e ilusionada. Agitaba la melena a cada paso y saludaba a todo el mundo. Entré antes que ella y la esperé apoyado en la puerta de su camerino, con la excusa de que venía a darle una sorpresa. La ví caminar por el largo pasillo, más pendiente de su móvil que de otra cosa. Y cuando levantó la mirada, y vio mi inocente sonrisa a lo lejos, se quedó quieta y pude notar una pizca de sorprsa y enfado en su cara.
-¿Qué haces aquí? -fue lo primero que dijo conteniéndose con un suspiro.
-¿No crees que quedaría mejor un "hola cariño, gracias por venir a verme"? -sugerí colocándome frente a ella, pero a una distancia considerable.
Me ignoró bastante. Caminó cómo si yo no estuviese, abrió la puerta y entró dejando el bolso sobre el sofá.
-Hugo, sé lo que estás haciendo...-dice ladeando la cabeza y cogiendo aire- pero yo ya he sido clara, voy a dar ese concierto hoy.
-Nena, por favor...-me acerco y rodeo su cintura, de hecho, le encanta que lo haga y sonríe- ¿Podrías sólo pensar un poquito en mí, y en el bebé?
-¿Insinuas que no lo hago? -borra la sonrisa y arquea las cejas con la inclinación exacta de sus enfados.
-No saques las cosas de contexto otra vez joder -resoplo y dejo caer los brazos con fuerza- es que, entiéndeme ¿Y si te mareas? ¿Y si te caes? No voy a poder soportar verte ahí encima pensando todo lo malo que puede pasar.
-No lo hagas entonces, no sé por qué has venido -suspira y se sacude el pelo- soy mayorcita para cuidarme yo sola.
Agacho la cabeza y me paso una mano por la nuca. Discutir con ella es cómo hacerlo con una pared. No escucha, no razona.
-He venido porque...-me atraganto con las palabras y alzo la voz demasiado- dios, es que ¿De verdad tengo que explicarte por qué he venido?
-Sí -asiente segura, como esperando una explicación que antes de darla, ya sé que no le hará cambiar de opinión.
-Porque estoy preocupado -me mojo los labios mientras ella se sienta sobre la mesa del camerino y se cruza de brazos- te conozco, sé lo mucho que te cuesta dejar de hacer esto, de verdad -aseguro mirándola a los ojos- y tengo miedo de que no sepas cuando parar -trago saliva- porque ahora todo es distinto, tienes que aparcar esas ganas y empezar a pensar en ti, y en el niño.
-Hugo...-susurra caminando hacía mí y acariciándome los brazos- sé lo que tengo qué hacer, pero confía en mí.
-Confío en ti, ahora -sonrío- pero sé que cuando te subas al escenario vas a ser otra.
Y lo sería. Porque ahí arriba dejaban de importarle algunas cosas para dejarse todo por otras.
-Sé que quieres escuchar que me quedaré contigo, que anularé el resto de la gira y que no haré ningún esfuerzo en lo próximos seis meses -dice seria- pero eso, por ahora, no va a pasar. Es mi decisión.
Frunzo el ceño y la miro cómo si en esos instantes fuera una niña pequeña y caprichosa. Aunque en realidad de eso no tenga nada. Asiento con la cabeza.
-Bien, haz lo que te de la gana -alzo un poco los brazos y sin esperar mucho más, salgo por la puerta.
"Hugo" la escucho llamarme cuando salgo de allí, pero mis intenciones de seguir hablando con ella son mínimas. Sabía que se me terminaría pasando el enfado. Sin embargo, en mi inmadurez e impulsividad, creía que la culpa de nuestra discusión era únicamente suya. Por poner el arte y las ganas, por encima de todo lo demás, que era lo realmente importante.
Juro que intenté irme a casa aquel día, volver a Madrid y que se diese cuenta ella solita de las cosas. Dejar de partirme el pecho por asegurarme de que ella estaba bien. Juro que lo intenté, pero no fui capaz, otra vez el amor y la sonrisa tan bonita que tenía, se pusieron de su parte. Regresé cuando todo estaba a punto de empezar. La ví a lo lejos, acompañada de dos compañeros del equipo, poniendo un pie en la plataforma que la subiría al escenario. Saludé al resto, y me coloqué a un lado, junto con el equipo de sonido, para ver el concierto desde allí. Reconozco que, aunque intenté que no, me puse nervioso por lo que pudiera pasar. Pero esa sensación desaparecía a momentos, cuando la veía ahí arriba, feliz, plena y segura. Porque se supone que a estas alturas, ya debería ser capaz de aguantar este terremoto emocional que siento al verla. Pero no.
No me vio en todo el concierto, ni si quiera intuía que estuviese ahí. A mí se me paralizó un poco el cuerpo cuando en un momento, la ví mirar hacia los lados y dar algunos pasos de más, hacia atrás, como sin saber donde estaba. Por un momento, pensé que se caería de bruces fente a todos. Pero lo disimuló bien, con una sonrisa.
La sangre me hervía, y cuando se despidió del público tras su última canción, no pude esperar para verla. Tenía una mezlca de enfado y de "yo tenía razón", metida en el cuerpo. Bajó eufórica, pero no con la cara de siempre, ni la sonrisa, ni las maneras. Y cuando me vio andar hacia ella , a punto de decirle cuatro cosas, me abrazó. Me abrazó sin más. Rodeó mi nuca con sus brazos, y se apoyó en el hueco que tengo entre el hombro y el cuello. Mi primera reacción no fue corresponder su abrazo, ni si quiera estiré las manos para acariciarla, pero cuando alguien te abraza de tal manera, sin razón aparente. Es que la razón es mucho mayor de la que imaginas. Así que la estrujé fuerte contra mi cuerpo y soltó un leve suspiro.
-¿Qué ha pasado? -pregunté en su oído acariciándole el pelo.
-Nada cariño, ¿Qué iba a pasar? -se encoje de hombros y hace un extraño movimiento con las manos, para ocultar su rostro durante un instante.
-Te has mareado ahí arriba -señalé con gesto serio- lo he visto perfectamenete.
Bajó la mirada y la revolvió cómo quién intenta fingir que todo está bien. No contesta, sigue en silencio. Y yo no muevo un músculo.
-¡Contestáme! -alzo la voz- he pasado miedo viéndote. Por dios Malú, te ha dado un mareo, podías haberte caído del escenario.-agito levemente su hombro para que reaccione.
- Lo siento mucho -susurra con un nudo en la garganta- pensé que sería más fácil, que no me costaría seguir el ritmo -se explica mirando al suelo- pero me ha faltado el aire, me he mareado y...y...
-Joder...-resoplo golpeando con fuerza la pared de uno de los pasillos laberínticos de aquel lugar- joder, ¡es que te lo dije ! -me giré hacia ella y alcé la voz cómo nunca hubiese deseado- no puedes seguir así, y yo tampoco. Es peligroso, ¿Lo entiendes?, no puedo aguantar que...-ella me interrumpió cuando llevaba ya un largo rato hablando a velocidad inteligible.
-No voy a dar más conciertos -reconoció mirándome.
-¿Qué? -dije volviendo a retomar mi expresión más tranquila.
-Que aplazaré la gira hasta que tenga el bebé -ladea la cabeza y sé lo mucho que le cuesta decir eso- tenías razón Hugo. No puedo hacerlo.
Y esta vez, sé con seguridad, que un "No puedo hacerlo" en ella se escucha muy pocas veces. Y cuando lo dice, se le cae el mundo un poquito. Por eso, soy yo el que tira de su mano y la obligo a abrazarme, fuerte pero con suavidad. Que casi siempre es la mejor forma de solucionar las cosas. La miro de arriba a abajo, con su mono de brillantes y completamente ajustado, se le nota ya la barriguita. Sonrío y la acaricio.
-Gracias -digo cogiendo el aire que me llevaba faltando durante ese tiempo.
-Gracias a ti, amor.
Me besa. Y agradezco demasiado que su lengua venga a hacerle compañía a la mía. Y con sus labios rozando los míos, creo que alcanzo ese estado mental en el que ya no me apetece pensar en nada más, sólo soy capaz de sentir.
-¿Sabes una cosa? -dice tras darme un suave beso- te he visto mirarme desde el otro lado del escenario, aunque creyeses que no -sonrío inocentemente y ella sigue hablando- me siento observada contigo desde siempre, y ahora un poco más -reconoce, y a mí se me borra la sonrisa porque no tengo muy claro si eso es bueno o malo- esa forma que tienes de adorarme desde lejos, me inquieta, me hace sentir excesivamente única -sonríe durante un instante- y me gusta esa sensación.
Vuelve a besarme y me doy cuenta de que con ella, a mí, me gustan todas las sensaciones. Porque a su lado, hasta tener miedo se vuelve bonito.
La esperé en el sofá del camerino mientras se duchaba, cuando la puerta se abrió de golpe. Sus padres y su hermano entraron sonriendo y saludando rápidamente. No supe cómo reaccionar porque no me imaginaba en absoluto que apareciesen allí. Me levanté cómo un resorte y tragué saliva.
-Hugo, hijo ¿Qué tal ? -preguntó la andaluza dándome dos besos- ¿Y mi niña?
-Está en la ducha, saldrá en cinco minutos -sonreí- ¡Malú! -alcé la voz para que me escuchase- tus padres han venido.
-Voy -fue su contestación inmediata- ir tomando algo, que salgo ahora.
Me salió la risa nerviosa, cuando mi suegra me miró de arriba a abajo haciendo tiempo. Pero Jose, me salvó del incómodo momento dándome un abrazo.
-Cuñado, Increíble el concierto ¿O no? -preguntó golpeando mi hombro con fuerza.
-Espectacular, lo habéis petado -asentí sonriendo y dándole la mano al que faltaba, mi suegro, que le bastó de un solo gesto para saludarme con amabilidad.- ¿Os apetece algo de beber? ¿Cerveza, champán..? -dije señalando la mesa del catering al fondo de la sala.
-Quita, quita -dijo Pepi frenando a su ex-marido- que después hay que conducir -hice una mueca de aprobación y ella me cogió del brazo y me obligó a sentarme con ella en el sofá- a ver Hugo, tú cuéntame -exigió con un marcadísimo acento sevillano- ¿Le pasa algo a mi niña? Porque la noto no sé, rara -ladea la cabeza- eso sí, ha engordado, cómo debe de ser. Porque yo la veía muy delgada a la chiquilla.
-Si bueno...-intenté contestar cuando mi mujer irrumpió entre los dos, sacudiéndose el pelo mojado.
-Mamá, ¿Qué haces? -preguntó de malos modos, mirándonos a los dos.
-¿Yo? Nada, ¿O es que una ya no puede ni hablar con su yerno? -comenta con la misma indignación que saca su hija en algunos momentos.
-No le hagas ni caso hermanita -interviene Jose entre risas- le estaba haciendo un interrogatorio peor que los tuyos.
Ella me mira y me fusila con la mirada, me encojo de hombros. Coge mi mano y tira con fuerza levantándome del sofá.
-Cariño, ¿Me pones una copa de champán por favor? -pregunta cómo si nada mientras saluda a sus padres.
-No va a ser posible -contesto, porque a veces ni ella misma se da cuenta de que las embarazadas no pueden probar el alcohol.
En ese instante, todos parecen girarse hacia mí sin comprender nada. Y yo no sé dónde cojones esconderme.
-¿Cómo que no? Ponle una copa de champán ahora mismo -exige Pepi en un tono divertido, que para mí, suena a todo menos divertido.
Miro a mi chica y aprieto un poco los labios para que nos saque a los dos del aprieto. Y en lugar de decir algo, me obliga a rodear su hombro y coloca mi mano en su barriga. Me sonríe y después hace el mismo gesto hacia los demás.
-Hugo y yo tenemos algo que deciros...-deja caer y creo que hasta los dos cogemos aire al mismo tiempo ante lo que se nos viene encima- estoy embarazada.
Y lo sería. Porque ahí arriba dejaban de importarle algunas cosas para dejarse todo por otras.
-Sé que quieres escuchar que me quedaré contigo, que anularé el resto de la gira y que no haré ningún esfuerzo en lo próximos seis meses -dice seria- pero eso, por ahora, no va a pasar. Es mi decisión.
Frunzo el ceño y la miro cómo si en esos instantes fuera una niña pequeña y caprichosa. Aunque en realidad de eso no tenga nada. Asiento con la cabeza.
-Bien, haz lo que te de la gana -alzo un poco los brazos y sin esperar mucho más, salgo por la puerta.
"Hugo" la escucho llamarme cuando salgo de allí, pero mis intenciones de seguir hablando con ella son mínimas. Sabía que se me terminaría pasando el enfado. Sin embargo, en mi inmadurez e impulsividad, creía que la culpa de nuestra discusión era únicamente suya. Por poner el arte y las ganas, por encima de todo lo demás, que era lo realmente importante.
Juro que intenté irme a casa aquel día, volver a Madrid y que se diese cuenta ella solita de las cosas. Dejar de partirme el pecho por asegurarme de que ella estaba bien. Juro que lo intenté, pero no fui capaz, otra vez el amor y la sonrisa tan bonita que tenía, se pusieron de su parte. Regresé cuando todo estaba a punto de empezar. La ví a lo lejos, acompañada de dos compañeros del equipo, poniendo un pie en la plataforma que la subiría al escenario. Saludé al resto, y me coloqué a un lado, junto con el equipo de sonido, para ver el concierto desde allí. Reconozco que, aunque intenté que no, me puse nervioso por lo que pudiera pasar. Pero esa sensación desaparecía a momentos, cuando la veía ahí arriba, feliz, plena y segura. Porque se supone que a estas alturas, ya debería ser capaz de aguantar este terremoto emocional que siento al verla. Pero no.
No me vio en todo el concierto, ni si quiera intuía que estuviese ahí. A mí se me paralizó un poco el cuerpo cuando en un momento, la ví mirar hacia los lados y dar algunos pasos de más, hacia atrás, como sin saber donde estaba. Por un momento, pensé que se caería de bruces fente a todos. Pero lo disimuló bien, con una sonrisa.
La sangre me hervía, y cuando se despidió del público tras su última canción, no pude esperar para verla. Tenía una mezlca de enfado y de "yo tenía razón", metida en el cuerpo. Bajó eufórica, pero no con la cara de siempre, ni la sonrisa, ni las maneras. Y cuando me vio andar hacia ella , a punto de decirle cuatro cosas, me abrazó. Me abrazó sin más. Rodeó mi nuca con sus brazos, y se apoyó en el hueco que tengo entre el hombro y el cuello. Mi primera reacción no fue corresponder su abrazo, ni si quiera estiré las manos para acariciarla, pero cuando alguien te abraza de tal manera, sin razón aparente. Es que la razón es mucho mayor de la que imaginas. Así que la estrujé fuerte contra mi cuerpo y soltó un leve suspiro.
-¿Qué ha pasado? -pregunté en su oído acariciándole el pelo.
-Nada cariño, ¿Qué iba a pasar? -se encoje de hombros y hace un extraño movimiento con las manos, para ocultar su rostro durante un instante.
-Te has mareado ahí arriba -señalé con gesto serio- lo he visto perfectamenete.
Bajó la mirada y la revolvió cómo quién intenta fingir que todo está bien. No contesta, sigue en silencio. Y yo no muevo un músculo.
-¡Contestáme! -alzo la voz- he pasado miedo viéndote. Por dios Malú, te ha dado un mareo, podías haberte caído del escenario.-agito levemente su hombro para que reaccione.
- Lo siento mucho -susurra con un nudo en la garganta- pensé que sería más fácil, que no me costaría seguir el ritmo -se explica mirando al suelo- pero me ha faltado el aire, me he mareado y...y...
-Joder...-resoplo golpeando con fuerza la pared de uno de los pasillos laberínticos de aquel lugar- joder, ¡es que te lo dije ! -me giré hacia ella y alcé la voz cómo nunca hubiese deseado- no puedes seguir así, y yo tampoco. Es peligroso, ¿Lo entiendes?, no puedo aguantar que...-ella me interrumpió cuando llevaba ya un largo rato hablando a velocidad inteligible.
-No voy a dar más conciertos -reconoció mirándome.
-¿Qué? -dije volviendo a retomar mi expresión más tranquila.
-Que aplazaré la gira hasta que tenga el bebé -ladea la cabeza y sé lo mucho que le cuesta decir eso- tenías razón Hugo. No puedo hacerlo.
Y esta vez, sé con seguridad, que un "No puedo hacerlo" en ella se escucha muy pocas veces. Y cuando lo dice, se le cae el mundo un poquito. Por eso, soy yo el que tira de su mano y la obligo a abrazarme, fuerte pero con suavidad. Que casi siempre es la mejor forma de solucionar las cosas. La miro de arriba a abajo, con su mono de brillantes y completamente ajustado, se le nota ya la barriguita. Sonrío y la acaricio.
-Gracias -digo cogiendo el aire que me llevaba faltando durante ese tiempo.
-Gracias a ti, amor.
Me besa. Y agradezco demasiado que su lengua venga a hacerle compañía a la mía. Y con sus labios rozando los míos, creo que alcanzo ese estado mental en el que ya no me apetece pensar en nada más, sólo soy capaz de sentir.
-¿Sabes una cosa? -dice tras darme un suave beso- te he visto mirarme desde el otro lado del escenario, aunque creyeses que no -sonrío inocentemente y ella sigue hablando- me siento observada contigo desde siempre, y ahora un poco más -reconoce, y a mí se me borra la sonrisa porque no tengo muy claro si eso es bueno o malo- esa forma que tienes de adorarme desde lejos, me inquieta, me hace sentir excesivamente única -sonríe durante un instante- y me gusta esa sensación.
Vuelve a besarme y me doy cuenta de que con ella, a mí, me gustan todas las sensaciones. Porque a su lado, hasta tener miedo se vuelve bonito.
La esperé en el sofá del camerino mientras se duchaba, cuando la puerta se abrió de golpe. Sus padres y su hermano entraron sonriendo y saludando rápidamente. No supe cómo reaccionar porque no me imaginaba en absoluto que apareciesen allí. Me levanté cómo un resorte y tragué saliva.
-Hugo, hijo ¿Qué tal ? -preguntó la andaluza dándome dos besos- ¿Y mi niña?
-Está en la ducha, saldrá en cinco minutos -sonreí- ¡Malú! -alcé la voz para que me escuchase- tus padres han venido.
-Voy -fue su contestación inmediata- ir tomando algo, que salgo ahora.
Me salió la risa nerviosa, cuando mi suegra me miró de arriba a abajo haciendo tiempo. Pero Jose, me salvó del incómodo momento dándome un abrazo.
-Cuñado, Increíble el concierto ¿O no? -preguntó golpeando mi hombro con fuerza.
-Espectacular, lo habéis petado -asentí sonriendo y dándole la mano al que faltaba, mi suegro, que le bastó de un solo gesto para saludarme con amabilidad.- ¿Os apetece algo de beber? ¿Cerveza, champán..? -dije señalando la mesa del catering al fondo de la sala.
-Quita, quita -dijo Pepi frenando a su ex-marido- que después hay que conducir -hice una mueca de aprobación y ella me cogió del brazo y me obligó a sentarme con ella en el sofá- a ver Hugo, tú cuéntame -exigió con un marcadísimo acento sevillano- ¿Le pasa algo a mi niña? Porque la noto no sé, rara -ladea la cabeza- eso sí, ha engordado, cómo debe de ser. Porque yo la veía muy delgada a la chiquilla.
-Si bueno...-intenté contestar cuando mi mujer irrumpió entre los dos, sacudiéndose el pelo mojado.
-Mamá, ¿Qué haces? -preguntó de malos modos, mirándonos a los dos.
-¿Yo? Nada, ¿O es que una ya no puede ni hablar con su yerno? -comenta con la misma indignación que saca su hija en algunos momentos.
-No le hagas ni caso hermanita -interviene Jose entre risas- le estaba haciendo un interrogatorio peor que los tuyos.
Ella me mira y me fusila con la mirada, me encojo de hombros. Coge mi mano y tira con fuerza levantándome del sofá.
-Cariño, ¿Me pones una copa de champán por favor? -pregunta cómo si nada mientras saluda a sus padres.
-No va a ser posible -contesto, porque a veces ni ella misma se da cuenta de que las embarazadas no pueden probar el alcohol.
En ese instante, todos parecen girarse hacia mí sin comprender nada. Y yo no sé dónde cojones esconderme.
-¿Cómo que no? Ponle una copa de champán ahora mismo -exige Pepi en un tono divertido, que para mí, suena a todo menos divertido.
Miro a mi chica y aprieto un poco los labios para que nos saque a los dos del aprieto. Y en lugar de decir algo, me obliga a rodear su hombro y coloca mi mano en su barriga. Me sonríe y después hace el mismo gesto hacia los demás.
-Hugo y yo tenemos algo que deciros...-deja caer y creo que hasta los dos cogemos aire al mismo tiempo ante lo que se nos viene encima- estoy embarazada.
La sonrisa nos sale instántanea. La rodeo con más fuerza y se hace un silencio en la sale que podría hasta ser causante de una catástrofe, pero no. Su madre es la primera en soltar un grito de emoción cómo pocas veces había visto y de abrazar a su hija con fuerza. Hay aplausos en la sala y las felicitaciones se suceden unas detrás de otras durante un buen rato.
-Ai Hugo qué ilusión me ha hecho -dice mi señora suegra plantándome un sonoro beso en la mejilla.
-Y a mí, no se imagina cuanto -admito abrazándola.
-Que no me trates de usted hombre ya -exige golpeando mi mejilla con suavidad- ¡Que voy a ser abuela! -exclama de nuevo y se marcha contenta a repetirle el discursito a todo el mundo.
En medio del enfásis y alegría general, la chica más guapa que he conocido, me golpea el brazo con suavidad y se apoya en mi hombro mojándose los labios.
En medio del enfásis y alegría general, la chica más guapa que he conocido, me golpea el brazo con suavidad y se apoya en mi hombro mojándose los labios.
-Ha salido bien ¿no? -dice mirando hacia el resto de la gente, familia, amigos, compañeros del equipo que comentan ilusionados la noticia- todos parecen muy felices por nosotros.
-Sí...-admito sonríendole de reojo y rodeando su cintura-¿Tú estás feliz?
Aunque sé la respuesta, mi pregunta es obligada después de que haya decidido apartarse de los escenarios durante un tiempo.
-Soy muy feliz -contesta segura cómo pocas veces- quiero decir, se me va a hacer duro no trabajar -baja la mirada- pero es lo mejor, me lo debo, a mí, a ti -me señala y me besa en los labios- y a este...-susurra frotándose el abdomen.
A mí se me cae la baba, literalmente. Y ella se da cuenta. Se ríe.
-Si ahora pones esa cara de bobo ¿Qué vas a hacer cuando nazca? -pregunta acercándose a mi boca y me besa despacio antes de dejarme contestar.
-No lo sé -admito- pero bueno, contigo ya me he sacado un master en esto...-chasqueo la lengua.
-¿En qué? -pregunta divertida.
- En no saber ni pensar cada vez que me miras. -sonrío- ya sabes, ahora se me da un poco mejor.
Asiente lentamente, cómo mordiéndose los labios por no poder morderme la boca. Bueno, de hecho lo hace. Me besa en los labios y suelta el aire en una tremenda sonrisa. La quiero. Y me quiere. Nos queremos. Me arrastra junto a todos los demás. Y así, junto a ella, transcurre la noche, entre celebraciones y felicidad absoluta.
Llegamos a casa muy tarde. A ella le cuesta hasta tenerse en pie. Se deja caer en el colchón con un inmenso suspiro que derrocha cansancio por todas partes. Yo me tumbo a su lado, sin decir mucho más. Y sin el beso de buenas noches, los dos, nos quedamos dormidos. Pero su voz, tan bonita cómo horas antes, me despierta de madrugada.
-Hugo...-susurra acariciándome sin abrir los ojos.
-¿Si? -contesto sin saber muy bien que lo estoy haciendo.
-Quiero chocolate -suelta sin más con mimo
-¿Cómo? Cariño vuelve a dormir, has tenido un sueño y...-digo besando su frente.
-No he tenido ningún sueño idiota -responde incorporándose un poco- necesito comer chocolate, ahora.
-Será una broma...-me río quitándole importancia, pero ella sigue mirándome cómo si su vida dependiese de mí- ¿Tiene que ser ahora?
-Porfi -dice besándome la comisura de los labios- tengo muchas ganas.
-Joder...-resoplo levantándome de la cama- cómo empecemos así con los antojos, mal vamos.
Se ríe y sé de sobra que me mira el culo a través de la puerta, mientras bajo las escaleras.
-No te quejes -alza un poco la voz para que la escuche- si ya sabes que el chocolate me da ganas de todo... -dice sensual y divertida.
De hecho le da ganas de mucho más. Y esa noche no volvemos a dormir. De hecho, hacemos de todo, menos dormir Y me siento tan afortunado ahí, con ella, que creo que algún día, tendré que pagar un precio muy alto por todo el placer y la alegría que el amor provoca. Porque cada vez que grita mi nombre a mitad de los orgasmos o susurra un "te quiero", estoy un poquito más en deuda con la vida.
Bravooooooooo, por ti, por tu novela y por el amooor :")
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