-Hugo....-susurró una mañana antes de que incluso el sol hubiese salido.
Llevaba dando vueltas toda la noche, sin encontrar la postura perfecta para dormir. Y yo con ella, pendiente de que cerrase los ojos y descansase de una vez.
-Cariño duérmete....-le acaricié la espalda de arriba a abajo y besé su hombro.
-Es que no puedo -se quejó con un suspiro que pareció salirle desde lo más hondo del estómago- me duele todo el cuerpo.
Resoplé y saqué mi cabeza del hueco entre la almohada y su pelo. El mejor sitio que a día de hoy, he encontrado para dormir durante toda mi vida.
-¿Estás bien? -pregunté preocupado, apartándole los mechones de la cara- cariño...
No contestó, hizo una mueca de dolor, y se levantó inmediatamente de la cama. Corrió hacia el baño llevándose las manos a la boca.
-Mierda...-suspiré yendo tras ella.
Se arrodilló frente a la taza del váter y estiró el cuerpo hacia delante. Le recogí el pelo suavemente y le sostuve la frente mientras devolvía violentamente la cena de la noche anterior. Respiraba con dificultad. Parecía que el estómago le daba cuchilladas.
-Tranquila...-susurré acariciando su espalda en un inútil intento de que las nauseas la abandonasen.
Cuando terminó, se dejó caer sobre mi pecho, y los dos quedamos tumbados en las frías baldosas del baño. Intentaba coger aire a un ritmo normal, pero le costaba. Rodeé su cuerpo con un brazo, cómo cuando tratas de que el simple contacto con alguien te alivie de cualquier dolor aparente.
-Esto es una mierda.-fue lo único que pudo pronunciar.
Y tuve que reír, porque sólo alguien cómo ella era capaz de decir "Esto es una mierda" tras un ataque de nauseas cómo aquel y soltar una leve y cansada carcajada después.
-¿Volvemos a la cama? -besé su frente e hice un amago de levantarnos, pero no me dejó.
-Hugo cómo me levante ahora, no sé lo que puede pasar...-se quejó cerrando los ojos y tratando de hacer caso omiso a su estomago.
-Vale, nos levantaremos cuando tú quieras -susurré con mucha calma.
Me quedé callado durante los minutos siguientes solo porque tenía miedo de que hasta el mínimo esfuerzo por escuchar mi voz, la molestase. Simplemente paseé las yemas de mis dedos lentamente desde el principio, hasta el fin de sus brazos. Y cuando se sintió recuperada, fue ella misma la que, sin apenas ayuda, se puso en pie. Suspiró frente al espejo y se mojó un poco la nuca.
-¿Estás mejor? -pregunté acercándome por detrás y besando con dulzura sus clavículas.
Tenía la mirada cansada. Hizo una mueca entre el dolor y la debilidad. No soporto verla así, porque no es una mujer en la que puedas observar el más mínimo signo de fragilidad. Es de esas personas que, sonríe, se encoge de hombros, y te da la sensación de que toda la vitalidad del mundo, empieza con ella.
-Estoy bien...-suspira y se da la vuelta todavía en mis brazos. Siente que estoy hasta asustado y hace una mueca por sonreír.- en serio cariño, estoy bien, esto es normal.
-No soporto verte así...-acaricio su mejilla con la palma de la mano y se pega a ella, cerrando los ojos.
-Lo sé -dice sonriendo cómo si conociese con exactitud todas y cada una de mis reacciones.- pero de verdad, que solo han sido unas cuantas nauseas, nada más.
Asiento poco convencido y nos volvemos a meter en cama tras darle varios tragos al vaso de agua de la mesilla. Noto que le duele la espalda al tumbarse, porque aprieta los dientes y traga saliva.
-Túmbate de lado hacia allá -le ordeno, mientras me incorporo un poco.
-¿Cómo? -pregunta sin comprender nada.
-Que te tumbes...-sonrío- y o te quitas la camiseta tú, o lo hago yo.
Se ríe y me obedece. Estira los brazos hacia arriba y se saca la camiseta de un tirón. No lleva nada por debajo. Trago saliva.
-¿Me vas a dar un masaje sin que te lo haya pedido? -pregunta incrédula, apartándose el pelo de la espalda- parece que esto de estar embarazada funciona.
-No es por tí , es por mí -comento frotándome las manos- es que estás tan guapa últimamente, que no me puedo aguantar.
Asiente irónicamente entre risa y risa. Cierra los ojos y se le escapa un suspiro de relajación absoluta. Mis dedos presionan su piel lentamente. Cómo dibujando y desdibujando el camino una y otra vez. Deja escapar pequeños gemidos. Me río al verla así. Tiene la piel tan bonita, que no me resisto a besársela. Y se le escapa la risa cuando lo hago. Y no sabéis lo que adoro esa forma que tiene de temblar, casi sin darse cuenta, cuando el rozo el final de la espalda. O se revuelve un poco, sin poder evitarlo, al sentir mis besos atacando su nuca.
-No deberías estar haciendo esto -comenta divertida sin abrir los ojos.
-¿Por qué? ¿No te gusta? -pregunto sin frenar el masaje.
-No es eso -sonríe y se muerde los labios- es que estás en calzoncillos, tocándome la espalda, y no llevo camiseta...los dos sabemos cómo acaba esto.
-Bueno, los dos sabemos cómo te gustaría que acabase esto...-respondo con picardía.
Se da la vuelta sobre si misma y me mira a los ojos. Bueno, eso intenta, porque sabe de sobra que lo primero que me ha mirado ha sido la boca. Y no la culpo, yo con ella he hecho lo mismo incluso antes.
-¿Pero cómo puedes ser tan creído? -arquea las cejas y se ríe.
-Nena, es cierto -sonrío de manera irresistible- ¿Seguro que no quieres que te siga desvistiendo? Solo tienes que pedirlo.
-Eres insoportable, de verdad -frunce el ceño y busca su camiseta entre las sábanas, pero soy yo el que la atrapo antes- Hugo, dámela.
-¿Pero por qué te enfadas? ¿He dicho alguna mentira? -pregunto colocando la camiseta fuera de su alcance.
-Hugo...-resopla antes de perder la paciencia.
Me acerco un poco más a ella. Tumbados el uno frente al otro. Quiere girarme la cara pero no le dejo. Coloco mi pulgar en su mejilla y la miro a los ojos. Me aguanta la mirada. Siempre se le ha dado bien hacerlo. Sonrío y ella se resiste a devolverme la sonrisa.
-No me mires así...-susurra sin parpadear- no es justo.
-¿Por qué, te molesta? -pregunto divertido y ella sigue sin sonreír, ni si quiera lo más mínimo.
-No -contesta acercándose un poquito más- me gusta demasiado.
Esas palabras me dejan sin posibilidad de razonar demasiado, solo puedo sonreír. Y volver a hacerlo al segundo siguiente. Y ella hace lo mismo, irremediablemente. Últimamente los enfados no nos duran más de cinco minutos. Y se vive bien así. Créedme.
-Venga tonto, me das un beso ya, ¿O tengo que pedírtelo? -suspira muy lentamente, cómo si guardase todo el amor en ese suspiro.
La beso. Y al principio solo me roza los labios, pero después, empieza a dejar caer su cuerpo sobre el mío y el beso es más profundo, más grande y más todo. Sonríe a mitad de beso. Me acaricia las mejillas con los dedos y sigue besándome. Y nos besamos con la intensidad de quién se pertenece. Y es bonito.
-¿Ahora me das la camiseta por favor? -pregunta cogiendo aire.
-No sé, es que yo te veo más guapa así...-sonrío y acerco la boca a su barriga- ¿Tú que crees? ¿Está mami más guapa así? -acerco la oreja, ella se ríe- ¿Ves? Me ha dicho que sí...lo siento, dos contra uno.
Sonríe y niega con la cabeza.
-Vale...-suspira y se da la vuelta tapándose con el edredón, coge mis manos y las coloca en su cintura- pero abrázame, tengo frío.
Una semana después hacíamos nuestra visita al médico número mil quinientos. Ella nunca estaba nerviosa, de hecho le servía bastante para entretenerse desde que ya no daba conciertos y sus días se basaban en quedarse en casa, salir a cenar con amigos y estar con su familia. Yo en cambio, siempre llevaba esa inquietud dentro que solo los padres primerizos tienen.
-Bueno ¿Cómo va todo? -preguntó la doctora en cuanto entramos en la consulta.- ¿Qué tal te encuentras?
-Tiene bastantes nauseas...-me adelanté a contestar mientras le acercaba la silla, sentándonos el uno junto al otro.
-Cariño, puedo contestar yo...-dice fusilándome la mirada, para suavizarla con una leve sonrisa después.- tengo nauseas pero lo normal, lo que pasa que Hugo se asusta por todo...
Me mira de reojo y le sonríe a la doctora con total complicidad femenina.
-No me asusto por todo -replico de inmediato- pero ella no le da importancia a nada, no lo entiendo.
-Hugo es que es algo normal, que cuando estás embarazada, vomites -se gira hacia mí- ¿Qué parte de eso no entiendes?
Su pregunta suena un poco borde, y cuando voy a contestar la doctora García nos interrumpe a ambos, con gesto tranquilo y calmado.
-Hugo, que tenga nauseas es señal de que todo va bien y de que el niño está perfectamente -asiento y mi mujer sonríe triunfante- pero deberías tomarte algo para frenarlas.
Apunta unas cuantas palabras inteligibles en un papel, lo firma, y nos lo cede con una sonrisa.
-Bueno, ¿Te tumbas y vemos cómo va todo? -pregunta haciendo un gesto hacia la camilla.
Ella obedece, se quita la chaqueta y me deja el bolso sobre el regazo. Camina y se tumba donde le indican. Se levanta la blusa poco a poco y la mujer extiende un gel transparente sobre su vientre.
-Cariño, puedes venir eh, que no muerdo -me dice ladeando la cabeza.
Me coloco a su lado, y paso mi brazo por encima de su cabeza para sostenerle la mano izquierda.
-Bueno...vamos a ver qué tal está todo -suspira y empieza a pasar el pequeño instrumento sobre la zona donde segundos antes a colocado el gel.
En la pantalla de ultrasonidos, comienza a aparecer una borrosa imagen, que cada vez se vuelve más nítida. Se aprecian mejor los detalles a medida que mueve la maquina de un lado al otro lentamente.
-Esto de aquí, es la cabeza...-señala en la pantalla con el dedo meñique- y esto de aquí, las piernecitas.
Malú sonríe mirando a la pantalla y tiene un brillo distinto a cualquier otro. Le sale la felicidad por los ojos, por las pestañas y sobretodo por la tremenda sonrisa. Dedica un segundo a mirarme y me aprieta un poco más la mano. Es uno de esos instantes en la vida, en los que te paras, sonríes a la persona a la que quieres y te das cuenta de que en el fondo, todo en esta vida tiene un plan secreto. Como que estemos ella y yo ahora aquí. Todo forma parte de algo que no podemos entender pero que nos posee.
Le beso la otra mano y embobados, seguimos mirando la pequeña cosita que se mueve en el monitor.
La doctora se detiene durante un instante, entrecierra un poco los ojos y tuerce un poco el gesto.
-¿Qué pasa? -pregunta Malú de inmediato preocupada- ¿El niño está bien?
La mujer de unos treinta años, tarda unos cuantos segundos en contestar pero termina por hacer una media sonrisa.
-Sí, ella está perfectamente -nos mira a los dos- enhorabuena, es una niña.
No logro, ni lograré describir jamás lo que se le pasa a uno por la cabeza en esos instantes.
-Hugo, vamos a tener una niña -dice con la boca entre abierta, cómo si todavía no se hubiese terminado de creer nada desde el primer día.
Reímos juntos, con la alegría anclada a cada suspiro. Me abraza con ambas manos y besa mi mejilla con fuerza. El corazón me va a mil por hora. No puedo hacer otra cosa que sonreír aunque ella espera que diga algo. Y os juro, que tengo tanta felicidad atrancada en la garganta, que me es imposible pronunciar ni una sola palabra.
-Se llamará Lucía...-comenta tumbada en la hamaca del jardín esa misma noche.
-¿Qué? -contesto apartando la mirada de la puesta de sol- ¿Desde cuando hemos decidido eso?
-Hugo, es un nombre precioso, además con significado especial -se encoge de hombros y sonríe con ternura- se llamará igual que yo.
-Pues no estoy de acuerdo -niego con la cabeza y ella arruga la nariz- quiero decir que, hay muchos nombres que también me gustan mucho más.
-Ah ¿No te gusta mi nombre? -me interrumpe con la misma facilidad de siempre para darle la vuelta a las cosas.
-Nena no es eso, simplemente hay muchos otros que...-gesticulo con ambas manos hasta que me interrumpe.
-¿Cómo cuales? -pregunta con la misma expectación e interés que una niña.
-Cómo Paula por ejemplo -me cruzo de brazos y sonrío ante su reacción, se queda seria y frunce el ceño.
-Venga ya, Lucía es cien mil veces mejor -se sacude el pelo y se ríe suavemente- ¿O no ves lo bien que me queda a mí?
A ella en realidad le quedan bien otras cosas. La sonrisa, las caderas o los labios. El amor también le queda bien, ahí colocado en las maneras que tiene de reír o de besar. Pero eso ella no lo sabe.
La discusión del nombre la dejamos para otro momento. Y se hace el silencio durante bastante tiempo, entre caricias y suspiros hasta que ella saca un nuevo tema a la palestra. Le gusta tanto hablar, que necesitaría más de una persona a su lado para hablar todo lo que ella quisiese.
-¿Y dónde vamos a celebrar el bautizo? -inquiere frunciendo los labios.
-En Barcelona, donde nos casamos...-sonrío tranquilo
Lo digo tan seguro, que ladea un poco la cabeza y me mira incrédula.
-¿Y qué pasa con Sevilla o Cádiz? No cuentan, ¿O qué? -quita mi mano de sus piernas y abre la boca sorprendida.
-¿Por qué no en Barcelona? La playa es un sitio genial, cabe todo el mundo...-explico sereno.
-Sí, pero a mi madre le gustaría organizarlo todo. -contesta visiblemente molesta y se cruza de brazos.
- Cariño a la mía también, ya sabes cómo es con estas cosas...-hago un amago de acariciar su mejilla y se aparta indignada.
-La tuya ya organizó la boda, y sabes lo mucho que le molestó a mamá no poder hacerlo ella -me amenaza con el dedo en alto- o lo hacemos en Sevilla, o no hay bautizo.
-¿Qué pasa que hay que hacer siempre lo que tú quieres? -extiendo los brazos en señal de protesta.- estoy empezando a cansarme de tus caprichos.
-¿Caprichos? -se levanta enfadada, cual huracán que arrastra al mundo con él.- ¿Me estás llamando caprichosa?
-Sí, caprichos -contesto alzando la voz- caprichos cada dos por tres, con la comida, con el número de almohadas que hay en la cama, el chocolate a las cinco de la mañana....-a cada cosa que enumero, ella parece apretar más los labios.- estoy harto.
Hace un amago de llorar o yo que sé. Pero en lugar de eso, me fusila con los ojos, y saca la ya típica frustración de sus enfados.
-Mira Hugo, vete a la mierda. -grita dando un portazo a toda la felicidad que habíamos experimentado horas antes.
Se arrodilló frente a la taza del váter y estiró el cuerpo hacia delante. Le recogí el pelo suavemente y le sostuve la frente mientras devolvía violentamente la cena de la noche anterior. Respiraba con dificultad. Parecía que el estómago le daba cuchilladas.
-Tranquila...-susurré acariciando su espalda en un inútil intento de que las nauseas la abandonasen.
Cuando terminó, se dejó caer sobre mi pecho, y los dos quedamos tumbados en las frías baldosas del baño. Intentaba coger aire a un ritmo normal, pero le costaba. Rodeé su cuerpo con un brazo, cómo cuando tratas de que el simple contacto con alguien te alivie de cualquier dolor aparente.
-Esto es una mierda.-fue lo único que pudo pronunciar.
Y tuve que reír, porque sólo alguien cómo ella era capaz de decir "Esto es una mierda" tras un ataque de nauseas cómo aquel y soltar una leve y cansada carcajada después.
-¿Volvemos a la cama? -besé su frente e hice un amago de levantarnos, pero no me dejó.
-Hugo cómo me levante ahora, no sé lo que puede pasar...-se quejó cerrando los ojos y tratando de hacer caso omiso a su estomago.
-Vale, nos levantaremos cuando tú quieras -susurré con mucha calma.
Me quedé callado durante los minutos siguientes solo porque tenía miedo de que hasta el mínimo esfuerzo por escuchar mi voz, la molestase. Simplemente paseé las yemas de mis dedos lentamente desde el principio, hasta el fin de sus brazos. Y cuando se sintió recuperada, fue ella misma la que, sin apenas ayuda, se puso en pie. Suspiró frente al espejo y se mojó un poco la nuca.
-¿Estás mejor? -pregunté acercándome por detrás y besando con dulzura sus clavículas.
Tenía la mirada cansada. Hizo una mueca entre el dolor y la debilidad. No soporto verla así, porque no es una mujer en la que puedas observar el más mínimo signo de fragilidad. Es de esas personas que, sonríe, se encoge de hombros, y te da la sensación de que toda la vitalidad del mundo, empieza con ella.
-Estoy bien...-suspira y se da la vuelta todavía en mis brazos. Siente que estoy hasta asustado y hace una mueca por sonreír.- en serio cariño, estoy bien, esto es normal.
-No soporto verte así...-acaricio su mejilla con la palma de la mano y se pega a ella, cerrando los ojos.
-Lo sé -dice sonriendo cómo si conociese con exactitud todas y cada una de mis reacciones.- pero de verdad, que solo han sido unas cuantas nauseas, nada más.
Asiento poco convencido y nos volvemos a meter en cama tras darle varios tragos al vaso de agua de la mesilla. Noto que le duele la espalda al tumbarse, porque aprieta los dientes y traga saliva.
-Túmbate de lado hacia allá -le ordeno, mientras me incorporo un poco.
-¿Cómo? -pregunta sin comprender nada.
-Que te tumbes...-sonrío- y o te quitas la camiseta tú, o lo hago yo.
Se ríe y me obedece. Estira los brazos hacia arriba y se saca la camiseta de un tirón. No lleva nada por debajo. Trago saliva.
-¿Me vas a dar un masaje sin que te lo haya pedido? -pregunta incrédula, apartándose el pelo de la espalda- parece que esto de estar embarazada funciona.
-No es por tí , es por mí -comento frotándome las manos- es que estás tan guapa últimamente, que no me puedo aguantar.
Asiente irónicamente entre risa y risa. Cierra los ojos y se le escapa un suspiro de relajación absoluta. Mis dedos presionan su piel lentamente. Cómo dibujando y desdibujando el camino una y otra vez. Deja escapar pequeños gemidos. Me río al verla así. Tiene la piel tan bonita, que no me resisto a besársela. Y se le escapa la risa cuando lo hago. Y no sabéis lo que adoro esa forma que tiene de temblar, casi sin darse cuenta, cuando el rozo el final de la espalda. O se revuelve un poco, sin poder evitarlo, al sentir mis besos atacando su nuca.
-No deberías estar haciendo esto -comenta divertida sin abrir los ojos.
-¿Por qué? ¿No te gusta? -pregunto sin frenar el masaje.
-No es eso -sonríe y se muerde los labios- es que estás en calzoncillos, tocándome la espalda, y no llevo camiseta...los dos sabemos cómo acaba esto.
-Bueno, los dos sabemos cómo te gustaría que acabase esto...-respondo con picardía.
Se da la vuelta sobre si misma y me mira a los ojos. Bueno, eso intenta, porque sabe de sobra que lo primero que me ha mirado ha sido la boca. Y no la culpo, yo con ella he hecho lo mismo incluso antes.
-¿Pero cómo puedes ser tan creído? -arquea las cejas y se ríe.
-Nena, es cierto -sonrío de manera irresistible- ¿Seguro que no quieres que te siga desvistiendo? Solo tienes que pedirlo.
-Eres insoportable, de verdad -frunce el ceño y busca su camiseta entre las sábanas, pero soy yo el que la atrapo antes- Hugo, dámela.
-¿Pero por qué te enfadas? ¿He dicho alguna mentira? -pregunto colocando la camiseta fuera de su alcance.
-Hugo...-resopla antes de perder la paciencia.
Me acerco un poco más a ella. Tumbados el uno frente al otro. Quiere girarme la cara pero no le dejo. Coloco mi pulgar en su mejilla y la miro a los ojos. Me aguanta la mirada. Siempre se le ha dado bien hacerlo. Sonrío y ella se resiste a devolverme la sonrisa.
-No me mires así...-susurra sin parpadear- no es justo.
-¿Por qué, te molesta? -pregunto divertido y ella sigue sin sonreír, ni si quiera lo más mínimo.
-No -contesta acercándose un poquito más- me gusta demasiado.
Esas palabras me dejan sin posibilidad de razonar demasiado, solo puedo sonreír. Y volver a hacerlo al segundo siguiente. Y ella hace lo mismo, irremediablemente. Últimamente los enfados no nos duran más de cinco minutos. Y se vive bien así. Créedme.
-Venga tonto, me das un beso ya, ¿O tengo que pedírtelo? -suspira muy lentamente, cómo si guardase todo el amor en ese suspiro.
La beso. Y al principio solo me roza los labios, pero después, empieza a dejar caer su cuerpo sobre el mío y el beso es más profundo, más grande y más todo. Sonríe a mitad de beso. Me acaricia las mejillas con los dedos y sigue besándome. Y nos besamos con la intensidad de quién se pertenece. Y es bonito.
-¿Ahora me das la camiseta por favor? -pregunta cogiendo aire.
-No sé, es que yo te veo más guapa así...-sonrío y acerco la boca a su barriga- ¿Tú que crees? ¿Está mami más guapa así? -acerco la oreja, ella se ríe- ¿Ves? Me ha dicho que sí...lo siento, dos contra uno.
Sonríe y niega con la cabeza.
-Vale...-suspira y se da la vuelta tapándose con el edredón, coge mis manos y las coloca en su cintura- pero abrázame, tengo frío.
Una semana después hacíamos nuestra visita al médico número mil quinientos. Ella nunca estaba nerviosa, de hecho le servía bastante para entretenerse desde que ya no daba conciertos y sus días se basaban en quedarse en casa, salir a cenar con amigos y estar con su familia. Yo en cambio, siempre llevaba esa inquietud dentro que solo los padres primerizos tienen.
-Bueno ¿Cómo va todo? -preguntó la doctora en cuanto entramos en la consulta.- ¿Qué tal te encuentras?
-Tiene bastantes nauseas...-me adelanté a contestar mientras le acercaba la silla, sentándonos el uno junto al otro.
-Cariño, puedo contestar yo...-dice fusilándome la mirada, para suavizarla con una leve sonrisa después.- tengo nauseas pero lo normal, lo que pasa que Hugo se asusta por todo...
Me mira de reojo y le sonríe a la doctora con total complicidad femenina.
-No me asusto por todo -replico de inmediato- pero ella no le da importancia a nada, no lo entiendo.
-Hugo es que es algo normal, que cuando estás embarazada, vomites -se gira hacia mí- ¿Qué parte de eso no entiendes?
Su pregunta suena un poco borde, y cuando voy a contestar la doctora García nos interrumpe a ambos, con gesto tranquilo y calmado.
-Hugo, que tenga nauseas es señal de que todo va bien y de que el niño está perfectamente -asiento y mi mujer sonríe triunfante- pero deberías tomarte algo para frenarlas.
Apunta unas cuantas palabras inteligibles en un papel, lo firma, y nos lo cede con una sonrisa.
-Bueno, ¿Te tumbas y vemos cómo va todo? -pregunta haciendo un gesto hacia la camilla.
Ella obedece, se quita la chaqueta y me deja el bolso sobre el regazo. Camina y se tumba donde le indican. Se levanta la blusa poco a poco y la mujer extiende un gel transparente sobre su vientre.
-Cariño, puedes venir eh, que no muerdo -me dice ladeando la cabeza.
Me coloco a su lado, y paso mi brazo por encima de su cabeza para sostenerle la mano izquierda.
-Bueno...vamos a ver qué tal está todo -suspira y empieza a pasar el pequeño instrumento sobre la zona donde segundos antes a colocado el gel.
En la pantalla de ultrasonidos, comienza a aparecer una borrosa imagen, que cada vez se vuelve más nítida. Se aprecian mejor los detalles a medida que mueve la maquina de un lado al otro lentamente.
-Esto de aquí, es la cabeza...-señala en la pantalla con el dedo meñique- y esto de aquí, las piernecitas.
Malú sonríe mirando a la pantalla y tiene un brillo distinto a cualquier otro. Le sale la felicidad por los ojos, por las pestañas y sobretodo por la tremenda sonrisa. Dedica un segundo a mirarme y me aprieta un poco más la mano. Es uno de esos instantes en la vida, en los que te paras, sonríes a la persona a la que quieres y te das cuenta de que en el fondo, todo en esta vida tiene un plan secreto. Como que estemos ella y yo ahora aquí. Todo forma parte de algo que no podemos entender pero que nos posee.
Le beso la otra mano y embobados, seguimos mirando la pequeña cosita que se mueve en el monitor.
La doctora se detiene durante un instante, entrecierra un poco los ojos y tuerce un poco el gesto.
-¿Qué pasa? -pregunta Malú de inmediato preocupada- ¿El niño está bien?
La mujer de unos treinta años, tarda unos cuantos segundos en contestar pero termina por hacer una media sonrisa.
-Sí, ella está perfectamente -nos mira a los dos- enhorabuena, es una niña.
No logro, ni lograré describir jamás lo que se le pasa a uno por la cabeza en esos instantes.
-Hugo, vamos a tener una niña -dice con la boca entre abierta, cómo si todavía no se hubiese terminado de creer nada desde el primer día.
Reímos juntos, con la alegría anclada a cada suspiro. Me abraza con ambas manos y besa mi mejilla con fuerza. El corazón me va a mil por hora. No puedo hacer otra cosa que sonreír aunque ella espera que diga algo. Y os juro, que tengo tanta felicidad atrancada en la garganta, que me es imposible pronunciar ni una sola palabra.
-Se llamará Lucía...-comenta tumbada en la hamaca del jardín esa misma noche.
-¿Qué? -contesto apartando la mirada de la puesta de sol- ¿Desde cuando hemos decidido eso?
-Hugo, es un nombre precioso, además con significado especial -se encoge de hombros y sonríe con ternura- se llamará igual que yo.
-Pues no estoy de acuerdo -niego con la cabeza y ella arruga la nariz- quiero decir que, hay muchos nombres que también me gustan mucho más.
-Ah ¿No te gusta mi nombre? -me interrumpe con la misma facilidad de siempre para darle la vuelta a las cosas.
-Nena no es eso, simplemente hay muchos otros que...-gesticulo con ambas manos hasta que me interrumpe.
-¿Cómo cuales? -pregunta con la misma expectación e interés que una niña.
-Cómo Paula por ejemplo -me cruzo de brazos y sonrío ante su reacción, se queda seria y frunce el ceño.
-Venga ya, Lucía es cien mil veces mejor -se sacude el pelo y se ríe suavemente- ¿O no ves lo bien que me queda a mí?
A ella en realidad le quedan bien otras cosas. La sonrisa, las caderas o los labios. El amor también le queda bien, ahí colocado en las maneras que tiene de reír o de besar. Pero eso ella no lo sabe.
La discusión del nombre la dejamos para otro momento. Y se hace el silencio durante bastante tiempo, entre caricias y suspiros hasta que ella saca un nuevo tema a la palestra. Le gusta tanto hablar, que necesitaría más de una persona a su lado para hablar todo lo que ella quisiese.
-¿Y dónde vamos a celebrar el bautizo? -inquiere frunciendo los labios.
-En Barcelona, donde nos casamos...-sonrío tranquilo
Lo digo tan seguro, que ladea un poco la cabeza y me mira incrédula.
-¿Y qué pasa con Sevilla o Cádiz? No cuentan, ¿O qué? -quita mi mano de sus piernas y abre la boca sorprendida.
-¿Por qué no en Barcelona? La playa es un sitio genial, cabe todo el mundo...-explico sereno.
-Sí, pero a mi madre le gustaría organizarlo todo. -contesta visiblemente molesta y se cruza de brazos.
- Cariño a la mía también, ya sabes cómo es con estas cosas...-hago un amago de acariciar su mejilla y se aparta indignada.
-La tuya ya organizó la boda, y sabes lo mucho que le molestó a mamá no poder hacerlo ella -me amenaza con el dedo en alto- o lo hacemos en Sevilla, o no hay bautizo.
-¿Qué pasa que hay que hacer siempre lo que tú quieres? -extiendo los brazos en señal de protesta.- estoy empezando a cansarme de tus caprichos.
-¿Caprichos? -se levanta enfadada, cual huracán que arrastra al mundo con él.- ¿Me estás llamando caprichosa?
-Sí, caprichos -contesto alzando la voz- caprichos cada dos por tres, con la comida, con el número de almohadas que hay en la cama, el chocolate a las cinco de la mañana....-a cada cosa que enumero, ella parece apretar más los labios.- estoy harto.
Hace un amago de llorar o yo que sé. Pero en lugar de eso, me fusila con los ojos, y saca la ya típica frustración de sus enfados.
-Mira Hugo, vete a la mierda. -grita dando un portazo a toda la felicidad que habíamos experimentado horas antes.
Me encanta. Sigue porfi...
ResponderEliminarEsta novela me tiene ENGANCHADISIMAA!! Sube pronto porfiii :)
ResponderEliminarQUEEEE CRAAAAAAACKKKK
ResponderEliminarDesde luego, puedes estar orgullosa. Es la mejor novela que he visto en muuuuucho tiempo por aquí!!! Tienes madera, enhorabuena!
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