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martes, 1 de julio de 2014

CAPÍTULO 57. DESCUBRIENDO AMÉRICA

Sentía la necesidad de estar en el hospital, de saber cómo estaba. Y así lo hice. Cogí las llaves del coche, me quité la camisa, que llevaba encima un par de litros de sudor y de angustia, y me marché. Ni si quiera me despedí porque no tenía ni la más mínima idea de dónde estaba. Nuestra casa, por suerte, era grande y había mil sitios en los que uno podía estar tranquilo sin ver al otro. Y para ser sinceros, ninguno de los dos intentamos buscarnos, porque llevábamos tanto tiempo jugando a ese escondite emocional, que ya nos daba todo igual.
El hospital, y más concretamente, la sala de espera contigua a la habitación de Helena, estaba a desbordar. Su familia y gente del trabajo se habían desplazado para verla de inmediato. No me preguntéis cómo, ni por qué, pero tras hablar con un par de enfermeras, conseguí que me dejasen entrar a verla.
Estaba tumbada en la inmensa cama de hospital con la cabeza hacia un lado y la mirada perdida.
- Ei -dije en un susurro nada más entrar.
La mirada se le iluminó por un instante, y cerró los ojos respirando tranquila. Y adoro esa forma que tiene de sonreír aún teniendo todos los motivos en contra.
- Pensé que ya no vendrías -dijo con la voz rota, cansada, desgastada, y todos los adjetivos que se le puedan llegar a poner a un susurro cómo aquel.
- ¿De verdad pensabas eso ? -traté de sonreír mientras acercaba una silla a la cama, para sentarme junto a ella.
-No -se ríe tímidamente- pero contigo nunca se sabe.
Bajo la mirada y trago saliva. No soy capaz de sonreír durante mucho más tiempo. Así que simplemente la miro. Tiene una evidente herida en la cabeza y lleva un vendaje blanco por toda la frente. El pelo le sobresale por fuera y aún tiene los labios pintados de rojo.
-¿Cómo estás? -suspiro acariciando su mejilla.
Hace una mueca que se sitúa entre el dolor y el intentar ser fuerte a toda costa, cómo es ella básicamente. Toma aire y con los ojos más cansados que nunca, abre la boca para tratar de hablar.
-Bueno, he salido de peores -amaga con una sonrisa y a mí se me abren un poco más las venas, de la pena, del dolor, o yo que sé.- me duele todo un poco, pero los calmantes ayudan bastante, mañana me harán más pruebas.
Asiento ligeramente y agarro su mano. Me mira y sabe con exactitud que parezco estar temblando yo más que ella. Paso la lengua por mis labios y suspiro muy lentamente, buscando qué decir.
-Por favor, no me odies -susurro negando con la cabeza. El nudo de la garganta está a punto de ahogarme.
-¿Cómo? -levanta las cejas y acaricia mi mano con dos dedos.
-Que no me odies -repito con la entonación igual de perdida que antes- siento haberte llamado, siento haberte entretenido por teléfono, si no hubiese...-tengo que para porque me falta el aire- es por mi culpa y...
-Hugo ni se te ocurra hacer esto...-se emociona y esconde su lágrima de inmediato.
-Helena yo...-hago mi intento número mil de aclarar la garganta. Y las ideas.
-No tienes ninguna culpa ¿me oyes? ninguna -dice con una seriedad envidiable ,en esos, y en todos los momentos.
Me atrae hacia ella con fuerza y coloco mi cabeza en su hombro. Tengo medio torso sobre la cama y ella acaricia mi cuello, escondiéndose en él también. Susurra cosas que no sé por qué me calman y lo único que puedo hacer es no respirar por miedo a molestarla. Pero estoy tan jodidamente asustado por todo, que me pongo a llorar como un niño pequeño en la habitación de un hospital. Y ella, hace lo mismo.

Salgo de allí una hora después. Son las cuatro de la mañana. Helena me ha obligado a marcharme de nuevo a casa porque sabe que al día siguiente trabajo, y como compréndereis lo que menos contemplo en estos momentos es decirle que no.
Está diluviando, busco el coche con la mirada porque no recuerdo ni donde lo he aparcado. Tengo que respirar un poco y me seco un poco los ojos que aún tengo rojos. Doy un golpe contra el volante. Estoy tremendamente furioso. Porque sí, porque tal vez sea injusto, pero a veces lo que sucede en unos días, incluso en un único día, puede cambiar el curso de una vida. Y esa idea me asusta demasiado.
Estoy a punto de arrancar el coche cuando la puerta del copiloto de abre de repente. Y la veo entrar, está empapada y al principio ni si quiera me mira. Me quedo inmóvil.
-Joder, me has asustado...-cojo aire y trago saliva- ¿Qué haces aquí? Estás empapada...-digo mirando que sus mechones de pelo gotean sobre el asiento.
-He cogido un taxi, pero cuando he llegado me han dicho que ya te habías ido...-explica sentándose y respirando ligeramente cansada- ¿Como está ella?
Tardo en contestar. No comprendo con exactitud por qué ha venido hasta aquí. Ladeo la cabeza y me quedo mirándola, estudiándola, pero ni si quiera pestañea.
-Bien -contesto- le harán más pruebas pero está bien.
-¿Has hablado con ella? -pregunta inquietada.
-Sí -asiento lentamente.- la he visto mejor pero...es fuerte, se recuperará.-termino con una media sonrisa con la que parece darse por satisfecha.
Nos quedamos los dos callados. Creo que sin el valor suficiente para hablar de lo que debemos hablar. De por qué discutimos cada dos días. De por qué apenas nos vemos. De por qué hace un mes y medio que no hacemos el amor. Y de por qué, escondemos todo lo que tenga que ver con nuestros problemas.
La escucho respirar lentamente. Suspira. Y a veces el suspiro es el aire que te sobra cuando alguien te falta.
-No has venido hasta aquí solo para esto , ¿A que no? -giro la cabeza y apoyo mis manos en el volante- cariño, siento lo de antes, estaba nervioso y como entre nosotros pues...
No me deja continuar, suspira y me ordena:
-Arranca el coche.
-Nena pero...-trato de volver a hablar.
-Hugo por favor arranca el coche. -indica haciendo un gesto hacia delante y se abrocha el cinturón.
Obedezco con un suspiro y trato de contar hasta diez para no contestar de malas maneras. Y la noto nerviosa, moverse. Tiene las ganas de decir algo atrapadas en el estómago, y lo sé, porque frunce los labios cada dos por tres y se coloca el pelo a la vez.
-¿Qué coño nos está pasando? -dice por fin, tratando de no derrumbarse.
Me pongo todavía más nervioso, y la miro a ella y a la carretera una y otra vez. Fuera llueve con fuerza y apenas se ve nada, de hecho, no sé ni hacia donde conduzco.
- No lo sé...-niego despacio con la cabeza- no nos vemos tanto como nos gustaría supongo y eso al final desgasta.-concluyo.
Se cruza de brazos y la miro de reojo. Sigue teniendo tatuada en las maneras, esa forma tan bonita de ignorarme.
-Pues será por tu culpa...-deja caer , girándose por completo hacia mí.
-¿ Cómo? -suelto una irónica carcajada y sigo mirando hacia el parabrisas del coche- ¿Pero cómo puedes tener la cara de decir eso?
-Eres tú el que lleva meses pendiente de otra antes que de su propia mujer, el que llega tarde todas las noches, porque tiene "reuniones" -se burla de la última palabra haciendo gestos con las manos y cambiando el tono de voz.
-¿Cuantas putas veces tengo que explicarte, que Helena me necesitaba. lo entiendes ? ¡Me necesitaba! -alzo demasiado la voz y le dedico más miradas a ella que a la conducción.
- ¡Yo también te necesito ! -me espeta en la cara y pega un bote en el asiento que me pone todavía más nervioso.- ¿Te vas a enterar algún día de eso? -da un golpe contra la ventanilla de la rabia con la que ha dicho todo.
Pasamos un rato en silencio. Tratando de relajarnos un poco los dos, pero estamos en un punto ya de no retorno. No lo hay en ningún lado, es todo o nada.
-¿Y tú qué? ¿Soy yo el malo de todo? eh -meto un aceleron y ella sigue callada, empieza a mirarme con cara de poquísimos amigos- tú te pasas los días y las semanas, de concierto en concierto y luego pretendes que yo siempre esté en casa para ti.
-Joder...-pasa una mano por su cabeza y suspira- ¿Me estás llamando egoísta por hacer mi trabajo, por hacer mi vida? ¿Hugo cariño, tú te estás escuchando?
Se está conteniendo muchísimo. Está tensa. Y respira muy poco a poco.
- Yo sacrifico cosas por nuestra relación, lo hago, aunque creas que no. -la miro aprovechando el semáforo y ni si quiera es capaz de que nuestros ojos se encuentren- ¿Tú lo haces?
Ese fue el instante previo a una explosión. Que dura apenas unas milesímas de segundo, pero lo sientes. Le ofendío tantísimo mi pregunta, que levantó la mirada de inmediato y supe al instante que en ese momento me hubiese matado si hubiese tenido la oportunidad.
-Para  el coche.-musitó con las primeras lágrimas silenciosas rodando hacia sus labios.
- ¿Qué? -dije sin créermelo y la miré mientras seguía conduciendo.
-¡Que pares el coche! -chilló llorando.
Nunca la había visto así, ni en el más terrible de los enfados. Me quedé callado y paré el coche en un parking al aire libre, cercano a la carretera. Estaba desierto y muy oscuro. Las únicas luces que había, eran los focos de un centro comercial que se distinguía a lo lejos. Estábamos casi casi en medio de la nada. Fuera diluviaba por completo. En cuanto frené el coche, abrió la puerta y sin decir ni una sola palabra se bajó de él.
-Malú....-traté de frenarla, pero ni si quiera se inmutó, mantuvo su actitud fría y comenzó a andar hacia la anda. Mojándose, y no solo por las lágrimas.
Gruñí y golpeé  el volante con furia. Solté un bufido y fui tras ella. Caminaba rápido, ni ella sabía hacía donde, y cuando me escuchó bajar del coche, aceleró el paso.
-Ei, ¡Malú! -grité agarrando su brazo con fuerza- deja de hacer tonterías y vuelve al coche por favor -rogué.
-Suéltame ahora mismo -gritó.
-Por favor, hace frío y te estás mojando -dije más calmado, sosteniendo la mirada- vuelve al coche.
-No me importa -negó fuerte con la cabeza- no me importa una mierda -abrió los brazos y dio un paso hacia atrás, dejando que la lluvia la invadiese por completo.
Me quedé quieto. Dejé caer los brazo y agaché la cabeza. No dije nada, hasta que caminó con decisión hacía mí y llorando soltó el discurso que más me ha costado oír en mi vida.
- ¡Sacrifiqué todo por nosotros! -gritó con toda la voz que tenía, ( imaginaros el grito) -dejé México por ti ¿me oyes? -golpeó mi hombro con furia y ni si quiera la detuve- he dejado mil cosas por nosotros Hugo, así que no tengas los cojones de decir que no lo he hecho.-sorbió los mocos y se secó las lágrimas rápidamente.
Me quedé sin palabras. Estaba fuera de sí, y toda la indignación y la rabia le salía por cada parte del cuerpo. Pero terminó por quedarse quieta, mirándome. Mirándome y llorando como si el mundo le importase un poquito menos a cada segundo. Y cualquiera que la viese, diría que el fin del mundo venía con ella de la mano.
-Quiero decir -pronuncié- que yo he sido siempre el que te necesitaba más de lo que tu me necesitabas a mí.
Soltó una fuerte carcajada tras mi frase y negó con la cabeza. Seguía lloviendo a cántaros y a ninguno de los dos parecía importarnos, pero las gotas de lluvia rebotaban contra los charcos y el ruido, casi no nos dejaba escucharnos. Nos hablábamos a gritos.
-Iba a dejar mi gira, por tener un hijo contigo -dijo muy lentamente pegándose a mi boca- ¿Crees que eso no es necesitarte?
Me mordí el labio. Tenía una contestación para todo, pero mis preguntas llegaban a sitios que ni si quiera ella podía alcanzar.
-¿Entonces? -pasé mis brazos por mi nuca y los dejé ahí para mirarla- ¿En qué hemos fallado, tienes respuesta también para eso?
-No lo sé...-confesó con una tenue voz. Se quedó pensando unos segundos y volvió a mirarme de nuevo, con los brazos cruzados, calmada - ya no demuestras las cosas Hugo, has cambiado. -frunció el ceño.
No puedo describir cómo me miró cuando dijo aquellas palabras. Pareció desnudarme el alma, o vaciarme a cabeza con los ojos. Y habló con certeza, como descubriendo América en ese instante, pero se lo guardó para sí misma. Siendo ella la única que comprendía todo.
-Lo que me faltaba...-suspiré.- así que he cambiado...
Cuando iba a empezar a discutir de nuevo, lanzando un nuevo argumento contra sus ojos. Comenzó a andar en dirección contraria hacia donde había tratado de huir antes, seria, terriblemente seria.
-No quiero hablar más -musitó- llévame a casa, quiero recoger algunas cosas.
Ni si quiera me dedicó una tímida mirada. Caminó segura y yo me giré para verla marcharse. Me dejó con la palabra en la boca ,confuso, perdido y con la mayor indiferencia jamás inventada pero supe que no lo hacía con odio. De hecho creo que me quería como nunca.
Sé que es difícil de creer que yo sepa cuál fue el día exacto que me quiso hasta el nivel más alto. Pero os juro que cuando una relación parece acabar, puedes llegar a saber cuál fue ese día. Lo notas.

4 comentarios:

  1. Increible!!!! Cada día te superas más ! Sigue así!

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  2. Diosss!! Tengo los pelos de punta!! Espero que esto no sea el fin de esta maravillosa pareja...

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  3. Por favor!!! Es increible sigue asi porfaa

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  4. Sube el siguiente capítulo por favor!!! Espero q no se acabe la relación de Hugo y Malú. Estaban tan bien.... :'(

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