-¿Quieres que te acompañe al médico la próxima vez? Puedo hacerlo, si quieres -pregunté mientras salíamos de la reunión que se había extendido hasta altas horas de la madrugada.
-Hugo, ya te he dicho que puede acompañarme mi madre , no te preocupes ¿vale? -se frenó en seco de camino al coche, revolvió la mirada y me acarició la mejilla- gracias por todo esto, de verdad, pero por ahora lo tengo todo bastante bajo control, o eso creo...-soltó una leve risa.
-Solo quiero que si necesitas cualquier cosa, a la hora que sea, me avises...-apreté su hombro con fuerza obligándole a levantar la mirada que había bajado hace rato- Helena, no estás sola en esto ¿De acuerdo?
Asintió apretando los labios y con los ojos desbordando angustia y alivio a partes iguales.
-Lo sé...
Acto seguido me abrazó con fuerza. Con muchísima fuerza y me costó volver a respirar después de aquello. Porque ella era de esas personas tan coraje, que las cosas no le salían por la boca, sino por los ojos . Se despidió de mí con un beso fuerte en la mejilla y me revolvió el flequillo. Sonrío y se quedó callada, como sabiendo que realmente no nos hacía falta decirnos mucho más.
- Nos vemos mañana por la noche, en la cena del equipo, no llegues tarde o Antonio te matará -me amenazó con el dedo índice en alto.
- Allí estaré -hice un gesto con la mano y me metí en el coche comprobando que su sonrisa seguía igual de segura, que minutos antes.
Apoyé la cabeza en el asiento y respiré cansado. Estaba jodidamente preocupado por ella, llevaba apenas tres meses de embarazo y todavía no se lo había dicho a nadie, ni si quiera se había molestado en buscar al padre. Seguía trabajando sin parar como si nada hubiese pasado, me acompañaba en la gira, en las entrevistas y no parecía nunca estar cansada. El problema es que aunque nos cueste asumirlo, no todo es lo que parece.
Llegué a casa terriblemente agotado, eran las dos de la mañana y yo solo esperaba que ella ya estuviese durmiendo con los sueños a un lado y las ganas de verme al otro . Caminé por el pasillo haciendo el menor ruido posible, me desvestí aún con las luces apagadas y solo en ropa interior me metí en la cama.
-Nena...-susurré acariciando su pelo.
Se revolvió un poco y de malas maneras se giró hacia mí. Se me quedó mirando, callada, y mis intenciones de sonreír al verla, se cayeron al suelo cuando resopló y volvió a cerrar los ojos sin decir una sola palabra.
-¿Te pasa algo? -acaricié su hombro con cuidado y hice una mueca, rogando que abriese la boca, aunque no fuese para besarme.
-Hugo, mañana madrugo, ya hablaremos en otro momento ¿Duerme vale? - contestó escondiendo su cabeza todavía más entre la almohada, y entre bostezo y bostezo, se quedó dormida.
-Buenas noches -musité dándome la vuelta, y encontrándome de frente con un millón de dudas que me acompañaron aquella noche entre el colchón y la almohada.
-Nena...-susurré acariciando su pelo.
Se revolvió un poco y de malas maneras se giró hacia mí. Se me quedó mirando, callada, y mis intenciones de sonreír al verla, se cayeron al suelo cuando resopló y volvió a cerrar los ojos sin decir una sola palabra.
-¿Te pasa algo? -acaricié su hombro con cuidado y hice una mueca, rogando que abriese la boca, aunque no fuese para besarme.
-Hugo, mañana madrugo, ya hablaremos en otro momento ¿Duerme vale? - contestó escondiendo su cabeza todavía más entre la almohada, y entre bostezo y bostezo, se quedó dormida.
-Buenas noches -musité dándome la vuelta, y encontrándome de frente con un millón de dudas que me acompañaron aquella noche entre el colchón y la almohada.
Llevábamos semanas así, que aunque a veces todo parecía estar bien y la vida a su lado fuese maravillosa en mi opinión, el malhumor, la distancia y los celos acababan siempre con nosotros. Y aquella noche me pregunté con sinceridad, cuanto tiempo aguantaríamos así.
Tras una noche de dolores de espalda y de lo que no es espalda, me levanté antes que ella contra todo pronóstico. Ese día no seguría con la preparación del disco, tenía sesión de fotos en una conocida revista de música. Ni si quiera sabía lo que haría ella aquel día, porque apenas teníamos tiempo para pararnos, darle una tregua a nuestro orgullo diario y contarnos con una copa de vino en la mano que habíamos hecho durante el día, y que nos depararía el siguiente.
Me puse el traje, y esta vez, me elegí yo solo la corbata. Preparé café de sobra y la esperé en la cocina. Media hora después bajó con la prisa instalada en la forma de moverse y con las mismas ansias de café que todas las mañanas anteriores.
- Buenos días -dijo sonriendo sin más.
Cogió una tostada del plato, y mirandola deseosa, la untó de mermelada. Entre mordisco y mordisco se acercó a mí y desayunó de pie apoyada en la mesa, sin ninguna prisa.
-Hugo hoy no llego para comer...-ojeó la pantalla de su movil, ignorando que mis manos ya habían rodeado su cintura hace rato.
- ¿Por qué? -resoplé besando su mejilla con la dulzura más próxima a la desesperación, que a otra cosa.
- Comeré con el equipo supongo, estaremos rodando toda la mañana -comentó como si nada.
- ¿Rodando el qué? -pregunté desconcertado, frunciendo el ceño.
Se giró hacia mí por completo y levantó las cejas.
-¿Qué va a ser? El videoclip, llevo diciéndotelo una semana -me miró muy de frente y aunque hice esfuerzos porque no se me notase el pequeño olvido, no funcionó.
- Es verdad, lo siento nena es que tengo muchas cosas en la cabeza -suspiró y se deshizo de mis brazos para coger su taza de café y darle un rápido sorbo.
- ¿Esas cosas tienen que ver con Helena? Lo digo porque como ahora vives por y para estar pendiente de todo lo que le pase...-dejó caer la taza en el fregadero, y se cruzó de brazos.
- Cariño, ya sabes que estoy preocupado por lo del bebé -resoplé- está sola, ¿Qué pretendes que haga?
- Ah , así que ese es el motivo por el que llegaste ayer a las dos de la mañana...- alzó la voz de manera desproporcionada- yo también estaba sola eh.
- Ayer estuve en una reunión -contesté molesto.
- Ya. - asintió lentamente con la cabeza- tú siempre tienes reuniones...-dejó caer mientras recogía la mesa.
- Y tú conciertos.
Esas tres palabras sonaron como un verdadero reproche, sin pretender que lo fuesen. Pero se quedo muy quieta, mirándome. Desconcertada y cabreada a la vez. Quería esconder mis palabras bajo una piedra y nunca haberlas dicho, porque me miró con tal intensidad, que pensé que el mundo se caía.
- ¿Y? Soy cantante, ¿Qué quieres, que no haga conciertos? -colocó sus manos en sus caderas, y la indignación inundó la habitación.
- Cariño no es eso, pero...-bajé la mirada y sacudí la cabeza- da igual, no tengo ganas de discutir.
Me levanté de la mesa y cogí mis cosas con rápidez. Busqué las llaves del coche durante media hora hasta que ella me las lanzó de repente, y por un momento pensé que llevaban intenciones asesinas. Se quedó callada y yo me dirigí a la puerta de casa sin mirarla. La oí suspirar, como aguantándose las ganas de decir algo más.
- ¿Cenamos juntos esta noche? -ladeó la cabeza y levantó la mirada lentamente, para finalizar con una media sonrisa.
-No puedo nena, tengo una cena...-resoplé abriendo los brazos- pero intentaré no volver tarde, ¿vale?.
- Da igual...-suspiró sacudiendo levemente la cabeza- cenaré con las chicas, no te preocupes, pásalo bien.
Por primera vez en mucho tiempo no supe interpretar el sentido de su frase. Ni si quiera la sonrisa que la acompañó me ayudó a entenderla, porque no le quedó demasiado realista, más bien nada. Nunca hacía estas cosas. Nunca daba su brazo a torcer, sonreía y se quedaba tan tranquila. Jamás. Cuando creía que tenía razón llevaba la discusión hasta donde fuese. Y en el fondo, lo que más me preocupaba era eso, que igual ya habíamos perdido el valor y la confianza, para decirnos las cosas. O que simplemente la habíamos escondido en algún lugar, entre las ganas y los sueños futuros. Y si seguíamos escondiendo tantas cosas, nos íbamos a quedar vacíos Y qué putada.
Nuestra despedida únicamente consistió en un gesto con la mano y un simple "te veo después". Ni beso, ni sonrisa de por medio.
Llegué a la sesión de fotos fingiendo felicidad, tranquilidad, y todas esas cosas que decían que hacían falta para salir bien ante los flashes. Antonio llegó con aires de su ya característica preocupación por todo, exigiendo al fotógrafo que no me sacase de esta o de la otra manera.
- ¡Sácame al chaval, de pie hombre ! -exigió alzando un poco la voz-¡que marque musculitos que para eso los tiene coño !
Yo contenía la risa e intentaba por todos los medios concentrarme y no perder los nervios. No sé cuanto tiempo estuve entre cambios de ropa, maquillaje y sonrisas forzadas, pero se me hizo eterno, aunque ya estuviese acostumbrado desde hace algún tiempo.
Cuando salí no me lo podía creer, volví a montarme en el coche a toda prisa. Una cena con todo el equipo me esperaba. No me gustaban demasiado estos planes, sentarme en una mesa de un restaurante con cuarenta personas de las cuales conocía a diez, no era precisamente lo que me apetecía estar haciendo un viernes por la noche. Saludé a todo el mundo al llegar, o eso intenté. Busqué a Helena con la mirada, que era probablemente de los pocos que me importaban de aquel evento, pero no había legado. Tampoco lo hizo a los diez minutos siguientes. La llamé por teléfono, estaba empezando a sentirme un poco fuera de lugar entre tantas personas con traje y sonrisas falsas y educadas por bandera.
- Ei -dije en cuanto sentí que había contestado- ¿Dónde estás? ¿Te falta mucho?
- Estoy conduciendo, estaré ahí en dos minutos- dijo riendo, con una ilusión en la voz que hacía tiempo que no le notaba.
- ¿Qué pasa? -sonreí al vacío- ¿Por qué estás tan contenta, ha pasado algo?
- Acabo de salir del médico Hugo -contestó un poco más tranquila- dicen que puede ser una niña.
Aplausos infinitos se encendieron dentro de mí, al verla de nuevo ilusionada. Tardé en contestar porque me estaba costando desanudar la emoción de la garganta.
-No sabes cuanto me alegro Helena, de verdad -suspiré sonriente- date prisa preciosa, que quiero darte el abrazo que corresponde.
Se rió dulcemente al otro lado de la línea.
-Ya voy idiota, ah y Hugo...-no dijo nada más, lo próximo que escuché fue un fuerte y helador ruido, un frenazo acompañado de un grito y la terrible sinfonía de los cristales rompiéndose.
Se me paró el corazón. Y tardé en volver a ponerlo en marcha.
-!Helena¡ -grité como un loco al auricular del télefono- ¿Helena estás ahí ?
Silencio. Mucho silencio. Y la llamada se cortó segundos después. El móvil se me cayó al suelo. Y todo lo demás también. Media hora después, estaba en la sala de espera de un hospital, cuestionándome demasiadas cosas.
Mi pierna se movía a un ritmo incontrolado. Estaba sudando. Con la mirada perdida en el techo desde hace rato. Llamé a Malú veinte veces, no me cogió ni una. Supuse que estaría de cena feliz, y no tendría ni un solo segundo, para contestar a su marido que la necesitaba en ese momento. Lo supuse.
Antonio estaba a mi lado dándome palmaditas en la espalda cada dos por tres. La familia de Helena todavía no había llegado. Yo casi no podía respirar, el aire pesaba demasiado, todo parecía ser demasiado. Llevábamos tres horas esperando y yo ya no sabía como tranquilizarme. No se me ocurrían más maneras.
- ¿Familiares de Helena López? -un médico joven vestido con el característico batín irrumpió en la sala.
- Aquí -me levanté como un resorte.
Analicé su expresión, estaba serio, muy serio. Ni si quiera era capaz de sostenerme la mirada.
-Ella ya está fuera de peligro...-dijo con gesto tranquilo. Respiré hondo.- pero, aunque hemos hecho todo lo posible, tuvo una fuerte hemorragia y el golpe...-titubeó un poco, no parecía muy acostumbrado al difícil trago de informar a los familiares- sintiéndolo mucho, el feto ha sufrido lesiones demasiado graves, y... ha perdido al bebé. Lo siento.
Tragué saliva y bajé la mirada. No sabía qué hacer, qué decir, ni como reaccionar. Por no saber, no sabía ni respirar. Su familia llegó poco después, y pasaron a verla. Yo me marché a casa, necesitaba un respiro, una copa,o yo que sé. Me tumbé en el sofá nada más llegar, ni si quiera llegué hasta la cama. Cerré los ojos, y tuve que volver a abrirlos cuando cinco sergundos después la cerradura de la puerta, se abrió lentamente. Entró con los tacones en la mano, intentando no hacer ruido.
- ¿Un poco larga la cena con las chicas no ? -se sobresaltó al verme ahí y soltó un gritito ahogado.
- Joder Hugo me has asustado...-dijo cerrando la puerta- Vanesa ha sacado la guitarra y ya....nos hemos entretenido todas demasiado.
Asentí con la cabeza. Se sentó a mi lado en el sofá. Yo aún seguía con la ropa arrugada y sudada, y los ojos un poco llorosos de más. Me pasé una mano por el cuello y me retorcí de dolor. Volví a apoyarme en el respaldo para intentar disimular pero con ella nunca funcionaba.
-¿Qué te pasa? -se incorporó lentamente. Nos miramos a los ojos y la mirada se le inundó de miedo.- Hugo ¿Qué coño ha pasado? -alzó la voz.
-Helena ha tenido un accidente con el coche -musité con la voz medio rota- ha perdido al bebé.
Se le congeló la sangre, o eso pareció. Abrió mucho la boca y hizo una mueca triste. Se hizo el silencio, pero a mí tampoco me importaba.
-Cariño, lo siento...-estiró su mano para acariciar mi nuca y a mí ni si quiera me atravesó el escalofrío que iba unido a sus dedos cuando rozaban mi piel. No sentí nada.
-Nena, ha sido culpa mía, la llamé por teléfono, tuvo el accidente por eso -empecé a hablar más rápido- ha sido todo culpa mía ,joder -dí una patada contra la mesita colocada al lado del sofá y solté un gruñido.
Ella no pareció asustarse, siguió acariciando mi espalda y tomó aire dulcemente.
-Tú no tienes la culpa de nada...-se acercó a mi cuello y se apoyó en él- nada es culpa tuya cariño,, ¿De acuerdo? -dejó el aire de su boca en mi mejilla, con un suave beso.
Bajé la cabeza. Ella estaba enredada en mi hombro y yo apenas la había mirado.
-¿Por qué no me has cogido el teléfono? -me giré hacia ella y la fusilé con los ojos, destrozando por completo el clima de tregua que ella había creado en esos momentos- te llamé veinte veces, y no apareciste por el hospital.
Desconcertada y fuera de lugar, se echó un poco hacia atrás, separando sus manos de mí. Frunció el ceño.
-Tenía el móvil en silencio, lo siento, si lo hubiese escuchado habría ido...-trató de justificarse.
Puse mis manos juntas, y miré al frente. Sentía rabia, demasiada. La rabia me impedía pensar con claridad. Tomé aire mientras ella me miraba atenta, sin mover ni un músculo.
-Sí -asentí irónicamente- pero no viniste.
-Hugo...-cerró los ojos lentamente, intentando pensar.
-Voy a descansar, tengo que volver al hospital en un par de horas -dije sin más.
Me levanté del sofá y ella me siguió atenta con la mirada, pero con la valentía escondida, como para decir algo más.
Aquel día fue un accidente en todos los sentidos. El primero el nuestro. Un verdadero accidente emocional, con riesgo de todo. Y en los accidentes ya se sabe, siempre se pierden cosas.
- ¿Cenamos juntos esta noche? -ladeó la cabeza y levantó la mirada lentamente, para finalizar con una media sonrisa.
-No puedo nena, tengo una cena...-resoplé abriendo los brazos- pero intentaré no volver tarde, ¿vale?.
- Da igual...-suspiró sacudiendo levemente la cabeza- cenaré con las chicas, no te preocupes, pásalo bien.
Por primera vez en mucho tiempo no supe interpretar el sentido de su frase. Ni si quiera la sonrisa que la acompañó me ayudó a entenderla, porque no le quedó demasiado realista, más bien nada. Nunca hacía estas cosas. Nunca daba su brazo a torcer, sonreía y se quedaba tan tranquila. Jamás. Cuando creía que tenía razón llevaba la discusión hasta donde fuese. Y en el fondo, lo que más me preocupaba era eso, que igual ya habíamos perdido el valor y la confianza, para decirnos las cosas. O que simplemente la habíamos escondido en algún lugar, entre las ganas y los sueños futuros. Y si seguíamos escondiendo tantas cosas, nos íbamos a quedar vacíos Y qué putada.
Nuestra despedida únicamente consistió en un gesto con la mano y un simple "te veo después". Ni beso, ni sonrisa de por medio.
Llegué a la sesión de fotos fingiendo felicidad, tranquilidad, y todas esas cosas que decían que hacían falta para salir bien ante los flashes. Antonio llegó con aires de su ya característica preocupación por todo, exigiendo al fotógrafo que no me sacase de esta o de la otra manera.
- ¡Sácame al chaval, de pie hombre ! -exigió alzando un poco la voz-¡que marque musculitos que para eso los tiene coño !
Yo contenía la risa e intentaba por todos los medios concentrarme y no perder los nervios. No sé cuanto tiempo estuve entre cambios de ropa, maquillaje y sonrisas forzadas, pero se me hizo eterno, aunque ya estuviese acostumbrado desde hace algún tiempo.
Cuando salí no me lo podía creer, volví a montarme en el coche a toda prisa. Una cena con todo el equipo me esperaba. No me gustaban demasiado estos planes, sentarme en una mesa de un restaurante con cuarenta personas de las cuales conocía a diez, no era precisamente lo que me apetecía estar haciendo un viernes por la noche. Saludé a todo el mundo al llegar, o eso intenté. Busqué a Helena con la mirada, que era probablemente de los pocos que me importaban de aquel evento, pero no había legado. Tampoco lo hizo a los diez minutos siguientes. La llamé por teléfono, estaba empezando a sentirme un poco fuera de lugar entre tantas personas con traje y sonrisas falsas y educadas por bandera.
- Ei -dije en cuanto sentí que había contestado- ¿Dónde estás? ¿Te falta mucho?
- Estoy conduciendo, estaré ahí en dos minutos- dijo riendo, con una ilusión en la voz que hacía tiempo que no le notaba.
- ¿Qué pasa? -sonreí al vacío- ¿Por qué estás tan contenta, ha pasado algo?
- Acabo de salir del médico Hugo -contestó un poco más tranquila- dicen que puede ser una niña.
Aplausos infinitos se encendieron dentro de mí, al verla de nuevo ilusionada. Tardé en contestar porque me estaba costando desanudar la emoción de la garganta.
-No sabes cuanto me alegro Helena, de verdad -suspiré sonriente- date prisa preciosa, que quiero darte el abrazo que corresponde.
Se rió dulcemente al otro lado de la línea.
-Ya voy idiota, ah y Hugo...-no dijo nada más, lo próximo que escuché fue un fuerte y helador ruido, un frenazo acompañado de un grito y la terrible sinfonía de los cristales rompiéndose.
Se me paró el corazón. Y tardé en volver a ponerlo en marcha.
-!Helena¡ -grité como un loco al auricular del télefono- ¿Helena estás ahí ?
Silencio. Mucho silencio. Y la llamada se cortó segundos después. El móvil se me cayó al suelo. Y todo lo demás también. Media hora después, estaba en la sala de espera de un hospital, cuestionándome demasiadas cosas.
Mi pierna se movía a un ritmo incontrolado. Estaba sudando. Con la mirada perdida en el techo desde hace rato. Llamé a Malú veinte veces, no me cogió ni una. Supuse que estaría de cena feliz, y no tendría ni un solo segundo, para contestar a su marido que la necesitaba en ese momento. Lo supuse.
Antonio estaba a mi lado dándome palmaditas en la espalda cada dos por tres. La familia de Helena todavía no había llegado. Yo casi no podía respirar, el aire pesaba demasiado, todo parecía ser demasiado. Llevábamos tres horas esperando y yo ya no sabía como tranquilizarme. No se me ocurrían más maneras.
- ¿Familiares de Helena López? -un médico joven vestido con el característico batín irrumpió en la sala.
- Aquí -me levanté como un resorte.
Analicé su expresión, estaba serio, muy serio. Ni si quiera era capaz de sostenerme la mirada.
-Ella ya está fuera de peligro...-dijo con gesto tranquilo. Respiré hondo.- pero, aunque hemos hecho todo lo posible, tuvo una fuerte hemorragia y el golpe...-titubeó un poco, no parecía muy acostumbrado al difícil trago de informar a los familiares- sintiéndolo mucho, el feto ha sufrido lesiones demasiado graves, y... ha perdido al bebé. Lo siento.
Tragué saliva y bajé la mirada. No sabía qué hacer, qué decir, ni como reaccionar. Por no saber, no sabía ni respirar. Su familia llegó poco después, y pasaron a verla. Yo me marché a casa, necesitaba un respiro, una copa,o yo que sé. Me tumbé en el sofá nada más llegar, ni si quiera llegué hasta la cama. Cerré los ojos, y tuve que volver a abrirlos cuando cinco sergundos después la cerradura de la puerta, se abrió lentamente. Entró con los tacones en la mano, intentando no hacer ruido.
- ¿Un poco larga la cena con las chicas no ? -se sobresaltó al verme ahí y soltó un gritito ahogado.
- Joder Hugo me has asustado...-dijo cerrando la puerta- Vanesa ha sacado la guitarra y ya....nos hemos entretenido todas demasiado.
Asentí con la cabeza. Se sentó a mi lado en el sofá. Yo aún seguía con la ropa arrugada y sudada, y los ojos un poco llorosos de más. Me pasé una mano por el cuello y me retorcí de dolor. Volví a apoyarme en el respaldo para intentar disimular pero con ella nunca funcionaba.
-¿Qué te pasa? -se incorporó lentamente. Nos miramos a los ojos y la mirada se le inundó de miedo.- Hugo ¿Qué coño ha pasado? -alzó la voz.
-Helena ha tenido un accidente con el coche -musité con la voz medio rota- ha perdido al bebé.
Se le congeló la sangre, o eso pareció. Abrió mucho la boca y hizo una mueca triste. Se hizo el silencio, pero a mí tampoco me importaba.
-Cariño, lo siento...-estiró su mano para acariciar mi nuca y a mí ni si quiera me atravesó el escalofrío que iba unido a sus dedos cuando rozaban mi piel. No sentí nada.
-Nena, ha sido culpa mía, la llamé por teléfono, tuvo el accidente por eso -empecé a hablar más rápido- ha sido todo culpa mía ,joder -dí una patada contra la mesita colocada al lado del sofá y solté un gruñido.
Ella no pareció asustarse, siguió acariciando mi espalda y tomó aire dulcemente.
-Tú no tienes la culpa de nada...-se acercó a mi cuello y se apoyó en él- nada es culpa tuya cariño,, ¿De acuerdo? -dejó el aire de su boca en mi mejilla, con un suave beso.
Bajé la cabeza. Ella estaba enredada en mi hombro y yo apenas la había mirado.
-¿Por qué no me has cogido el teléfono? -me giré hacia ella y la fusilé con los ojos, destrozando por completo el clima de tregua que ella había creado en esos momentos- te llamé veinte veces, y no apareciste por el hospital.
Desconcertada y fuera de lugar, se echó un poco hacia atrás, separando sus manos de mí. Frunció el ceño.
-Tenía el móvil en silencio, lo siento, si lo hubiese escuchado habría ido...-trató de justificarse.
Puse mis manos juntas, y miré al frente. Sentía rabia, demasiada. La rabia me impedía pensar con claridad. Tomé aire mientras ella me miraba atenta, sin mover ni un músculo.
-Sí -asentí irónicamente- pero no viniste.
-Hugo...-cerró los ojos lentamente, intentando pensar.
-Voy a descansar, tengo que volver al hospital en un par de horas -dije sin más.
Me levanté del sofá y ella me siguió atenta con la mirada, pero con la valentía escondida, como para decir algo más.
Aquel día fue un accidente en todos los sentidos. El primero el nuestro. Un verdadero accidente emocional, con riesgo de todo. Y en los accidentes ya se sabe, siempre se pierden cosas.
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