Nunca he comprendido muy bien lo que es enamorarse, ni si quiera yo, que lo estoy. No lo comprendo. Pero luego me pasa eso de que la veo caminar por la calle, girarse, sonreír. Y me coge de la mano. Me pide un beso. Y entonces ya lo entiendo. O cuando se ríe, entreabre la boca, junta los dientes, y se ríe. Ahí comprendo con la más plena exactitud lo que es enamorarse. Pero supongo que solo dura un instante. O dos, depende. Y en el fondo me apetece olvidarlo y no volver a comprenderlo hasta la próxima vez que sonría y pronuncie mi nombre. Ahí lo entenderé de nuevo.
-Tu hermano me ha dicho que estoy cambiada...-comenta angustiada mientras se peina en el espejo retrovisor de nuestro audi - ¿Tú me ves más gorda? Tu padre también me ha mirado mal...
Aparto la mirada de la carretera apenas un instante y la miro. Suelto una carcajada.
-Mi padre te adora cariño. Y mi hermano me envidia, estoy con un pivón.-contesto con aire descarado.
Hace un amago de sonreír, pero se cruza de brazos y suspira mirándome divertida.
-Que tu estés un tanto necesitado no quiere decir que yo sea un pivón, ¿Me estás haciendo la pelota aposta?-pregunta arqueando las cejas.
-Yo absolutamente nunca jamás haría eso nena -miro al frente intentando aparentar la mayor seriedad posible- son imaginaciones tuyas.
-Ya...-deja caer sonriendo. Aprovecha el semáforo en rojo, para acercarse un poco más a mí, colocar su mano en mi pierna y susurrarme al oído- ¿Son imaginaciones mías, estás seguro?
-Segurísimo -contesto con su boca demasiado cerca de la mía como para que lo siguiente que haga no sea besarla.
Pero se aparta. Sonríe ampliamente, divertida. Relaja su respiración y me ignora por completo mirando al frente. Me quedo con la boca abierta y eso a ella le encanta aún más. En el fondo está loca joder, tiene en su cabeza una locura preciosa. ¿Como no iba a perder la razón por ella?
-Esto que estás haciendo...-muevo la mano refiriendome a que lleva todo el día dejándome con las ganas de absolutamente todo- va a terminar por volverme loco, te lo advierto.
-Creo que podré soportarlo..-me guiña un ojo y se ríe- lo bueno se hace esperar, ¿no?
-Eres mi mujer, ¿Tengo que mendigarte un beso?- pregunto volviendo a concentrarme el carretera. Mentira. En realidad no me concentro en otra cosa que no sea ella.
-Tienes razón.- vuelve a acercarse a mí, sonriente, y cuando creo que va a obligarme a girar la cara para encontrarme con sus labios, me besa suavemente en la mejilla.
-Esto es increíble -resoplo, y ella no puede contener la sonrisa, y la risa, y todo lo que implica verla feliz.
-Ya te he dicho que esta noche te lo compensaré, vamos a casa anda...-hace un movimiento con la cabeza y da unas palmaditas en mi pierna. Y yo tengo que respirar hondo, porque tengo las ganas de comerle la boca, atrancadas en la garganta.
Tras una comida con mi familia, en la que mi chica acaparó todo el protagonismo posible, porque para ella eso era inevitable, llegamos a casa. Sabía de sobra la macro fiesta sorpresa con amigos, barra libre..etc. , que tenía preparada, más que nada porque hacía una semana que llevaba planeándola y se le daba demasiado mal esconder las cosas. Cuando bajamos del coche, se le notaban los nervios en los ojos. Y en la boca. Y en la manera de andar.
Y cuando yo estaba planeando mentalmente mil formas de hacerme el sorprendido, se frenó justo antes de abrir la puerta de casa, y me miró.
-Sé que lo sabes, deja de fingir...-se encoje de hombros.
-¿Yo? ¿Lo qué? -muevo la cabeza.
-Límitate a sonreír ¿vale? -me coloca la corbata- eso se te da de maravilla. -se muerde el labio y me coloca el flequillo como a ella le gusta.
No contesté, estaba demasiado embobado viendo sus dedos recorrer mi abdomen, eliminando cualquier arruga que mi chaqueta pudiese tener. Asentimos a la vez e introdujo las llaves en la cerradura. Abrió la puerta, y con un gesto me obligó a entrar primero, las luces estaban apagadas y me dio la sensación de que no había absolutamente nadie. Y mi sensación se confirmó cuando al encender las luces pude comprobar que todo estaba desierto. Me giré por completo hacia ella sin entender nada. Y la encontré sonriendo, sonriendo mucho.
- Bienvenido a mi regalo...-comenzó a hablar lentamente mientras caminaba hacia mí- tu fiesta no es aquí idiota, la celebramos en un hotel del centro ,tranquilo, he invitado a absolutamente todo el mundo al que tu hubieses invitado y he preparado todo como a tu hubieses hecho.- hace una pausa y ladea la cabeza- y hasta las diez tenemos exactamente cinco horas y catorce minutos, para hacer todo lo que tú quieras.
- ¿Lo que yo quiera, estás segura?- pregunté entre la risa y la más bonita de las sorpresas.
-Sí, eso he dicho, todo lo que tú quieras.- levanta las cejas y sonríe.
-Creo que podríamos empezar por una cosa...-estiro mi mano y sujeto su cintura, quiero hablar pero se me adelanta.
-Tranquilo, ya lo digo yo..-susurra junto a mi boca- bésame.
Deja sus labios a expensas de los míos y yo no hago otra cosa que recorrerlos. Y recorrer su boca. Y su lengua recorriendo la mía. Coloca sus manos en mi cuello y se aferra todavía más a mí. Y en ese instante me doy cuenta de que el roce con ella lo es todo, que los besos dan igual. Quiero decir, he besado a personas por las que no he sentido nada y he sentido cosas por gente a la que ni he besado. Y ella me hace sentir tanto simplemente con mirarme que igual nuestros besos habían ocupado un papel secundario. En teoría claro.
-Creo que...-susurra y lo intercala con un beso- deberíamos subir a la habitación
-Sí , yo también lo creo -contesto mordiéndome el labio al sentir lo sexy que suena escuchar a alguien como ella decir esas palabras.
Tomo su mano y subimos las escaleras casi a trompicones. Se gira a medio camino para volver a besarme y termina por caerse de espaldas en la cama.
Me coloco sobre ella, con las piernas a cada lado, y ataco su cuello sin piedad alguna. Dejo marcas hasta sus clavículas y ella cierra los ojos y sonríe divertida. Hoy no corremos, no tenemos en absoluto ninguna prisa. Le quito la camiseta y beso su vientre con dulzura. No se mueve, se deja hacer y le quito el sujetador que ya me conozco de memoria.
-No es justo...-dice mordiendo el lóbulo de mi oreja- tú sigues vestido.
No contesto, simplemente sonrío y en la sonrisa se me ven todas las sucias intenciones que llevo con ella en momentos como este. Deslizo mis dedos por su abdome y sin previo aviso los meto entre sus pantalones. Suelta una mezcla entre suspiro y gemido que se convierte en el sonido más bonito que he escuchado jamás. Muevo mis dedos con agilidad y me acerco a su boca de nuevo.
-¿ Aún quieres que pierda tiempo en desvestirme? -susurro sintiendo sus gemidos ahogados subiéndome la temperatura por dentro.
-No -musita con el poco aire que le queda y acelera la respiración al mismo tiempo que yo acelero el ritmo entre sus piernas.
Y cuando se le ve en la cara que va a llegar al cielo y quedarse en él un rato, freno el compás y mis manos vuelven a desvestirla como antes, como si nada hubiese pasado. Me mira extrañada, rogándome con los ojos, con los labios y con todo lo bonito que tiene, que vuelva a colarme entre sus pantalones un rato más.
-Todavía no...-sonrío.
No parece gustarle demasiado mi respuesta, eso, o en realidad le ha encantado, porque con un rápido movimiento de esos que solo sus piernas son capaces de hacer, se sube a mi cuerpo y lo aprisiona contra el colchón. Desanuda mi corbata poco a poco mientras me mira desde arriba con aire sensual y despreocupado, y con una virtusidad sublime, me desabrocha la camisa en tres segundos. Tira de la hebilla de mi cinturón que se le resiste y que acaba desabrochando con la boca. Entre tanto, mis manos ya se han perdido por su piel y su cuerpo y se han vuelto a encontrar unas mil veces. Miro sus pechos y cuando estoy completamente perdido en ellos, se incorpora un poco.
-Espera...-dice arqueando las cejas sonriente.
Se levanta de cama y baja corriendo las escaleras. A mi me va a dar algo como se le pase por la cabeza dejarme ahí, con las ganas. Cinco segundos después, vuelve a entrar en la habitación con un bote de nata en la mano.
-¿En serio? -pregunto riendo al verla llegar.
-Me apetece jugar...-contesta dando un salto de nuevo en la cama.
Se sube a mi cintura y termina por quitarse el pantalón ella solita. Agita el bote de nata y yo ya estoy a medio camino de la risa. La echa poco a poco desde mi cuello , hasta el borde más infinito de mi abdomen. Se ríe divertida y saca a pasear una sonrisa cargada de picardía, de hambre y de ganas. Acerca su boca y su lengua recorre absolutamente cada poro de piel que ha llenado de nata minutos antes. Quiero agarrarle la cara y besarla, pero no le apetece que la interrumpa y sujeta mis manos con fuerza contra el cabezal de la cama. Y aunque podría soltarme cuando quiera, me dejo hacer porque la idea me pone muchísimo.
Con los labios llenos de dulce (más que de costumbre) se acerca a mi boca y lame la comisura de mis labios mientras mueve su cintura hacia adelante. Enredo mis manos por su pelo y la obligo a besarme bien. Me muerde los labios y cuando se aparta para mirarme apenas un instante, me da por recuperar el aire que acabo de perder. Porque respirar es vital. Tan vital como su mirada posándose en mi cuerpo y desnudándome las ganas.
Estiro mi mano y con un solo tirón le quito el tanga. Entonces sin dejar de mirarme, se incorpora un poco y se deshace de mis calzoncillos jodidamente rápido. Antes de que lo haga ella, tiro de sus caderas hacia delante , rompiendo toda la distancia entre nuestros cuerpos. Y soltando un suspiro ahogado, cierra los ojos, se muerde los labios y echa la cabeza hacia atrás. Sujeto con fuerza su cintura y la muevo en busca del placer más absoluto, pero ella va por su cuenta. Levanta un poco las manos y comienza a hacer circulos con sus piernas y sus caderas.
-Joder...-suspiro.
Ella sonríe, victoriosa. Echa su larga melena hacia atrás y sigue a lo suyo.
-Déjame a mí..
Y noto como en el fondo, se sigue conociendo de sobra los puntos geógraficos de mi cuerpo y sabe demasiado bien como moverse y como bailar sobre mi cintura para romperme de mil maneras posibles. Se echa hacia delante, y abrazando su espalda la tumbo sobre mí, la beso, la beso muchísimo y con un fuerte revolcón, acabo sobre ella. Empujo con fuerza hacia su cuerpo y grita sujetándose con fuerza a las sábanas. Y noto calor. Y como si piel se derrite gota a gota. Le echo un pulso a sus gemidos y voy más allá. Y ella es la primera en gritar, se abandona al placer y arquea el cuerpo movida por el orgasmo, mientras yo la sigo invadiendo por un rato más. Y no engañaría a nadie si dijese que ahora mismo, la quiero toda, cuerpo, alma y alrededores. Y mientras ella ya se ha vaciado por dentro, tardo apenas unos segundos más y antes de hacerlo tira de mi nuca y une nuestras frentes. Respiramos como si se fuese a acabar el mundo. Y agotados, sudando el amor a chorros, salgo de ella y me tumbo a su lado.
-Nena pedazo regalo de cumpleaños...-río a trompicones.
-Ha sido increíble. - contestó rápidamente sonriendo y sacudiendo la cabeza.
Se vuelve para besarme y en todas aquellas horas que no sobraban, lo hacemos de mil maneras distintas. Siendo sincero, siempre tendré ganas de ella, porque es casi como si no me hubiese saciado lo suficiente con su cuerpo, como esa canción que repites, ese libro que relees, y es que no puedes recordar como sientes el amor, tienes que experimentarlo una y otra vez.
Mientras agotabamos todas aquellas horas muertas que el día nos había regalado, nos tomamos un vino en la terraza y entre sorbo y sorbo, apareció con mi regalo: una preciosa guitarra blanca, con nuestra fecha grabada en el mástil. Y quise darle las gracias, pero ella se me adelantó como de costumbre:
-Gracias a ti cariño. Por como eres -toma mi mano con fuerza y ladea la cabeza- y por como soy cuando estoy contigo.
Sonríe. Y su particular declaración de amor se me cuela por las venas, con destino predecible.
Dos horas después llegamos de la mano a la supuesta fiesta sorpresa que había planeado, en la azotea de un conocido hotel de la ciudad madrileña. Le prometí que me haría el sorprendido y así fue. Cuando las más de cincuenta personas a las que había invitado me miraron y gritaron al unísono, abrí la boca como un tonto y la volví a cerrar en sus labios. Todo era perfecto, la música, el catering, la piscina y sobretodo la gente, que a excepción de unos pocos conocía a la mayoría. Me abandonó durante un buen tramo de la fiesta. Y yo, hice un stop en mi discurso de "muchas gracias por venir" y me paré a observarla, sí más aún de lo que lo hago siempre. Saludaba a todo el mundo, sonriendo y sin exepción. Pero cuando tuvo que darle dos besos a un hombre al que no había visto en mi vida, se le cambio la cara. Cruzaron entre ellos algunas palabras, que aunque no pude oír, por la expresión de su cara iban cargadas de todo menos de simpatía y un trato completamente frío se veía entre ellos. Segundos más tarde cada uno se marchó por su lado. Y yo, muerto de ganas por hablar con ella de nuevo, agarré su brazo y la secuestré hasta un lugar apartado del barullo de la gente.
- ¿Qué tal todo? ¿Lo he preparado bien?-preguntó besando mi mejilla.
-Todo perfecto nena...-dí un sorbo a mi copa y me animé a preguntar- ¿Quién era ese? -señalé con el dedo hacia atrás- no le conozco y me ha parecido que...
Bajó la mirada y se colocó el pelo. Suspiró y no tuvo que decir más porque la entendí por completo.
-¿Tienes a un ex hasta en mi fiesta de cumpleaños o qué pasa? -dije con el tono más divertido del que fui capaz.
-¿Cómo sabes que...?- sacudió la cabeza y se rió- lo que pasó antes de conocerte no cuenta, y no me apetece imaginar un después.
-No digas eso -contesté serio.
-¿Qué? -frunció el ceño sin comprender.
-No hables de después -negué con la cabeza mientras daba un paso más hacia ella -quiero decir que...quiero ser el último en besarte.
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