Siempre he pensado que hay que saber diferenciar entre las personas que se van porque quieren irse y las que se van porque no saben como quedarse. Nosotros no supimos quedarnos, aunque lo intentamos. Mucho y de muchas maneras. Y lo peor del mundo, es cuando se te acaban las ganas de seguir intentándolo con alguien. O cuando las tienes, pero no son suficientes.
Dos meses después ya no pensaba tanto en ella. Quizás más de lo que me gustaría, pero era normal. No nos llamamos, de hecho lo preferí. Era mejor así y yo lo tenía claro. Lo peor de todo fue soportar los conciertos siguientes, interpretando canciones que solo hablaban de ella. Y lo que más me gustaba del mundo, terminó por convertirse en una terapia emocional demasiado agresiva.
Una noche, tras terminar una actuación, me encerré en mi camerino. No tenía ganas de ver a nadie. Ni si quiera dejé pasar a gente del equipo. Pero Helena y Antonio, sin desentonar en lo que siempre hacían, no sé cómo ni por qué, abrieron la puerta dando voces cinco minutos después.
-Hugo, ¿Qué coño te pasa? -gritó el dando un portazo y resoplando con fuerza.
-No le grites, no hemos venido a eso -interrumpió Helena golpeando su hombro con fuerza.
-¿Y a qué habéis venido? -quise saber- no me apetece estar con nadie ahora mismo. Deberíais iros.
Cruzaron miradas. Y asintieron a la vez, resoplaron y Helena fue la primera en sentarse a mi lado en el sofá mientras Antonio agarraba una silla y la ponía frente a mí, con decisión.
-Hugo, estamos preocupados por ti -dijo acariciando mi espalda con cariño, yo apenas me moví - desde lo que pasó con Malú llevas meses raro. Llegas tarde a las reuniones, los ensayos, y sales destrozado de los conciertos...
-Lo sé -la interrumpí- supongo que solo necesito tiempo, nada más, estoy y estaré bien.
Antonio soltó una irónica carcajada al instante. Lo fulminé con la mirada y Helena hizo lo mismo.
-¿Que estarás bien ? -preguntó sabiendo ya la respuesta- no chaval, así nunca estarás bien. -negó con la cabeza- siempre es la misma historia: lo dejáis, te quedas destrozado y vives así, hasta que lo retomáis de nuevo...
-Esta vez no vamos a volver -corregí- es definitivo.
A pesar de la seriedad de mi respuesta él no mostró ni un ápice de cambio en su actitud desafiante.
-Bien pues, en ese caso -asintió con lentitud- creo que deberías dejar de subirte a un escenario hasta que vuelvas a ser tú. Se terminaron los conciertos.
Estaba comenzando a ponerme nervioso. Helena nos miró a ambos y tragó saliva. El clima de tensión aumentaba y aumentaba en el ambiente.
-Mira Antonio, si vienes a tocarme las narices, no es el momento -dije con claridad señalando la puerta.
-¿Y cuando será el momento exactamente? -preguntó con malicia- ¿Cuando te quedes hundido en tu casa solo el resto de tu vida ?
Resoplé con fuerza y apreté los puños.
-Antonio te estás pasando -dijo ella con firmeza sosteniéndole la mirada sin demasiado éxito.
-Mira Hugo -acercó su silla más hacia mí y me habló mirándome directamente a la cara- si algo sé de ti, es que estás enamorado hasta las trancas. Te guste o no, es así. Puedes dejar pasar el tiempo, conocer a más mujeres o hacer lo qué te de la gana, porque eso no va a cambiar .-aseguró rontundamente.- No puedes vivir sin ella, así que no te molestes en intentarlo...
-¿No puedo superarlo algún día? Todo el mundo supera las rupturas y los divorcios y pasa página...
-Vosotros no eráis todo el mundo -concretó.
Helena miraba atenta la escena, a uno y a otro. Agaché la cabeza y suspiré con lentitud. Ella rodeó mi espalda con un brazo e hizo pequeños circulos en mi camisa mientras hablaba:
-Creo que lo que Antonio quiere decir...-le miró unos segundos buscando su aprobación- es que, no vas a poder continuar hasta que no aclares las cosas con ella, seguís casados.
Tragué saliva y los miré a ambos, estaba empezando a recapacitar. O no. Tampoco sabía con exactitud ni si quiera yo, lo que necesitaba hacer.
-La verdad, esperaba no volver a verla. No por ella, si no por mí -aseguré- cómo la vea de nuevo no sé si voy a ser capaz de marcharme otra vez...
-Llámala -sugirió él- ¿O es que no quieres terminar de una vez por todas?
Dude en ese instante si su pregunta era irónica o no. Creo que lo hizo a posta. Utilizó ese tono para que yo mismo me plantease si quería terminarlo o no. Y no lo sabía. Ni hoy, ni hace dos meses.
-Que no la llame a alguien no quiere decir que no quiera terminar con esa persona -contesté.
-Y entonces, ¿Por qué no lo haces? - se cruzó de brazos y los dos me miraron.
-A veces la distancia impide encontrar las palabras adecuadas -afirmé.
-En ese caso, acaba con la distancia -intervino ella con una sonrisa encantadora- búscala, dile lo qué sea que sientas y lo que quieres hacer, y después todo será más fácil...
-No sé, es más complicado que eso...-suspiré y me rasqué la cabeza- no me apetece que volvamos a pasar por lo mismo otra vez. No es justo para ella tampoco.
A partir de mi frase, un silencio sepulcral invadió la habitación. Yo solo esperaba que alguno de los dos dijese algo que me ayudase a terminar de decirme. Buscarla, o dejar al tiempo y la vida pasar. Y fue precisamente el de siempre, Antonio, el que me dijo algo que creo que no se me olvidará jamás.
-Hugo, no me seas cobarde -dijo acompañándose de una leve risa- solo se necesita de veinte segundos de coraje irracional para que las cosas cambien. Te lo aseguro.
Le hice caso, la valentía me llenó el cuerpo. Aunque fuese estúpido o careciese de sentido alguno, la busqué para intentar aclararlo todo definitivamente. Para bien o para mal.
Ella seguía con su viaje interminable de proyectos. Le pedí a Antonio que preguntase por su paradero a los demás jefes de la discográfica. Estaba en Italia, en Roma, haciendo no se sabe qué. Lo reconozco, me jodió bastante que fuese esa ciudad tan nuestra, donde le fuese a decir lo que llevaba días pensando.
Ese mismo fin de semana cogí un avión con destino predecible. Me alojé en el mismo hotel que ella, en el centro de la ciudad, a orillas del río. En cuanto llegué me ocupé de averiguar su habitación, no me apetecía andar con rodeos o temores repentinos. Llamé a su puerta tres veces, ni una más ni una menos. Abrió a la tercera.
-¿Puedo pasar un segundo? -pregunté en cuanto la tuve en frente, evitando pensar en que después de meses sin verla, estuviese todavía más guapa, cosa complicada.
-¿Qué..? -se atragantó en medio de la frase- ¿Qué haces aquí ?
Se quedó pálida, parecía que había visto un fantasma, abrió mucho los ojos, y tardó en volver a soltar el aire de nuevo. Tenía la melena despeinada, y se la agitó con la mano un par de veces por los nervios.
No contesté, simplemente insistí con la mirada y se hizo a un lado para dejarme pasar, sin preguntar mucho más. Caminé hacia el interior de su inmensa habitación en silencio y ella lo hizo detrás de mí, a un paso bastante lento. Giré la cabeza y miré a través de su tremenda terraza, toda Roma se extendía a lo lejos. Pocas ciudades eran cómo aquella.
-¿Puedes decirme ya a qué has venido? -preguntó sacándome de la ventana de los recuerdos.
Ladeé la cabeza hacia ella de inmediato. Estábamos los dos de pie, ella de brazos cruzados y yo sosteniendo un sobre en las manos.
-Sí, he venido a hablar...-pronuncié asintiendo.
-¿Hasta aquí? ¿No podías haberme llamado? -sugirió perpleja.
-Tenía que hablarlo en persona y no me apetecía esperar a que algún día te diese por volver a Madrid...-mi comentario sonó a reproche pero juro que no llevaba esa intención.
Suspiró y bajó la mirada. Y cuando sus ojos volvieron a apuntar a los míos, se mostraron tristes, abatidos.
-¿Qué tal te va todo? -pregunté con la media sonrisa más forzada de mi vida.- por cierto, ¿Qué coño haces en Roma?
Se río levemente con mi última pregunta, ladeó la cabeza y frunció un poco los labios pensándose si responder o no.
-Es secreto...-dijo levantando las cejas con intriga para terminar sonriendo después- trabajo, ya sabes. Pero sí, todo va muy bien.-aseguró.- ¿Y a ti ? ¿Qué tal tus sobrinos? hace mucho que no les veo...
Se mordió los labios. Me dolió el corazón. Si ya de por sí era complicado mantener una conversación con ella como si nada, que hablase de mis sobrinos fue mortal. Y me costó que no se me notase.
-Bien, todos estamos bien -asentí.
Se hizo un incómodo silencio. Yo solo quería decir las cosas de una vez e irme.
-Bueno...-cogió aire- ¿Qué es tan importante como para que vengas a Roma a buscarme?
-Ten...-le dije tendiéndole un largo sobre blanco.
Lo miró un par de veces antes de estirar el brazo para cogerlo. Metió la mano en su interior y sacó lo que había dentro. Abrió un poco los ojos y no respiró durante al menos diez segundos. Me miró y antes de que le diese tiempo a replicar, intervine.
-Sí, son los papeles del divorcio firmados -dije aclarándome la garganta- solo falta tu firma ahí -dije señalando una pequeña linea en el lado inferior del folio.
Le pilló tan de sorpresa, que no supo qué decir ni qué hacer.
-Pero...-dijo frunciendo el ceño una y otra vez- no...no lo entiendo Hugo...-se sentó en la cama y suspiró- pensé que no tú no querías esto -negó con la cabeza.
-Y no lo quería -la miré a los ojos- pero eso era antes ,ahora creo que es lo mejor para los dos.
Le desconcertaron tanto mis palabras que la vi bloqueada, sin saber qué decir, como pocas veces desde que la conozco.
-Ya pero Hugo yo...-le tembló la voz y se tomó un momento para respirar.- ¿Es esto de verdad lo que quieres?
-¿No es lo que querías tú? -dije respondiendo a su pregunta con otra.
-Sí pero...-no fue capaz de mantenerme la mirada y la bajó hasta el suelo de nuevo- Tú ya...¿Ya has pasado página?
Sonreí y sacudí la cabeza. Me senté a su lado.
-No me malinterpretes -dije risueño- ojalá pudiese estar contigo. Pero quiero que sea por amor, voluntario; no por compromiso.
-Siento lo de la última vez, estaba confundida y...-la interrumpí en cuanto empezó a inculparse, nunca me ha gustado ver a nadie sintiendo lástima por cómo suceden las cosas.
-Te he dicho varias veces que no era tu obligación quererme...-sonreí con nostalgía- hubiese sido bonito que lo hicieras, pero no fue así.
-Te quiero, ya lo sabes -asintió con rotundidad.
-Sí pero de otra manera, no de la que a mí me gustaría -argumenté con un suspiro.
-Eso tú no lo sabes -negó con la cabeza.
Me quedé mirándola. Le brillaron los ojos. Muchísmo. Fue de esas veces que sentí que la emoción, los recuerdos o el amor, le invadían el cuerpo.
-Hugo, es que no lo entiendo, ¿Quieres que firme esto y nos olvidemos el uno del otro para siempre? ¿Es eso lo que quieres?
Su pregunta no sonó del todo bonita, pero resulta que el sol entró por la ventana con el ángulo perfecto para iluminarle la cara por completo. El pelo, más claro que de costumbre, se deslizaba por su apretada camiseta. Y fue uno de suspiros lo que me hizo reaccionar para contestar a su pregunta.
-Lo que quiero es que tomes una decisión -dije con sinceridad- si quieres estar conmigo genial, seré el hombre más feliz del mundo, pero si no, firma eso y nos olvidaremos. Necesito saber lo que quieres, y esta es la mejor forma de hacerlo. Para eso he venido.
Se puso nerviosa ante lo que se le venía encima. Tragó saliva y se mojó los labios.
-Ya pero Hugo...-comenzó a excusarse.
-Tranquila, no quiero que tomes la decisión ahora. -acaricié su pierna con un rápido movimiento- me marcho mañana por la mañana. Te espero esta noche, a las doce, en el bar del hotel. -dije levantándome- si no vienes, entenderé que has firmado los papeles. Y que habremos terminado para siempre.
Asintió poco convencida y acarició mi nuca con sus dedos para darme acercar sus labios a mi mejilla y darme dos suaves besos. Salí de allí minutos después con un nudo en el estómago pero con la seguridad de haber hecho lo correcto.
A las doce menos cinco, yo ya estaba apoyado en la barra del Bar, con un Gin Tonic entre medias. No llegó. Ni a las doce, ni a las doce y media. No la ví entrar cruzar la entrada con una de esas sonrisas que son la puerta al cielo algunos días.
Había sido un tremendo error venir. Se había terminado.
Necesitaba airearme, pasear por Roma sin nada ni nadie y después irme. Dejé una carta para ella en recepción, sabía que así, la recibiría. Me dolía el pecho demasiado cómo para dársela yo mismo. Sabía que la leería en voz baja, susurrando, como casi todo. Y que se encogería entre las sábanas de la cama, y se rompería en cada una de las siguientes palabras:
Hay tantas cosas que olvidé decirte. Quería contarte yo mismo todo esto, pero no me creo capaz de hacerlo.
A veces cuando conoces a una persona hay un click, una especie de dolor en el pecho casi imperceptible que solo tienes con personas importantes. No creo en el amor a primera vista pero sí creo en ese click. Y contigo me pasó. Y me ha pasado unas cuantas veces, quizás demasiadas. Cuando viniste a buscarme a nuestra playa de Barcelona, la noche que te pedí matrimonio, la noche que me dejaste... y hoy. Son como golpes de efecto, que cambian el transcurso de las cosas. Y en ocasiones, no es bueno tener tantos como hemos tenido nosotros. Tantos giros.
Siempre he pensado que esta forma de querernos duraría más que nosotros. Porque te quiero y te he querido. No sé qué ví en ti pero no lo he visto en nadie más. Ni creo que lo llegue a ver nunca. Cuando te conocí me dije inmediatamente "esta chica es especial". No me equivocaba. Adoro todo de ti. Todo. Lo que siento por ti sobrepasa el límite de lo que he podido llegar a sentir alguna vez por cualquiera. No es por tu mirada constante, ni por tu ganas de cambiar el mundo o porque en la cama bailes como nadie. Es pura y sinceramente porque eres la única persona por la que yo renunciaría al resto.
Recuerdo que una vez me dijiste que no sabemos querer a las personas como merecemos que nos quieran. Bien pues, tenías toda la razón del mundo. No nos hemos querido cómo merecemos.
Y odio más que a nada en el mundo que esto se acabe. Marcharme. Irme. Pero estoy harto de intentar lo imposible, de creer que tenemos otra oportunidad...de arriesgarlo todo por nada. La vida no da segundas oportunidades, ¿Por qué iba a darnos a nosotros una cuarta?, fue estúpido pensar que eramos una excepción. Y hoy lo sé, nosotros no nacimos para estar juntos. Yo no nací para ti.
No cambies nunca. Hazme ese favor. Ni lo más mínimo. Tienes la infinita capacidad de hacer inmensamente feliz a quién esté a tu lado. Conmigo o sin mí.
Te quiero.
Hugo.
Sabía también, con la seguridad de quién conoce a quién ha querido, que tras leerla por completo, soltaría un suspiro y con el aire más sincero del mundo, rompería a llorar. Lo nuestro había sido el tipo de final que a nadie le gustaría sentir.
Increible este capitulo! Pero porfavor algun dia tendran que volver a estar juntos!!! Aunque he de reconocer que me encanta este sufriemiento constante y que cuando digo de esta vuelven, pasa algo para que no... Escribes increible y no dejes de escribir nunca!!!
ResponderEliminarAyayayaayay que me da!! Jo he llorao y todo... Ay dios quue necesitl que vuelvan por favoooooor ajjajajajaj
ResponderEliminarCAPI PRONTO PORFI
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