Arriesgar: colocar de manera intencionada a un individuo a proximidad de daño. Eso resumía perfectamente lo que yo había decidido hacer. Había decidido arriesgar mi vida y mi mundo de tantas formas distintas que no quería hasta pensar en las consecuencias. Pero a veces es mejor así ¿no?, arriesgar tu felicidad por algo que puede no salir bien, de hecho puede ser hasta catástrofico. Y supongo que, ser capaz de arriesgar todo por alguien, es lo mejor o lo peor que te puede pasar en la vida.
Sonará estúpido pero, al día siguiente estaba jodidamente nervioso. Nervios comparables a estos solo los he sentido antes de subirme a un escenario o la noche que le pedí que se casase conmigo. Todas las horas de aquel día se me hicieron eternas, una por una. Helena y yo, pasamos la tarde cuadrando fechas para mi fin de gira. Pero no prestaba mucha atención, solo quería que diesen las nueve para pasar a buscarla de una puta vez.
-Creo que es mejor, que el día catorce cojas el avión, y te quedes allí hasta el dieciseis...-comentaba ella mientras ojeaba su calendario perfectamente organizado. No contesté. Apenas me molesté en apartar mi mirada del infinito- Hugo, te estoy hablando.
- ¿Qué? Si, si, te estoy escuchando Helena -fingí una sonrisa y levanté la vista.
-¿Ah sí? -levanta las cejas y se cruza de brazos- ¿Qué acabo de decir?
-Pues que...-tragué saliva y pensé durante unos segundos, pero la cara de tonto que se me quedó, con ella no funcionaba.
-Hugo déjalo, ¿Si quieres me voy y organizas todo esto tu solo ? -dejó sus papeles de un golpe encima de la mesa y fruncio el ceño.
-Lo siento ¿vale?, estaba un poco perdido, nada más...-contesto sentándome bien en el sofá y aclarándome la garganta.
-¿Pero cómo puedes estar tan nervioso por lo de esta noche? Si llevas dos años con ella...-se encogió de hombros y me miró sonriendo levemente.
-Joder, no sé....-me pasé una mano por la nuca- siento que tengo que dar la talla, ¿sabes?
Soltó una carcajada y se levantó para sentarse a mi lado. Apoyó una mano en mi hombro y me miró a los ojos.
-A ver Hugo, ¿Cuantas cenas como esta has tenido con ella? miles -se respondió ella sola- tomátelo como una más, ni que fuera la primera vez que la ves...-sonrió. Me quedé pensando y moví la cabeza hacia los lados poco convencido.- vale, ¿Quieres que te de un consejo como si fuese vuestra primera cita? -levantó las cejas y tomó aire.
-Te lo agradecería la verdad -reí
-Sé tu mismo y conseguirás causarle buena impresión -me guiñó un ojo y golpeó mi pierna con suavidad.- ai, como sois los tíos....-dijo con aire despreocupado.
-Eh ¿Qué has querido decir con eso? -fruncí el ceño mientras ella se levantaba y se marchaba hacia la cocina ignorandome como de costumbre.
-Nada, nada...-alzó la voz desde la otra punta de la casa- menos mal que estoy soltera...
Escuché su risa y fui tras ella. ¿Sabéis? Creo que nunca en la vida encontraré a alguien que me comprenda como Helena lo hacía, que sepa qué decir en cada momento para hacerme ver las cosas. Personas así, existen. Pero hay muy pocas.
Pasé exactamente treinta minutos eligiendo mi corbata. Os lo prometo. Todas las comparaba a lo increíble que iría ella y se me quedaban en nada. Opté por la gris, porque supuse que le gustaría. Me peiné el tupé levemente hacia arriba, como unas mil veces. A las ocho y cincuenta y uno, salí hacia su casa, o la nuestra, no lo tenía muy claro. Aparqué en frente y hasta que no dieron las nueve en punto, no me bajé del coche. La llamé por teléfono y contestó al primer tono con un "No te impacientes, que ya salgo ahora", ni me dejó contestar. Pero vamos, que tampoco habría podido. Tenía los nervios, las ganas de verla y de que todo saliese bien atrancados en la garganta. Y ni si quiera desaparecieron cuando la ví. Con un mini vestido negro brillante, los tacones que nunca jamás le pueden faltar y su ya increíble figura, acompañada de la sonrisa más bonita de todo Madrid. La esperaba apoyado en la puerta del coche, y tuvo que acercarse ella a darme dos besos, porque yo había olvidado ya dónde estaba.
-Así me gusta....-dejó caer con aire despreocupado- tan puntual como el primer día- dijo cuando dejó sus labios en mi mejilla con un sonoro beso.
-Nunca pierdo las buenas costumbres...-sonreí y tomando su mano, le abrí la puerta del coche.
Tragué saliva y me sequé el sudor de la frente cuando me senté a su lado. Encendí el coche en un incómodo silencio, en el que transcurrían miradas furtivas como si fuésemos dos adolescentes con miedo a todo.
-Bueno....¿ Y a dónde me llevas ? -preguntó dando pequeños golpecitos en la ventanilla del coche.
-A....a un sitio especial -asentí encendiendo la radio.
- ¿Cómo de especial? -arqueó una ceja y me soltó una de esas sonrisas que dejan más muertos que vivos.
Me mojé los labios y ladeé la cabeza un instante para mirarla.
- Lo suficientemente especial para alguien como tú -pronuncié cómo una de esas cosas que las dices por inercia, porque lo necesitas.
No pudo evitar agachar la cabeza y apartar la mirada con sonrisa tonta de por medio. Aún después de tanto tiempo, no se había acostumbrado a que le dijese cosas como estas. O sí, pero quizás ya nos habíamos olvidado de estas situaciones.
Había tráfico. Mucho. Y eso me impacientaba aún más. Ir en un coche con mi teórica ex-mujer pero futura mujer, en un silencio que decía demasiadas cosas, era demasiado complicado para que el cerebro y el corazón jugasen por libre.
Golpeé con los dedos el volante, una y otra vez. Y tragaba saliva cada pocos segundos. En una de esas, escuché su risa de repente.
-No me lo puedo creer...-negó con la cabeza- Hugo, estás nervioso por estar aquí conmigo...-intercaló pequeños aires de risa entre palabra y palabra.
-¿Qué? No, estoy muy tranquilo...-me encogí de hombros.
- Pero si tú siempre has sido un nervioso a la mínima que algo no sale bien, hay tráfico y no me has mirado desde que entramos en el coche...-dejó caer con una sonrisa triunfante de por medio.
- Tienes razón...-me acerqué un poco a ella aprovechando el semáforo- se me nota en la cara cada vez que te miro. -le guiñé un ojo y con una irónica sonrisa me empujó un poco hacia atrás en cuanto vio que estaba a una distancia demasiado peligrosa
Los dos reímos. Mientras, la radio parecía sonar un poquito más bajo para nosotros, y el tráfico ya era un poquito menos tráfico.
-Bueno...-dijo minutos después- me gusta saber que todavía consigo ponerte nervioso.
Dios. Si ella supiese que me temblaban hasta las piernas con mínimo roce de mejilla.
Quince minutos después llegamos a mi nuevo rincón favorito de Madrid, que todavía no había podido compartir con ella. Era un restaurante en el centro de la ciudad, pero sin ser "del centro". Me explico, se encontraba en las calles más transitadas, pero era un sitio que seguía manteniendo esa intimidad y esa originalidad, que solo tienen los lugares especiales. Reservé para nosotros la terraza del último piso. Era un lugar acogedor, con una mesa para nosotros, sin nadie más. Estábamos rodeados por mil enredaderas de jazmines que subían y bajaban por el tejado y la fachada. A nuestros pies, Madrid, como siempre.
Abrió mucho los ojos cuando llegamos. Sabía de sobra que le encantaría. Le acerqué la silla para que se sentase primero y me lo agradeció con una de sus sonrisas encantadoras. Respiré muy hondo cuando por fin me senté en frente de ella.
-Es...-miró hacia los lados buscando palabras- es increíble.
-¿Te gusta? -me aclaré la garganta- era por no perder nuestra tradición de vivir los momentos bonitos en una azotea, o en la terraza más alta de cualquier edificio.
Era verdad, nuestra terraza en el ático de Madrid, donde nos reconciliamos y meses después le pedí matrimonio, la azotea del hotel de Barcelona o el lugar perdido dónde la llevé antes de que se fuese, y desde el cual se veía media ciudad. Así éramos, víviamos en precipicios constantes.
-Bueno...-movió la cabeza hacia los lados tras mi comentario- tienes razón, soy flamenca, adoro las tradiciones.
Joder, había sacado a pasear su acento andaluz y yo solo sonreía como un idiota. Pedimos toda la comida que le apeteció y más. El vino no faltó. Y lo necesitaba para mis estúpidos nervios, y ella...porque según ella, no puede existir una importante y bonita conversación sin una copita de vino de por medio.
-Hay una cosa que nunca te he preguntado nunca -dije mientras la veía mojar los labios en el borde de la copa muy suavemente.-¿Por qué me invitaste a cenar el primer día sin que nos conociésemos de nada ? -mi pregunta iba directa a desnudar un poquito sus emociones y a que por primera vez durante la cena, fuese ella la que no sabía como contestar.
-No sé, supongo que porque...-se encogió de hombros y bajó la mirada- me caíste bien...
-¿Qué clase de respuesta es esa? -fruncí el ceño y la miré.
- Es que no entiendo por qué estás tan interesado -sacudió la cabeza suavemente.
-¿Interesado? Estamos hablando de ti. Estoy fascinado.-sonrío, y fue una sonrisa fantástica.
-Vale...-accedió con una media sonrisa- es que, creo que cuando te ví...-fijó la mirada en el vacío y se le escapó una de esas miradas por las que mataría- sentí algo que, no sé, sabía que serías especial.
Se encogió de hombros con un poco de vergüenza y yo simplemente asentí mirándole a los ojos. Como siempre, para nosotros, era suficiente.
No sé cuanto tiempo pasamos hablando de mil cosas, de mil historias. Riendo, sonriendo y todo lo que tenga que ver con pasar las horas con ella. El vino empezaba a surgir efecto en nosotros y ya no pensábamos ni hablábamos como al principio.
Un suave golpe en la espalda, me sacó del paraíso.
-Perdona, ¿Tú eres Hugo? -una chica joven, de unos diecisiete años, me miraba casi temblando- por favor, ¿Te sacarías una foto conmigo?
Miré a Malú primero y tragué saliva.
-Sí, sí, por supuesto...-me levanté rápidamente y me coloqué a su lado.
Me abrazó el torso con fuerza y yo rodeé su hombro. Estiró su móvil para sacarnos un shelfie, pero no le convenció mucho la idea y tras pensar unos segundos, miró directamente a Malú.
-¿Nos la puedes sacar tú porfa ? -preguntó mordiéndose el labio de la emoción que no contenía.
No me podía creer lo que estaba pasando. ¿No había reconocido a Malú o simplemente estaba pasando de ella?. La artista abrió mucho los ojos sin créerselo del todo y asintió de inmediato. Nos sacó la foto con un millón de malas caras de por medio. La chica se marchó segundos después dando las gracias y dejando un sonoro beso en mi mejilla.
Nos sentamos los dos de nuevo. Y os juro que por más que lo intenté, no pude evitar soltar una carcajada.
-Eres idiota...-contestó riendo- no me ha pedido una foto porque eres un tío atractivo, y era una adolescente...-dijo algo ofendida.- ¿O no has visto como te ha agarrado?
-¿Soy un tío atractivo? -pregunté con una sonrisa irresistible.
-Has cambiado de tema...-apuntó ella intentando ignorarme.
-¿Qué tema?
-El de las chicas locas adolescentes que te consideran atractivo y se te tiran encima -explicó mirándome muy de frente.
-Tú ya lo sabes...-suspiré.
¿Qué es lo que sé? -negó con la cabeza.
-Que solo tengo ojos para ti.
Tras mi frase se quedó callada. Sonrió y me apuntó con los ojos. Y a mí se me duplicaron las ganas de arriesgarme con ella toda la vida.
La llevé a casa tiempo después. Íbamos los dos mucho más relajados que en el viaje de iba. Ella, apoyó los pies en el salpicadero y se encendió un cigarro.
- Ei, ¿Cuantas veces tengo que decirte que odio que fumes en mi coche? -fruncí el ceño pegando un acelerón considerable.
Se rió y se giró hacia mí, acercándose un poco. Lo suficiente para que se me acelerase el pulso.
-Vamos a fingir que no acabas de contar la mentira más grande de la historia...-me soltó el humo casi en la boca- te encanta verme fumar, desde siempre. -se muerde el labio y vuelve a apoyarse en el asiento.
En el fondo tiene razón. Me encanta ver como suelta el humo de su cigarrillo, ver aquel torbellino saliendo de tu boca lentamente, como si su alma se escapara, e imaginar, al menos un segundo, que yo podría atraparla.
Frené el coche en frente de su chalet. Y esperé pacientemente a su próximo movimiento.
-Ha sido una noche increíble, de verdad -dijo mirándome- ¿Podemos repetir mañana?
-Mañana y toda la vida -reí acariciando su pierna.
-Bueno pues...-se acercó a mi cara, yo solo respiraba con calma para no besarle en los labios- hasta mañana ¿vale?.
Ladeó la cara y con suavidad y la lentitud propia de los momentos de película, besó mi mejilla. Yo simplemente me quedé quieto. Y cuando tras una sonrisa, se apartó de mí para abrir la puerta del coche, sujeté su brazo con fuerza.
-Yo prometí no besarte hasta que tú me dejases...-la atraje un poco hacia mí- pero, ¿No crees que tú podrías darme un beso en condiciones?
-Hugo...prometimos ir despacio. Un beso sería romper esta tensión dramática tan bonita ¿no? -se mordió el labio entre risas.
En ese instante, me dí cuenta de que su jodida risa era un precipicio con vistas al mar, y yo me hice adicto a a las alturas.
-Bueno...-puntualicé con una sonrisa- quizá no nos quepan todas las ganas en un beso y tengas que quedarte a dormir.
Quince minutos después llegamos a mi nuevo rincón favorito de Madrid, que todavía no había podido compartir con ella. Era un restaurante en el centro de la ciudad, pero sin ser "del centro". Me explico, se encontraba en las calles más transitadas, pero era un sitio que seguía manteniendo esa intimidad y esa originalidad, que solo tienen los lugares especiales. Reservé para nosotros la terraza del último piso. Era un lugar acogedor, con una mesa para nosotros, sin nadie más. Estábamos rodeados por mil enredaderas de jazmines que subían y bajaban por el tejado y la fachada. A nuestros pies, Madrid, como siempre.
Abrió mucho los ojos cuando llegamos. Sabía de sobra que le encantaría. Le acerqué la silla para que se sentase primero y me lo agradeció con una de sus sonrisas encantadoras. Respiré muy hondo cuando por fin me senté en frente de ella.
-Es...-miró hacia los lados buscando palabras- es increíble.
-¿Te gusta? -me aclaré la garganta- era por no perder nuestra tradición de vivir los momentos bonitos en una azotea, o en la terraza más alta de cualquier edificio.
Era verdad, nuestra terraza en el ático de Madrid, donde nos reconciliamos y meses después le pedí matrimonio, la azotea del hotel de Barcelona o el lugar perdido dónde la llevé antes de que se fuese, y desde el cual se veía media ciudad. Así éramos, víviamos en precipicios constantes.
-Bueno...-movió la cabeza hacia los lados tras mi comentario- tienes razón, soy flamenca, adoro las tradiciones.
Joder, había sacado a pasear su acento andaluz y yo solo sonreía como un idiota. Pedimos toda la comida que le apeteció y más. El vino no faltó. Y lo necesitaba para mis estúpidos nervios, y ella...porque según ella, no puede existir una importante y bonita conversación sin una copita de vino de por medio.
-Hay una cosa que nunca te he preguntado nunca -dije mientras la veía mojar los labios en el borde de la copa muy suavemente.-¿Por qué me invitaste a cenar el primer día sin que nos conociésemos de nada ? -mi pregunta iba directa a desnudar un poquito sus emociones y a que por primera vez durante la cena, fuese ella la que no sabía como contestar.
-No sé, supongo que porque...-se encogió de hombros y bajó la mirada- me caíste bien...
-¿Qué clase de respuesta es esa? -fruncí el ceño y la miré.
- Es que no entiendo por qué estás tan interesado -sacudió la cabeza suavemente.
-¿Interesado? Estamos hablando de ti. Estoy fascinado.-sonrío, y fue una sonrisa fantástica.
-Vale...-accedió con una media sonrisa- es que, creo que cuando te ví...-fijó la mirada en el vacío y se le escapó una de esas miradas por las que mataría- sentí algo que, no sé, sabía que serías especial.
Se encogió de hombros con un poco de vergüenza y yo simplemente asentí mirándole a los ojos. Como siempre, para nosotros, era suficiente.
No sé cuanto tiempo pasamos hablando de mil cosas, de mil historias. Riendo, sonriendo y todo lo que tenga que ver con pasar las horas con ella. El vino empezaba a surgir efecto en nosotros y ya no pensábamos ni hablábamos como al principio.
Un suave golpe en la espalda, me sacó del paraíso.
-Perdona, ¿Tú eres Hugo? -una chica joven, de unos diecisiete años, me miraba casi temblando- por favor, ¿Te sacarías una foto conmigo?
Miré a Malú primero y tragué saliva.
-Sí, sí, por supuesto...-me levanté rápidamente y me coloqué a su lado.
Me abrazó el torso con fuerza y yo rodeé su hombro. Estiró su móvil para sacarnos un shelfie, pero no le convenció mucho la idea y tras pensar unos segundos, miró directamente a Malú.
-¿Nos la puedes sacar tú porfa ? -preguntó mordiéndose el labio de la emoción que no contenía.
No me podía creer lo que estaba pasando. ¿No había reconocido a Malú o simplemente estaba pasando de ella?. La artista abrió mucho los ojos sin créerselo del todo y asintió de inmediato. Nos sacó la foto con un millón de malas caras de por medio. La chica se marchó segundos después dando las gracias y dejando un sonoro beso en mi mejilla.
Nos sentamos los dos de nuevo. Y os juro que por más que lo intenté, no pude evitar soltar una carcajada.
-Eres idiota...-contestó riendo- no me ha pedido una foto porque eres un tío atractivo, y era una adolescente...-dijo algo ofendida.- ¿O no has visto como te ha agarrado?
-¿Soy un tío atractivo? -pregunté con una sonrisa irresistible.
-Has cambiado de tema...-apuntó ella intentando ignorarme.
-¿Qué tema?
-El de las chicas locas adolescentes que te consideran atractivo y se te tiran encima -explicó mirándome muy de frente.
-Tú ya lo sabes...-suspiré.
¿Qué es lo que sé? -negó con la cabeza.
-Que solo tengo ojos para ti.
Tras mi frase se quedó callada. Sonrió y me apuntó con los ojos. Y a mí se me duplicaron las ganas de arriesgarme con ella toda la vida.
La llevé a casa tiempo después. Íbamos los dos mucho más relajados que en el viaje de iba. Ella, apoyó los pies en el salpicadero y se encendió un cigarro.
- Ei, ¿Cuantas veces tengo que decirte que odio que fumes en mi coche? -fruncí el ceño pegando un acelerón considerable.
Se rió y se giró hacia mí, acercándose un poco. Lo suficiente para que se me acelerase el pulso.
-Vamos a fingir que no acabas de contar la mentira más grande de la historia...-me soltó el humo casi en la boca- te encanta verme fumar, desde siempre. -se muerde el labio y vuelve a apoyarse en el asiento.
En el fondo tiene razón. Me encanta ver como suelta el humo de su cigarrillo, ver aquel torbellino saliendo de tu boca lentamente, como si su alma se escapara, e imaginar, al menos un segundo, que yo podría atraparla.
Frené el coche en frente de su chalet. Y esperé pacientemente a su próximo movimiento.
-Ha sido una noche increíble, de verdad -dijo mirándome- ¿Podemos repetir mañana?
-Mañana y toda la vida -reí acariciando su pierna.
-Bueno pues...-se acercó a mi cara, yo solo respiraba con calma para no besarle en los labios- hasta mañana ¿vale?.
Ladeó la cara y con suavidad y la lentitud propia de los momentos de película, besó mi mejilla. Yo simplemente me quedé quieto. Y cuando tras una sonrisa, se apartó de mí para abrir la puerta del coche, sujeté su brazo con fuerza.
-Yo prometí no besarte hasta que tú me dejases...-la atraje un poco hacia mí- pero, ¿No crees que tú podrías darme un beso en condiciones?
-Hugo...prometimos ir despacio. Un beso sería romper esta tensión dramática tan bonita ¿no? -se mordió el labio entre risas.
En ese instante, me dí cuenta de que su jodida risa era un precipicio con vistas al mar, y yo me hice adicto a a las alturas.
-Bueno...-puntualicé con una sonrisa- quizá no nos quepan todas las ganas en un beso y tengas que quedarte a dormir.
Por favorrr??sube pronto....Felicidades por la novela.
ResponderEliminarAaaaay diooooos!!! Subee prontitooo porfiiii!!! Es increíblemente bonita la novelaaaa...
ResponderEliminarSube porfii
ResponderEliminarPerdóname, pero en esa última frase, si están en casa de ella y habla él... no le encuentro el sentido! Tendría que haber dicho "tenga que quedarme a dormir". Puedes aclararmelo porfis? Y una vez más, enhorabuena por otro capitulazo. Muero de amor con tu forma de escribir
ResponderEliminarsube pronto el 63 porfapliss
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