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domingo, 8 de junio de 2014

CAPÍTULO 53. DESAPARECER.

Se me quedó mirando con la inseguridad  que casi nunca dejaba ver, en los ojos. Y se le acelera un poco la respiración, no sabe que hacer, ni que decir. Y si ella no lo sabe, yo menos. Tengo unas tremendas e incontrolables ganas de besarla , pero mi orgullo puede más a sus ojos, o eso intento. Y me doy un único segundo para respirar, porque sé que como tarde alguno más, mis pensamientos chocarán de golpe con la manera exacta que tiene de morderse el labio inferior cuando no sabe que decir, y , entonces, no habrá nada que hacer. Trago saliva.
- Los dos necesitamos descansar... -subo la manta hasta su ombligo- duerme un poco y ya hablaremos después -beso su frente y vuelvo a esconder mi cabeza en la almohada.
No sé cuantos segundos pasan hasta que su voz sale disparada de nuevo, hacia mi espalda.
- ¿Te digo que te echo de menos y no me contestas?- pregunta con tono desafiante.-¿Te da igual?
Me incorporo con la furia de un titán y los ojos encendidos porque me hace preguntas con respuestas que son obvias desde hace ya demasiado tiempo. Y estoy cansado, los ojos me sobran y el aire parece pesar más de lo normal.
-¡Estoy aquí! ¡No puedes echarme de menos porque estoy aquí! -alzo la voz y agarro su mano con fuerza- he estado siempre aquí.
-Hugo no se trata de eso...-baja la mirada y la obligo a mirarme de nuevo.
-¿Entonces de qué se trata? Explícame de qué va toda esta tontería porque yo no la entiendo.- cada una de esas palabras las dije con la frustración y el enfado saliéndome por la boca.
Frunció el ceño y soltó su brazo, apartando mi mano.
-¿Te parece una tontería que duermas en casa de otra y aún encima llegues a casa enfadado? -dice como si le pareciese obvio lo que pregunta- ¿Te ha sentado bien la noche con Helena ?.
Su ironía va a hacerme estallar. Me levanto de la cama de un salto y ella  apenas se mueve, solo se incorpora un poco y agarra un cojín con el que descargar toda la tensión.
-Osea que es eso...-paso una mano por mi pelo- todo esto es por Helena...-me río y parece enfadarse todavía más- ¿Pero como puedes ser tan celosa?
-¿Yo? -pregunta gritando- pero si eres tú el que no soporta verme con nadie que no seas tú. -me señala con el dedo.
-No me hagas reír...-abro los brazos- pero si disfrutas viéndome celoso, más que nada en el mundo. Te encanta.
Me mira y baja la mirada concediéndome un segundo de victoria. No sabe qué decir a eso, porque tiene tan claro como yo, que es verdad. Enreda un dedo por sus mechones oscuros, mientras piensa en su próximo ataque.
-Lo importante aquí, es que no me has contestado, ¿Te da igual que te eche de menos? -se muerde el labio inferior con rabia.
-Joder...-suspiro con las manos masajeando mi frente- ¿Qué necesitas?- doy un paso adelante, con decisión- ¿Necesitas qué te diga cuanto te quiero? ¿Necesitas escuchar lo que me importas? Porque si es así, nos quedaremos aquí hasta que te quede claro.
-¿Ves? -dice gesticulando con las manos- no puedes pedirme que te entienda, cuando tú no puedes entenderme a mí.
Nos quedamos los dos en silencio. Yo simplemente la miraba. No comprendía nada. Ni si quiera la razón por la que discutíamos, por la que nos estábamos gritando o la razón por la cuál no estábamos haciendo otra cosa con la boca, que no fuera echarnos cosas en cara.
Me dí por vencido pidiendo un razón a todo este desastre. Bajé la mirada y negué con la cabeza.
-Creo que es mejor, que yo baje a descansar al sofá...-suspiré, cogí mi almohada y me marché sin más.
Ella me miró atenta mientras lo hacía, girando la cabeza a cada paso que daba para marcharme de nuestra habitación.
Me tumbo en el sofá del salón que afortunadamente es mucho más grande y cómodo que el de la noche anterior. Cierro los ojos. No me apetece pensar. Solo respirar y dormir. Los pensamientos pesan en los ojos. Me dejo ir y recupero el sueño, esperando que la calma venga con él.

Cuando me despierto no sé exactamente cuantas horas han pasado. Ni lo sé, ni lo quiero saber. Me duele la cabeza. Paso una mano por mi pelo y me lo peino levemente mientras me incorporo. Sé que es tarde porque no llevo camiseta y un escalofrío me recorre la espalda del frío que hace. Miro alrededor. No la veo, ni si quiera tengo la sensación de que esté en casa.
- ¡Malú !- alzo la voz.
Nada, no hay respuesta. Subo las escaleras y la busco por toda la casa. Ni rastro. Miro el reloj, las nueve de la noche, hace diez horas que me he dormido, pueden haber pasado tantas cosas sin que yo me haya enterado, que se me hace un nudo en el estómago. Pero por otro lado, no es demasiado tarde, podría estar en cualquier parte. Se ha llevado el coche y las perras siguen en casa, así que no se ha ido a hacer senderismo repentino.
Nunca se me ha dado bien manejar situaciones como estas. Ni si quiera soporto levantarme por las mañanas y que ella lo haya hecho antes, así que el hecho de que después de haber discutido no esté en casa, me pone demasiado nervioso. La llamo. No contesta, tiene el teléfono apagado. Intento tranquilizarme. Tengo que apartar los nervios de alguna forma. Subo al estudio e intento distraerme con un millón de canciones. Lo consigo y cuando me doy cuenta son las doce de la noche y todavía no ha aparecido.

Me pregunto donde estará. Incluso llamo a su madre, por si se ha presentado en su casa, no sería la primera vez. Y me tiene al télefono media hora, echándome la charla de mi vida.
-Hugo cariño, lo que yo te quiero decir -dijo al otro lado de la línea con su acento andaluz anclado a cada palabra- es que mi niña es muy cabezota, no te preocupes, ya es mayorcita para cuidarse ella sola.
-Lo sé...-río- pero es que es la primera vez, que se marcha así sin avisar...-niego con la cabeza- de todas formas no pasa nada, solo era para saber si la habías visto. Gracias.
-Tranquilo hijo, nos vemos el domingo y traéme a la niña a comer que si tengo que esperar a que venga ella...-protesta.
Sonrío, que mujer tan peculiar.
-Prometido. Dale besos a todos de mi parte.
Nos despedimos entre cariño y recomendaciones varias para que obligue a Malú a comer más porque "está muy delgada"

Seguía teniendo un nudo en el estómago, pero su conversación me había tranquilizado, ya era mayorcita para hacer lo que quisiese. Dieron las tres de la mañana y ni rastro de ella. Intenté dormir esa noche, créedme. Pero tenía la sensación de que la cama era un traje que me venía demasiado grande, y de que la noche era muy larga y había demasiadas estrellas para contarlas solo. Intenté eliminar las preocupaciones de mi lado pensando que llegaría en cualquier momento, se tumbaría conmigo y esucharíamos juntos las disculpas del otro. Una lástima que a la mañana siguiente, el colchón siguiese igual de vacío y las preocupaciones se hubiesen multiplicado por las ganas que tenía de verla. Que eran muchas.

Aquella mañana cogí el coche y la busqué por todo Madrid. No había pasado por la discográfica , ni había llamado a su equipo. Llamé a la banda, ni si quiera había organizado ensayo aquel día. Hablé con todas las personas que os podáis imaginar preguntándoles si tenían noticias de mi mujer, que parecía haber desaparecido de todas las calles de Madrid. Y cuando estaba apunto de llamar al puto ejército para que la trajesen de vuelta, supe exactamente donde estaba. Nuestro ático era perfecto para esconder su enfado nocturno. Me presenté allí en diez minutos. Mierda, no tenía llaves. Llamé al timbre, esperando a que apareciese ella tras la puerta. Pero no fue así, nadie me abrió. Volví a llamar cinco veces más. Nada. Golpeé la madera suavemente con los nudillos.
-¿Te importaría abrirme?- alcé un poco la voz.- sé que estás ahí. Por favor.
Pasaron cinco segundos y me la encontré de frente. Tenía el pelo despeinado y aún llevaba puesto el pijama. Respiré aliviado. Ella estaba tranquila, me miraba desafiante. Sin querer desafiarme del todo.
Avancé dos pasos hacia ella y le agarré las muñecas con fuerza.
-¿Qué se supone que haces?-preguntó intentando zafarse de mí.
Sujeté sus manos que prácticamente me golpeaban y volví a dar un par de pasos hacia delante.
-No vuelvas a hacerme esto -murmuro.
-Solo quería desconectar y pensar, tranquilo -me mira y seguidamente mira mis manos que siguen agarrando a las suyas con fuerza- me estás haciendo daño.
La suelto. Respiro y me acerco a cerrar la puerta. Cuando me doy la vuelta ella ya está preparándose un café en la pequeña cocina que mandamos construir cuando solíamos pasar los días aquí, alejados de todo.
-¿Te parece normal esto?- me cruzo de brazos y levanto la voz.-llevo toda la mañana buscándote.
Se toma su tiempo para responderme. Le echa una cucharada de azúcar al café. Y otra más. Siempre lo ha tomado solo pero supongo que hoy le ha dado por cambiar la rutina.
-¿Ah sí ? Creo que así es exactamente como me sentí yo cuando no dormiste en casa sin darme ninguna explicación- sonríe de forma irónica, se sienta en el sofá y se enciende un cigarro.
-No tiene nada que ver, yo te había dicho dónde estaba, tú ni eso -me mira tranquila entre calada y calada- ¿Tienes idea a toda la gente con la que he hablado para saber dónde estabas? Incluso he llamado a tu madre..
Escucha esa palabra y su expresión cambia inmediatamente.
-¿Se ha preocupado? -pregunta angustiada.
Me río.
-Estaba yo más preocupado que ella -me encojo de hombros. Ella asiente aliviada.
-Es todo un récord entonces...-pronuncia despreocupada expulsando todo el humo de golpe.
Frunzo el ceño. Estoy tan terriblemente cabreado que no sé ni lo que hago. No entiendo como le da igual el hecho de que se haya marchado de casa sin ni si quiera coger el télefono.
-Hugo no me mires así, no tengo dieciseis años, tengo treinta y tres para ser más exactos y puedo hacer lo que quiera -dice como si nada mientras se acomoda en el sofá.
-Marcharse de casa por un enfado repentino, tiene más de niña adolescente que de mujer adulta...-contesto abriendo los brazos. Me siento en el sillón enfrente del suyo y coloco mis codos en las rodillas, paso una mano por la cabeza. Suspiro- estaba muy preocupado, te lo aseguro.
-Lo siento..-murmura mostrando por primera vez un atisbo de comprensión. Baja la mirada y toma aire dando claros signos de intranquilidad.-estaba cabreada, no me gustó que te marchases y..
-Has sido egoísta -murmuro con la más absoluta sinceridad que soy capaz de soltar por la boca.
-¿Qué tiene de malo el egoísmo cuando se trata de ti? No quiero compartirte..-concluye. Y su sonrisa triste se me clava por todo el cuerpo.-a todo esto...-suspira- ¿Ha pasado algo grave con Helena? ¿Está bien?-pregunta con toda la sinceridad del mundo.
-¿Crees que me importa eso ahora mismo? ¿Piensas que me importa algo que no seas tú?
Le sorprende mi respuesta y sonríe muy muy levemente. Pero lo hace.
-Hugo es lo que..-las palabras parecían quemarle la garganta, como si tuviera una bomba a punto de estallar. Le costó tanto guardárselas para sí, que se le saltaron las lágrimas- las cosas no están yendo como deberían.
-¿A qué te refieres? -trago saliva.
-No nos vemos tanto como querríamos, cuando llegamos a casa solo queremos dormir y para una vez que cruzas el país para verme, te marchas por que te necesitan en otro sitio- explica rápidamente- cuando nos casamos no pensé que sería así, quiero pasar contigo los domingos, formar una familia, comprar una casa, lo normal joder.
-¿Qué me estás queriendo decir? ¿Que conmigo no puedes hacer todo eso?
-No, no estoy diciendo eso...-suspira, se frustra porque no la entiendo- quiero decir que soy capaz de renunciar a algo que deseo por algo que necesito. Y te necesito a ti Hugo. Más de lo que puedas llegar a imaginar.
No sabéis lo increíble que es ver esas palabras salir de su boca y clavarse en mi pecho. Y se quedan a vivir ahí, como en un tira y afloja continuo. Pero no estaba comprendiendo nada.
Me levanto y me siento a su lado. Noto que está nerviosa y a mi me tiemblan hasta los huesos porque sé que cuando ella está nerviosa yo debería estarlo el triple.
-Dime ya lo que tengas que decir por favor, porque no entiendo nada.
Toma aire y mira al suelo. Lleva intentando decirme algo durante media hora y odia que yo no la comprenda a la primera.
-Este invierno cuando termine la gira me tomaré un descanso...-está tan nerviosa que juega con el cordón de su pijama-me tomaré un largo descanso porque...-asiento. Traga saliva, recorre mis brazos suavemente con sus dedos hasta llegar a mis manos y levanta la mirada- porque quiero que tengamos un hijo -asiente- Hugo quiero ser mamá.


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