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jueves, 31 de julio de 2014

CAPÍTULO 69. El ROCE DE TU PIEL.

Bastantes semanas después, una noche, la recogí tras un concierto. La recogí, tras verla sentirlo y darlo todo sobre un escenario, rompiendo y volviendo a arreglar las emociones de todos los que estaban allí. Y terminó llorando, riendo y sudando, que son las consecuencias de las mejores cosas que nos pasan en la vida. Tenía a la gente a sus pies, con tremenda ovación incluida. Tendría que haber una norma que dijese que todo el mundo debería recibir una ovación de pie al menos una vez en su vida.
Ella ya lleva unas cuantas. Y no sabéis lo que adoro esa sonrisa y esa mano en el pecho cuando da las gracias, que derrochan humildad y emoción a partes iguales. 
Vamos en el coche, ella sonriente, agotada y todavía con el pelo un poco mojado de la ducha que se acaba de dar. Pero me gusta verla así.
-Pareces feliz...-comento risueño mientras le beso la frente aprovechando el semáforo en rojo.
-Lo soy -admite levantando la cabeza de su escondite personal entre la ventanilla y el asiento.
-Quiero decir, que pareces más feliz que de costumbre. -explico- hoy, y cada vez que sales de un concierto... Estás distinta. -sonrío.
Se rié, dulce y levemente. Se sacude un poco el pelo y me mira atenta. Cómo si ella ya hubiese aprendido algo que yo no había llegado a comprender todavía.
-La felicidad es esto. Es dejarme llevar al son de unos acordes mientras pienso en ti, en mí, en mi vida. -se encoje de hombros y sonríe muchísimo- es mover mi cuerpo a un ritmo increíble y dejarme los pulmones gritando a todo trapo cada letra -se ríe y se recuesta un poco sobre su asiento, despreocupada y pletórica.- es darse cuenta de que después de todo, hago lo que me llena, y lo demás me importa una mierda.
Apoya la cabeza y la ladea un poco para mirarme y sonreír muy tranquila, segura y relajada. 
Me río. Niego con la cabeza y me río muy lentamente.
-¿Qué pasa? -pregunta cómo si me estuviese riendo de ella.
-Nada -suspiro- que tienes arte hasta para ser feliz. -la miro unos segundos y ella amplia un poco más la sonrisa- por cosas como estas estoy enamorado de ti.
-Y yo de ti -admite con dulzura- y del escenario.
Nos reímos y miro al frente para seguir conduciendo. Creo que incluso ama subirse a un escenario y darlo todo, más de lo que pueda llegar a amar a cualquiera en su vida. Ya sabéis, el primer amor es lo que tiene.

Al día siguiente. La veía tomar el sol. Y digo la veía porque entre verla a ella y hacer cualquier otra cosa, siempre había elegido la primera. Era un día de esos que sientes que todo va bien, brilla el sol, hace calor, respiras tranquilo, ya sabéis, cuando tienes buen feeling con el mundo en general.
Ella, con un biquini negro, que le sentaba de escándalo, estaba tumbada en la hierba del jardín, frente a la piscina y sobretodo, a mi lado. La miro de reojo, tiene los ojos cerrados, y el abdomen sube y baja muy lentamente. Podría estar dormida. O quizás no. Está preciosa, eso sí. Y siento la tremenda tentación de quitarle el bikini y llevarla a la cama, o a la piscina directamente. Sonrío para mí mismo. Estiro el brazo lentamente hasta la parte de arriba de su bañador, tiro del nudo muy despacio, sin querer despertarla, de hecho lo consigo.
Me incorporo un poco y apoyo las manos a ambos lados de su cuerpo. Agacho la cabeza y le beso la mejilla dulcemente.
Abre los ojos al instante, asustada y coje aire muy rápido, cómo con miedo a que se le escape. Suelto una carcajada.
-Hugo joder -se queja tratando de apartarme- tengo sueño, necesito descansar un poquito...
La miro y me muerdo el labio.
-Lo siento cariño, no he podido evitarlo -hago una mueca de inocencia- pero ha sido culpa tuya, duermes casi desnuda y claro, luego pretendes que me quede quieto..
Señalo con la mirada sus pechos desnudos por completo. Sonrío con malicia. Ella se tapa de inmediato con ambas manos, casi diría que con una pizca de vergüenza. De inútil vergüenza a estas alturas.
-Te vas a cagar -contesta apretando los labios, yo sigo encima de su cuerpo- olvídate de mí esta noche, gracioso.
-¿Es una amenaza? -arqueo las cejas y chasqueo la lengua negando con la cabeza.- no deberías amenazarme.
-¿Ah no? -sonríe muy tranquila- ¿Y por qué si puede saberse?
-No sé -le robo un beso rápido y prosigo- está la piscina un poco cerca de más, ¿No?
Echo la vista hacia atrás mirando el agua y después vuelvo hacia delante para sonreírle. Tiene los ojos muy abiertos y contiene la respiración.
-Hugo no -dice muy seria.- no te atreverás...
-¿Me estás retando? -pregunto al tiempo que me pongo de pie y la observo desde arriba, coloco los brazos en la cintura y frunzo el ceño.
-Cariño no...-dice muy bajito y se le escapa esa risa que precede a una pizca de miedo.
-Demasiado tarde -susurro.
Me agacho y agarro su cintura con fuerza para despegarla del césped. Grita, grita mucho y eso me gusta aún más. La cargo sobre mis hombros, su biquini hace tiempo que quedó atrás, está semidesnuda. Llego al borde de la piscina con ella en brazos, golpeándome la espalda, arañándomela y si me descuido me da un mordisco.
-Hugo para por favor -suplica cuando estoy a punto de saltar con ella a la piscina.- lo siento.
Me compadezco y la dejo en el suelo, ella de espaldas al agua y yo mirándola. Sonrío y sujeto sus manos.
-No vuelvas a hacer eso, no ha tenido gracia. -advierte amenazante.
-Tranquila, ya puedes irte, no te voy a hacer nada -levanto los brazos e inevitablemente la vista se me va hacia su cuerpo completamente bronceado.- pero dame un beso antes ¿No?
Lo piensa unos segundos y termina por acceder. Se acerca a mi boca de puntillas y me besa. Sus pechos desnudos se pegan a mi piel y el pulso se me dispara como si tuviese una bomba pegada al cuerpo. Desliza su lengua por mis labios muy lentamente. Sonríe. Tímida y sensual. Apoyo mis manos con fuerza en sus caderas y antes de que se de cuenta, doy un par de pasos hacia delante, y los dos caemos con fuerza al agua. Sale a la superficie haciendo aspavientos.
-Eres gilipollas ¿Te lo habían dicho alguna vez? -dice mientras se aparta el pelo de la cara y se seca los ojos.
Suelto una carcajada y tiro de su mano. La pego a mi cuerpo, la rodeo por completo.
-Lo siento -me disculpo entre risas- pero estás más guapa así.
-Que no me toques -alza un poco la voz y mira hacia abajo- y súbete el bañador por dios.
Con el impacto, el bañador se me ha escurrido un poco , dejando casi una peligrosa vista por la parte de  delante.
-¿Por qué, es que esto te distrae? -inquiero divertido.
Me mira repetidas veces y termina por sonreír y echar un poco la cabeza hacia atrás.
-Oye -susurra, y de un salto aún con el cuerpo sumergido hasta las clavículas, rodea con sus piernas mi cintura. Se agarra con fuerza a mi nuca y pego las manos en su culo.- tengo que decirte una cosa...-sisea mientras me roza la piel con los labios.
-¿Qué cosa? -pregunto besándola con fuerza.
-Esta noche...-deja caer sin perder las maneras tan sensuales que lleva encima.
-¿Si...? -digo mirándole los labios, en un bucle espacio-tiempo en el que nos besamos segundo sí, segundo también.
-Esta noche vienen mis padres a cenar -concluye sin perder la sonrisa- tenemos que contarles que hemos vuelto.
-¿Cómo? -me echo un poco hacia atrás y me aclaro la garganta.
-Bueno, en realidad, eres tú el que tienes que contárselo. -fuerza una sonrisa y vuelve a besarme para que no le conteste.
-¿Yo? -pregunto cuando le da una tregua a mi boca.
-Si, tú -acaricia mi nuca despacio- y hazlo con tacto ¿Vale? Ya sabes que a mi madre no le caes demasiado bien desde que lo dejamos.
-Dios, lo que hay que hacer por amor -suspiro.
-Deja de quejarte -da un golpe en el agua y me mira risueña- tú sólo sonríe, con eso será suficiente -dice convencida- bueno no y una cosa más...
-¿Qué cosa? -resoplo divertido.
-Bésame.
 Se puede matar a un hombre con esa única palabra, sin necesidad de mucho más. Me pide que la bese. Lo hago. Y me río en medio del beso, porque soy feliz. Mucho. Porque con ella yo soy mucho más feliz de lo que en los libros dicen que se puede. Mucho más.

Aquella noche, estaba nervioso. Sudaba. La camisa blanca que había elegido ella horas antes, chorreaba nerviosismo a raudales. Me colocaba el cuello una y otra vez mientras daba vueltas por la casa.
-Amor ¿Puedes tranquilizarte? -dice calmada mientras abre una botella de vino- ni que fuera la primera vez que cenamos con mis padres.
-Lo sé -admito- pero me has acojonado con lo de tu madre.
Se ríe y me mira por encima de la copa mientras da un largo trago.
-No te asustes -camina hacia mí y me alisa la camisa con la palma de la mano- has perdido puntos nada más...
-Ya, ¿Pero cuantos más o menos? -la persigo mientras suspira e ignora mi pregunta- ¿Del uno al diez cómo le caigo a tu madre? ¿6? ¿5?
Va contestar, cuando suena el timbre. Me pongo blanco. El pulso se me acelera y ella lo nota.
-Hugo por favor, respira -mueve las manos de arriba a abajo y me obliga a respirar a su ritmo.
Asiento con una sonrisa y se da por satisfecha. Caminamos hasta la puerta, ella delante.Cuenta hasta tres mentalmente antes de abrir, y se pinta una enorme sonrisa.
- ¡Mamá, papá ! -abre los brazos y su señora madre le planta un pedazo de beso en la mejilla.
Yo me quedo un poco más atrás, creo que ni si quiera me han visto todavía. Bueno sí, la andaluza me mira de arriba abajo con una expresión no demasiado agradable.
-Hombre, el qué faltaba...-cruza un poco las manos y me mira muy de frente, yo solo quiero esconderme bajo tierra- ¿Tú qué haces aquí?
-Bueno yo...-comienzo a hablar con una inmensa sonrisa cuando me interrumpe.
-Si, si, mi niña me ha dicho que has venido a vivir aquí porque no encuentras piso ..-niega con la cabeza- si es que..., si es que...
Abro mucho los ojos y miro a mi mujer, que se disculpa con la mirada y se encoge de hombros. Respiro y tomo aire.
.-Buenas noches Pepe -asiento y le doy la mano, él me corresponde con la misma amabilidad que ha derrochado siempre su hija.
-Buenas noches hijo, ¿Qué tal va todo? ¿Muchos conciertos?
-Sí, todo perfecto -sonrío y me hago a un lado invitándoles a pasar.
Malú se sujeta a mi brazo con fuerza y los cuatro caminamos hacia la mesa.
La cena transcurre mejor de lo que pensaba, aunque su madre sigue mirándome cómo si hubiese matado a alguien. el ambiente es más distendido de lo que pensaba.
Miro a mi chica repetidas veces. En realidad hay que ser un poco tonto para no darse cuenta de todo lo que se cruza cuando nos miramos. Y me sonríe. Y a mi solo me dan ganas de que se vaya todo el mundo y la cama se nos quede pequeña. Pero todavía me queda mucha cena por delante.
-Bueno, y a todo esto -dice Pepi dando un pequeño golpecito en la mesa- ¿Vosotros cuando váis a firmar el divorcio? Porque muy amigos los dos, pero...
-En realidad mamá...-interrumpe ella mientras me sujeta la mano por debajo de la mesa.
-No, en realidad nada cariño -sigue hablando cómo si el mundo se fuese a acabar- las cosas hay que terminarlas cuando hay que terminarlas, si no después, ninguno de los dos levanta cabeza -golpea ahora sí, con más fuerza el mantel- ¿Pero no te ves, que estás delgadísima? No puede ser esto..
-Estamos juntos -suelto de repente- hemos vuelto.
Se hace un tremendo silencio. Parece que todos dejemos de respirar en ese instante. La andaluza nos mira a los dos una y otra vez. Y a Pepe se le escapa una risa que esconde detrás de su servilleta.
-¿Cómo? -dice por fin.
-Eso -repito de nuevo- que hemos vuelto, estamos juntos, vivimos juntos, estamos casados, como lo quiera usted llamar...
Malú me da una patada por debajo de la mesa, igual me he pasado un poquito. Pero sólo un poquito.
-Mami, lo que Hugo quiere decir -comienza a hablar y me acaricia el brazo- es que nos queremos y tras pensarlo mucho los dos....hemos decidido darnos otra oportunidad.
-¿Otra? -responde ella- ¿Pero cuantas van ya?
.-Sí mamá, otra -contesta un poco cabreada- pero si a ti Hugo siempre te ha encantado...
Cuando escucho mi nombre sonrío y le doy un trago a mi copa. Me está costando respirar.
-Si hija, pero después de todo lo que pasó -duda unos instantes y continúa- no sé, no tengo yo muy buenas sensaciones...-concluye con el acento sevillano que ha heredado su niña
-Quiero mucho a su hija, se lo aseguro -sonrío y sigo sin entender por qué le sigo tratando de usted- esta es la definitiva, prometo que no le haré más daño.-levanto los brazos un poco en señal de inocencia.
No le convence demasiado lo que oye y hace una mueca de desaprobación.
-Pepi coño -interviene mi suegro- si al chaval se le ve que es buena gente, ya lo sabemos.-me señala con la mano derecha- se quieren mucho, no te metas.
-¿Me vas a decir tú a mí se me tengo que meter o no? -se gira hacia él y le come con la mirada, en el mal sentido de la frase.- mira Pepe, no me calientes eh, no me calientes.
Él resopla y mira hacia otro lado.
-Bueno...-nos mira a los dos y suspira- si os queréis yo no digo nada -se encoje de hombros- hacen falta más personas en el mundo que se quieran así, eso es verdad.
Respiro aliviado y noto que ella siente lo mismo. Sonreímos, muy de verdad.
-Gracias mami -se levanta de la mesa y le da un tremendo abrazo.
Todos hacemos lo mismo unos con otros. Porque se nota, y se siente, que el amor en esa casa, está más que presente.

Tiempo después, los dos estamos tumbados en cama. Mirando al techo. Tranquilos y con la seguridad de que todo irá bien. Muy muy bien.
-Gracias por lo de hoy Hugo -dice mientras apoya la cabeza mucho más cerca de la mía y me acaricia la mano- sé que ha sido un poco complicado.
-Bueno, sí, lo ha sido -admito riendo- pero por ti, lo que tú quieras.
Lo digo de verdad. A estas alturas ya no es un secreto, ni para vosotros ni para mí, que haría cualquier cosa por ella. Hoy y mañana también. Y eso es querer de verdad, por encima de todo, qué es permitidme que os diga, de la única forma en que se puede querer.
-Qué suerte he tenido contigo.. -suspira y se muerde el labio.
Me mira y sonríe lentamente. Y se queda así, durante un tiempo que lejos de parecerme eterno se me queda en nada. Y os juro, que la miro y la veo muy distinta a otras veces. Tiene algo especial, sí, todavía más que antes. Estira su mano ,coge la mía y la coloca en su abdomen. Me acaricia el pelo con la otra. Juro que quiero decir algo, pero me parece que molesto. Se levanta un poco la camiseta, no sé si porque tiene calor o porque tiene ganas de mucho más esa noche. En cambio, solo toma mi mano y me obliga a acariciarla muy lentamente desde el principio más principio de su abdomen hasta un poco más arriba. Me gusta tocar su piel, lo reconozco, su tacto, la manera en la que mis dedos la rozan. Despacio y sin miedo.
-¿Qué pasa? -pregunto sonriendo sin entender a qué se debe lo que hace.
-Pasa que a partir de ahora vas a acariciarme mucho más aquí -señala con la mirada y devuelve sus ojos a los míos.- cariño, estoy embarazada.

lunes, 28 de julio de 2014

CAPÍTULO 68. LA VIDA CONTIGO.

Cuando una mujer cómo ella, te suelta una frase así, solo puedes explotar o temblar. En mi caso fue un poquito de las dos. Estaba desnuda, por completo, subida encima de mi cintura y por primera vez en mucho tiempo me entró el vértigo a lo que viniese después. Fue cómo una sensación de ganas y nerviosismo unido a que estaba tan jodidamente excitado, que todo lo que hubiese querido hacer, no sería nunca suficiente.

Bajó su torso hasta besarme la boca, apoyando las manos en mi abdomen. Primero muy despacio. Coordinando su lengua con la mía. Y fue tan largo el beso, que tuve la sensación de que donde terminaban mis labios empezaban los suyos. Gimió en mitad del beso cuando le mordí los labios. Me encantó que lo hiciese. Sonrió despacio, con la luz suficiente para que yo supiese que esa sonrisa iba a matar. En todos los sentidos. Bajé las manos por su cuerpo, y las adapté perfectamente en mi sitio preferido de sus caderas. Quería seguir más abajo, mucho más abajo.
-¿Piensas desvestirte? -susurra con una sugerente risa- ¿O vas a hacerlo con la ropa puesta ?
-Tenía pensado que me la quitases tú. -contesto  mientras siento que se coloca con exactitud sobre mi entrepierna y comienza a tirar de mi camiseta hacia arriba ,sin hacer muchas más preguntas.
No se le resiste nada. Ni la hebilla de mi cinturón, ni la cremallera. Disfruta haciéndolo. Creo que es una de las partes que más le gusta de todo esto.
-Ya está -dice decidida cuando me baja los pantalones hasta los tobillos.
Una vez desnudos los dos, sujeto sus brazos y la lanzó con fuerza sobre el colchón para ponerme sobre ella. Se ríe. Preciosa, y seductora, se ríe. Vuelvo a besarla. Con amor y con una pasión comparable a pocas cosas. Me muerde la oreja y suspira lentamente al hacerlo. Me quejo con un suave gemido y me llevo la mano a la oreja.
-No finjas que no te ha gustado -dice mirándome muy de frente y vuelve a besarme- cómo si no te conociese.
Arquea las cejas y me mira atenta. Tiene razón joder, me pierde que haga esas cosas. Disfruto de ese dolor, de sus mordiscos y de las maneras desinhibidas y locas que tiene hasta en el sexo.
Le beso el pecho. Y le acaricio las piernas, luego lentamente las separo un poco y empiezo a tocarla. Ella también está que no puede más, siento cómo se mueve poco a poco bajo mi mano. La deslizo con suavidad y la escucho gemir. Me gusta verle la cara cuando está a punto de explotar. Se muerde el labio y se encoje un poco por el placer. Estira su mano y se agarra a mi nuca, mientras sigo moviendo mis dedos en su entrepierna. Sonrío. Adoro sus maneras cuando se deja ser ella misma, rendida al deseo, al placer o al orgasmo. En esos instantes me gusta todo de ella. Todo. Acerco mi boca hasta sus pechos y hago círculos en ellos con la lengua. Se ríe en medio de tantos suspiros. Y yo lo hago con ella.
Abre un poco más las piernas, disfruta y al mismo tiempo quiere que pare ya. Es una incoherencia propia de esos momentos. Cuando el placer es tantísimo, que hasta duele. No paro. Agilizo el movimiento de mis dedos dentro de ella.
-Dios...-suspira con una mueca indescriptible- para, para...
Sé que no lo dice en serio. De hecho esas palabras solo me hacen sonreír y facilitarle el orgasmo con un movimiento certero. Relaja el cuerpo y me abraza. Me besa. Su cabeza sobre la almohada, su pelo suelto, desordenado cómo el revoltijo de emociones que tiene que tener ahora por dentro.
Apoya sus manos en mi pecho y me obliga a que sea yo ahora el que se tumbe. Agarra mis muñecas y las coloca sobre mi cabeza. Acaricia mi abdomen, lo palpa mientras me sonríe.
-En estos instantes -dice mientras me besa la comisura de los labios- creo que eres el tío más bueno del mundo.
-En estos y en todos cariño -le sonrío y tiro de sus caderas hacia delante, pero me frena.
-Quieto -susurra- me toca a mí.
No me opongo. Ni muerto me opondría a que una mujer como ella te suelte algo cómo eso en la cama. Acomodo mi cabeza, con una buena vista hacia todo su cuerpo. Me besa el cuello. Lo recorre, lo camina, lo siente, y lo disfruta. Desliza sus labios, con dulces y acalorados besos por mi cuerpo, hasta el borde de mi abdomen. Baja más allá. Cierro los ojos. Juguetea, libre y despreocupada. Le acaricio el pelo. No puedo casi ni respirar ya, aprieto los dientes con fuerza, mientras ella sigue a lo suyo.
-Joder -gruño con la boca entreabierta.
La siento sonreír desde abajo. Y sin aguantar más, me escapo al puto nirvana del placer durante un instante. Grito y me mojo los labios, al intentar respirar un poco más tranquilo. No me da ninguna tregua. Se sube a horcajadas sobre mí. Y rompemos los límites, acabando con cualquier ínfima distancia que se esté interponiendo entre nosotros. Sujeto sus caderas. Ella arquea el cuerpo hacia arriba una y otra vez. Hacemos el amor. Es tan simple cómo eso, y tan complicado a la vez. Cualquiera que haga el amor se le permite sentirse el rey del mundo por un tiempo. Sentirse grande, gigante, inmenso. Un dios.
Me incorporo un poco. Estamos los dos sentados, ella sobre mí y yo sobre las sábanas. Entrelazados. Por los labios y por alguna que otra parte del cuerpo. Rodeo su espalda con mis manos aunque me da la sensación de que quiero recorrerle hasta la piel que no tiene. La estrecho fuerte contra mí. Y llegamos juntos, al Everest de las sensaciones. Cuando siento esa inmensa sensación incapaz de ser descrita por cualquiera, creo que no necesito que exista el mundo más allá de ella. Y el orgasmo, es solo la inevitable consecuencia de hacer el amor. Ella se ríe derrumbándose sobre el colchón. Casi exhausta, sudada, mojada y no sólo de sudor. Con el pelo que se le pega a la cara y se ríe con ella.Nos abrazamos juntos, así, tocados, agotados, y extremadamente felices. Sobretodo eso. Y sonriendo nos besamos. La quiero. La quiero tanto que no lo aguanto.
-Nena...-susurro mientras apoya su cabeza en mi pecho, agotada.
-¿Si?
-No me dejes...- contesto con un largo suspiro, pero un suspiro feliz, el más feliz de todos.
Y no sé por qué, pero lo digo. Y casi me arrepiento. Y ella se queda un momento en silencio. Después se separa de mí y me mira curiosa. Luego lo dice despacio, casi susurrándolo.
-Hemos hecho el amor -se ríe.- hemos hecho el amor.
No la entiendo y levanto las cejas algo perplejo.
-Sí, creo que no es la primera vez...-digo secándome el sudor de la frente- me suena ese lunar que tienes en la espalda...
-No es eso idiota -se da la vuelta sobre si misma y apoya su barbilla en mi torso- la última vez sólo fue sexo, no sentí nada.-niega con la cabeza- ¡Hoy hemos hecho el amor!
Me río y le acaricio la mejilla. Miro al techo y sonrío sin creerme que existan personas cómo ella.

Media hora después los dos estamos metidos en la bañera, el uno frente al otro, y con una copa de champán en la mano. Está guapísima tras hacer el amor. Cómo todo el mundo supongo. La larga melena mojada, le llega hasta los pechos, cubriéndolos sutilmente.
-¿En qué piensas? -pregunta de repente frunciendo los labios.
-¿Yo? En lo rico que está el champán...-doy un sorbo a la copa y la miro- y en lo bonito que es estar aquí contigo.
Sonríe con dulzura y apoya la cabeza en el borde, haciendo que el agua suba un poco más hasta su cuello.
-¿Qué vamos a hacer cuando volvamos a Madrid? -dice ladeando la cabeza, con un toque de preocupación.
-¿Cómo que qué vamos a hacer? Estar juntos. -afirmo seguro. Muy, muy seguro.
-Ya, pero ¿Volveremos a vivir juntos, ir a los eventos juntos...? -cuestiona poco convencida.
-Sí, ¿No es lo que tú quieres? -pregunto frunciendo el ceño.
-Claro que sí, pero quería saber si tú estabas seguro -dice, y se sacude el pelo levemente.
-Créeme, estoy seguro -me incorporo un poco y entrelazo mi mano con la suya- tengo ganas de volver a lo de antes, vivir contigo, ya sabes -me encojo de hombros- todas esas cosas.
Sonríe y niega con la cabeza.
-¿Cómo si nada hubiese pasado? -inquiere divertida, está poniéndome a prueba y se le nota demasiado.
-No -niego inmediatamente- nos ha pasado de todo, no vamos a fingir que no -sonrío tranquilo- será distinto, pero mejor.
-¿Por qué será mejor? -pregunta riendo.
-Ya sabes, estoy más guapo que la última vez. -golpeo levemente mis abdominales y la miro.
Suelta una carcajada y me salpica un poco. Se toma su tiempo. Moja los labios en el champán y da un buen trago. Cierra los ojos y cuando los vuelve a abrir me está mirando.
-Vale -afirma muy segura. Quizás más segura de lo que yo esperaba.- pero se lo dirás tú a mi madre, te odia un poco desde lo de la última vez...
-¿A mí ? -abro un poco los ojos- a saber qué le has contado...
-Yo nada -chasquea la lengua y levanta un poco las manos- solo la verdad.
-No sé -agacho un poco la cabeza- ganarme a mi suegra otra vez no era lo que tenía pensado, creo que es mejor que lo dejemos...
Me hago el afectado y cuando se echa hacia delante para ver qué me pasa, me río sin poder evitarlo.
-Eres idiota, no bromees con eso -advierte muy seria.
-Era broma cariño -tiro de sus manos y la tumbo sobre mi cuerpo- cuando volvamos reuniremos a mi familia y a la tuya y se lo contaremos ¿Vale? -beso su pelo y le rodeo la cintura.
-Vale -asiente un poco más tranquila- Hugo...
-Dime.
-No quiero volver a estropear esto -gira la cabeza para mirarme a los ojos- para mí es muy importante hacer las cosas bien -me habla convencida y en esos instantes sé que me está abriendo el corazón y el futuro con esas palabras- quiero que seamos felices y esta vez va en serio -sonríe.
-Lo sé -asiento- y lo haremos.
-¿Me lo prometes?
-No, la verdad es que no -niego con la cabeza y ella frunce el ceño- te lo demuestro.
La beso. La pillo desprevenida, que es cómo mejor saben los besos.
-Te diré una cosa -dice entremedias del choque de nuestros labios- tienes el don de decir justo las palabras exactas que hacen que algo se me dispare dentro -sonríe- no lo malgastes, tendrás que utilizarlo cuando seamos mayores y te odie por no llevarme a unas vacaciones al Caribe sin niños.
-¿Tienen que ser al Caribe? -pregunto alterado- ¿No te vale que te lleve al pueblo?

Se ríe sin poder evitarlo y se envuelve en mis brazos con una calma infinita. Y a mí solo me apetece volver a empezar de nuevo, si es que alguna vez habíamos terminado realmente. Porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con una persona, quieres que el resto de tu vida empiece lo antes posible.

Cuando llegamos a Madrid, juntos, tras un par de días más de viaje con ella, una inmensa marea de periodistas nos espera en el aeropuerto. Durante meses tras la boda, fuimos la pareja preferida de la prensa y de todo el mundo, no nos escondíamos demasiado, simplemente vivíamos nuestro amor sin tapujos. Acudíamos a los eventos, a los premios juntos y nos dejábamos ver en los conciertos del otro. Cuando lo dejamos y la noticia se filtró, estuvieron semanas sin dejarnos vivir, hasta que el boom dejó de serlo. Incluso cuando cantamos juntos, el vídeo estuvo en YouTube en cuestión de minutos, y Twitter y los medios de comunicación se revolucionaron al instante. Así que, ahora que volvíamos de Roma, más juntos que nunca, la situación volvería a ser totalmente agobiante.
Salimos por la puerta de Llegadas, de la mano, con personal de seguridad rodeándonos y cargando con las maletas como podíamos. En un instante nos encontramos inmersos en una nube de cámaras, micrófonos y preguntas indiscretas.
-¿Confirmáis que estáis juntos de nuevo? -preguntó uno acercándole el micrófono a Malú a la boca con decisión.
Nosotros sólo nos mirábamos y reíamos. Solo intentábamos avanzar hasta el coche pero se hacía imposible.
-Hugo, ¿Son ciertos los rumores de una posible relación con una mujer que trabaja contigo de manera cercana? -preguntó una chica, al tiempo qué se ponía delante de los dos sin dejarnos avanzar.
-¿Qué? No -negué sin pensármelo y alzando la voz- créedme que no ha habido más relación que esta...-dije haciendo referencia a nosotros.
Aunque necesité contestar a esa pregunta, había cometido el error de principiante de contestar dándoles un titular para la próxima portada. Malú me miró suspirando y me echó la bronca con los ojos y con una mueca de desaprobación.
-¿Y qué hay de la reciente noticia de que hayas estado con otro hombre durante tu gira a México? -esta vez, se dirigió a Malú, que se quedó quieta al instante.
Por mi parte no tenía ni la más mínima idea de lo que aquella periodista estaba hablando. Fruncí el ceño y esperé su siguiente movimiento. Se puso tensa y ni si quiera respiró.
-Claro que he estado con otro hombre -admite sin pensárselo dos veces- concretamente en mi banda, con la que haga todos los conciertos, hay seis. -dijo, y su tono borde sonó demasiado evidente- ahora si nos disculpáis, tenemos mucha prisa por irnos juntos de una vez. -forzó una sonrisa y avanzó con muchísima decisión entre los periodistas. Conseguimos llegar hasta el coche, dando esquinazo a la prensa. Resoplamos cansados. Me miró, ya sentada en su asiento, y sonrió sin creerse lo que acababa de hacer.
-¿Sabes una cosa? -dije acariciando su pierna.
-¿Qué? -preguntó en un suspiro.
-Me pones un montón cuando hablas así.
Se ríe y me besa. Y eso con ella, siempre ha sido una buena respuesta.



sábado, 26 de julio de 2014

CAPÍTULO 67. DESEOS CUMPLIDOS.

Roma curaba heridas, y yo lo sabía. Necesitaba pasear. Olvidar. Recorrer las calles mágicas de aquella ciudad y evitar recordar todo lo que un día había vivido en ella junto a alguien. Me costó, ya sabéis, fingir que esta catástrofe emocional no era para tanto. Qué, que esto pasase algún día, era una de las opciones. Y en gran parte, el dolor que tenía ahora en el pecho, era culpa mía. Me gusta besar, enamorarme de verdad y cuando pones tanto en esas cosas, lo más normal es que salgas lleno de cicatrices. Y las cicatrices son pruebas de que has vivido.

Eran ya altas horas de la noche, pero Roma parecía no dormir todavía. La iluminación de las calles más importantes, seguía encendida. Aún quedaban turistas recorriendo las plazas emblemáticas del centro de la ciudad, o parejas enamoradas disfrutando de la paz que suponía el centro romano a esas horas.

La Fontana di Trevi siempre había sido mi sitio favorito. Ella me dijo una vez que no te puedes ir de Roma sin haber pedido antes un deseo allí. De hecho lo hicimos, pero yo me quedé tan atontado mirándola mientras lo pedíamos, que se me olvidó hacerlo. Ella en cambio se había concentrado mucho en su deseo, "si te lo digo, no se cumple", me contestó aquella noche.

Me acerqué lo suficiente a la fuente como para admirarla por completo. Era un lugar asombroso. Suspiré. Necesitaba volver a aquel momento. Donde nada había pasado, donde todavía no nos habíamos destrozado mutuamente tantas veces, y arreglado otras tantas. He soñado muchas veces que volvía allí, con ella. A ser nosotros. A aquel momento.

- ¿Sabes qué deseo pedí cuando vinimos aquí hace años? -me sorprendió una voz a mi espalda. Caminaba lentamente hacia mí, con los ojos rojos, y una sonrisa melancólica. No le contesté, porque el corazón se me había parado, pero ella no lo necesitó, siguió hablando.- pedí ser feliz contigo mucho tiempo. No especifiqué cuanto cuando lo pensé aquella noche, solo quería ser feliz contigo.-sonrió y se colocó frente a mí- y se cumplió...-dijo mojándose los labios.- eres la persona que más feliz me ha hecho en la vida.
-Malú...-alcancé a pronunciar titubeante, entre el poco aire que conseguí coger por la sorpresa y que me dolían hasta las venas. Pero no quiso dejarme continuar.
-Siempre he estado enamorada de ti. -afirmó con un suspiro- mucho antes incluso de lo que tú habrías pensado. Cuando cantaste en el estudio la primera vez, cuando me invitaste a cenar el primer día, o cuando pisamos juntos la playa de Barcelona, ya estaba enamorada de ti. -se mordió el labio reteniendo las lágrimas- Y la verdad, desde entonces nunca te he olvidado, siempre has estado aquí.
Nos miramos brevemente. No quería perderme ni un segundo de lo que estaba diciendo. Dio otro paso más hacia mí y me miró a los ojos.
-Estoy jodidamente enamorada de ti -añadió con la emoción y las lágrimas a puntito de estallar.
Me abrió los labios. Suave y lentamente, como si quisiera que el momento durase un poco más. No tuve que moverme, aunque tampoco habría podido. Me besó. Se puso levemente de puntillas, y me besó. Nos besamos y me resultaba familiar. Sé exactamente cómo encajamos juntos, con mi brazo alrededor de su cintura, sus manos en mi pecho, la presión de sus labios en los míos. Sin embargo esta vez debería parar. Sé que tengo que parar.
-Espera...-murmuré apartándola de mí con suavidad- ¿Qué siginifica esto?
-He leído tu carta....-contestó visiblemente afectada y con las lágrimas bajando por sus mejillas- he leído tu carta y me he cabreado...-fruncí el ceño ante la incoherencia que acababa de decir- sí que nacimos para estar juntos -alzó un poco la voz- tú sí que naciste para mí.
Sonreí, tuve que hacerlo aunque no estuviese de acuerdo con lo que estaba diciendo.
-Nos hemos hecho mucho daño...-resoplé y ladeé la cabeza- quizás no deberíamos haber estado juntos y ahora...
-Déjame hablar idiota -me interumpió con una leve risa y enjuagándose las lágrimas. Suspiré y asentí en silencio. Sabía lo mucho que le costaba expresar ciertas cosas.- siempre hay un mañana, y la vida nos da oportunidades para hacer las cosas bien. Y quiero hacer las cosas bien contigo -aseguró con una voz firme, mientras la gente paseaba ajena a nuestra escena- porque te quiero, y tú también me quieres.
-No todo es tan fácil, cómo, yo te quiero, tú me quieres -contesté- tienes que estar segura de lo que sientes. O nada funcionará.
-Por eso -me respondió en el acto sin piedad- Yo nunca he dicho "te quiero" sintiéndolo de verdad. A nadie. Solo he dicho esas cosas de mentira, porque yo nunca he querido a nadie, Hugo. Les he mentido a todos, siempre. -aseguró con un nudo en la garganta- creo que al único hombre al que no he mentido en esto has sido tú.
-Vaya, viniendo de ti, eso es todo una declaración de amor -sonreí.
Nos reímos juntos. Y me pareció horrible que los demás se estuviesen perdiendo su risa. Es agotador para aquellos que han visto un milagro tener que convencer a otras personas de que la magia existe.
Estiro la mano y acaricio su mejilla con suavidad. Aprieta los labios con fuerza y retiene la emoción con una mueca de amor y dolor juntos.
-Te quiero, lo sabes -le dije secando sus lágrimas- pero, no quiero que esto vuelva a ser otro intento en vano -negué con la cabeza- necesito que me asegures que me dejarás quererte como mereces que te quieran. En todos los sentidos.
Sonríe. Se acerca con fuerza a mi cintura y pega nuestras frentes por completo. Suspiramos a la vez.
- Ah, y necesito que seas sincera -añadí.- esa sonrisa tuya podría significar cualquier cosa.
Vuelve a reír junto a mi boca. Me dan ganas de besarla pero me contengo.
- Vale -asegura y se pone en situación conteniendo la risa- Hugo, te soy totalmente sincera -pronuncia poniéndome ojitos.- cuando te digo que te quiero, y que quiero quererte y que me quieras toda la vida.
Hay veces que no puedes explicar lo que siente el corazón cuando oye ciertas cosas, esta vez fue una de ellas. Y solo encuentro un beso para responder a su frase. Porque mis labios y mi lengua siempre se han expresado mejor que yo. Sonríe a mitad del beso, y hace que mi boca se resista cuando se echa hacia atrás, impidéndome besarla de nuevo.
-¿Te apetece pedir otro deseo? -pregunta mirando de reojo a la fuente.- se cumplen eh, te lo digo yo...-me abraza por la cintura y se apoya en mi pecho.
Saco un par de monedas del bolsillo de atrás de mi pantalón y le tiendo una mientras nos damos la vuelta, dejando la fuente a nuestra espalda. Esta vez sí pido un deseo. Que no os diré porque si no, no se cumple, ¿no?.
Ella, tras cerrar los ojos con mucha fuerza los abre de nuevo y me mira.
-¿Sabes?  tengo la sensación de que mi deseo se cumplirá pronto -sonríe con seguridad.
-¿Ah si? -pregunto cogiéndole de la mano.
-Sí -dice besándome de nuevo, con una sonrisa que da pie a demasiadas cosas- ya sabes, intuición femenina.

Una hora después estamos en la habitación del hotel. Sobre la cama. Abrazados todavía con la ropa puesta. Todavía no nos hemos dicho demasiado, simplemente hemos dejado que el momento suceda. Porque hace una noche maravillosa para dejarse querer. Los dos teníamos los ojos cerrados, y parecíamos felices allí tumbados. Si encuentras a una persona así, alguien a quién puedas abrazar y con la que puedas cerrar los ojos a todo lo demás, puedes considerarte muy afortunado. Aunque solo dure un minuto, o un día.
-¿Por qué ahora? -pregunto de repente- ¿Por qué te has dado cuenta de todo esto ahora?
Ladea la cabeza para mirarme y me coloca el tupé con suavidad.
-No sé -se encoge levemente de hombros- leí tu carta y...noté un fuerte dolor justo ahí - se ríe suavemente y pone su mano sobre mi corazón. Sonríe- no sé si eso era amor, pero creo que vale la pena arriesgarse por un dolor cómo ese.
-Eres maravillosa -asiento sonriendo, agarro cada lado de su cara golpeando mis labios contra los suyos- te quiero tanto -dije, besándola una y otra vez. Sus labios tenían problemas para seguirme.
-Sólo recuerda eso, cuando dentro de cincuenta años tengas que seguir aguantándome -se ríe y tira con fuerza de mi camiseta para morderme los labios.
-No me importaría en absoluto -reconozco- será un honor para mí aguantar tu malhumor. Le gusta lo que oye. Me besa el cuello.
 -Tengo que hacerte una pregunta...-dice apartando su boca de mí.- ¿Has estado con alguna durante este tiempo ? Alguna se te habrá acercado..
Suelto una carcajada y luego me mira muy atenta. Nunca he entendido que pregunte ciertas cosas, que se dan por supuestas.
-Yo te elegí a ti -digo un poquito más serio- y aunque vengan mil, te sigo eligiendo a ti.
Sonríe muy ampliamente. Y con esa pizca de amor divino que le pone a todo, me susurra algo al oído. Algo que queda ahí, solo para los dos. Ni si quiera vosotros llegaréis a saberlo algún día. Fue demasiado nuestro.
Y tras sonreír y hacer como si nada, suspira.


-Amor tienes que ponerme al día -dice dándose la vuelta y apoyándose en el almohada sobre su brazo derecho. Me mira.- ¿Qué has hecho en estos dos meses?
-¿A parte de echarte de menos? -pregunto levantando las cejas.
-Sí, a parte de eso...-suspira sonriente.
-Trabajar, como tú -preciso- he empezado ya a grabar el nuevo disco, cuando volvamos a Madrid te lo enseñaré...
-Me lo cantarás, quieres decir -dice mordiéndose la lengua- tengo ganas de ver a tu familia y de que veas a la mía...
Hacía tanto que no hablábamos de esas cosas, hacía tanto que no eramos una pareja de verdad... Tenía ganas de todo con ella. Lo dije después de que nos casásemos y lo mantengo ahora, ella es las ganas más bonitas que he tenido de estar con alguien. En todos los sentidos.

-Por cierto...-añade levantando poco a poco mi camiseta y echando un vistazo a mi abdomen- ¿Has ido al gimnasio?  Estás más, más....-busca las palabras y sonríe seductora- estás más sexy.
-¿Ah si ? -digo, y la beso- te parecerá una tontería, pero, tenía esperanzas de que volviésemos y...-me paso una mano por el pelo- te he comprado un regalito.
-¿Qué? ¿En serio? ¿Donde está? -abre mucho los ojos y se incorpora de golpe.
-En esa bolsa -digo señalando un paquete perfectamente envuelto que está sobre el sillón.
Lo coge, toca el papel, y lo aprieta. Lo mira y lo remira, le da vueltas en las manos. Se decide a abrirlo, rompe el papel y enseguida lo entiende todo. Sonríe divertida y se lo pone por delante. Un camisón de seda negro, lleno de encajes y transparencias. Empieza a bailar con él en la mano hasta detenerse en frente del espejo. La miro a través del reflejo.
-Vaya...-suspira- no sé qué pensar de que me hayas regalado esto.-lo mira una y otra vez- ¿Tan seguro estabas de que iba a caer en tus brazos?
-Bueno ya sabes, fueron veinte segundos de coraje irracional. -me encogí de hombros pensando en aquel consejo que me dio Antonio en su día- No me lo pensé. Me apetecía algo especial si es que te decidías por volver conmigo.-me mira estupefacta a través del espejo y sonríe- no me negarás que hacerte firmar el divorcio para que te decidieses fue una idea genial.
Se ríe y se da la vuelta. Le muestro una sonrisa irresistible.
-Venga, ¿No te lo vas a probar? -sugiero.
-Sí. Pero cierra los ojos -ella empieza a desnudarse cuando se da cuenta de que mis ojos están un poco activos.- no me fío...-apaga la luz.
No se ve nada, solo la luz de alguna farola lejana nos ilumina y las estrellas ocultas se cuelan entre las cortinas cerradas de la habitación. Noto que se acerca a la cama, se sube a ella por mi lado pero permanece apoyada sobre las rodillas. Giro la cabeza, su silueta es perfecta a contraluz.
-Bien...-dice con voz cálida y sensual- ¿Qué tal me queda?
Abro los ojos. La acaricio suavemente con una mano, buscando el tejido de seda. Bajo por las piernas y sigo hacia arriba, más arriba, hasta las caderas, pero no encuentro nada. Está desnuda por completo.
-¿Has visto que camisón más ligero? Casi no se nota.-se ríe.
Se agacha y me da un dulce beso.
-Cariño... -le digo antes de que el calor me consuma por dentro y tenga que quitarme ella misma la ropa- creo que es definitivo, Roma nos sienta muy bien...-sonrío en medio de la oscuridad y le acaricio el pelo- hay más amor en el ambiente que de costumbre.
Se ríe y abre las piernas sentándose sobre mi cintura. Está preciosa aún a oscuras. La noto sonreír y respirar un poco más rápido.
-Deja de hablarme de amor y ven a hacérmelo.

jueves, 24 de julio de 2014

CAPÍTULO 66. FINALES INFINITOS.

Siempre he pensado que hay que saber diferenciar entre las personas que se van porque quieren irse y las que se van porque no saben como quedarse. Nosotros no supimos quedarnos, aunque lo intentamos.  Mucho y de muchas maneras. Y lo peor del mundo, es cuando se te acaban las ganas de seguir intentándolo con alguien. O cuando las tienes, pero no son suficientes.

Dos meses después ya no pensaba tanto en ella. Quizás más de lo que me gustaría, pero era normal. No nos llamamos, de hecho lo preferí. Era mejor así y yo lo tenía claro. Lo peor de todo fue soportar los conciertos siguientes, interpretando canciones que solo hablaban de ella. Y lo que más me gustaba del mundo, terminó por convertirse en una terapia emocional demasiado agresiva.
Una noche, tras terminar una actuación, me encerré en mi camerino. No tenía ganas de ver a nadie. Ni si quiera dejé pasar a gente del equipo. Pero Helena y Antonio, sin desentonar en lo que siempre hacían,  no sé cómo ni por qué, abrieron la puerta dando voces cinco minutos después.
-Hugo, ¿Qué coño te pasa? -gritó el dando un portazo y resoplando con fuerza.
-No le grites, no hemos venido a eso -interrumpió Helena golpeando su hombro con fuerza.
-¿Y a qué habéis venido? -quise saber- no me apetece estar con nadie ahora mismo. Deberíais iros.
Cruzaron miradas. Y asintieron a la vez, resoplaron y Helena fue la primera en sentarse a mi lado en el sofá mientras Antonio agarraba una silla y la ponía frente a mí, con decisión.
-Hugo, estamos preocupados por ti -dijo acariciando mi espalda con cariño, yo apenas me moví - desde lo que pasó con Malú llevas meses raro. Llegas tarde a las reuniones, los ensayos, y sales destrozado de los conciertos...
-Lo sé -la interrumpí- supongo que solo necesito tiempo, nada más, estoy y estaré bien.
Antonio soltó una irónica carcajada al instante. Lo fulminé con la mirada y Helena hizo lo mismo.
-¿Que estarás bien ? -preguntó sabiendo ya la respuesta- no chaval, así nunca estarás bien. -negó con la cabeza- siempre es la misma historia: lo dejáis, te quedas destrozado y vives así, hasta que lo retomáis de nuevo...
-Esta vez no vamos a volver -corregí- es definitivo.
A pesar de la seriedad de mi respuesta él no mostró ni un ápice de cambio en su actitud desafiante.
-Bien pues, en ese caso -asintió con lentitud- creo que deberías dejar de subirte a un escenario hasta que vuelvas a ser tú. Se terminaron los conciertos.
Estaba comenzando a ponerme nervioso. Helena nos miró a ambos y tragó saliva. El clima de tensión aumentaba y aumentaba en el ambiente.
-Mira Antonio, si vienes a tocarme las narices, no es el momento -dije con claridad señalando la puerta.
-¿Y cuando será el momento exactamente? -preguntó con malicia- ¿Cuando te quedes hundido en tu casa solo el resto de tu vida ?
Resoplé con fuerza y apreté los puños.
-Antonio te estás pasando -dijo ella con firmeza sosteniéndole la mirada sin demasiado éxito.
-Mira Hugo -acercó su silla más hacia mí y me habló mirándome directamente a la cara- si algo sé de ti, es que estás enamorado hasta las trancas. Te guste o no, es así. Puedes dejar pasar el tiempo, conocer a más mujeres o hacer lo qué te de la gana, porque eso no va a cambiar .-aseguró rontundamente.- No puedes vivir sin ella, así que no te molestes en intentarlo...
-¿No puedo superarlo algún día? Todo el mundo supera las rupturas y los divorcios y pasa página...
-Vosotros no eráis todo el mundo -concretó.
Helena miraba atenta la escena, a uno y a otro. Agaché la cabeza y suspiré con lentitud. Ella rodeó mi espalda con un brazo e hizo pequeños circulos en mi camisa mientras hablaba:
-Creo que lo que Antonio quiere decir...-le miró unos segundos buscando su aprobación- es que, no vas a poder continuar hasta que no aclares las cosas con ella, seguís casados.
Tragué saliva y los miré a ambos, estaba empezando a recapacitar. O no. Tampoco sabía con exactitud ni si quiera yo, lo que necesitaba hacer.
-La verdad, esperaba no volver a verla. No por ella, si no por mí -aseguré- cómo la vea de nuevo no sé si voy a ser capaz de marcharme otra vez...
-Llámala -sugirió él- ¿O es que no quieres terminar de una vez por todas?
Dude en ese instante si su pregunta era irónica o no. Creo que lo hizo a posta. Utilizó ese tono para que yo mismo me plantease si quería terminarlo o no. Y no lo sabía. Ni hoy, ni hace dos meses.
-Que no la llame a alguien no quiere decir que no quiera terminar con esa persona -contesté.
-Y entonces, ¿Por qué no lo haces? - se cruzó de brazos y los dos me miraron.
-A veces la distancia impide encontrar las palabras adecuadas -afirmé.
-En ese caso, acaba con la distancia -intervino ella con una sonrisa encantadora- búscala, dile lo qué sea que sientas y lo que quieres hacer, y después todo será más fácil...
-No sé, es más complicado que eso...-suspiré y me rasqué la cabeza- no me apetece que volvamos a pasar por lo mismo otra vez. No es justo para ella tampoco.
A partir de mi frase, un silencio sepulcral invadió la habitación. Yo solo esperaba que alguno de los dos dijese algo que me ayudase a terminar de decirme. Buscarla, o dejar al tiempo y la vida pasar. Y fue precisamente el de siempre, Antonio, el que me dijo algo que creo que no se me olvidará jamás.
-Hugo, no me seas cobarde -dijo acompañándose de una leve risa- solo se necesita de veinte segundos de coraje irracional para que las cosas cambien. Te lo aseguro.

Le hice caso, la valentía me llenó el cuerpo. Aunque fuese estúpido o careciese de sentido alguno, la busqué para intentar aclararlo todo definitivamente. Para bien o para mal.
Ella seguía con su viaje interminable de proyectos. Le pedí a Antonio que preguntase por su paradero a los demás jefes de la discográfica. Estaba en Italia, en Roma, haciendo no se sabe qué. Lo reconozco, me jodió bastante que fuese esa ciudad tan nuestra, donde le fuese a decir lo que llevaba días pensando.
Ese mismo fin de semana cogí un avión con destino predecible. Me alojé en el mismo hotel que ella, en el centro de la ciudad, a orillas del río. En cuanto llegué me ocupé de averiguar su habitación, no me apetecía andar con rodeos o temores repentinos. Llamé a su puerta tres veces, ni una más ni una menos. Abrió a la tercera.
-¿Puedo pasar un segundo? -pregunté en cuanto la tuve en frente, evitando pensar en que después de meses sin verla, estuviese todavía más guapa, cosa complicada.
-¿Qué..? -se atragantó en medio de la frase- ¿Qué haces aquí ?
Se quedó pálida, parecía que había visto un fantasma, abrió mucho los ojos, y tardó en volver a soltar el aire de nuevo. Tenía la melena despeinada, y se la agitó con la mano un par de veces por los nervios.
No contesté, simplemente insistí con la mirada y se hizo a un lado para dejarme pasar, sin preguntar mucho más. Caminé hacia el interior de su inmensa habitación en silencio y ella lo hizo detrás de mí, a un paso bastante lento. Giré la cabeza y miré a través de su tremenda terraza, toda Roma se extendía a lo lejos. Pocas ciudades eran cómo aquella.
-¿Puedes decirme ya a qué has venido? -preguntó sacándome de la ventana de los recuerdos.
Ladeé la cabeza hacia ella de inmediato. Estábamos los dos de pie, ella de brazos cruzados y yo sosteniendo un sobre en las manos.
-Sí, he venido a hablar...-pronuncié asintiendo.
-¿Hasta aquí? ¿No podías haberme llamado? -sugirió perpleja.
-Tenía que hablarlo en persona y no me apetecía esperar a que algún día te diese por volver  a Madrid...-mi comentario sonó a reproche pero juro que no llevaba esa intención.
Suspiró y bajó la mirada. Y cuando sus ojos volvieron a apuntar a los míos, se mostraron tristes, abatidos.
-¿Qué tal te va todo? -pregunté con la media sonrisa más forzada de mi vida.- por cierto, ¿Qué coño haces en Roma?
Se río levemente con mi última pregunta, ladeó la cabeza y frunció un poco los labios pensándose si responder o no.
-Es secreto...-dijo levantando las cejas con intriga para terminar sonriendo después- trabajo, ya sabes. Pero sí, todo va muy bien.-aseguró.- ¿Y a ti ? ¿Qué tal tus sobrinos? hace mucho que no les veo...
Se mordió los labios. Me dolió el corazón. Si ya de por sí era complicado mantener una conversación con ella como si nada, que hablase de mis sobrinos fue mortal. Y me costó que no se me notase.
-Bien, todos estamos bien -asentí.
Se hizo un incómodo silencio. Yo solo quería decir las cosas de una vez e irme.
-Bueno...-cogió aire- ¿Qué es tan importante como para que vengas a Roma a buscarme?
-Ten...-le dije tendiéndole un largo sobre blanco.
Lo miró un par de veces antes de estirar el brazo para cogerlo. Metió la mano en su interior y sacó lo que había dentro. Abrió un poco los ojos y no respiró durante al menos diez segundos. Me miró y antes de que le diese tiempo a replicar, intervine.
-Sí, son los papeles del divorcio firmados -dije aclarándome la garganta- solo falta tu firma ahí -dije señalando una pequeña linea en el lado inferior del folio.
Le pilló tan de sorpresa, que no supo qué decir ni qué hacer.
-Pero...-dijo frunciendo el ceño una y otra vez- no...no lo entiendo Hugo...-se sentó en la cama y suspiró- pensé que no tú no querías esto -negó con la cabeza.
-Y no lo quería -la miré a los ojos- pero eso era antes ,ahora creo que es lo mejor para los dos.
Le desconcertaron tanto mis palabras que la vi bloqueada, sin saber qué decir, como pocas veces desde que la conozco.
-Ya pero Hugo yo...-le tembló la voz y se tomó un momento para respirar.- ¿Es esto de verdad lo que quieres?
-¿No es lo que querías tú? -dije respondiendo a su pregunta con otra.
-Sí pero...-no fue capaz de mantenerme la mirada y la bajó hasta el suelo de nuevo- Tú ya...¿Ya has pasado página?
Sonreí y sacudí la cabeza. Me senté a su lado.
-No me malinterpretes -dije risueño- ojalá pudiese estar contigo. Pero quiero que sea por amor, voluntario; no por compromiso.
-Siento lo de la última vez, estaba confundida y...-la interrumpí en cuanto empezó a inculparse, nunca me ha gustado ver a nadie sintiendo lástima por cómo suceden las cosas.
-Te he dicho varias veces que no era tu obligación quererme...-sonreí con nostalgía- hubiese sido bonito que lo hicieras, pero no fue así.
-Te quiero, ya lo sabes -asintió con rotundidad.
-Sí pero de otra manera, no de la que a mí me gustaría -argumenté con un suspiro.
-Eso tú no lo sabes -negó con la cabeza.
Me quedé mirándola. Le brillaron los ojos. Muchísmo. Fue de esas veces que sentí que la emoción, los recuerdos o el amor, le invadían el cuerpo.
-Hugo, es que no lo entiendo, ¿Quieres que firme esto y nos olvidemos el uno del otro para siempre? ¿Es eso lo que quieres?
Su pregunta no sonó del todo bonita, pero resulta que el sol entró por la ventana con el ángulo perfecto para iluminarle la cara por completo. El pelo, más claro que de costumbre, se deslizaba por su apretada camiseta. Y fue uno de suspiros lo que me hizo reaccionar para contestar a su pregunta.
-Lo que quiero es que tomes una decisión -dije con sinceridad- si quieres estar conmigo genial, seré el hombre más feliz del mundo, pero si no, firma eso y nos olvidaremos. Necesito saber lo que quieres, y esta es la mejor forma de hacerlo. Para eso he venido.
Se puso nerviosa ante lo que se le venía encima. Tragó saliva y se mojó los labios.
-Ya pero Hugo...-comenzó a excusarse.
-Tranquila, no quiero que tomes la decisión ahora. -acaricié su pierna con un rápido movimiento- me marcho mañana por la mañana. Te espero esta noche, a las doce, en el bar del hotel. -dije levantándome- si no vienes, entenderé que has firmado los papeles. Y que habremos terminado para siempre.
Asintió poco convencida y acarició mi nuca con sus dedos para darme acercar sus labios a mi mejilla y darme dos suaves besos. Salí de allí minutos después con un nudo en el estómago pero con la seguridad de haber hecho lo correcto.

A las doce menos cinco, yo ya estaba apoyado en la barra del Bar, con un Gin Tonic entre medias. No llegó. Ni a las doce, ni a las doce y media. No la ví entrar cruzar la entrada con una de esas sonrisas que son la puerta al cielo algunos días.
Había sido un tremendo error venir. Se había terminado.
Necesitaba airearme, pasear por Roma sin nada ni nadie y después irme. Dejé una carta para ella en recepción,  sabía que así, la recibiría. Me dolía el pecho demasiado cómo para dársela yo mismo. Sabía que la leería en voz baja, susurrando, como casi todo. Y que se encogería entre las sábanas de la cama, y se rompería en cada una de las siguientes palabras:

Hay tantas cosas que olvidé decirte. Quería contarte yo mismo todo esto, pero no me creo capaz de hacerlo.
A veces cuando conoces a una persona hay un click, una especie de dolor en el pecho casi imperceptible que solo tienes con personas importantes. No creo en el amor a primera vista pero sí creo en ese click. Y contigo me pasó. Y me ha pasado unas cuantas veces, quizás demasiadas. Cuando viniste a buscarme a nuestra playa de Barcelona, la noche que te pedí matrimonio, la  noche que me dejaste... y hoy. Son como golpes de efecto, que cambian el transcurso de las cosas. Y en ocasiones, no es bueno tener tantos como hemos tenido nosotros. Tantos giros.

Siempre he pensado que esta forma de querernos duraría más que nosotros. Porque te quiero y te he querido. No sé qué ví en ti pero no lo he visto en nadie más. Ni creo que lo llegue a ver nunca. Cuando te conocí me dije inmediatamente "esta chica es especial". No me equivocaba. Adoro todo de ti. Todo. Lo que siento por ti sobrepasa el límite de lo que he podido llegar a sentir alguna vez por cualquiera. No es por tu mirada constante, ni por tu ganas de cambiar el mundo o porque en la cama bailes como nadie. Es pura y sinceramente porque eres la única persona por la que yo renunciaría al resto.
Recuerdo que una vez me dijiste que no sabemos querer a las personas como merecemos que nos quieran. Bien pues, tenías toda la razón del mundo. No nos hemos querido cómo merecemos. 

Y odio más que a nada en el mundo que esto se acabe. Marcharme. Irme. Pero estoy harto de intentar lo imposible, de creer que tenemos otra oportunidad...de arriesgarlo todo por nada. La vida no da segundas oportunidades, ¿Por qué iba a darnos a nosotros una cuarta?, fue estúpido pensar que eramos una excepción. Y hoy lo sé, nosotros no nacimos para estar juntos. Yo no nací para ti.

No cambies nunca. Hazme ese favor. Ni lo más mínimo. Tienes la infinita capacidad de hacer inmensamente feliz a quién esté a tu lado. Conmigo o sin mí.

Te quiero.
                                                                                                                        Hugo.

Sabía también, con la seguridad de quién conoce a quién ha querido, que tras leerla por completo, soltaría un suspiro y con el aire más sincero del mundo, rompería a llorar. Lo nuestro había sido el tipo de final que a nadie le gustaría sentir.


martes, 22 de julio de 2014

CAPÍTULO 65. TURISMO EMOCIONAL

Los meses pasaron y todo siguió su curso. Cada vez nos veíamos más y mejor. Todo iba bien y casi no tenía que molestarme en echarla de menos porque pasábamos juntos los días, aunque no las noches. Seguía con su filosofía de ir poco a poco, redescubriéndonos. Y a mí no me importaba en absoluto mientras sus sentimientos siguiesen el mismo ritmo que los míos. Cada día a más.

Un día de aquel febrero, que llegó entre frío y más frío, nosotros nos escondimos en la cama de nuestro ático de Madrid. Entre caricias, besos... y solo besos.
-¿Te quedas a cenar? Porque deberíamos levantarnos a hacer la cena...-susurró entre sonrisas mientras me besaba en los labios con una dulzura extrema.
-No te preocupes...-contesté avanzando de su boca, a su cuello, a sus clavículas y a donde ella me dejase- podemos pedir la cena...
Se ríe. Mis labios siguen su avance. Y  cierra los ojos mientras me tumbo sobre ella y sigo a lo mío. Apoya la cabeza en la almohada y respira cada vez más rápido. No sé qué estoy haciendo porque me estoy dejando llevar demasiado. La huelo, le rozo la piel con los labios y acaricio sus piernas. Estoy ya besando el borde de su escote, y creo que tengo tanto calor en el cuerpo que mi velocidad no es la adecuada.
-Hugo...-susurra echándose un poco hacia un lado.
No la escucho. Mis dedos avanzan hasta el borde de su vientre. Decididos, seductores. Le desabrocho el pantalón.
-Hugo para -vuelve a repetir con un tono más serio y me empuja con las manos el pecho para que me aparte de ella.
-Déjate llevar...-le pido mientras le beso en la boca con pasión. No me niega el beso al principio, pero tan pronto como mi lengua le recorre la boca, se echa a un lado y me aparta con brusquedad.
-Te he dicho que pares, ¿No me escuchas? -alza la voz y mantiene el gesto serio.
-Nena, siempre igual,...-le reprocho mientras golpeo el colchón con el cojín que me queda más cerca.
Me separo de ella y me tumbo a su lado dejando una distancia razonable. Se me queda mirando con el ceño fruncido y de brazos cruzados.
-Pensé que ir despacio no suponía ningún impedimento para ti -dice en un tono de voz demasiado brusco para mi gusto.
-Y no lo es...-contesto poniéndome la camiseta- pero joder, es que no sé hasta cuando va a durar esto, llevamos ya dos meses así.
-Ah, así que es eso -asiente exageradamente con la cabeza- no puedes mantener una relación sin sexo.
Suelto una carcajada. Ella está tan tensa que se ha incorporado y se ha sentado sobre la cama casi frente a mí.
-Creo que es bastante obvio que mi forma de quererte va más allá del sexo-contesto muy serio. Le sorprende mi respuesta y traga saliva bajando la mirada.
Suspira lentamente y se acerca un poco más a mí, que sigo apoyado sobre el cabezal. Miro al frente. Muy serio, aprieto un poco los puños y respiro cabreado.
-Lo siento, no debería haber dicho eso..,-admite y yo no contesto- amor, habláme.
No aparta la mirada. De hecho parece querer matarme con ella. En el buen sentido de la frase. Respira más relajada y yo no entiendo que saque esa calma cuando yo no la tengo.
-Te prometo que me decidiré pronto -dice con una pizca de miedo- solo dame un poquito más de tiempo, solo te pido eso.
Me ha mirado demasiado bonito, lo reconozco. Con los ojos llenos de algo que no sabría describiros, pero que me gusta. Y esa caricia que me ha hecho en el hombro mientras lo decía, también ha ayudado. 
-Tiempo contigo me va a sobrar.-sonrío dando por finalizada la discusión.Suspira aliviada y me besa dulcemente.- pero decídete rápido ¿Vale? , esta empezando a desesperarme no poder besarte más allá de la ropa -digo en tono burlón.
Se ríe. Y vuelve a reír. Y me besa. Dulce y tiernamente. Como es ella.
-Venga, ¿Qué quieres cenar? -pregunto olvidando lo de antes.
-No sé, no me apetece cocinar...-dice con una divertida voz, se tumba en la cama y se tapa la cabeza con la almohada.
-¿Pedimos una pizza? -sugiero levantando las cejas y acariciando su pelo.
Su sonrisa es instantánea. Se muerde el labio y me besa la mejilla.
-Tú sí que sabes cómo enamorar a una mujer...-asiente entre risas con completo acento andaluz y me levanto de la cama en busca de mi móvil.- Hugo, hay una cosa que...-dice esta vez más seria.
-¿Qué? -pregunto sin perder la sonrisa.
Me mira. Y parece debastirse por dentro cuando lo hace. Pero termina por sonreír también y negar con la cabeza escondiendo la mirada.
-Nada, olvídalo...-salta de la cama y me acaricia el pelo de paso- voy a por un par de cervezas, ¿Vale?
Asiento de inmediato y la veo salir de la habitación. Me ha dejado descolocado. Pero me apetece tan poco pensar cuando se trata de ella, que suspiro haciendo como si nada. Solo por lo increíblemente sexy que me parece, cuando me dice que va a traer un par de cervezas y luego veo a su culo y sus piernas bajar las escaleras con unas maneras que me vuelven loco. Lo normal vamos.

Las horas pasaron aquella noche. Entre bocados de pizzas en la cama, cerveza, la música de fondo y las conversaciones, que con ella resultaban siempre tentadoras. Era una persona especial en cuanto a eso, podía hablar de cualquier tema, lo conociese o no. Le bastaba con sonreír, asentir e inventarse alguna cosa, que con ella siempre parecía convincente.
-¿Te apetece algo de postre? -pregunta interrumpiendo su risa. Sonríe y se moja los labios, se coloca bien el moño y vuelve a insistir- ¿Y bien? ¿Quieres algo o no?
Me muerdo el labio y me quedo quieto delante de ella, me mira con curiosidad, estamos muy cerca.
-¿Qué pasa? 
-Pasa que eres increíblemente preciosa -asiento como si acabase de ver lo nunca visto.
-¿Y..?
Y...no puede decir nada, ni si quiera en ese momento.
-Y quiero besarte.
No le doy tiempo a añadir más, tiro de su brazo y la estrecho con fuerza aún tumbados en la cama, la beso apasionadamente un largo rato, casi cortándole la respiración, como si fuera un beso desesperado, como si yo supiese que algo iba a pasar. O quizás solo estaba siendo tremendamente ingenuo y feliz. No lo sé, pero me empuja un poco hacia atrás y me besa de nuevo.
Se estira tanto hacia delante, que su jersey holgado se le baja demasiado y cuando abro los ojos tras el beso, me encuentro sus pechos muy de frente.
-Tápate te lo pido por favor -respiro y cierro los ojos.
Estalla en carcajadas y se sube el jersey rápidamente.
-Lo siento, lo siento...-se disculpa y le da un trago a su botellín de cerveza.- ¿Sabes? en el fondo me gusta un poco este rollito, me encanta verte así...-levanta las cejas con picardía y sonríe.
-¿Así cómo? -pregunto frunciendo los labios.
-Con ganas de arrancarme la ropa, no sé -se encoge de hombros- es...sexy.
En la siguiente carcajada la beso de nuevo. Y esta vez pega los labios a los míos durante un largo instante antes de separarlos. Y cuando lo hace me mira, suspira y esconde los ojos mirando hacia abajo. Es como si algo en el ambiente hubiese cambiado, me suelta la mano y creo que el corazón se le acelera demasiado.
-Lo siento -musita.
-¿Qué? ¿Por qué ? -es complicado que se me borre la sonrisa tras ese beso, pero ocurre.
-Porque...-se aclara la voz- hay una cosa que no te he dicho...-Se pone totalmente seria y a mí se me encoge el corazón.- y necesito que sepas, que lo que voy a decirte, no cambia absolutamente nada.
Asiento frente a sus ojos por inercia más que por otra cosa. Porque el miedo ya se me ha colado por las venas.
-Tengo un viaje de unas cuantas semanas, para varios proyectos...-dice mientras junta las palmas de las manos y me mira- me voy el martes que viene.
Para mí, el mundo empieza a caerse encima poco a poco.
-¿Cuánto es unas semanas? -es lo único que puedo pronunciar.
-Un mes y medio, quizás más -susurra con miedo.
-¿Desde cuando lo sabes? -pregunto tratando de no perder los nervios.
-Eso no importa -contesta temblorosa.
-Te he preguntado que desde cuando lo sabes.
-Desde antes de Navidades...-dice muy bajito. Estoy cabreado. Mucho. Empiezo a no pensar con claridad.-pero Hugo, de verdad que este viaje no tiene por qué suponer nada, son solo un par de meses...
-¿Por qué no me lo dijiste cuando decidimos volver? -pregunto ignorándola por completo.
-No quería estropear las cosas en ese momento -se pasa las manos por el pelo, nerviosa-  fue un error, lo sé.-admite sincera.
No digo nada. Me siento al borde del colchón y escondo la cara entre las manos. Estiro mi espalda hacia delante y espero a que todo sea una broma. A que me abrace la espalda y me diga que no, que no se marcha a ningún lado. Pero no es así. Se queda quieta. No hace nada. 
-No puedo más...-alzo un poco la voz, lo suficiente cómo para que me escuche- lo siento pero no puedo más.
-¿Qué? -dice mientras me ve levantarme- cariño...
- No soporto más esto, estoy harto.-busco mi chaqueta por la habitación sin ni siquiera mirarla.
-Hugo, hace un rato has dicho que no te importaba darme tiempo....-salta de la cama y camina hacia mí muy nerviosa, pero se para manteniendo la calma- no entiendo qué ha cambiado ahora.
-Que me desespera no saber hacia donde estamos yendo. Se supone que íbamos a ir poco a poco, para que los dos volvíesemos a sentir lo mismo. -la miro a los ojos, le brillan.- y yo lo siento, joder yo lo siento desde el primer día y cada vez más. -grito- pero tú, no sé qué cojones sientes tú, ¡Porque no te entiendo! , créeme que lo intento pero eres tan indescifrable, que me destroza la cabeza.
-Calmáte -dice simplemente, moderando su tono de voz, impasible.
-No, no me da la gana calmarme -grito- ¿No entiendes lo difícil que es para mí esto? 
-¿Y te crees que para mí no? -chilla frente a mi cara- ¿Crees que me gusta vivir sin saber lo que siento o no por alguien? -suelta el alma en gritos en ese instante-pero Hugo es que no lo sé, es complicado...-se pasa una mano por la frente.
-¿Qué no sabes? -agarro su brazo con fuerza- siéntate ahí y dime qué es lo que no sabes. -la miro a los ojos- solo se trata de sentir o no sentir, tampoco es tan jodidamente difícil.
-¿Podrías por favor no gritar? -dice empujándome un poco.- Hugo te lo he explicado mil veces, no sé qué siento por ti, no lo sé joder.
-¿No lo sabes o no lo quieres saber? ¿Te da miedo pensar que no me quieres? -ladeo la cabeza y entrecierro los ojos tratando de juntar los cachos del puzzle.- Malú responde, ¿Es eso?
-Hugo no lo sé...-se deja caer sobre el borde de la cama y se seca las primeras lágrimas.
-A mí no me da ningún miedo y necesito que me lo digas -me arrodillo frente a ella y sujeto su mano.- cielo, por favor sé sincera.
-Hugo yo...-empieza a ahogarse en el llanto- yo te quiero, claro que te quiero.
Cuando dice eso me revuelvo por dentro. Pero creo que nunca he llegado a comprender la complejidad que existe en un simple te quiero. Y con ella menos.
-¿Entonces? -pregunto obligándola a que me mire.
-Tengo un nudo -contesta- tengo un nudo de sentimientos y me da miedo mirar hacia dentro para resolverlo.-admite- y tengo miedo de...-toma aire, desconsolada- de que nunca más podamos estar juntos y sea por mi culpa.
Bajo la cabeza. Y creo que comienzo a llorar yo también, no lo sé. Si supieseis lo que me duele el pecho en ese instante. Lo que me pesa el mundo y el instante.
-Es que...-me llevo las manos a la cabeza y la miro como si en ese momento estuviese loca- tú no sabes quedarte, llegas, desordenas mi vida y te vas -reprocho calmado, la rabia va por dentro.-lo tuyo no es amor, es turismo emocional.
-¿Qué quieres que te diga? -dice secándose las lágrimas.- siento más que nada en el mundo todo esto, pero no sé qué más hacer...-Resoplo y cojo mis cosas. Levanta la mirada de inmediato.- ¿A dónde vas?
-Mira Malú -tiro de su mano, la sujeto con fuerza, y clavo mis ojos en los suyos.- te quiero, me duele más de lo que me ha dolido cualquier otra cosa en mi vida, pero te quiero. -digo con la claridad más absoluta que encuentro en ese instante- pero tú no. O sí, pero no lo sabes.- estiro la mano y le seco las lágrimas que le llegan hasta labios- y creo que lo mejor es que lo averigües sin mí y si algún día lo sientes, estaré encantado de que me llames.
-No quiero que te vayas...-susurra.
-Es lo mejor para los dos.-me muerdo los labios con rabia- siento haber intentado forzar las cosas, ha sido t culpa mía.
Tras esas palabras no aguanta más y me abraza. Creo que no siento tanto un abrazo como ese, en mi vida. Me rompo, me destrozo y me pierdo en cada instante, en el que sus brazos me rodean con fuerza. Llora, llora con una rabia indescriptible. He pasado situaciones y situaciones con ella, pero como la de aquella noche, ninguna.
-¿Me haces un favor? -dice en mi oído- si algún día me echas demasiado de menos, búscame ¿Vale? -haced una media sonrisa- sea cuando sea y en el lugar que sea, búscame.
Asiento con tristeza. Tengo que marcharme, casi no puedo respirar. Beso su frente y tras acariciar su mejilla, me voy. Suena difícil, brusco o precipitado, pero me voy. Y ya no me siento tan roto como las últimas veces, porque esta vez entiendo por qué me marcho.

Es difícil saberlo a ciencia cierta, pero supongo que los momentos importantes entre dos personas surgen cuando se empiezan a decir las verdades, sin miedo a que duelan. Sin miedo a romperse.


sábado, 19 de julio de 2014

CAPÍTULO 64. DILUVIO DE CAMBIOS.

No sé qué contestar a lo que acaba de decir. Me quedo quieto mirándola delante de miles de personas, solo porque nunca he encontrado palabras suficientes para explicarle ciertas cosas. Así que, me quedo callado. Porque hay silencios que se callan porque de hablar solo hablarían de ella. Y así casi todos los míos.
Me ve perdido y agarra mi mano con más fuerza antes de dirigirse al público.
-¿Habéis visto? Lo he dejado sin palabras...-se ríe, y la gente lo hace con ella.
Saliendo de ese mundo personal al que solo voy cuando hace que se me acelere el corazón de semejante manera , me acerco el micrófono a la boca y miro al frente.
-¿Qué os había dicho? Es una chica bastante especial..., ¿no ? -sonrío y el público contesta al unísono con un tremendo SÍ.- gracias...-digo mirándola- gracias por esto...-digo haciendo referencia al momento más mágico de mi vida- y por todo lo demás.
Se muerde la lengua y en cinco segundos anuda sus brazos en mi cuello. Nos abrazamos sin miedo, sin tapujos y más fuerte que las últimas mil veces. El público aplaude, grita, silba y se desata la plena y absoluta locura. En ellos, y en mí. Desearía besarla en esos instantes, más que en ninguno. Pero sé que es demasiado-
La noto reírse en mi nuca.
-Te quiero ...-susurro y lo digo aún sabiendo que no me va a regalar un te quiero tan pronto.
Pero le que viene después es mucho mejor. Separándose de mí me da un suave beso en los labios. Sí, habéis leído bien. Un beso en los labios. Delante de ocho mil personas. Y ese beso, que parecía fugaz se alarga un poco más por los aplausos infinitos de la gente.
Se marcha minutos después entre risas por la locura que acaba de hacer y tras dar las gracias tantas veces como yo se las doy al puto universo por haberme regalado ese momento. Y me quedo a solas con el público. Y no sé de dónde cojones voy a sacar la concentración para seguir el resto del concierto.

Dos horas después conducimos por Madrid. Diluvia. Solo reímos en el coche, con la radio puesta, rememorando momentos del pasado.
-¿Te llevo a casa? -pregunto entre carcajada y carcajada.
-No...-susurra pensando unos segundos- vamos a otro lado, me apetece no sé, una noche diferente...
Las alarmas se me encienden por dentro cuando menciona lo de "una noche diferente" y tengo que tragar saliva para que no se me note. Si ella supiese la de ideas que tengo yo de una noche diferente... Casi todas en su cama, claro.
-Bien, ¿Conoces algún sitio especial? -pregunto cambiando el rumbo del trayecto.
-No sé, tu conduce, ya improvisaremos...-sonríe dejando una intriga que me gusta todavía más.
Asiento mordiéndome los labios y suspiro entre la felicidad y la tranquilidad que da saber que todo está yendo bien con ella.
Ya no sé ni por dónde vamos. Hace tiempo que conduzco por las afueras de la ciudad. Solo nos rodea campo y las montañas se ven a lo lejos. Fuera solo es de noche y llueve. Y dentro parece todo lo contrario.
- ¡Para ahí ! -grita de repente señalando hacia un lado de la carretera.
-¿Ahí dónde? -contesto alterado dando un volantazo.
-Ahí Hugo joder, en ese mirador...-estira el brazo y dirijo el coche hacia donde me indica.
-¿Aquí? ¿Por qué aquí? Si no hay nada...-miro a través de la ventanilla, la carretera está ya a bastantes metros y solo hay una explanada en medio del monte, rodeada de una pequeña valla de madera.
-Precisamente por eso, no hay nada, ni nadie...-sonríe y me planta un beso. Un tremendo y fantástico beso. Tira de mi nuca con fuerza y pega mis labios a los suyos con dureza una y otra vez. Su lengua juega con la mía. Me redescubre la boca de nuevo. Y estoy tan concentrado en su boca, que mis manos se quedan inmóviles y solo se apoyan en sus piernas.
-Esto quiere decir que...-sonrío frente a sus labios mientras mis dedos viajan por debajo de su camiseta.
Se echa hacia atrás riendo.
-No te confundas, sigo queriendo ir despacio...-se encoje de hombros sonriente.
Resoplo y me muerdo el labio mirándola.
-Y más o menos...¿Cuanto te va a durar? -pregunto riendo- lo digo porque, o dejas de ir tan guapa...-digo mirándola de arriba a abajo y tragando saliva- no sé si voy a poder contener lo de arrancarte la ropa.
Suelta una carcajada y me da otro beso.
-Vamos a fuera, venga...-dice en mi oído.
-¿Qué? Nena está lloviendo muchísimo. No vas a salir ahí fuera. -niego con la cabeza reteniéndola con fuerza.
-Ven...-dice con una suave voz- es lluvia, no pasa nada... Después nos secamos y nos vamos a casa. -sonríe como si fuera a arrastrarme con ella toda la vida- ¿No dejarás que me moje ahí fuera yo sola, no ? -se ríe mordiéndose la lengua.
-Cinco minutos y entramos...-advierto con el dedo índice en alto.
Asiente rápidamente y cada uno abrimos nuestra respectiva puerta, salimos y a los tres segundos el agua nos cala hasta los huesos. Pero realmente fuera el paisaje es espectacular. El diluvio se extiende hasta las montañas que se ven a lo lejos, y los árboles y la carretera que hemos dejado unos metros atrás. Es complicado ver, de todo lo que llueve, pero observar las gotas rebotando en cualquier lado es realmente mágico. Adoro ver llover de esa manera, con fuerza, con ímpetu.
Echo la cabeza un poco hacia atrás, dejando que la lluvia me empape por completo y la miro.
-Es una irresponsabilidad para los dos estar aquí fuera, si enfermamos ¿Qué pasa? ¿Vas a hacer los próximos conciertos sin voz? -coloco mis manos en la cintura con decisión pero a ella no parece influirle en absoluto mi seriedad.
-Hace tiempo que me hice inmune a cinco minutos de lluvia Hugo, no pasa nada...-sonríe- ven aquí.-me tiende la mano y camina hasta la parte delantera del coche.
Se sube al salpicadero y estira la espalda sobre él, dejando los pies apoyados en el borde. Mira hacia arriba y el agua se le mete en los ojos, pero los abre y entreabre la boca. Las gotas le rozan los labios. Me sonríe y hace un gesto para que me tumbe a su lado imitando su posición. Obedezco.
-Vamos a abollar el coche cariño y mañana tendré que llevarlo al taller....-me quejo mientras apoyo la cabeza a su lado. Yo soy más alto que ella y tengo que encoger un poco las rodillas para subirme por completo sobre el coche.
-¿Puedes dejar de quejarte? -pregunta alzando un poco la voz, porque con tanta lluvia, no nos escuchamos- vive el momento Hugo. Antes lo hacías.
La miro de inmediato cuando dice eso. Quizás tenga razón. Hace un tiempo habría sido yo el que hubiese tirado de ella para invitarla a hacer locuras.
Nos quedamos callados los dos. Extiendo el brazo izquierdo instintivamente y ella apoya en él la cabeza. Cerramos los ojos. Es una sensación bonita. Sentir que el agua te recorre el cuerpo, escuchar el martilleo de la lluvia sin parar. Y tenerla a ella al lado lo mejora todo.
-Esto es una locura -exclamo- estás completamente loca.
Reímos. Juntos. A la vez.
-Es bonito estarlo a veces, deberías probar más a menudo.-argumenta mirándome de reojo.
-Oye...-susurro un poco más cerca de ella- lo que has dicho esta noche, sobre el escenario...¿Quiere decir que...estás enamorada de nuevo?
Es una de las preguntas más complicadas que he hecho en mi vida por el miedo a la respuesta. Sonríe tímidamente y abre un poco los ojos, porque la lluvia disminuye. Mira al cielo y suspira.
-No creo que todo se reduzca a volver a enamorarse Hugo...-reflexiona con la mirada- quiero decir, uno no llega a desenamorarse realmente de alguien. Cuando te enamoras, cuando te enamoras de verdad, el amor es de por vida.
-¿Entonces? -quiero saber.
El agua parece caer con menos intensidad mientras hablamos, y lo agradezco. Los faros del coche es lo único que me permite ver la forma en la que aprieta los labios y suelta el aire mirándome, muy lentamente.
-Supongo que se trata de volver a sentir lo mismo que al principio.-hace una media sonrisa- de comprobar si realmente podemos estar juntos toda la vida.
Sonrío por sus palabras. Nunca comprenderé como consigue explicar todo a la primera. Está hecha de otra pasta, si no, no se entiende lo que hace.
-¿Y lo has comprobado ya? -sonrío- ¿Sientes lo mismo de nuevo?
Ya estamos los dos girados hacia el otro por completo. Nuestras frentes están a pocos centímetros y puedo ver que los mechones de pelo empapados se le pegan a la cara con delicadeza.
-No lo sé...-mueve un poco la cabeza y me mira a los ojos- digamos que vamos por buen camino.
Me conformo con su respuesta. Me conformo porque sé que las cosas no consiguen de la noche a la mañana y menos con una mujer como ella. Asiento lentamente, beso su frente con dulzura, y los dos volvemos a colocarnos con los cuerpos apuntando hacia el cielo.
Los minutos transcurren en silencio. Yo solo la miro. Y ella sabe que lo hago. Me paro en sus labios, en el piercing de su nariz o en como las gotas de agua le resbalan por las mejillas. Y la observo tanto que se me olvida que está lloviendo.
-¿Por qué me quieres? -pregunta de repente con curiosidad, frunciendo el ceño.
-¿Qué? -exclamo- ¿Qué clase de pregunta es esa?
-Pues una normal y corriente -se encoje de hombros- ya te he dicho que aún me quedan por comprobar y por sentir muchas cosas...-levanta las cejas- venga, responde.
No sé responder a eso. No se puede explicar a alguien por qué le quieres. Es sencillamente inexplicable. Y ella lo sabía, así que supongo que solo quería una extraña demostración por mi parte de lo que sentía por ella. No lo sé.
-Te quiero porque...-tomo aire. Ya ha dejado de llover.- no lo sé, por cómo eres tú.- me encojo de hombros y la miro, pero sé que espera una respuesta mejor, y se la doy.- te quiero porque creo que es necesario, porque cuanto más te quiero más y mejor me encuentro, y te odiaría solo porque no puedo quererte más.- se muerde el labio y me mira como si no pudiese mirar a nadie más- y te quiero porque no creo en muchas cosas...-río levemente para ponerme serio después.- pero sí creo en nosotros.
Por primera vez desde hace tiempo, veo en ella un atisbo de emoción completa. De amor o yo que sé.
-Ha sido una buena respuesta -admite sonriente.
-La que te mereces -digo con tranquilidad- pero bueno, las razones por las que te quiero darían para más o menos...-entrecierro los ojos un poco- para unas mil canciones.
Se ríe. Y sin apenas incorporarse, aún tumbada sobre el coche, estira su mano y la hunde por mi pelo. Yo comienzo ya a resbalarme, porque la superficie de mi Audi gris, está empapada y mi ropa todavía más. Pero no quiero moverme, me agarro con fuerza y ella, muy tranquila, sigue peinándome.
-¿Volvemos a dentro? -pregunta muy bajito.
-Estaba deseando que me lo pidieras.-río.
Chilla y se ríe cuando corremos al coche. Cierro dando un portazo y después se oye el de su puerta.
-Estoy completamente helada -suelta una risa temblorosa mientras cruza los brazos y apoya la barbilla en el cuello.- odio llevar ropa mojada..-comenta tiritando.
-Puedes cambiarte detrás, tengo alguna sudadera en el maletero...-digo señalando con la cabeza- no miraré, te lo prometo.
Sonríe. Y se lo piensa durante varios instantes, pero está tan mojada y tiene tanto frío que termina por acceder. Se cuela a través de los asientos tras mi promesa de que no echaré la vista hacia atrás en ningún momento.
-Como mires, te mataré -advierte riéndose.
-Dios, que ganas de que llegue el día en el que pueda volver a verte desnuda...-resoplo apoyando la cabeza en el asiento.
Mentiría si dijese que no he mirado toda la escenita por el retrovisor. Sigue manteniendo ese cuerpazo, y aún en ropa interior, se le nota. El tatuaje de su vientre reluce tentador. Me aclaro la garganta y disimulo. Un día de estos, me va a dar un infarto.
Minutos después regresa al asiento de delante, vestida únicamente con una sudadera que le llega por las rodillas. Su melena está mojada por completo. Está increíblemente guapa.
-Reconozco que te queda mejor que a mí...-sonrío encendiendo la calefacción. Me mira y niega con la cabeza suspirando.- ha estado bien la locura, no te lo niego.
Muestra una sonrisa triunfal. Y segundos después la borra para mirarme con nostalgia o una especie de sentimiento indescifrable.
-Eres un hombre maravilloso ¿Lo sabes verdad? -dice risueña, entre una lenta sonrisa.
-Algo me ha dicho alguna chica guapa...-bromeo chasqueando la lengua.
-¿Ah sí? ¿Quién? -pregunta siguiéndome el rollo.
-No sé, quizás la conozcas...-pongo morritos y pienso la siguiente frase- es una morena espectacular, tiene un cuerpazo que dios...-suspiro- ah y hoy lleva ropa interior negra.
Se le borra la sonrisa de embobada y me golpea un fuerza el hombro.
-Eres imbécil -asiente convencida.
Nos quedamos mirándonos. Y sin aguantar mucho más las ganas , me come la boca. Literalmente. Apoya sus labios sobre los míos, delizando su cálida lengua en mi boca. Mi lengua se mueve contra la suya, al principio despacio, saboreándola y después chocando sin control. Respiramos hondo en la boca del otro, e incapaz de resistirme a cómo besa, le ojo la cara entre las manos fundiendo mis labios con los suyos con voracidad. Hasta que nos separamos lentamente.
-Con besos así, probablemente no me haga falta acostarme contigo nunca más -admito.
Y cuando lo hago, suena mi teléfono. Dejo de mirarla a ella y miro hacia los lados en busca de mi móvil. La pantalla se ilumina "Helena llamando". No sé si por casualidad o por accidente ella lo ve y hace una mueca de indiferencia exagerada. Lo pienso unos instantes y le quito el sonido, dejándolo sonar eternamente.
-¿No vas a contestar? -pregunta extrañada.
-No, esta noche no.-niego con la cabeza.
No me toma muy enserio y gasta algunos segundos en comprobar que estoy siendo sincero. Pero termina por sonreír y volver a besarme. Lo sabe y le gusta, lo cambios empiezan a llegar.


jueves, 17 de julio de 2014

CAPÍTULO 63. ALMAS GEMELAS.

Sonrió bajando la mirada. Como cuando te mueres por hacer algo qué sabes que te hace feliz, pero en el fondo no puedes hacerlo. Me apuntó con los ojos y respiró lentamente.
-Hugo, no puedo darte un beso, ni podemos irnos a dormir juntos -negó con la cabeza tratando de no perder la sonrisa- no fue lo qué acordamos.
- ¿Y? -me encogí de hombros- en el amor no siempre se puede hacer lo que acordamos.
Se rió, intentando aparentar seguridad. Pero creo que ni si quiera ella se estaba creyendo lo que estaba diciendo.
-Solo digo que me apetece ir poco poco, para no estropear las cosas antes de tiempo -me acarició la nuca durante apenas un segundo de la manera más cariñosa jamás inventada.
Había sido una buena respuesta, y yo tenía que cambiar de táctica. Sonreí y me estiré un poco hacia delante, para poder susurrar cómodamente en su oído.
- Dime que no quieres besarme -mi voz se quedó ahí, para los dos.
No se movió, pero el aire que salía de mi boca le hizo cosquillas en el cuello y tuvo que echarse un poquito hacia atrás con una sonrisa que en realidad habría valido como cualquier beso.
- Yo no he dicho eso -susurró- solo he dicho que no puedo.
Levanté las cejas y me mordí el labio.
- ¿Quiere decir eso que yo si que puedo besarte? -dije esta vez muy de frente.
Me aguantó la mirada. Y me encantó que lo hiciese.
- Quiere decir que hoy estás muy guapo, que he bebido un poco más de lo normal y que casi se me sale el corazón cuando me has susurrado en el oído, pero yo -matizó esa última palabra- yo no puedo besarte.
-Lo entiendo -asentí fingiendo que no había comprendido el mensaje subliminal de sus palabras, uno de tantos.
Y cuando quiso volver a hablar, pegué mis labios a los suyos y no la dejé escapar. Sostuve su cara entre mis manos y me concentré en el beso, tanto, que casi me dolía. Ella solo se ocupaba de mover los labios, y para mí fue suificiente. Y cuando creí que el aire se me acababa, me separé de ella sin dejar de sonreír.
-Creo que deberías irte...-suspiró- será lo mejor.
-¿A dónde? ¿Aquí? -acerqué mi boca a su hombro- ¿O aquí? - Y luego a su cuello.
No pudo evitar reírse, pero le dí una tregua y me separé.
-Vale -admití- te veré mañana ¿De acuerdo? -ella asintió mientras yo le apartaba el pelo de la cara- y pasado -puntualicé y volvió a asentir con la cabeza- y toda la vida.
Se quedó callada, sin moverse. Pero esta vez, fue ella la que antes de abrir la puerta del coche me dio un suave beso en los labios. No respiré y tras su sonrisa, menos todavía.
-Mañana eligo yo el sitio -me guiñó un ojo mientras abría la puerta de casa.
Me mordí los labios cuando la ví marcharse. Estaba, tan, tan, tan, enamorado que me costaría hasta explicarlo. Porque hay muchas formas de querer ¿Sabéis? , unas mejores que otras, más sanas, más grandes o más sinceras. Pero la mía, era posiblemente, la más arriesgada de todas.

Una semana después, irrumpí en su casa sin avisar, necesitaba verla. 
No llamé al timbre, me las había arreglado para conseguir unas llaves. Me paseé lentamente por el piso de abajo, buscándola sin mucho éxito. Escuché la ducha de fondo. Y la música, que con ella, esas dos cosas iban siempre unidas. El nuevo disco de Vanesa Martín retumbaba en cada habitación de la casa. Golpeé la puerta del baño con los nudillos en repetidas ocasiones.
-Malú, ¿Estás ahí? -acerqué el oído a la puerta pero no hubo respuesta.
La abrí lentamente, y una ola de vapor me hizo retroceder un par de pasos.
-¡ Hugo ! -chilló con fuerza mientras salía de la bañera tapándose con un albornoz- ¿Qué coño haces?
-Necesitaba verte -asentí sonríente.
-¿Y crees que eso te da derecho a colarte en mi baño y en mi casa sin avisar? -alzó la voz y se quedó quieta en el sitio- ¿Cómo has entrado?
- Digamos que tu madre siempre tiene una copia de tus llaves que está dispuesta a prestarme...-sostuve el llavero en el aire y lo moví suavemente.
-Dios....-suspiró con fuerza- ¿Mi madre sabe que has vuelto? Perfecto, me llamará en cinco minutos. -sonrió con ironía.
-Preciosa no te enfades, solo quería darte una sorpresa -di un par de pasos hacia ella y rocé su mejilla con los dedos.
-Hugo estoy desnuda, no es una buena sorpresa. -negó con la cabeza mientras buscaba una toalla con la que secarse el pelo.
-Cariño, creo que te he visto más veces desnuda que vestida -le guiñé un ojo y os juro, que la sonrisa que se le escapó me dio ganas de quitarle el albornoz de un momento a otro.
-Eso no tiene nada que ver, no eres mi novio, no tienes ningún derecho a verme así, y más ahora...-argumentó poniéndose tremendamente nerviosa.
-Para ser exactos actualmente soy tu marido -mostré una amplia sonrisa y antes de que le diese tiempo a replicar de nuevo, proseguí- de todas formas esta no es la sorpresa -levanté las cejas- vístete, nos vamos. -abrí la puerta del baño- bueno si quieres ir así- mis ojos la recorrieron con la seguridad de conocerla de sobra- no me opondré, tranquila.
-Eres imbécil -contestó medio riendo.
-Una cosa más -añadí antes de salir por la puerta- ¿Has cambiado de número? ¿Por qué no puedo llamarte?
-Sí, lo he cambiado -admitió mientras se desenredaba su larga melena mojada.
Saqué mi móvil del bolsillo y guardé uno a uno, los dígitos que fue enumerando.
-¿Seguro que este es tu número? ¿No me estarás tomando el pelo para librarte de mí? -pregunto con una irresistible sonrisa.
Ladea la cabeza muy despacio y sonríe alegremente.
-¿Por qué iba a hacer eso? Tan mal no me caes...-deja caer mientras se muerde la lengua.
Asiento muy despacio y la llamo desde mi teléfono, salta el buzón de voz y digo:
-Hola ,nena, soy yo. Te espero en el coche en diez minutos, ahora mismo estoy algo atontado mirando a una morena espectacular medio desnuda en el cuarto de baño.
Ella sonríe y tira de mí. Me acaricia la nuca y me besa en los labios con suavidad. Es un beso rápido, pero cuando se aparta de mí, aún sigo mordiéndome los labios en busca de más.
-Sal anda, que me quiero vestir- se ríe empujándome hacia atrás.
Adoro esa forma que tiene de dejarme con las ganas casi sin quererlo. Bueno no, en el fondo es lo que quiere desde el primer día.
Los diez minutos se convirtieron en media hora, y se subió al coche sonriente y encendiendo la radio.
-Va, ¿Cuál es la sorpresa? -golpea mi hombro levemente y me giro hacia ella.
-Si es sorpresa, no te lo puedo decir- me encojo de hombros y me río.
Frunce el ceño y se cruza de brazos. Sube el volumen de la radio y comienza tararear, dando palmas. Me río.
-¿Qué pasa, ahora vas a cantar para ignorarme? -le doy un codazo y ella sigue a lo suyo, cada vez más alto-  estás preciosa cuando cantas.
Hace un pequeño stop en su maravillosa interpretación y me mira levantando las cejas.
-Yo siempre estoy preciosa -dice acercándose a mi cuello.
Y cuando me voy a girar para robarle un beso, se aleja y sigue a lo suyo. Canta, lo vive, se mueve en el sillón, cómo si viviese un concierto en un estadio. Agita la cabeza y os juro que me vuelve loco, verla así.
-A todo esto...-ladea la cabeza hacia mí cómo si hubiese recordado algo-¿Tú no tenías un concierto esta noche? ¿No deberías estar en la prueba de sonido ya? -gira la muñeca mirando su reloj.
-Sí, lo tengo....-sonrío y chasqueo la lengua- de hecho....-suavizo la voz y la miro.
-No no no no....-abre mucho los ojos y se echa un poco hacia atrás.
-Pero si no sabes todavía lo que te voy a decir...-me río mientras apago la radio.
-Sí lo sé, vas a pedirme que cante contigo, y no hemos ensayado nada -habla muy rápido y traga saliva- ni se te ocurra pedírmelo.
De verdad que me asusta que consiga entenderme tan bien, sin apenas decir nada.
-¿Ahora de repente tienes miedo escénico? -pregunto haciendo una mueca de burla- venga, si además te dejo elegir canción.
Me mira y hace una mueca de desaprovación. Suspira y mira hacia los lados indecisa.
-¿Seguro que me dejas elegir? -hace una media sonrisa y se muerde las uñas.
-Segurísimo.-asiento con rápidez- venga cariño, solo hemos cantado una vez juntos, me hace ilusión que estés en mi concierto...-aparco el coche en el parking del inmenso auditorio y le acaricio la pierna, poniéndole ojitos.
Levanto las cejas y sonrío con lentitud mirándole a los ojos. Si os digo que no lo hago para que se derrita, estaría mintiendo.
Estira la mano pasa sus dedos colocándome un mechón de pelo que se escapa de mi tupé. Pero juraría que se entretiene de más, entre caricia y caricia.
-Estás más guapo últimamente ¿Lo sabías? -se muerde el labio y me sujeta la barbilla unos segundos, para apartarse definitivamente con una sonrisa- cantaremos Ni un segundo, y no es negociable.
Respiro aliviado y le planto un beso en los labios. No se lo espera  y tiene que separarse unos segundos para tomar aire. Pone muchas ganas en el beso, más de las que esperaba. Y nos separamos como queriendo seguir ahí el resto del día.
Apenas nos hace falta ensayar, con ella sale todo a la primera. La cantamos tres veces y es suficiente, aunque quiere arreglar y matizar mil cosas, pero trato de convencerla de que suena genial.
Unas ocho mil personas nos verán esta noche, y creo que es uno de los conciertos en los que los nervios me comen por dentro con mayor dureza. A ella no, ella ojea su móvil en el sofá del camerino sin mayor nerviosismo. De hecho, creo que hasta se ríe de mí por dentro, porque las piernas me tiemblan un poco y llevo sudando media hora. Me despide con un suave beso en los labios y con un "nos vemos en un rato".
Disfruto todas y cada una de las canciones, el público está entregado y ya antes de cantar con ella, creo que es el mejor concierto de mi vida. Cuando llega nuestra canción, el corazón me bombea a mil por hora.
-Bueno....-comienzo a hablar entre el griterío de la gente- hubo un tiempo en el que yo, no creía en el amor, ni en la felicidad, ni en ninguna de esas tonterías..-el público se queda callado para escucharme- no pensaba que alguien pudiese llegar a darte todas esas cosas juntas, pero ocurre.-hago una pausa y trago saliva- ocurre que aparecen personas especiales que te enseñan a vivir en vez de ver la vida pasar...-miro a la gente y me mojo los labios- y en esa pequeña diferencia se esconde todo lo que nos hace felices. Por eso, Madrid, esta noche, para mí es un inmenso placer presentaros a una de esas personas...-el barullo aumenta- con todos vosotros, alguien tremendamente especial en todos los sentidos...., ¡Malú!

La gente se vuelve loca. Literalmente. Ella sale sonriente por un lateral del escenario, le tiendo una mano y me abraza con fuerza.
-Buenas noches Madrid -susurra cogiendo el micrófono, sin dejar de rodearme la cintura- estoy feliz, de que un chico tan tan guapo me haya invitado a estar aquí hoy, ¿O no? -me mira a mí y segundos después al público.
Se ha hecho con la gente con apenas diez palabras. Se ríe y me planta un beso en la mejilla, acariciándome la nuca.- gracias...-susurra en mi oído. Y yo solo sonrío, pidiéndole a Dios, que se detenga en ese instante y lo repita en bucle toda la vida.

Comenzamos la canción cada uno con su pie de micro. Con rápidas miradas, cada uno concentrado en su estrofa. Pero, de repente, como si de un huracán se tratase, suelta el mircrófono y se gira por completo, para cantarme muy de frente, a los ojos. La imito inconscientemente y nos comemos con cada gesto que hacemos. Da unos pasos hacia mí, con decisión, y si su voz me revuelve por dentro, la manera en la que me mira, hace el resto. Cuando llega el estribillo, cantamos con decisión y el público lo hace con nosotros. Parece que hasta nos gritamos las palabras, porque nos representan, o porque estamos viviendo tanto este revoltijo emocional, de música y sensaciones, que lo soltamos todo así. Me coge de la mano y se acerca mucho a mi boca. Sonrío mientras le escucho, la oigo y la siento cantar a centímetros de mí. Es mi turno, tiro de su cintura y la obligo a poner su cabeza en mi cuello, lo hace encantada. Me olvido de todo, del público, de los focos e incluso de la música. Porque prácticamente le estoy cantando al oído, con sus brazos rodeándome y el mío sujetando con fuerza su cuerpo. Por un momento, me centro en sus labios, en sus gestos y en sus maneras. Canta con cariño, con dulzura y con tantas cosas que nunca alcanzaría a explicar. En momentos se arranca con un "¿Cómo? se dirige al público que responde encantado y canta de principio a fin las estrofas que a ella le apetece. Ese maravilloso instante, comienza a llegar a su fin. Cantamos cerquita, sin miedo a nada, agarrados, con las frentes en la del otro, y con los corazones repartidos a partes iguales. La miro de reojo cuando su voz suelta el último aire de magia, y la veo sonreír  como nunca. Que al final es como siempre.
No recuerdo aplausos como esos en ninguna otra actuación. Reímos y damos las gracias juntos. La gente lo vive incluso más y yo no puedo llegar a comprender como cantar con ella, sienta tan jodidamente bien.
-Bueno yo...-traga saliva y se dirige al público, sin separarse en absoluto de mí- yo quería añadir algo al discursito que ha dado el señorito antes de empezar...-lo deja caer y me mira de reojo, como pidiéndome aprobación para lo próximo que va a decir- sí es verdad que existen personas especiales, pero...-se moja los labios y sonríe mirando unos segundos al vacío- yo creo que muchas veces nos confundimos y pensamos que una de esas personas es con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo ¿no? -se ríe y el público está tan atento escuchándola que casi nadie sigue su risa- pero en realidad lo que hay que buscar es alguien que te saque todo lo que tienes reprimido, los miedos, los sueños...o que te haga volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida.- me mira muy fijamente y soltamos un suspiro al mismo tiempo. Tengo que apretar mucho los labios para que no se me note que tiemblo..- Por eso, esa persona, es seguramente la más importante que vayáis a conocer en vuestra vida, porque te tira abajo los muros y te despierta de un porrazo -sonríe y se pega todavía más a mi hombro, traga saliva y me mira delante de todos- y posiblemente yo, ya haya encontrado a la mía.