Vistas de página en total

domingo, 29 de junio de 2014

CAPÍTULO 56. ESCONDITE EMOCIONAL

A partir de ahí, todo se convirtió en una terrible rutina. Intentábamos que no, que al llegar a casa, por las noches,(o por las mañanas, con nosotros nunca se sabía), todo cambiase de color. Pero era complicado, ella vivía en la gira y yo empezaba a grabar un nuevo disco, coíncidíamos más en eventos públicos, que en la cama y que Helena me necesitase demasiado a menudo, hizo que aquel comienzo de invierno, fuese mucho más frío de lo que esperábamos.

-¿Quieres que te acompañe al médico la próxima vez? Puedo hacerlo, si quieres -pregunté mientras salíamos de la reunión que se había extendido hasta altas horas de la madrugada.
-Hugo, ya te he dicho que puede acompañarme mi madre , no te preocupes ¿vale? -se frenó en seco de camino al coche, revolvió la mirada y me acarició la mejilla- gracias por todo esto, de verdad, pero por ahora lo tengo todo bastante bajo control, o eso creo...-soltó una leve risa.
-Solo quiero que si necesitas cualquier cosa, a la hora que sea, me avises...-apreté su hombro con fuerza obligándole a levantar la mirada que había bajado hace rato- Helena, no estás sola en esto ¿De acuerdo?
Asintió apretando los labios y con los ojos desbordando angustia y alivio a partes iguales.
-Lo sé...
Acto seguido me abrazó con fuerza. Con muchísima fuerza y me costó volver a respirar después de aquello. Porque ella era de esas personas tan coraje, que las cosas no le salían por la boca, sino por los ojos . Se despidió de mí con un beso fuerte en la mejilla y me revolvió el flequillo. Sonrío y se quedó callada, como sabiendo que realmente no nos hacía falta decirnos mucho más.
- Nos vemos mañana por la noche, en la cena del equipo, no llegues tarde o Antonio te matará -me amenazó con el dedo índice en alto.
- Allí estaré -hice un gesto con la mano y me metí en el coche comprobando que su sonrisa seguía igual de segura, que minutos antes.
Apoyé la cabeza en el asiento y respiré cansado. Estaba jodidamente preocupado por ella, llevaba apenas tres meses de embarazo y todavía no se lo había dicho a nadie, ni si quiera se había molestado en buscar al padre. Seguía trabajando sin parar como si nada hubiese pasado, me acompañaba en la gira, en las entrevistas y no parecía nunca estar cansada. El problema es que aunque nos cueste asumirlo, no todo es lo que parece.

Llegué a casa terriblemente agotado, eran las dos de la mañana y yo solo esperaba que ella ya estuviese durmiendo con los sueños a un lado y las ganas de verme al otro . Caminé por el pasillo haciendo el menor ruido posible, me desvestí aún con las luces apagadas y solo en ropa interior me metí en la cama.
-Nena...-susurré acariciando su pelo.
Se revolvió un poco y de malas maneras se giró hacia mí. Se me quedó mirando, callada, y mis intenciones de sonreír al verla, se cayeron al suelo cuando resopló y volvió a cerrar los ojos sin decir una sola palabra.
-¿Te pasa algo? -acaricié su hombro con cuidado y hice una mueca, rogando que abriese la boca, aunque no fuese para besarme.
-Hugo, mañana madrugo, ya hablaremos en otro momento ¿Duerme vale? - contestó escondiendo su cabeza todavía más entre la almohada, y entre  bostezo y bostezo, se quedó dormida.
-Buenas noches -musité dándome la vuelta, y encontrándome de frente con un millón de dudas que me acompañaron aquella noche entre el colchón y la almohada.
Llevábamos semanas así, que aunque a veces todo parecía estar bien y la vida a su lado fuese maravillosa en mi opinión, el malhumor, la distancia y los celos acababan siempre con nosotros. Y aquella noche me pregunté con sinceridad, cuanto tiempo aguantaríamos así.

Tras una noche de dolores de espalda y de lo que no es espalda, me levanté antes que ella contra todo pronóstico. Ese día no seguría con la preparación del disco, tenía sesión de fotos en una conocida revista de música. Ni si quiera sabía lo que haría ella aquel día, porque apenas teníamos tiempo para pararnos, darle una tregua a nuestro orgullo diario y contarnos con una copa de vino en la mano que habíamos hecho durante el día, y que nos depararía el siguiente.
Me puse el traje, y esta vez, me elegí yo solo la corbata. Preparé café de sobra y la esperé en la cocina. Media hora después bajó con la prisa instalada en la forma de moverse y con las mismas ansias de café que todas las mañanas anteriores.
- Buenos días -dijo sonriendo sin más.
Cogió una tostada del plato, y mirandola deseosa, la untó de mermelada. Entre mordisco y mordisco se acercó a mí y desayunó de pie apoyada en la mesa, sin ninguna prisa.
-Hugo hoy no llego para comer...-ojeó la pantalla de su movil, ignorando que mis manos ya habían rodeado su cintura hace rato.
- ¿Por qué? -resoplé besando su mejilla con la dulzura más próxima a la desesperación, que a otra cosa.
- Comeré con el equipo supongo, estaremos rodando toda la mañana -comentó como si nada.
- ¿Rodando el qué? -pregunté desconcertado, frunciendo el ceño.
Se giró hacia mí por completo y levantó las cejas.
-¿Qué va a ser? El videoclip, llevo diciéndotelo una semana -me miró muy de frente y aunque hice esfuerzos porque no se me notase el pequeño olvido, no funcionó.
- Es verdad, lo siento nena es que tengo muchas cosas en la cabeza -suspiró y se deshizo de mis brazos para coger su taza de café y darle un rápido sorbo.
- ¿Esas cosas tienen que ver con Helena? Lo digo porque como ahora vives por y para estar pendiente de todo lo que le pase...-dejó caer la taza en el fregadero, y se cruzó de brazos.
- Cariño, ya sabes que estoy preocupado por lo del bebé -resoplé- está sola, ¿Qué pretendes que haga?
- Ah , así que ese es el motivo por el que llegaste ayer a las dos de la mañana...- alzó la voz de manera desproporcionada- yo también estaba sola eh.
- Ayer estuve en una reunión -contesté molesto.
- Ya. - asintió lentamente con la cabeza- tú siempre tienes reuniones...-dejó caer mientras recogía la mesa.
- Y tú conciertos. 
Esas tres palabras sonaron como un verdadero reproche, sin pretender que lo fuesen. Pero se quedo muy quieta, mirándome. Desconcertada y cabreada a la vez. Quería esconder mis palabras bajo una piedra y nunca haberlas dicho, porque me miró con tal intensidad, que pensé que el mundo se caía.
- ¿Y? Soy cantante, ¿Qué quieres, que no haga conciertos? -colocó sus manos en sus caderas, y la indignación inundó la habitación.
- Cariño no es eso, pero...-bajé la mirada y sacudí la cabeza- da igual, no tengo ganas de discutir.
Me levanté de la mesa y cogí mis cosas con rápidez. Busqué las llaves del coche durante media hora hasta que ella me las lanzó de repente, y por un momento pensé que llevaban intenciones asesinas. Se quedó callada y yo me dirigí a la puerta de casa sin mirarla. La oí suspirar, como aguantándose las ganas de decir algo más.
- ¿Cenamos juntos esta noche? -ladeó la cabeza y levantó la mirada lentamente, para finalizar con una media sonrisa.
-No puedo nena, tengo una cena...-resoplé abriendo los brazos- pero intentaré no volver tarde, ¿vale?.
- Da igual...-suspiró sacudiendo levemente la cabeza- cenaré con las chicas, no te preocupes, pásalo bien.
Por primera vez en mucho tiempo no supe interpretar el sentido de su frase. Ni si quiera la sonrisa que la acompañó me ayudó a entenderla, porque no le quedó demasiado realista, más bien nada. Nunca hacía estas cosas. Nunca daba su brazo a torcer, sonreía y se quedaba tan tranquila. Jamás. Cuando creía que tenía razón llevaba la discusión hasta donde fuese. Y en el fondo, lo que más me preocupaba era eso, que igual ya habíamos perdido el valor y la confianza, para decirnos las cosas. O que simplemente la habíamos escondido en algún lugar, entre las ganas y los sueños futuros. Y si seguíamos escondiendo tantas cosas, nos íbamos a quedar vacíos Y qué putada.
Nuestra despedida únicamente consistió en un gesto con la mano y un simple "te veo después". Ni beso, ni sonrisa de por medio.
Llegué a la sesión de fotos fingiendo felicidad, tranquilidad, y todas esas cosas que decían que hacían falta para salir bien ante los flashes. Antonio llegó con aires de su ya característica preocupación por todo, exigiendo al fotógrafo que no me sacase de esta o de la otra manera.
- ¡Sácame al chaval, de pie hombre ! -exigió alzando un poco la voz-¡que marque musculitos que para eso los tiene coño !
Yo contenía la risa e intentaba por todos los medios concentrarme y no perder los nervios. No sé cuanto tiempo estuve entre cambios de ropa, maquillaje y sonrisas forzadas, pero se me hizo eterno, aunque ya estuviese acostumbrado desde hace algún tiempo.
Cuando salí no me lo podía creer, volví a montarme en el coche a toda prisa. Una cena con todo el equipo me esperaba. No me gustaban demasiado estos planes, sentarme en una mesa de un restaurante con cuarenta personas de las cuales conocía a diez, no era precisamente lo que me apetecía estar haciendo un viernes por la noche. Saludé a todo el mundo al llegar, o eso intenté. Busqué a Helena con la mirada, que era probablemente de los pocos que me importaban de aquel evento, pero no había legado. Tampoco lo hizo a los diez minutos siguientes. La llamé por teléfono, estaba empezando a sentirme un poco fuera de lugar entre tantas personas con traje y sonrisas falsas y educadas por bandera.
- Ei -dije en cuanto sentí que había contestado- ¿Dónde estás? ¿Te falta mucho?
- Estoy conduciendo, estaré ahí en dos minutos- dijo riendo, con una ilusión en la voz que hacía tiempo que no le notaba.
- ¿Qué pasa? -sonreí al vacío- ¿Por qué estás tan contenta, ha pasado algo?
- Acabo de salir del médico Hugo -contestó un poco más tranquila- dicen que puede ser una niña.
Aplausos infinitos se encendieron dentro de mí, al verla de nuevo ilusionada. Tardé en contestar porque me estaba costando desanudar la emoción de la garganta.
-No sabes cuanto me alegro Helena, de verdad -suspiré sonriente- date prisa preciosa, que quiero darte el abrazo que corresponde.
Se rió dulcemente al otro lado de la línea.
-Ya voy idiota, ah y Hugo...-no dijo nada más, lo próximo que escuché fue un fuerte y helador ruido, un frenazo acompañado de un grito y la terrible sinfonía de los cristales rompiéndose.
Se me paró el corazón. Y tardé en volver a ponerlo en marcha.
-!Helena¡ -grité como un loco al auricular del télefono- ¿Helena estás ahí ?
Silencio. Mucho silencio. Y la llamada se cortó segundos después. El móvil se me cayó al suelo. Y todo lo demás también. Media hora después, estaba en la sala de espera de un hospital, cuestionándome demasiadas cosas.

Mi pierna se movía a un ritmo incontrolado. Estaba sudando. Con la mirada perdida en el techo desde hace rato. Llamé a Malú veinte veces, no me cogió ni una. Supuse que estaría de cena feliz, y no tendría ni un solo segundo, para contestar a su marido que la necesitaba en ese momento. Lo supuse.
Antonio estaba a mi lado dándome palmaditas en la espalda cada dos por tres. La familia de Helena todavía no había llegado. Yo casi no podía respirar, el aire pesaba demasiado, todo parecía ser demasiado. Llevábamos tres horas esperando y yo ya no sabía como tranquilizarme. No se me ocurrían más maneras.
- ¿Familiares de Helena López? -un médico joven vestido con el característico batín irrumpió en la sala.
- Aquí -me levanté como un resorte.
Analicé su expresión, estaba serio, muy serio. Ni si quiera era capaz de sostenerme la mirada.
-Ella ya está fuera de peligro...-dijo con gesto tranquilo. Respiré hondo.- pero, aunque hemos hecho todo lo posible, tuvo una fuerte hemorragia y el golpe...-titubeó un poco, no parecía muy acostumbrado al difícil trago de informar a los familiares- sintiéndolo mucho, el feto ha sufrido lesiones demasiado graves, y... ha perdido al bebé. Lo siento.
Tragué saliva y bajé la mirada. No sabía qué hacer, qué decir, ni como reaccionar. Por no saber, no sabía ni respirar. Su familia llegó poco después, y pasaron a verla. Yo me marché a casa, necesitaba un respiro, una copa,o yo que sé. Me tumbé en el sofá nada más llegar, ni si quiera llegué hasta la cama. Cerré los ojos, y tuve que volver a abrirlos cuando cinco sergundos después la cerradura de la puerta, se abrió lentamente. Entró con los tacones en la mano, intentando no hacer ruido.
- ¿Un poco larga la cena con las chicas no ? -se sobresaltó al verme ahí y soltó un gritito ahogado.
- Joder Hugo me has asustado...-dijo cerrando la puerta- Vanesa ha sacado la guitarra y ya....nos hemos entretenido todas demasiado.
Asentí con la cabeza. Se sentó a mi lado en el sofá. Yo aún seguía con la ropa arrugada y sudada, y los ojos un poco llorosos de más. Me pasé una mano por el cuello y me retorcí de dolor. Volví a apoyarme en el respaldo para intentar disimular pero con ella nunca funcionaba.
-¿Qué te pasa? -se incorporó lentamente. Nos miramos a los ojos y la mirada se le inundó de miedo.- Hugo ¿Qué coño ha pasado? -alzó la voz.
-Helena ha tenido un accidente con el coche -musité con la voz medio rota- ha perdido al bebé.
Se le congeló la sangre, o eso pareció. Abrió mucho la boca y hizo una mueca triste. Se hizo el silencio, pero a mí tampoco me importaba.
-Cariño, lo siento...-estiró su mano para acariciar mi nuca y a mí ni si quiera me atravesó el escalofrío que iba unido a sus dedos cuando rozaban mi piel. No sentí nada.
-Nena, ha sido culpa mía, la llamé por teléfono, tuvo el accidente por eso -empecé a hablar más rápido- ha sido todo culpa mía ,joder -dí una patada contra la mesita colocada al lado del sofá y solté un gruñido.
Ella no pareció asustarse, siguió acariciando mi espalda y tomó aire dulcemente.
-Tú no tienes la culpa de nada...-se acercó a mi cuello y se apoyó en él- nada es culpa tuya cariño,, ¿De acuerdo? -dejó el aire de su boca en mi mejilla, con un suave beso.
Bajé la cabeza. Ella estaba enredada en mi hombro y yo apenas la había mirado.
-¿Por qué no me has cogido el teléfono? -me giré hacia ella y la fusilé con los ojos, destrozando por completo el clima de tregua que ella había creado en esos momentos- te llamé veinte veces, y no apareciste por el hospital.
Desconcertada y fuera de lugar, se echó un poco hacia atrás, separando sus manos de mí. Frunció el ceño.
-Tenía el móvil en silencio, lo siento, si lo hubiese escuchado habría ido...-trató de justificarse.
Puse mis manos juntas, y miré al frente. Sentía rabia, demasiada. La rabia me impedía pensar con claridad. Tomé aire mientras ella me miraba atenta, sin mover ni un músculo.
-Sí -asentí irónicamente- pero no viniste.
-Hugo...-cerró los ojos lentamente, intentando pensar.
-Voy a descansar, tengo que volver al hospital en un par de horas -dije sin más.
Me levanté del sofá y ella me siguió atenta con la mirada, pero con la valentía escondida, como para decir algo más.
Aquel día fue un accidente en todos los sentidos. El primero el nuestro. Un verdadero accidente emocional, con riesgo de todo. Y en los accidentes ya se sabe, siempre se pierden cosas.

viernes, 20 de junio de 2014

CAPÍTULO 55. LOVE IS IN THE AIR

Estoy tan enamorado. Sí, sé que a estas alturas esas tres palabras se dan demasiado por hecho y probablemente se queden demasiado cortas. Muy probablemente.
 Nunca he comprendido muy bien lo que es enamorarse, ni si quiera yo, que lo estoy. No lo comprendo. Pero luego me pasa eso de que la veo caminar por la calle, girarse, sonreír. Y me coge de la mano. Me pide un beso. Y entonces ya lo entiendo. O cuando se ríe,  entreabre la boca, junta los dientes, y se ríe. Ahí comprendo con la más plena exactitud lo que es enamorarse. Pero supongo que solo dura un instante. O dos, depende. Y en el fondo me apetece olvidarlo y no volver a comprenderlo hasta la próxima vez que sonría y pronuncie mi nombre. Ahí lo entenderé de nuevo.

-Tu hermano me ha dicho que estoy cambiada...-comenta angustiada mientras se peina en el espejo retrovisor de nuestro audi - ¿Tú me ves más gorda? Tu padre también me ha mirado mal...
Aparto la mirada de la carretera apenas un instante y la miro. Suelto una carcajada.
-Mi padre te adora cariño. Y mi hermano me envidia, estoy con un pivón.-contesto con aire descarado.
Hace un amago de sonreír, pero se cruza de brazos y suspira mirándome divertida.
-Que tu estés un tanto necesitado no quiere decir que yo sea un pivón, ¿Me estás haciendo la pelota aposta?-pregunta arqueando las cejas.
-Yo absolutamente nunca jamás haría eso nena -miro al frente intentando aparentar la mayor seriedad posible- son imaginaciones tuyas.
-Ya...-deja caer sonriendo. Aprovecha el semáforo en rojo, para acercarse un poco más a mí, colocar su mano en mi pierna y susurrarme al oído- ¿Son imaginaciones mías, estás seguro?
-Segurísimo -contesto con su boca demasiado cerca de la mía como para que lo siguiente que haga no sea besarla.
Pero se aparta. Sonríe ampliamente, divertida. Relaja su respiración y me ignora por completo mirando al frente. Me quedo con la boca abierta y eso a ella le encanta aún más. En el fondo está loca joder, tiene en su cabeza una locura preciosa. ¿Como no iba a perder la razón por ella?
-Esto que estás haciendo...-muevo la mano refiriendome a que lleva todo el día dejándome con las ganas de absolutamente todo- va a terminar por volverme loco, te lo advierto.
-Creo que podré soportarlo..-me guiña un ojo y se ríe- lo bueno se hace esperar, ¿no?
-Eres mi mujer, ¿Tengo que mendigarte un beso?- pregunto volviendo a concentrarme el carretera. Mentira. En realidad no me concentro en otra cosa que no sea ella.
-Tienes razón.- vuelve a acercarse a mí, sonriente, y cuando creo que va a obligarme a girar la cara para encontrarme con sus labios, me besa suavemente en la mejilla.
-Esto es increíble -resoplo, y ella no puede contener la sonrisa, y la risa, y todo lo que implica verla feliz.
-Ya te he dicho que esta noche te lo compensaré, vamos a casa anda...-hace un movimiento con la cabeza y da unas palmaditas en mi pierna. Y yo tengo que respirar hondo, porque tengo las ganas de comerle la boca, atrancadas en la garganta.

Tras una comida con mi familia, en la que mi chica acaparó todo el protagonismo posible, porque para ella eso era inevitable, llegamos a casa. Sabía de sobra la macro fiesta sorpresa con amigos, barra libre..etc. , que tenía preparada, más que nada porque hacía una semana que llevaba planeándola y se le daba demasiado mal esconder las cosas. Cuando bajamos del coche, se le notaban los nervios en los ojos. Y en la boca. Y en la manera de andar.
Y cuando yo estaba planeando mentalmente mil formas de hacerme el sorprendido, se frenó justo antes de abrir la puerta de casa, y me miró.
-Sé que lo sabes, deja de fingir...-se encoje de hombros.
-¿Yo? ¿Lo qué? -muevo la cabeza.
-Límitate a sonreír ¿vale? -me coloca la corbata- eso se te da de maravilla. -se muerde el labio y me coloca el flequillo como a ella le gusta.
No contesté, estaba demasiado embobado viendo sus dedos recorrer mi abdomen, eliminando cualquier arruga que mi chaqueta pudiese tener. Asentimos a la vez e introdujo las llaves en la cerradura. Abrió la puerta, y con un gesto me obligó a entrar primero, las luces estaban apagadas y me dio la sensación de que no había absolutamente nadie. Y mi sensación se confirmó cuando al encender las luces pude comprobar que todo estaba desierto. Me giré por completo hacia ella sin entender nada. Y la encontré sonriendo, sonriendo mucho.
- Bienvenido a mi regalo...-comenzó a hablar lentamente mientras caminaba hacia mí- tu fiesta no es aquí idiota, la celebramos en un hotel del centro ,tranquilo, he invitado a absolutamente todo el mundo al que tu hubieses invitado y he preparado todo como a tu hubieses hecho.- hace una pausa y ladea la cabeza- y hasta las diez tenemos exactamente cinco horas y catorce minutos, para hacer todo lo que tú quieras.
- ¿Lo que yo quiera, estás segura?- pregunté entre la risa y la más bonita de las sorpresas.
-Sí, eso he dicho, todo lo que tú quieras.- levanta las cejas y sonríe.
-Creo que podríamos empezar por una cosa...-estiro mi mano y sujeto su cintura, quiero hablar pero se me adelanta.
-Tranquilo, ya lo digo yo..-susurra junto a mi boca- bésame.
Deja sus labios a expensas de los míos y yo no hago otra cosa que recorrerlos. Y recorrer su boca. Y su lengua recorriendo la mía. Coloca sus manos en mi cuello y se aferra todavía más a mí. Y en ese instante me doy cuenta de que el roce con ella lo es todo, que los besos dan igual. Quiero decir, he besado a personas por las que no he sentido nada y he sentido cosas por gente a la que ni he besado. Y ella me hace sentir tanto simplemente con mirarme que igual nuestros besos habían ocupado un papel secundario. En teoría claro.
-Creo que...-susurra y lo intercala con un beso- deberíamos subir a la habitación
-Sí , yo también lo creo -contesto mordiéndome el labio al sentir lo sexy que suena escuchar a alguien como ella decir esas palabras.
Tomo su mano y subimos las escaleras casi a trompicones. Se gira a medio camino para volver a besarme y termina por caerse de espaldas en la cama.
Me coloco sobre ella, con las piernas a cada lado, y ataco su cuello sin piedad alguna. Dejo marcas hasta sus clavículas y ella cierra los ojos y sonríe divertida. Hoy no corremos, no tenemos en absoluto ninguna prisa. Le quito la camiseta y beso su vientre con dulzura. No se mueve, se deja hacer y le quito el sujetador que ya me conozco de memoria.
-No es justo...-dice mordiendo el lóbulo de mi oreja- tú sigues vestido.
No contesto, simplemente sonrío y en la sonrisa se me ven todas las sucias intenciones que llevo con ella en momentos como este. Deslizo mis dedos por su abdome y sin previo aviso los meto entre sus pantalones. Suelta una mezcla entre suspiro y gemido que se convierte en el sonido más bonito que he escuchado jamás. Muevo mis dedos con agilidad y me acerco a su boca de nuevo.
-¿ Aún quieres que pierda tiempo en desvestirme? -susurro sintiendo sus gemidos ahogados subiéndome la temperatura por dentro.
-No -musita con el poco aire que le queda y acelera la respiración al mismo tiempo que yo acelero el ritmo entre sus piernas.
Y cuando se le ve en la cara que va a llegar al cielo y quedarse en él un rato, freno el compás y mis manos vuelven a desvestirla como antes, como si nada hubiese pasado. Me mira extrañada, rogándome con los ojos, con los labios y con todo lo bonito que tiene, que vuelva a colarme entre sus pantalones un rato más.
-Todavía no...-sonrío.
No parece gustarle demasiado mi respuesta, eso, o en realidad le ha encantado, porque con un rápido movimiento de esos que solo sus piernas son capaces de hacer, se sube a mi cuerpo y lo aprisiona contra el colchón. Desanuda mi corbata poco a poco mientras me mira desde arriba con aire sensual y despreocupado, y con una virtusidad sublime, me desabrocha la camisa en tres segundos. Tira de la hebilla de mi cinturón que se le resiste y que acaba desabrochando con la boca. Entre tanto, mis manos ya se han perdido por su piel y su cuerpo y se han vuelto a encontrar unas mil veces. Miro sus pechos y cuando estoy completamente perdido en ellos, se incorpora un poco.
-Espera...-dice arqueando las cejas sonriente.
Se levanta de cama y baja corriendo las escaleras. A mi me va a dar algo como se le pase por la cabeza dejarme ahí, con las ganas. Cinco segundos después, vuelve a entrar en la habitación con un bote de nata en la mano.
-¿En serio? -pregunto riendo al verla llegar.
-Me apetece jugar...-contesta dando un salto de nuevo en la cama.
Se sube a mi cintura y termina por quitarse el pantalón ella solita. Agita el bote de nata y yo ya estoy a medio camino de la risa. La echa poco a poco desde mi cuello , hasta el borde más infinito de mi abdomen. Se ríe divertida y saca a pasear una sonrisa cargada de picardía, de hambre y de ganas. Acerca su boca y su lengua recorre absolutamente cada poro de piel que ha llenado de nata minutos antes. Quiero agarrarle la cara y besarla, pero no le apetece que la interrumpa y sujeta mis manos con fuerza contra el cabezal de la cama. Y aunque podría soltarme cuando quiera, me dejo hacer porque la idea me pone muchísimo.
Con los labios llenos de dulce (más que de costumbre) se acerca a mi boca y lame la comisura de mis labios mientras mueve su cintura hacia adelante. Enredo mis manos por su pelo y la obligo a besarme bien. Me muerde los labios y  cuando se aparta para mirarme apenas un instante, me da por recuperar el aire que acabo de perder. Porque respirar es vital. Tan vital como su mirada posándose en mi cuerpo y desnudándome las ganas.
Estiro mi mano y con un solo tirón le quito el tanga. Entonces sin dejar de mirarme, se incorpora un poco y se deshace de mis calzoncillos jodidamente rápido. Antes de que lo haga ella, tiro de sus caderas hacia delante , rompiendo toda la distancia entre nuestros cuerpos. Y soltando un suspiro ahogado, cierra los ojos, se muerde los labios y echa la cabeza hacia atrás. Sujeto con fuerza su cintura y la muevo en busca del placer más absoluto, pero ella va por su cuenta. Levanta un poco las manos y comienza a hacer circulos con sus piernas y sus caderas.
-Joder...-suspiro.
Ella sonríe, victoriosa. Echa su larga melena hacia atrás y sigue a lo suyo. 
-Déjame a mí..
Y noto como en el fondo, se sigue conociendo de sobra los puntos geógraficos de mi cuerpo y sabe demasiado bien como moverse y como bailar sobre mi cintura para romperme de mil maneras posibles. Se echa hacia delante, y abrazando su espalda la tumbo sobre mí, la beso, la beso muchísimo y con un fuerte revolcón, acabo sobre ella. Empujo con fuerza hacia su cuerpo y grita sujetándose con fuerza a las sábanas. Y noto calor. Y como si piel se derrite gota a gota. Le echo un pulso a sus gemidos y voy más allá. Y ella es la primera en gritar, se abandona al placer y arquea el cuerpo movida por el orgasmo, mientras yo la sigo invadiendo por un rato más. Y no engañaría a nadie si dijese que ahora mismo, la quiero toda, cuerpo, alma y alrededores. Y mientras ella ya se ha vaciado por dentro, tardo apenas unos segundos más y antes de hacerlo tira de mi nuca y une nuestras frentes. Respiramos como si se fuese a acabar el mundo. Y agotados, sudando el amor a chorros, salgo de ella y me tumbo a su lado.
-Nena pedazo regalo de cumpleaños...-río a trompicones.
-Ha sido increíble. - contestó rápidamente sonriendo y sacudiendo la cabeza.
Se vuelve para besarme y en todas aquellas horas que no sobraban, lo hacemos de mil maneras distintas. Siendo sincero, siempre tendré ganas de ella, porque es casi como si no me hubiese saciado lo suficiente con su cuerpo, como esa canción que repites, ese libro que relees, y es que no puedes recordar como sientes el amor, tienes que experimentarlo una y otra vez.

Mientras agotabamos todas aquellas horas muertas que el día nos había regalado, nos tomamos un vino en la terraza y entre sorbo y sorbo, apareció con mi regalo: una preciosa guitarra blanca, con nuestra fecha grabada en el mástil. Y quise darle las gracias, pero ella se me adelantó como de costumbre:
-Gracias a ti cariño. Por como eres -toma mi mano con fuerza y ladea la cabeza- y por como soy cuando estoy contigo.
Sonríe. Y su particular declaración de amor se me cuela por las venas, con destino predecible.

Dos horas después llegamos de la mano a la supuesta fiesta sorpresa que había planeado, en la azotea de un conocido hotel de la ciudad madrileña. Le prometí que me haría el sorprendido y así fue. Cuando las más de cincuenta personas a las que había invitado me miraron y gritaron al unísono, abrí la boca como un tonto y la volví a cerrar en sus labios. Todo era perfecto, la música, el catering, la piscina y sobretodo la gente, que a excepción de unos pocos conocía a la mayoría. Me abandonó durante un buen tramo de la fiesta. Y yo, hice un stop en mi discurso de "muchas gracias por venir" y me paré a observarla, sí más aún de lo que lo hago siempre. Saludaba a todo el mundo, sonriendo y sin exepción. Pero cuando tuvo que darle dos besos a un hombre al que no había visto en mi vida, se le cambio la cara. Cruzaron entre ellos algunas palabras, que aunque no pude oír, por la expresión de su cara iban cargadas de todo menos de simpatía y un trato completamente frío se veía entre ellos. Segundos más tarde cada uno se marchó por su lado. Y yo, muerto de ganas por hablar con ella de nuevo, agarré su brazo y la secuestré hasta un lugar apartado del barullo de la gente.
- ¿Qué tal todo? ¿Lo he preparado bien?-preguntó besando mi mejilla.
-Todo perfecto nena...-dí un sorbo a mi copa y me animé a preguntar- ¿Quién era ese? -señalé con el dedo hacia atrás- no le conozco y me ha parecido que...
Bajó la mirada y se colocó el pelo. Suspiró y no tuvo que decir más porque la entendí por completo.
-¿Tienes a un ex hasta en mi fiesta de cumpleaños o qué pasa? -dije con el tono más divertido del que fui capaz.
-¿Cómo sabes que...?- sacudió la cabeza y se rió- lo que pasó antes de conocerte no cuenta, y no me apetece imaginar un después.
-No digas eso -contesté serio.
-¿Qué? -frunció el ceño sin comprender.
-No hables de después -negué con la cabeza mientras daba un paso más hacia ella -quiero decir que...quiero ser el último en besarte.

domingo, 15 de junio de 2014

CAPÍTULO 54. YO QUIERO CONTIGO TODO.

No puedo describir con exactitud todo lo que de golpe se me pasó por la cabeza cuando me dijo eso. Solo recuerdo que al volver a respirar, ya la quería un poquito más que antes. Y me costó volver a hablar de tanto amor que tenía en la garganta. Y en los ojos, que la miraban. Pero no supe como asimilarlo. Aquella fue la primera vez que sentí la urgente necesidad de que el mundo se detuviera hasta que yo pudiera comprender lo que estaba pasando.
-Hugo...-chasquea los dedos ante mí y frunce el ceño- ¿Quieres o no?
-Yo...-balbuceé.
Se echa un poco hacia atrás sin dejar de mirarme y créedme que a mí me sigue costando decir algo.
-Si no quieres tener un hijo conmigo ahora, puedes decírmelo, no tenemos por qué correr tanto si...-comenzó a explicar con el nerviosismo impreso en cada palabra.
-Cariño...-la interrumpí - no es eso...es solo que no entiendo por qué quieres esto ahora, de repente..-trato de explicarme.
-¿Cómo? -se levanta del sofá y abre los brazos, la imito- no sabía que tuviese que justificar que quiera formar una familia contigo, pensaba que era lo que los dos queríamos.
-Claro que quiero nena...-trató de agarrar su mano pero la aparta de malos modos- pero, ¿Esto tiene que ver con que ahora pase más tiempo con Helena? porque si es asi creo que...
-Espera, espera, espera...-frunce el ceño y alza la voz- ¿Crees que quiero tener un hijo contigo para llamar tu atención porque estoy celosa?
-Yo no he dicho eso -aclaro serio.
Me acerco a ella y agarro su cintura pero apenas se mueve. No aparta la mirada de mis ojos ni un segundo, no cede, ni si quiera traga saliva. Estiro mi mano para acariciar su mejilla y cuando creo que ha bajado la guardia, da un paso hacia atrás.
-Hugo vete a la mierda -musita con toda la claridad que es capaz de sacar para que su frase duela todavía más.
Se da la vuelta y yo me quedo quieto. Ni si quiera la veo irse. Pero sus evidentes pasos escaleras arriba, la delatan. Estará en la terraza, con Madrid a sus pies, fumándose un cigarro que le quite la ansiedad que en ocasiones le provoca las situaciones como estas.
Me rasco la cabeza. Mierda. Acabo de joder todo. Suspiro y me quitó la chaqueta, yo también necesito un cigarro o la cabeza me va a explotar. Imito sus pasos y la encuentro apoyada en el balcón, ni si quiera se gira para verme. Pero la escucho suspirar. Me quedo quieto unos segundos esperando a que se de la vuelta y pueda verle la cara. Pero la única vista que tengo ahora mismo es su larga melena, ligeramente despeinada. Bueno, y su culo. Y sus piernas. Siempre me ha encantado su pelo. Me encanta cuando se alborota. Es como ver una parte de ella que necesita expresarse más a menudo.
-¿Me das un cigarro? -estiro la mano y agarro la cajetilla de tabaco que está sobre la mesa.
-No deberías fumar solo cuando tenemos problemas, no es la mejor forma de afrontarlos -se gira y dobla ligeramente una pierna, echa el humo y me mira muy seria.
-¿Tenemos problemas? -pregunto, mientras me arrepiento y vuelvo a dejar el cigarro en su sitio.
-Creo que, que no quieras formar una familia conmigo, sí, es un puto problema -ladea la cabeza y espera expectante mi respuesta.
Pero yo solo me río. Miro hacia arriba y me río. Se enfada todavía más. Nunca le ha gustado que me tome a broma las cosas que dice.
-¿De verdad piensas eso? -digo todavía riendo. Me acerco a ella y tomo su mano, no la aparta, porque está demasiado desconcertada como para hacerlo- nena, créeme que no hay idea que más me guste en el mundo, que que seas tú la madre de mis hijos -no sonríe, pero me clava los ojos en toda la boca, sin apenas darse cuenta- simplemente te he preguntado, que por qué ahora. ¿Por qué justo en este momento ?
-Porque te quiero quizás, ¿No has pensado que puede ser eso? -parece enfadada, pero me da una tregua.
-Eso lo sé, pero ¿No ha influido nada más en que hayas tomado esta decisión? -me aguanta la mirada como pocas veces y me aprieta todavía más la mano.
-No -niega con la cabeza- tú y yo, nosotros, eso es lo único que ha influido -aclara sincera.
Espero unos segundos para asegurarme de que no se arrepiente de lo que acaba de decir. Pero creo que aunque sea experta en aparentar una seguridad que muchas veces no tiene, hoy le ha salido disparada por los ojos.
-Bien...-asiento y coloco mis manos en su cintura- en ese caso...-sonrío- creo que hoy, es con diferencia el mejor día de mi vida.
Se ríe y sacude levemente la cabeza. Me abraza. Me abraza mucho y muy bien. Esconde la cabeza en mi hombro y suspira contra el mundo en mi cuello. Pasamos un buen rato así. Acaricio su espalda y meto las manos por debajo de su camiseta para deslizarlas sobre su piel. Me besa en los mofletes con dulzura y hace transbordo hasta mi boca. No sabéis, créedeme, no lo sabéis. Lo bien que mueve los labios a la velocidad exacta para que se estrellen con los míos y el calor, el amor y las ganas, me rompan por dentro a cada roce.
Se separa de mí y da un paso hacia atrás. Yo solo puedo mirarla. Sonreír y negar con la cabeza.
-Eres preciosa -susurro.
-Y tú eres tonto -se muerde el labio y se encoge de hombros- hoy no estoy guapa, me acabo de levantar, estoy despeinada y mi hermano me ha dicho que he engordado -se queja con una voz que me hace perder más la cabeza.
Suelto una carcajada.
-Anda vamos, que hoy comemos con tu madre, que ya toca -se ríe y coge la mano que le ofrezco para marcharnos.
-Vale, pero como se te ocurra decirle lo más mínimo sobre lo de hoy, dormirás en el sofá una semana -me amenaza con el dedo en alto- quiero guardarlo un poquito más para nosotros solos.
Sonríe y vuelve a besarme levemente. Se da la vuelta y antes de que pueda decir nada, se sacude el pelo suavemente y se marcha riendo. Se me escapa la vista. Y el corazón. Y la vida en general, solo con ver sus maneras. Porque hoy tiene razón, no es guapa exactamente. Bueno sí, por supuesto que lo es. Pero me había dado cuenta de que lo verdaderamente importante es que emanaba algo artístico de por sí, ella sola. Y el arte no busca ser bonito, busca hacerte sentir algo.
Ella era arte de la cabeza a los pies.

Una semana después, llegó el día señalado en mi calendario año tras año, desde hace ya bastante tiempo. Toda la vida para ser más exactos. Mi cumpleaños. Hacía tiempo que no celebraba es ocho de Octubre, porque nunca me había coincidido cerca de las personas con las que quería pasar ese día. Pero esta vez sí. Esta vez de hecho había amanecido con la persona con la que quería celebrar todos los próximos días ocho de Octubre, y los nueve, y los diez...

-Amor...-dijo besando mi cuello, con la voz arañada por todo el sueño que tenía. No contesté y se entretuvo un poco más, beso a beso. Hasta que mordió mi oreja y me ví obligado a abrir los ojos- feliz cumpleaños cariño -susurró estallando en una sonrisa.
-Gracias mi vida...-suspiré y sin darme apenas tiempo a bostezar, me besó con fuerza en la boca.
-¿Sabes? ,hoy tengo muchos regalos para ti -apoyó su cabeza en su brazo derecho y se me quedó mirando, esperando, deseando y ansiando que le preguntase por ellos.
-¿Y cuál es el primero? -me aclaré la voz y acaricié sus piernas.
Soltó una leve risa y se incorporó un poco, frotándose las manos.
-Ponte boca a bajo- ordenó poniéndose de rodillas sobre el colchón. No se me ocurrió rechistar, con su ilusión y sus ganas de cualquier cosa, no se jugaba. Así que obedecí. Apoyé mi cabeza en la almohada, y de reojo, la ví sonreír, fue una sonrisa fantástica. El efecto fue un incremento de mi pulso.
Calentó sus manos, frotándolas despacio y las puso sobre mi espalda. Fue subiendo la camiseta poco a poco, hasta obligarme a levantar el torso para sacarla con suavidad. Se sentó sobre mi culo, poniendo las piernas a cada lado y tuve le sensación de que sobraba más ropa de la que ella había quitado.
No dije, nada, contuve la respiración. Deslizó sus dedos por mis hombros y apretó con fuerza, mientras movía sus caderas. Inició un compás por mi piel, en silencio, con sus supiros como único ruido de fondo. Y yo me dejé hacer por completo. Cerré los ojos. Me besaba de repente en algún punto que parecía elegir por pleno azar y que hacía que una corriente eléctrica atravesase cada puto sitio en el que sus labios se pegaban. Por no hablar de como se tumbaba sobre mí espalda para besarme la nuca y pasar su lengua por mi cuello. Volvió a bajar hasta el borde de mis calzoncillos. Y los bajó un poco, y un poquito más. Y cuando creía que me iba a pedir que me diese la vuelta y le arrancase la ropa, se frenaba y simplemente volvía a masejarme la espalda.
-Esto no está siendo una buena idea..-dije recuperando la respiración que su roces se habían llevado.
-Te pone eh...-dijo con la voz sumamente sexy. O eso me pareció a mí en esos momentos.
-¿Tú que crees? entre viajes y enfados llevamos dos semanas sin hacerlo...-con un rápido movimiento me doy la vuelta, y se queda sentada de la misma manera pero sobre mi abdomen.- creo que ese sí sería un buen regalo de cumpleaños, ¿No crees? -estiro mi mano hasta su cintura y la escondo por debajo de su pantalón, jugando con la  tira de su tanga que sobresale ligeramente.
Me aparta la mano de inmediato.
-Reservate para mi regalo de esta noche...-levanta las cejas y sonríe.
-Vamos nena, el sexo por la mañana es mucho mejor...-trato de convencerla pero se levanta de la cama rápidamente y entre risas.
-Conmigo es mejor siempre, idiota...-abre el armario mientras comienza a quitarse el pijama lentamente. Primero la camiseta, dejando toda la parte superior de su torso al aire. Me mira de reojo y se suelta el pelo. Pasa a quitarse el pantalón y la vista de su perfecto culo me queda justo en frente de los ojos. Se ríe y se pasea por la habitación, consciente de que me estoy muriendo porque vuelva a meterse en la cama conmigo.
-Como te gusta provocar, esta noche te vas a enterar -me levanto de un salto y me acerco a ella, que se está abrochando el sujetador con toda la calma del mundo.
-¿Es una amenaza?- pregunta arqueando una ceja y mordiéndose el labio inferior.
-Sí, lo es. -asiento firme.
Lentamente se acerca un poco más a mi cara y entreabre los labios, quedándose a expensas de mi boca. Suelta un suspiro, vuelve a sonreír y a mí se me multiplican por tres las ganas que tengo de comerle la boca.
-No te pases de listo, o te quedas sin polvo -me guiña un ojo y me da un cachete en el culo, para encerrarse definitivamente en el baño y pasar los próximos veinte minutos delante de un espejo.
Y cuando termina, sale espectacular, con los labios pintados de rojo y el pelo más bonito que de costumbre.  Coje su bolso mientras masca un chicle y la miro de reojo al tiempo que me abrocho la camisa, hoy me lleva ventaja.
-Hugo, llegamos tarde a comer con tus padres, ¿Quieres espabilar? -contengo la risa mientras ella me mira a medio camino del enfado- dios, ven aquí.
Se acerca y me abrocha la camisa con una rápidez vertiginosa. Sin dejarme decir nada, se acerca al armario, echa un vistazo a todas mis corbatas y elige una gris. Sé que es la acertada porque sonríe triunfante al encontrarla. Me la anuda , colocando perfectamente el cuello de la tela blanca. Saca la lengua cuando el nudo se le resiste un poco y vuelve a sonreír al abrocharme la chaqueta
-Listo, dios...-suspira- que marido más guapo tengo.- me besa en los labios, y los suyos saben más a pintalabios que a otra cosa. Pero me da exactamente igual, porque está tan guapa, que me apetece que todos los días sean mi cumpleaños, para que vuelva a pintarse los labios de rojo. Aunque no tenga absolutamente nada que ver. Y entonces pasa descontrolada escaleras abajo, como un huracán que lo destroza todo y más guapa a cada paso, que al anterior. Y las ganas que tengo de besarle hasta la piel que no tiene, también aumentan.
-Cariño -sonrío cogiendo las llaves del mueble del recibidor y abriendo la puerta al mismo tiempo.
-Dime -dice mientras vuelve a colocarse el pelo delante del espejo por enésima vez.
-Creo que voy a querer mi regalo antes de esta noche.

domingo, 8 de junio de 2014

CAPÍTULO 53. DESAPARECER.

Se me quedó mirando con la inseguridad  que casi nunca dejaba ver, en los ojos. Y se le acelera un poco la respiración, no sabe que hacer, ni que decir. Y si ella no lo sabe, yo menos. Tengo unas tremendas e incontrolables ganas de besarla , pero mi orgullo puede más a sus ojos, o eso intento. Y me doy un único segundo para respirar, porque sé que como tarde alguno más, mis pensamientos chocarán de golpe con la manera exacta que tiene de morderse el labio inferior cuando no sabe que decir, y , entonces, no habrá nada que hacer. Trago saliva.
- Los dos necesitamos descansar... -subo la manta hasta su ombligo- duerme un poco y ya hablaremos después -beso su frente y vuelvo a esconder mi cabeza en la almohada.
No sé cuantos segundos pasan hasta que su voz sale disparada de nuevo, hacia mi espalda.
- ¿Te digo que te echo de menos y no me contestas?- pregunta con tono desafiante.-¿Te da igual?
Me incorporo con la furia de un titán y los ojos encendidos porque me hace preguntas con respuestas que son obvias desde hace ya demasiado tiempo. Y estoy cansado, los ojos me sobran y el aire parece pesar más de lo normal.
-¡Estoy aquí! ¡No puedes echarme de menos porque estoy aquí! -alzo la voz y agarro su mano con fuerza- he estado siempre aquí.
-Hugo no se trata de eso...-baja la mirada y la obligo a mirarme de nuevo.
-¿Entonces de qué se trata? Explícame de qué va toda esta tontería porque yo no la entiendo.- cada una de esas palabras las dije con la frustración y el enfado saliéndome por la boca.
Frunció el ceño y soltó su brazo, apartando mi mano.
-¿Te parece una tontería que duermas en casa de otra y aún encima llegues a casa enfadado? -dice como si le pareciese obvio lo que pregunta- ¿Te ha sentado bien la noche con Helena ?.
Su ironía va a hacerme estallar. Me levanto de la cama de un salto y ella  apenas se mueve, solo se incorpora un poco y agarra un cojín con el que descargar toda la tensión.
-Osea que es eso...-paso una mano por mi pelo- todo esto es por Helena...-me río y parece enfadarse todavía más- ¿Pero como puedes ser tan celosa?
-¿Yo? -pregunta gritando- pero si eres tú el que no soporta verme con nadie que no seas tú. -me señala con el dedo.
-No me hagas reír...-abro los brazos- pero si disfrutas viéndome celoso, más que nada en el mundo. Te encanta.
Me mira y baja la mirada concediéndome un segundo de victoria. No sabe qué decir a eso, porque tiene tan claro como yo, que es verdad. Enreda un dedo por sus mechones oscuros, mientras piensa en su próximo ataque.
-Lo importante aquí, es que no me has contestado, ¿Te da igual que te eche de menos? -se muerde el labio inferior con rabia.
-Joder...-suspiro con las manos masajeando mi frente- ¿Qué necesitas?- doy un paso adelante, con decisión- ¿Necesitas qué te diga cuanto te quiero? ¿Necesitas escuchar lo que me importas? Porque si es así, nos quedaremos aquí hasta que te quede claro.
-¿Ves? -dice gesticulando con las manos- no puedes pedirme que te entienda, cuando tú no puedes entenderme a mí.
Nos quedamos los dos en silencio. Yo simplemente la miraba. No comprendía nada. Ni si quiera la razón por la que discutíamos, por la que nos estábamos gritando o la razón por la cuál no estábamos haciendo otra cosa con la boca, que no fuera echarnos cosas en cara.
Me dí por vencido pidiendo un razón a todo este desastre. Bajé la mirada y negué con la cabeza.
-Creo que es mejor, que yo baje a descansar al sofá...-suspiré, cogí mi almohada y me marché sin más.
Ella me miró atenta mientras lo hacía, girando la cabeza a cada paso que daba para marcharme de nuestra habitación.
Me tumbo en el sofá del salón que afortunadamente es mucho más grande y cómodo que el de la noche anterior. Cierro los ojos. No me apetece pensar. Solo respirar y dormir. Los pensamientos pesan en los ojos. Me dejo ir y recupero el sueño, esperando que la calma venga con él.

Cuando me despierto no sé exactamente cuantas horas han pasado. Ni lo sé, ni lo quiero saber. Me duele la cabeza. Paso una mano por mi pelo y me lo peino levemente mientras me incorporo. Sé que es tarde porque no llevo camiseta y un escalofrío me recorre la espalda del frío que hace. Miro alrededor. No la veo, ni si quiera tengo la sensación de que esté en casa.
- ¡Malú !- alzo la voz.
Nada, no hay respuesta. Subo las escaleras y la busco por toda la casa. Ni rastro. Miro el reloj, las nueve de la noche, hace diez horas que me he dormido, pueden haber pasado tantas cosas sin que yo me haya enterado, que se me hace un nudo en el estómago. Pero por otro lado, no es demasiado tarde, podría estar en cualquier parte. Se ha llevado el coche y las perras siguen en casa, así que no se ha ido a hacer senderismo repentino.
Nunca se me ha dado bien manejar situaciones como estas. Ni si quiera soporto levantarme por las mañanas y que ella lo haya hecho antes, así que el hecho de que después de haber discutido no esté en casa, me pone demasiado nervioso. La llamo. No contesta, tiene el teléfono apagado. Intento tranquilizarme. Tengo que apartar los nervios de alguna forma. Subo al estudio e intento distraerme con un millón de canciones. Lo consigo y cuando me doy cuenta son las doce de la noche y todavía no ha aparecido.

Me pregunto donde estará. Incluso llamo a su madre, por si se ha presentado en su casa, no sería la primera vez. Y me tiene al télefono media hora, echándome la charla de mi vida.
-Hugo cariño, lo que yo te quiero decir -dijo al otro lado de la línea con su acento andaluz anclado a cada palabra- es que mi niña es muy cabezota, no te preocupes, ya es mayorcita para cuidarse ella sola.
-Lo sé...-río- pero es que es la primera vez, que se marcha así sin avisar...-niego con la cabeza- de todas formas no pasa nada, solo era para saber si la habías visto. Gracias.
-Tranquilo hijo, nos vemos el domingo y traéme a la niña a comer que si tengo que esperar a que venga ella...-protesta.
Sonrío, que mujer tan peculiar.
-Prometido. Dale besos a todos de mi parte.
Nos despedimos entre cariño y recomendaciones varias para que obligue a Malú a comer más porque "está muy delgada"

Seguía teniendo un nudo en el estómago, pero su conversación me había tranquilizado, ya era mayorcita para hacer lo que quisiese. Dieron las tres de la mañana y ni rastro de ella. Intenté dormir esa noche, créedme. Pero tenía la sensación de que la cama era un traje que me venía demasiado grande, y de que la noche era muy larga y había demasiadas estrellas para contarlas solo. Intenté eliminar las preocupaciones de mi lado pensando que llegaría en cualquier momento, se tumbaría conmigo y esucharíamos juntos las disculpas del otro. Una lástima que a la mañana siguiente, el colchón siguiese igual de vacío y las preocupaciones se hubiesen multiplicado por las ganas que tenía de verla. Que eran muchas.

Aquella mañana cogí el coche y la busqué por todo Madrid. No había pasado por la discográfica , ni había llamado a su equipo. Llamé a la banda, ni si quiera había organizado ensayo aquel día. Hablé con todas las personas que os podáis imaginar preguntándoles si tenían noticias de mi mujer, que parecía haber desaparecido de todas las calles de Madrid. Y cuando estaba apunto de llamar al puto ejército para que la trajesen de vuelta, supe exactamente donde estaba. Nuestro ático era perfecto para esconder su enfado nocturno. Me presenté allí en diez minutos. Mierda, no tenía llaves. Llamé al timbre, esperando a que apareciese ella tras la puerta. Pero no fue así, nadie me abrió. Volví a llamar cinco veces más. Nada. Golpeé la madera suavemente con los nudillos.
-¿Te importaría abrirme?- alcé un poco la voz.- sé que estás ahí. Por favor.
Pasaron cinco segundos y me la encontré de frente. Tenía el pelo despeinado y aún llevaba puesto el pijama. Respiré aliviado. Ella estaba tranquila, me miraba desafiante. Sin querer desafiarme del todo.
Avancé dos pasos hacia ella y le agarré las muñecas con fuerza.
-¿Qué se supone que haces?-preguntó intentando zafarse de mí.
Sujeté sus manos que prácticamente me golpeaban y volví a dar un par de pasos hacia delante.
-No vuelvas a hacerme esto -murmuro.
-Solo quería desconectar y pensar, tranquilo -me mira y seguidamente mira mis manos que siguen agarrando a las suyas con fuerza- me estás haciendo daño.
La suelto. Respiro y me acerco a cerrar la puerta. Cuando me doy la vuelta ella ya está preparándose un café en la pequeña cocina que mandamos construir cuando solíamos pasar los días aquí, alejados de todo.
-¿Te parece normal esto?- me cruzo de brazos y levanto la voz.-llevo toda la mañana buscándote.
Se toma su tiempo para responderme. Le echa una cucharada de azúcar al café. Y otra más. Siempre lo ha tomado solo pero supongo que hoy le ha dado por cambiar la rutina.
-¿Ah sí ? Creo que así es exactamente como me sentí yo cuando no dormiste en casa sin darme ninguna explicación- sonríe de forma irónica, se sienta en el sofá y se enciende un cigarro.
-No tiene nada que ver, yo te había dicho dónde estaba, tú ni eso -me mira tranquila entre calada y calada- ¿Tienes idea a toda la gente con la que he hablado para saber dónde estabas? Incluso he llamado a tu madre..
Escucha esa palabra y su expresión cambia inmediatamente.
-¿Se ha preocupado? -pregunta angustiada.
Me río.
-Estaba yo más preocupado que ella -me encojo de hombros. Ella asiente aliviada.
-Es todo un récord entonces...-pronuncia despreocupada expulsando todo el humo de golpe.
Frunzo el ceño. Estoy tan terriblemente cabreado que no sé ni lo que hago. No entiendo como le da igual el hecho de que se haya marchado de casa sin ni si quiera coger el télefono.
-Hugo no me mires así, no tengo dieciseis años, tengo treinta y tres para ser más exactos y puedo hacer lo que quiera -dice como si nada mientras se acomoda en el sofá.
-Marcharse de casa por un enfado repentino, tiene más de niña adolescente que de mujer adulta...-contesto abriendo los brazos. Me siento en el sillón enfrente del suyo y coloco mis codos en las rodillas, paso una mano por la cabeza. Suspiro- estaba muy preocupado, te lo aseguro.
-Lo siento..-murmura mostrando por primera vez un atisbo de comprensión. Baja la mirada y toma aire dando claros signos de intranquilidad.-estaba cabreada, no me gustó que te marchases y..
-Has sido egoísta -murmuro con la más absoluta sinceridad que soy capaz de soltar por la boca.
-¿Qué tiene de malo el egoísmo cuando se trata de ti? No quiero compartirte..-concluye. Y su sonrisa triste se me clava por todo el cuerpo.-a todo esto...-suspira- ¿Ha pasado algo grave con Helena? ¿Está bien?-pregunta con toda la sinceridad del mundo.
-¿Crees que me importa eso ahora mismo? ¿Piensas que me importa algo que no seas tú?
Le sorprende mi respuesta y sonríe muy muy levemente. Pero lo hace.
-Hugo es lo que..-las palabras parecían quemarle la garganta, como si tuviera una bomba a punto de estallar. Le costó tanto guardárselas para sí, que se le saltaron las lágrimas- las cosas no están yendo como deberían.
-¿A qué te refieres? -trago saliva.
-No nos vemos tanto como querríamos, cuando llegamos a casa solo queremos dormir y para una vez que cruzas el país para verme, te marchas por que te necesitan en otro sitio- explica rápidamente- cuando nos casamos no pensé que sería así, quiero pasar contigo los domingos, formar una familia, comprar una casa, lo normal joder.
-¿Qué me estás queriendo decir? ¿Que conmigo no puedes hacer todo eso?
-No, no estoy diciendo eso...-suspira, se frustra porque no la entiendo- quiero decir que soy capaz de renunciar a algo que deseo por algo que necesito. Y te necesito a ti Hugo. Más de lo que puedas llegar a imaginar.
No sabéis lo increíble que es ver esas palabras salir de su boca y clavarse en mi pecho. Y se quedan a vivir ahí, como en un tira y afloja continuo. Pero no estaba comprendiendo nada.
Me levanto y me siento a su lado. Noto que está nerviosa y a mi me tiemblan hasta los huesos porque sé que cuando ella está nerviosa yo debería estarlo el triple.
-Dime ya lo que tengas que decir por favor, porque no entiendo nada.
Toma aire y mira al suelo. Lleva intentando decirme algo durante media hora y odia que yo no la comprenda a la primera.
-Este invierno cuando termine la gira me tomaré un descanso...-está tan nerviosa que juega con el cordón de su pijama-me tomaré un largo descanso porque...-asiento. Traga saliva, recorre mis brazos suavemente con sus dedos hasta llegar a mis manos y levanta la mirada- porque quiero que tengamos un hijo -asiente- Hugo quiero ser mamá.