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sábado, 31 de mayo de 2014

CAPÍTULO 52. CUANDO EL MUNDO PARECE PESAR.

Creo que una ráfaga de miedo y sorpresa me bajó de la cabeza a los pies. Y es de esos momentos, que ocurren de repente, y no tienes muy claro como reaccionar. Fue en apenas milésimas de segundo, pero el corazón bombeó muy fuerte y la cara se me puso colorada, las mejillas me ardían. No supe qué hacer al encontrarme a mi suegra justo en frente de mí, mientras solo una pequeña toalla blanca me tapaba.
-Buenos...buenos días -alcancé a pronunciar.
-Buenos días hijo...-dijo con su acento andaluz y una sonrisa.
Mi chica, llegó en apenas segundos, a medio vestir y un poco despeinada. Estaba todavía más nerviosa o más que yo y se colocó a mi lado, agarrándome fuerte del brazo para que aparentase ser un chico formal y educado. Que en el fondo ya lo era.
-Cariño me olvidé de decirte que mi madre vino ayer a ver el concierto...-Pepi asintió mientras me miraba de arriba a abajo- Mamá ! -levantó un poco la voz para que centrase su atención en ella- ¿Yo no te dije que me avisases antes de subir?
-Hija, no sabía que estuvieses tan acompañada...-gesticuló hacia mí con las manos y yo todo lo que pude hacer fue sonreír- os dejo , que seguro que estabais haciendo vuestras cosas...
No me lo podía creer. Quería estallar a carcajadas, pero Malú me dio un codazo que me dejó más muerto que vivo.
-Mamá ! no estábamos haciendo nada, me voy en cinco minutos...-trató de justificarse cual adolescente, sin darse cuenta de que la mujer, llevaba tomándole el pelo media hora, y seguía.
-Si yo no digo nada hija, no me meto....pero...-se acercó a mí y puso una mano en mi muñeca-Hugo a ver si me dais nietos pronto, porque claro, una ya tiene una edad y mi hija no me hace ni caso y claro...-me miró fijamente mientras su acento andaluz hacia el resto, yo solo asentía sin saber muy bien que decir.
-Dios....-Malú se llevó una mano a la cara, muerta de la vergüenza . Yo solo podía reírme y decir que sí, mientras Pepi seguía con su particular discurso- Mamá ya está -coge su mano obligándola a cesar el acoso hacia mi brazo, que estaba ya rojo de tanto énfasis que ponía al hablar.
Dio un paso hacia atrás sin dejar de sonreír, mientras yo estaba sudando, rezando mentalmente porque la toalla qué me tapaba no se cayese al suelo.
-¿ Mami quieres que le diga a Jose que te lleve ya al aeropuerto ? -preguntó sacando esa vena andaluza que le salía en ocasiones- Hugo y yo nos quedamos hasta mañana -ladeó la cabeza por primera vez hacia mí y me guiñó un ojo entre sonrisas.
-No cariño, no te preocupes, cojo un taxi -le dio un beso y un efusivo abrazo, y después me tocó a mí, pellizco mi moflete y me miró- Hugo hijo a ver si venís más domingos a comer a casa, que últimamente estáis siempre de concierto y no nos vemos nunca.
-El próximo estaremos allí, lo prometo -sonrío y me lanza una última mirada complice antes de marcharse.
Cerré la puerta y lo primero que hice fue soltar la risa que llevaba ya demasiado tiempo oprimiéndome el pecho. Pero a ella no le hizo ni pizca de gracia, se cruzó de brazos y caminó hacia el interior de la habitación con su particular indignación por delante.
-Nena, creo que ya sé porque eres tan especial, te viene de familia -dije tirando de su brazo.
-Eres idiota ¿Como se te ocurre abrir la puerta con estas pintas? -me miró de arriba a abajo y devolvió sus ojos a los míos, intentando aparentar un enfado, qué yo sabía de sobra que no existía.
-Bien que te gustan mis pintas -contesté muy calmado, sacando una sonrisa pícara al final de la frase.
Me acerqué a su cuello y no se apartó. Se dejó hacer y paseé mi lengua hasta su boca, mis manos se fueron hasta su culo y suspiró junto a mis labios. Mordió el mío inferior y tiró de él hasta hacerme daño. Un daño que no se acercaba mínimamente al placer qué producía, cuando me besaba de esa manera. Y me entran unas ganas locas de que me quite las ganas, ya me entendéis.
Juega con el nudo de mi toalla en mi cintura, a punto de quitármela, pero no lo hace, tira de ella y me la baja solamente un poco, con los dedos acaricia mi abdomen. Y os puedo jurar que el cosquilleo que me sube por todo el cuerpo, no se compara a nada.
 Mis manos, atrevidas y sin frenos, atravesaron su camiseta y pasearon por los rincones de su vientre. Y cuando estoy a punto de desabrocharle el pantalón se separa de mí con aire despreocupado. Sonríe. Sé que va a decir algo, pero yo solo puedo fijarme en su sonrisa, y es que joder, lo hace tan bien. En ese instante estoy al cien por cien seguro, que estas ganas tienen algo que ver con eso que me invade cuando la veo sonreír y sé a ciencia cierta que yo soy el único motivo de ese pliegue hacia arriba de sus labios.
-Llego tarde -dice lentamente antes de reirse y besarme rápidamente.
Resoplo y me dejo caer sobre la cama, intentando respirar para que este terrible calor salga de mi cuerpo.
-Tienes que dejar de hacer eso de dejarme a medias.
-Esta noche lo que quieras amor, pero tengo entrevista en media hora y no es plan de llegar con el calentón encima...-escucho su risa, mientras se peina en el baño y paso una mano por mi pelo, sonriéndole a la nada.
Y entre suspiros dedicados a su terrible de forma de volverme loco, mi móvil suena y me incorporo de la cama para cogerlo.
-Hugo...-su voz y su leve acento eran inconfundibles.
-¿Helena?, ¿ Ha pasado algo? -pregunto con la esperanza que sea una simple llamada de trabajo, aunque la forma de pronunciar mi nombre, me digan que no.
-Necesito que vengas a mi casa, ahora , por favor - puedo oír a través del teléfono como traga saliva, y el corazón se me acelera.
-Helena estoy en Barcelona hasta mañana...
Malú salió del baño inmediatamente al escucharme decir esas palabras, me miró y frunció el ceño. Aparté mis ojos de los suyos, y devolví mi pensamiento hacia Madrid.
- Hugo, no te lo pediría si no lo necesitase, ha pasado algo y yo...-su llanto estalló por completo al otro lado de la línea, respiré hondo.
-Ei ei ei tranquila ¿vale? -dirigí mi mirada hacia mi chica y antes de encontrar su aprobación, continué - cogeré un avión en una hora, no te preocupes.
Tras sus infinitas gracias entre sollozos y respiraciones entrecortadas, colgué el teléfono. Una mirada desafiante me esperaba.
-Será una broma...¿Te vas a ir? -su tono estaba a medio camino entre la incredulidad y la indignación total que siempre le había gustado añadir.
-Cariño, no sé que ha pasado, pero me ha llamado llorando, estoy preocupado y...-no me dejó decir más.
- ¿Y que pasa con lo que habíamos planeado, vas a irte así sin más? Joder Hugo, llevamos más de una semana sin vernos.
- ¿Y que pretendes que haga? Hoy tengo que estar allí -contesté con claridad.
- Ah pues nada, no te preocupes, vete con tu amiguita que tanto te necesita, ya nos veremos a la vuelta...-dijo con seriedad, pero la ironía salió disparada a borbotones de esa frase.
-No estás siendo justa...tú habrías hecho exactamente lo mismo -comencé a vestirme con rapidez mientras ella me obervaba de brazos cruzados, apoyada en la pared.
-Es que no entiendo que tengas que dejarme a mí aquí, por irte con ella -alzó la voz.
Solté una irremediable carcajada tras su frase y eso pareció enfadarla aún más.
-Nena, no me voy con nadie, pero es una persona importante y en estos momentos me necesita, no encuentro nada de raro en eso...-recogí mis cosas de la habitación a toda prisa y ella me miraba hacerlo, como quién está esperando un cambio de opinión repentino, aunque supiese que no llegaría.
-Yo también te necesito -musitó con rabia.
Ladeé la cabeza, buscando comprensión. La conocía, si le hubiese pasado lo mismo, ya estaría recorriéndose medio mundo para ayudar a quién se lo hubiese pedido. No entendía su reacción.
Me acerqué a ella, ni se movió. Tomé su cara entre mis manos y sonreí levemente. Su rostro permanecía inamovible, aunque la frustración le saliese por los ojos.
-Por favor , necesito que me entiendas -pronuncié muy lentamente, pasaron los segundos y no dijo nada- prometo recompensarte cuando llegues...-esa fue mi última baza y apenas funcionó.
Me acerqué a sus labios como tantas otras veces y me giro la cara rápidamente.
-Haz lo que te de la gana -me apartó de ella y se metió en el baño, ignorándome por completo.
-Esto es increíble -reí de forma irónica y suspiré mientras cogía mis cosas- cuando se te pase la rabieta de niña pequeña, me avisas.
Fue lo último que grité y lo último que ella escuchó, salí de la habitación con un portazo por el medio.
Tras una cola inmensa en el aeropuerto y un avión lleno de gente, aterricé en Madrid. Aparté mi mente de la ciudad que había dejado, al menos durante hoy, porque el orgullo no me permitía echar la vista atrás en estos momentos. Estaba tan tremendamente cabreado porque no supiese entenderme, que no me apetecía ni pensarlo, ya hablaríamos cuando llegase.
 Llegué a casa de Helena, pasadas las cinco de la tarde, llamé al telefonillo y no tardó ni tres segundos en abrirme. El ascensor hasta su piso, se me hizo eterno. Y toqué el timbre demasiadas veces porque la preocupación me invadía por dentro y tenía un jodido nudo en el estomago. Abrió la puerta, echándose hacia un lado. Me miró, tenía los ojos rojos e hinchados, y el rímel se había corrido por todas sus mejillas. Su rostro mostraba algo que nunca había visto en ella, y que me costaría explicar. Estaba asustada, o nerviosa quizás. Apretó los labios y respiró hondo.
-Siento haberte llamado, pero es que necesitaba hablar con alguien...-ladeó la cabeza y la emoción y algo que parecía ser angustia, la revolvió por dentro y no pudo evitar abrazarme.
La correspondí con todo el cariño que se puede entregar a alguien que te importa en un abrazo. Dejé a su cabeza esconderse en mi hombro, y mis brazos la envolvieron por completo.
-Ei, tranquila...-susurré.
Aún con ella abrazada a mi cuerpo, avancé un par de pasos y cerré la puerta con el pie derecho.  La cogí por los hombros y  fui yo el que la acompañó hacia el interior de la casa. Había estado mil veces en este salón, sobretodo durante el año que Malú se fue a México, Helena me ofreció su compañía porque nuestra casa se me hacía demasiado grande. Era un sitio verdaderamente acogedor que ella había decorado con la experiencia de sus viajes y todo lo que había vivido, cada estantería, cada cuadro o cada mínimo detalle tenía un sentido para ella. Nos sentamos en el amplio sofá negro de en medio del salón. Ella lo hace en posición de indio y yo lo hago justo en frente, tomo su mano y le levanto la barbilla. Sus mechones de pelo negro, que ahora tiene tan corto, se le cruzan por la cara y se los aparto con cuidado.
-¿Me vas a contar ya que pasa? -dije con una media sonrisa.
Suspiró muy fuerte y yo le acerqué una caja de clinex de la mesita, se secó el borde de los ojos y las mejillas. Y después volvió a mirarme, daba la sensación de que no sabía ni como empezar. Pero yo tenía claro que no le haría falta, era una mujer demasiado directa como para andarse con rodeos. Se mordió el labio inferior y miró al suelo, cogió fuerza y volvió a levantar la mirada.
-Estoy embarazada -susurró con la voz por los suelos.
No tuve muy claro como reaccionar en esos momentos. La noticia me sorprendió muchísimo y creo que mi cerebro tardó bastantes segundos en asimilar esas dos palabras, pero por otro lado, no encontraba por ninguna parte lo horrible de la situación que sus ojos expresaban. En cualquier otro momento, le habría dado la enhorabuena con un buen abrazo de por medio y me habría alegrado por ella como por nadie en el mundo, pero esta vez, no supe que decir.
-Hace un mes y medio....-comenzó a relatar como si nada- salí por la noche a un bar de las afueras, no sé por qué lo hice, pero salí sola....
-¿Como....como se te ocurre? -la interrumpí.
-Hugo necesitaba salir, tú no estabas, nadie estaba, y mis días eran trabajo en un puto despacho, llegar a casa y estar sola!! -alzó la voz, lo justo para que se me formase un nudo en el estómago- el caso es que...bebí, bebí más de la cuenta, conocí a un hombre y...-le faltaba el aire, hablaba a trompicones y no sé de donde estaba sacando las fuerzas para seguir hablando- lo último que recuerdo es despertarme en un baño, sola. -estiré mi mano para acariciar su brazo, pero se apartó, solo hablaba mirando al vacío- no recuerdo ni su cara, ni su nombre, ni por qué hice nada de lo que hice esa noche.
-¿Estás completamente segura de que estás...?-pregunté.
-Me hice la prueba esta mañana, todo coincide...-habló con las lágrimas en la garganta - mierda Hugo, no sé...no sé que hacer!
Tras aquellas palabras, escondió su cara entre las manos y lloró, con toda la rabia y la frustración posibles. O quizás era con otra cosa, porque hay veces que lloras, lloras, sin cansarte y cuando al tomar aire entre sollozo y sollozo te preguntas por qué no puedes parar, no parece haber ninguna razón evidente, simplemente el mundo parece caersete encima en esos instantes.
Me acerqué más a ella y a obligué a apoyarse en mí. Se recostó sobre mi pecho y descargó todo lo que llevaba dentro. Y yo no me opuse, simplemente me quedé callado y le acaricié la espalda.
-Estoy sola Hugo, estoy sola !! -soltó desde muy adentro.
-Estoy aquí y no voy a irme a ninguna parte -susurré.
Lo que restó de día lo pasamos así. Entre lloros y abrazos. No pregunté nada más sobre el tema, no era el momento, ya habría tiempo para hacerlo. Nunca la había visto así, tan desecha. Era una mujer tan jodidamente enérgica que parecía mentira que a alguien como ella, se le pudiese acabar la energía tan de repente. Me rogó que me quedase aquella noche con ella, al fin y al cabo, yo dormiría solo también. Se tumbó en la cama y yo lo hice en el sofá. A la mañana siguiente, la encontré en la cocina, bebiendo un café. Y fumando, con la mirada más perdida de lo que se la recordaba.
-¿Te vas? -preguntó al verme recoger mis cosas.
-Sí, Malú estará ya en casa y...-no me dejó terminar.
-Siento que hayas discutido con ella por mi culpa -se disculpó.
-No es tu culpa, es que últimamente nos vemos poco y supongo que eso al final nos acaba pasando factura.
Ella simplemente asintió, volvió a darle una calada a su cigarro. Ladeé la cabeza y la miré. No soportaba dejarla así, pero tenía que irme ya. Me acerqué y besé su frente con cuidado, mi mano bajó hasta sus mejillas.
-¿Llámame si necesitas cualquier cosa vale?- asintió levemente - todo va a salir bien.
Con aquella promesa me marché.

Por primera vez, desde que compartía mi vida con ella, no me apetecía nada llegar a casa. Solo quería dormir y no escuchar ni una palabra de la escena de celos. Introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta, no se escuchó nada. Eran las doce de la mañana, me extrañaba que no hubiese llegado todavía. Subí a la habitación y la encontré metida en cama. Seguramente acabaría de llegar y el cansancio que siempre acumulaba, la habría obligado a recuperar horas de sueño.
Intenté no hacer ningún ruido para no despertarla, pero con ella estas cosas no funcionaban.
-¿Dónde estabas?- preguntó abriendo los ojos e incorporándose un poco para verme
-He dormido en su sofá, ha sido un día complicado -comenté.
No dije nada más no me apetecía, pero ella no pareció darse por vencida. Me giré y nuestros ojos se encontraron, teníamos tanto que decirnos, que no pudimos pronunciar ninguna palabra.
-¿No piensas decir nada más? - alzó la voz, rompiendo el incómodo silencio.
-¿Que quieres que te diga? -me encogí de hombros.
-No sé, quizás contarme por qué me has dejado sola, para irte a ver a una amiga y cuando llego a casa, descubro que mi marido no ha pasado la noche aquí, quizás estaría bien que me contases eso.
-Estás sacando conclusiones precipitadas...-dije intentando no cabrearme- que no haya dormido aquí no quiere decir nada.
-¿Entonces? -dijo desafiante.
-Nena no me apetece hablar ahora, estoy cansado ¿vale?- me quité la ropa y me tumbé en cama -después te contaré todo lo que quieras...
No quise perder ni un segundo desviando la mirada hacia sus piernas desnudas debajo de las sábanas ni a lo bonito que llevaba el pelo hoy. Porque sabía que si lo hacía, estaría disculpándome hasta que me besase y me curase el cansacio que llevaba encima. Porque los besos, cuando son de ciertas bocas, tienen poder curativo, pero esta vez, no era lo correcto.
Coloqué la cabeza en la almohada y cerré los ojos. Ella ni si quiera se movió, permaneció sentada en la cama, observándome. Y cuando no pudo más, acarició mi espalda y dijo, con la voz más jodidamente preciosa, qué alguien pueda imaginar.
-Te echo de menos.
-¿Me echas de menos? Pero si estoy aquí.
Giré mi cuerpo para mirarla y se mojó los labios, escondiendo sus manos entre las sábanas. Se encogió de hombros y me miró con la certeza de que no la comprendía.
-Es la peor manera de echar de menos a una persona. Cuando está justo a tu lado y aun así la echas de menos.

Me costó volver a respirar tras aquella frase, el mundo parecía pesar más de lo normal. Y la miro y parece estar más preciosa que de costumbre. Y mi plan se cae al suelo en un instante. Porque la necesito, la necesito, más de lo que nunca comprenderá.

2 comentarios:

  1. He descubierto hace nada tu novela y en dos noches ya me he leido todos los capitulos, genial en serio! La mejor que he leído hasta el momento sobre Malú, sin palabras, como escribesssss!!!! Para cuando próximo cap? un beso y sigue así =)

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    1. Muchísimas gracias !! Me alegro de que la disfrutes tanto !! Un besazo :)

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