Volvimos a Madrid. A nuestra ciudad con permiso de
Barcelona. La depresión post-vacacional la atacó nada más volver, y yo me ocupé
de eliminarla noche tras noche. Volvimos a la rutina, al ritmo frenético e
incontrolado de trabajo qué en el fondo le encantaba, había nacido para vivir
de esa manera y yo me adaptaba solo por el hecho de que las rutinas empezaban y
terminaban con ella. Yo viviría lo que quedaba de año y parte del siguiente de
escenario en escenario y ella terminaría su gira y comenzaría a grabar nuevo
disco. Hablaba de ello todo el día, de las nuevas canciones, de lo que le
entusiasmaba hacer lo que hacía y de las ganas de concierto que tenía. Y en
medio de toda esta vorágine, llegar a casa por las noches y hablar de lo qué
habíamos hecho durante el día, beber una copa de vino y hacer el amor, terminó
por ser oxígeno para todo lo demás. Y pese a mis negativas por seguir durmiendo
junto a ella un ratito más, acabó por ser el despertador con la sonrisa más
bonita de Madrid, una mañana tras otra.
El primera semana de Septiembre la pasamos separados,
para variar un poco, en escenarios diferentes. Ella daba concierto en Bibao,
San Sebastián y terminaría en Barcelona, en su amado Palau Sant Jordi , pero
ese mismo día, Madrid y su gente me esperaban a mí.. Me dejó solo esa semana,
con la casa a mi cargo, que se me hacía enorme por el simple hecho de que no podía llevarle el desayuno a la cama todas las mañanas, o porque las duchas nocturnas terminaron por hacerse demasiado aburridas cuando no estaba ella para ducharse conmigo. Apenas tuvimos tiempo el uno
para el otro entre preparativos y ensayos y solo nos llamábamos a escondidas cuando
la agenda nos lo permitía.
-Dios...-fue lo primero que escuché a través del
teléfono acompañado de un suspiro.
-¿Cansada? -intenté que mi pregunta no mostrase ni un
ápice de preocupación, lo intenté.
-Un poco, acabo de llegar al hotel, llevo preparándolo
todo desde por la mañana...-oí su cuerpo caer sobre el colchón y pude imaginar
como se tumbaba con aire cansado- pero estoy bien amor, mañana estaré perfecta.
-¿Nerviosa?- no me preguntéis por qué pero supe con
perfecta exactitud como estaría sonriendo tras esa pregunta, pensando en todo
lo que le esperaba mañana -son 20.000 personas...
-Sí, estoy nerviosa...-me cortó de inmediato,
queriendo dejar el tema de lado- ojalá pudieses estar aquí..-dice con haciendo la voz tremendamente pequeñita.
-Nena nos vemos en cuatro días, creo que aguantarás
sin mí un poco más...-me río intentando quitar gravedad al hecho de que llevo
una semana sin sonreírle a la forma que tiene de enredar mi pelo en su dedo
indíce, con uno de esos gestos que desprenden amor por todos lados.
-Es que no sabes lo que me cuesta levantarme de una
cama sin ti y saber que cuando se acabe el día y vuelva a ella, tampoco vas a
estar ahí.- contesta acercándose todavía más el teléfono a la boca.
Cada una de esas palabras, me desordenaron por
completo la voluntad que había adquirido para que los días no se me hiciesen
tan largos cuando ella no estaba.
- Ei...-dije susurrando- deberías dormir más y pensar
menos, ¿vale?
Aunque sabía que no lo haría, no se me ocurrió otra
cosa que decirle. No supe como arreglarlo.
- Vale...-cogió aire y tardó muchos segundos en
soltarlo.- te llamaré mañana si saco tiempo, y deséame suerte.
-No la necesitas nena, disfrútalo mucho y hazme un
favor, deja temblando el Palau -se rió irremediablemente tras mi frase, y
creerme que en ese momento, lo agradecí.
-Lo haré amor, buenas noches - dice con un mínimo de
alegría en la voz.
-Te quiero. -esas dos palabras, siempre me habían sonado mucho mejor que un corriente "buenas noches" y más si se trataba de ella.
-Yo sí que te quiero.
Y eso fue lo último que escuché antes de colgar el
teléfono, sintiéndome un poquito más solo que antes.
Subirme al escenario era lo que mejor me sentaba en su
ausencia y aquel viernes, no fue distinto. Llegué al auditorio pasadas las ocho
de la tarde. Un sold out impresionante me esperaba. La llamé antes de empezar,
con la seguridad de que no respondería, porque conociéndola, estaría dando
vueltas por los pasillos nerviosa y muerta de ganas por empezar su show. Helena
interrumpió mi llamada y entró en el camerino con una gran sonrisa en la cara.
Hacia tiempo que habíamos empezado a trabajar juntos en todo, me acompañaba
durante toda la gira, firmas de discos y terminó por ser el apoyo fundamental
en mis viajes. La persona a la qué podía contarle absolutamente todo y la amiga
en la que me refugiaba en los momentos en los qué la combinación
carretera y música, dejaba de parecerme la mejor opción
-Hugo no sabes la que te espera ahí fuera, está a
reventar -levantó los brazos y soltó un suspiro de emoción.
-Te agradecería que no me pusieses tan nervioso -me
peino el tupé levemente ante el espejo y trago saliva.
-Idiota, pero si lo vas a petar -ladeo la cabeza y se
rió.
Se acercó por detrás y masajeó mis hombros, tratando
de calmarme. Y lo hacia muy bien creedme. Movia los dedos con la presión exacta
para romperte todos los nudos emocionales que pudiese tener tu cuerpo en ese
momento.
-Estoy bien, estoy bien...-asentí firme, tomando todo
el aire posible.
Me giré y la encontré enfrente, sonriendo como lo
hacía últimamente, distinta. Y nos quedamos como tontos, sonriéndonos el uno al
otro, hasta que me río solo por ver la felicidad que suelta por los ojos.
-¿Qué pasa? -pregunta uniéndose a mi risa.
-¿Me vas a contar algún día quién te está haciendo tan
feliz? -muevo la cabeza hacia delante y se pone todo lo seria que puede,
fingiendo serenidad, aunque ya le quede poca.
-Hugo no inventes por favor...-contesta con gesto
nervioso.
Se pone frente al espejo y se coloca levemente el
pelo, ignorando por completo mi pregunta. Y sin darme por vencido, observo cada
gesto que realiza mientras se peina y mis ojos se clavan en su fingida
seriedad, qué termina por convertirse en una sonrisa tonta, con la qué ya no
sabe que hacer.
-Dios Helena, tú te estás tirando a alguien...-la
señalo con el dedo y se muere de la vergüenza en ese mismo instante.
Baja la cabeza y se coloca el pelo detrás de la oreja,
al tiempo que piensa de donde sacar las palabras para empezar a contarme cosas
qué hace tiempo que desconozco, y sonreí mucho, muchísimo. Y cuando me mira, y
está a punto de abrir la boca, la puerta del camerino se abre. La banda entera
entra, con aires de emoción tales como "pedazo concierto nos espera
joder", o "vamos a tirar esto abajo", y ella intenta esconder
sus sonrisa cómplice y aparentar normalidad. Cosa, que nunca se le ha dado muy
bien.
Disfruté de aquel concierto como pocas veces en mi
vida. La emoción, ver las caras de la gente, lo bien que te tratan, es
sencillamente indescriptible. No hay una sensación en el mundo comparable a
esa, o por lo menos yo todavía no la he encontrado. Terminé sobre las once y
media, reventado, solo quería irme a mi casa y dormir. Pero la echaba de menos
terriblemente. No podía llamarla, ella todavía estaría con los taconazos
puestos y los ojos pintados, en frente a miles de personas que se marcharían
aquella noche con la sonrisa más grande del mundo, después de que ella le
prometiese con la voz entrecortada y la emoción saliéndole por la boca, que se
volverían a ver muy muy pronto. Y odié que no estuviese aquí, porque este era
uno de esos momentos, en los qué después de revolverte el alma sobre un
escenario, necesitas ver a la persona que te la revuelve cuando no estás en
él.
Eran las tres de la mañana, las horas se me habían
hecho eternas hasta ese momento. Me llamó bastantes veces, pero no cogí el
teléfono ni una sola, estaba esperando el instante exacto en el qué llegase a
su hotel , se tumbase en la cama y entonces ahí, necesitaría escuchar mi voz, o
verme quizás. Así que a las 3:37 de aquella noche, sonó el primer tono de mi llamada y no tardó ni tres
segundos en contestar:
-Te echo de menos.
No dijo más y yo sonreí irremediablemente al otro lado
de la línea, por varias razones.
-Estoy aquí -puntualicé.
-Ojalá estuvieses aquí. O yo allí.-pronunció, como si
le sorprendiera viéndose explicando algo que parecería haber sido obvio.
-No me has entendido, estoy aquí -volví a insistir
-empiezo a parecer gilipollas hablándole a la puerta de una habitación de
hotel, así que ábreme por favor.
-¿Hugo estás de broma? -alzó la voz.
-¿Tú qué crees? cariño, abre la puerta.
Intenté contar el tiempo que tardaría en verla
mentalmente, lo intenté, pero mi cerebro no corrió tanto como sus ganas de
verme. Y en apenas un suspiro, abrió la puerta con una sonrisa que me pareció
la respuesta a todo. Aún llevaba los ojos pintados y su pelo larguísimo apenas
estaba despeinado. Los pantalones cortos de pijama que llevaba dejaban a la
vista sus maravillosas piernas y se me escaparon los ojos a ese paraíso que
había visitado ya millones de veces. Solo puedo sonreír en los segundos que me
concede antes de lanzarse a mi cuello. Me abraza, me río, y levanto su cintura
con fuerza, se impulsa y sus muslos me rodean por completo.
Me besa, antes de dejarme darle cualquier explicación
de por qué he cogido un avión a las doce de la noche solo para verla, me besa.
Y no creáis que lo hace suave, no. Porque creo que la emoción y todo la
picardía que había desprendido horas antes en el escenario, se muda a su
lengua. Y me invade cada esquina de la boca. Y cuando termina, sonríe muy cerca
y con un dedo se seca un poco los labios que han quedado demasiado húmedos.
-¿Qué se supone que haces aquí? -pregunta riendo.
-Hoy nos necesitábamos.
Se queda perpleja, mirándome y sonríe. Baja sus
piernas de mi cintura y se queda de pie, frente a mí.
- Ven. - dice mordiéndose el labio.
Toma mi mano suavemente. Me acompaña hasta
el fondo de su magnífica habitación y empieza a deshacer la cama con sumo
cuidado.
-Desvistete -dice sin apenas mirarme.
-¿Cómo? -no contesta, empiezo a sacarme la
camiseta sin entender nada- nena, pensé que esta noche estarías cansada y
no....
-¿Qué? No, no, no - niega con la cabeza y
alza un poco la voz -solo quiero que te desvistas, te metas en la cama conmigo
y me abraces -concluye.
Ladea la cabeza y se queda esperándome
callada. No digo nada, simplemente miro al suelo y me río. Y ella frunce el
ceño y parece que sus ojos y su boca se indignan porque no haya hecho todavía
lo que me ha pedido.
-¿Tengo que suplicártelo?- pregunta
levantando las cejas.-¿Pasa algo?
-Pasa que te quiero.
No espero más, ni la hago esperar. Me
quito la camiseta y los pantalones hasta quedarme en ropa interior. Agarro su
cintura y la obligo a tumbarse en el colchón. Paso mi cuerpo por encima de ella
y me coloco a su lado. Apoya la cabeza en mi brazo y con el suyo, me acaricia
la barbilla. Me estiro y subo las sábanas hasta taparnos casi por completo.
Inspiramos a la vez, os lo juro. Y creo que hasta sincronizamos las
respiraciones de tal manera, que su abdomen parece hincharse a la misma
velocidad que el mío.
-¿Qué tal ha ido ?-pregunto rompiendo el
silencio.
-Maravilloso -aclara con una sonrisa que
solo saca a pasear en determinadas ocasiones.-¿ Y el tuyo?
-Increíble. -miro al vacío y me río
inconscientemente.
-Bien...-suelta el aire muy lentamente y
se gira para mirarme- gracias.
-¿Por qué? -sonrío y le acaricio el pelo,
cierra los ojos durante un instante y vuelve a mirarme.
-Por estar aquí -dice con la voz un poco
más rota de lo normal.
No sé que decirle. La miro y busco las
palabras qué irremediablemente no aparecen de ninguna manera, porque ella en sí
y su forma de mirarme, se las llevan todas.
Se mueve y se coloca sobre mí, apoya sus
mejillas en mi cuello y se queda ahí, como buscando la calma que precede a los
buenos momentos junto a alguien. Y mis dedos acarician su espalda, apenas hay
luz en la habitación , solo la que entra por la ventana, y casi no puedo ver
como sonríe. Pero en definitiva, a quién coño le interesa la luz, si seguimos
cerrando los ojos al besarnos ¿Me entendéis?
-¿Sabes? -destruye el silencio y lo
agradezco - te voy a necesitar mucho en el Palacio de Deportes cuando termine
esta gira, ¿Tendré que rogarte que cantes conmigo?
-Creo que sabrás convencerme...-reímos a
la vez y todo vuelve a su característico silencio, pero no nos molesta.
-Hoy encima del escenario me he dado
cuenta de una cosa. -hace circulitos en mi brazo, como de costumbre y me besa
el hombro, como haciendo tiempo para decir algo que sabe que me matará por
completo.
-¿Qué cosa? -alcanzo a pronunciar.
Se incorpora un poco y la luz que entra
por la ventana la hace todavía más guapa. Me mira y sonríe, y en ese momento
quiero quedarme a vivir en ese instante, en el que me mira y me derrumba todos
y cada uno de los muros emocionales que una persona pueda llegar a tener.
-Que ir cumpliendo sueños y no sé...-mira
hacia hacia un lado y ensancha todavía más la sonrisa- disfrutarlos contigo,
aunque no estés, me parece lo más bonito del mundo.
Me he quedado callado y creo que por lo
menos durante un segundo se siente estúpida por lo que acaba de decir. Cojo su
cara entre mis manos y la beso tan lento, que el mundo parece pegar un frenazo
en aquel instante cuando nuestros labios resbalan entre sí, para volver a
ponerse en marcha en el siguiente.
-Yo es que...-vuelvo a sonreírle en la
boca- estoy tan enamorado de ti, que lo más bonito del mundo me pareces tú.
Tras aquella frase, se quedó
callada lo que restó de noche. Estábamos los dos tan cansados que nos dormimos
entre besos y caricias, sin cruzar apenas palabras. Tras lo vivido aquel día
llegué a la conclusión que por mucho que el trabajo nos separase de por vida y
los kilómetros nos dejasen a cada uno en un lugar distinto, allí donde hay
alguien a quién se quiere muchísimo y donde hay alguien que nos quiere de
verdad, ese será siempre el lugar más bonito del mundo.
-Voy a llegar tarde -comentó con aire
enfadado mientras me veía salir de la ducha con la toalla enrollada en la
cintura.
- Tranquila puedes decir que has estado
conmigo en un hotel , todos lo entenderán..-contesto irónicamente.
Se le tuvo que escapar la risa tras mi
frase y negó con la cabeza sin poder esconder la sonrisa tonta que la delataba en
tantas ocasiones.
Se maquillaba frente al espejo, todo
lo concentrada que os podáis imaginar. Me acerqué por detrás y la rodeé con
fuerza, hundiendo mi cabeza en su pelo.
- Cariño, me estás mojando -contestó sin
apenas moverse.
Salí de mi particular escondite y la miré
a través del espejo pintarse los labios. Dios. No hay situación más sexy que
ver a una mujer pintarse los labios. Y sobretodo cuando sabes que vas a ser tú
el qué se los despinte después. Pone morritos y se limpia levemente los
bordes de su comisura, para dejar una boca roja, más apetecible si cabe.
- A ver, espera un momento...
Agarro su brazo y la obligo a girarse
hacia mí, protesta con un leve suspiro y levanta las cejas, sin entender qué
hago. Ladeo la cabeza y sonrío por completo. Y cuando está explorando con los
ojos mi sonrisa. aunque la conozca de memoria porque suele ser ella el motivo ,
la beso. Se resiste al principio, haciéndose la dura, y hace fuerza con las
manos para apartarme de ella. Inútilmente por supuesto. Agarro su cintura sin
dejar escapatoria ninguna entre nuestras bocas, y cuando termina por faltarme
el aire me aparto de ella, como quién acaba de beberse el primer beso del día.
- No te enfades, solo era para
comprobar que esa barra de labios sabía tan bien como parecía...-pellizco su
moflete y la beso de nuevo más suavemente.
Se ríe y acaricia mi abdomen. Las yemas de
sus diez dedos recorren mi espalda, todavía mojada, como volviendo a recorrer
el camino de cada noche, pero con la dulzura extrema de sus mañanas.
- ¿Y bien, sabe como parece? -pregunta
acercándose de nuevo a mi boca.
- No -contesto tranquilo y espero al
momento exacto en el que la cara le cambie por el enfado, para continuar - tú
sabes bastante mejor.
Le guiño un ojo y entre mirada y mirada
quiero besarla de nuevo, pero no me deja. Se da la vuelta para dejarme con las
ganas de pasarme lo que resta de mañana intercalando las horas, entre su boca y
sus piernas.
-¿A dónde vas? -pregunto mientras comienzo
a vestirme.
-Tengo una entrevista en la radio en media
hora, ¿Vuelves ahora a Madrid, o me esperas y pasamos la tarde juntos? -me
sonríe mientras se pinta la raya del ojo y espera pacientemente a que diga que sí -porfi, mi
vuelo sale mañana, ¿Tienes algún plan mejor que pasar un fin de semana conmigo?
-Componer por ejemplo...-dejo caer
mientras la ignoro adrede y me seco el pelo con las manos.
-Hugo....-se da la vuelta de nuevo y me
abraza por completo, apoya la barbilla en mi pecho- eres mi marido, tienes la
obligación de quedarte...-suelto una carcajada ante su argumento y se pone de
puntillas par hablarme todavía más cerca de la boca- además, prometo darte
inspiración de sobra...-levanta las cejas y me besa la comisura de los labios
suavemente.
-Nena, había decidido que me quedaba desde
que me he despertado contigo hoy por la mañana...-me río y la agarro por la
nuca pero se resiste.
-Idiota.
Me golpea con fuerza, y mis manos empiezan a bajar por el interior de su camiseta. Pero alguien qué llama a la puerta nos interrumpe las ganas de más, que últimamente nos tenemos. Nos miramos y abrimos los ojos más de la cuenta.
-¿Esperas a alguien? -pregunto sin mover un músculo y antes de que le de tiempo a contestar, yo ya he salido del baño- da igual cariño, ya abro yo.
-Hugo no, espera, espera. -grita desde la otra punta de la habitación.- no abras !!
Su suplica llega demasiado tarde. Abro la puerta y no puedo creerme lo que me encuentro al otro lado.
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