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domingo, 25 de mayo de 2014

CAPÍTULO 51. GOLPES A LA RUTINA.


Volvimos a Madrid. A nuestra ciudad con permiso de Barcelona. La depresión post-vacacional la atacó nada más volver, y yo me ocupé de eliminarla noche tras noche. Volvimos a la rutina, al ritmo frenético e incontrolado de trabajo qué en el fondo le encantaba, había nacido para vivir de esa manera y yo me adaptaba solo por el hecho de que las rutinas empezaban y terminaban con ella. Yo viviría lo que quedaba de año y parte del siguiente de escenario en escenario y ella terminaría su gira y comenzaría a grabar nuevo disco. Hablaba de ello todo el día, de las nuevas canciones, de lo que le entusiasmaba hacer lo que hacía y de las ganas de concierto que tenía. Y en medio de toda esta vorágine, llegar a casa por las noches y hablar de lo qué habíamos hecho durante el día, beber una copa de vino y hacer el amor, terminó por ser oxígeno para todo lo demás. Y pese a mis negativas por seguir durmiendo junto a ella un ratito más, acabó por ser el despertador con la sonrisa más bonita de Madrid, una mañana tras otra.

El primera semana de Septiembre la pasamos separados, para variar un poco, en escenarios diferentes. Ella daba concierto en Bibao, San Sebastián y terminaría en Barcelona, en su amado Palau Sant Jordi , pero ese mismo día, Madrid y su gente me esperaban a mí.. Me dejó solo esa semana, con la casa a mi cargo, que se me hacía enorme por el simple hecho de que no podía llevarle el desayuno a la cama todas las mañanas, o porque las duchas nocturnas terminaron por hacerse demasiado aburridas cuando no estaba ella para ducharse conmigo. Apenas tuvimos tiempo el uno para el otro entre preparativos y ensayos y solo nos llamábamos a escondidas cuando la agenda nos lo permitía.
-Dios...-fue lo primero que escuché a través del teléfono acompañado de un suspiro.
-¿Cansada? -intenté que mi pregunta no mostrase ni un ápice de preocupación, lo intenté.
-Un poco, acabo de llegar al hotel, llevo preparándolo todo desde por la mañana...-oí su cuerpo caer sobre el colchón y pude imaginar como se tumbaba con aire cansado- pero estoy bien amor, mañana estaré perfecta.
-¿Nerviosa?- no me preguntéis por qué pero supe con perfecta exactitud como estaría sonriendo tras esa pregunta, pensando en todo lo que le esperaba mañana -son 20.000 personas...
-Sí, estoy nerviosa...-me cortó de inmediato, queriendo dejar el tema de lado- ojalá pudieses estar aquí..-dice con haciendo la voz tremendamente pequeñita.
-Nena nos vemos en cuatro días, creo que aguantarás sin mí un poco más...-me río intentando quitar gravedad al hecho de que llevo una semana sin sonreírle a la forma que tiene de enredar mi pelo en su dedo indíce, con uno de esos gestos que desprenden amor por todos lados.
-Es que no sabes lo que me cuesta levantarme de una cama sin ti y saber que cuando se acabe el día y vuelva a ella, tampoco vas a estar ahí.- contesta acercándose todavía más el teléfono a la boca.
Cada una de esas palabras, me desordenaron por completo la voluntad que había adquirido para que los días no se me hiciesen tan largos cuando ella no estaba.
- Ei...-dije susurrando- deberías dormir más y pensar menos, ¿vale?
Aunque sabía que no lo haría, no se me ocurrió otra cosa que decirle. No supe como arreglarlo. 
- Vale...-cogió aire y tardó muchos segundos en soltarlo.- te llamaré mañana si saco tiempo, y deséame suerte.
-No la necesitas nena, disfrútalo mucho y hazme un favor, deja temblando el Palau -se rió irremediablemente tras mi frase, y creerme que en ese momento, lo agradecí.
-Lo haré amor, buenas noches - dice con un mínimo de alegría en la voz.
-Te quiero. -esas dos palabras, siempre me habían sonado mucho mejor que un corriente "buenas noches" y más si se trataba de ella.
-Yo sí que te quiero.
Y eso fue lo último que escuché antes de colgar el teléfono, sintiéndome un poquito más solo que antes.

Subirme al escenario era lo que mejor me sentaba en su ausencia y aquel viernes, no fue distinto. Llegué al auditorio pasadas las ocho de la tarde. Un sold out impresionante me esperaba. La llamé antes de empezar, con la seguridad de que no respondería, porque conociéndola, estaría dando vueltas por los pasillos nerviosa y muerta de ganas por empezar su show. Helena interrumpió mi llamada y entró en el camerino con una gran sonrisa en la cara. Hacia tiempo que habíamos empezado a trabajar juntos en todo, me acompañaba durante toda la gira, firmas de discos y terminó por ser el apoyo fundamental en mis viajes. La persona a la qué podía contarle absolutamente todo y la amiga en la que me refugiaba en los momentos en los qué  la combinación carretera y música, dejaba de parecerme la mejor opción

-Hugo no sabes la que te espera ahí fuera, está a reventar -levantó los brazos y soltó un suspiro de emoción.
-Te agradecería que no me pusieses tan nervioso -me peino el tupé levemente ante el espejo y trago saliva.
-Idiota, pero si lo vas a petar -ladeo la cabeza y se rió.
Se acercó por detrás y masajeó mis hombros, tratando de calmarme. Y lo hacia muy bien creedme. Movia los dedos con la presión exacta para romperte todos los nudos emocionales que pudiese tener tu cuerpo en ese momento.
-Estoy bien, estoy bien...-asentí firme, tomando todo el aire posible.
Me giré y la encontré enfrente, sonriendo como lo hacía últimamente, distinta. Y nos quedamos como tontos, sonriéndonos el uno al otro, hasta que me río solo por ver la felicidad que suelta por los ojos.
-¿Qué pasa? -pregunta uniéndose a mi risa.
-¿Me vas a contar algún día quién te está haciendo tan feliz? -muevo la cabeza hacia delante y se pone todo lo seria que puede, fingiendo serenidad, aunque ya le quede poca.
-Hugo no inventes por favor...-contesta con gesto nervioso.
Se pone frente al espejo y se coloca levemente el pelo, ignorando por completo mi pregunta. Y sin darme por vencido, observo cada gesto que realiza mientras se peina y mis ojos se clavan en su fingida seriedad, qué termina por convertirse en una sonrisa tonta, con la qué ya no sabe que hacer.
-Dios Helena, tú te estás tirando a alguien...-la señalo con el dedo y se muere de la vergüenza en ese mismo instante.
Baja la cabeza y se coloca el pelo detrás de la oreja, al tiempo que piensa de donde sacar las palabras para empezar a contarme cosas qué hace tiempo que desconozco, y sonreí mucho, muchísimo. Y cuando me mira, y está a punto de abrir la boca, la puerta del camerino se abre. La banda entera entra, con aires de emoción tales como "pedazo concierto nos espera joder", o "vamos a tirar esto abajo", y ella intenta esconder sus sonrisa cómplice y aparentar normalidad. Cosa, que nunca se le ha dado muy bien.

Disfruté de aquel concierto como pocas veces en mi vida. La emoción, ver las caras de la gente, lo bien que te tratan, es sencillamente indescriptible. No hay una sensación en el mundo comparable a esa, o por lo menos yo todavía no la he encontrado. Terminé sobre las once y media, reventado, solo quería irme a mi casa y dormir. Pero la echaba de menos terriblemente. No podía llamarla, ella todavía estaría con los taconazos puestos y los ojos pintados, en frente a miles de personas que se marcharían aquella noche con la sonrisa más grande del mundo, después de que ella le prometiese con la voz entrecortada y la emoción saliéndole por la boca, que se volverían a ver muy muy pronto. Y odié que no estuviese aquí, porque este era uno de esos momentos, en los qué después de revolverte el alma sobre un escenario, necesitas ver a la persona que te la revuelve cuando no estás en él. 

Eran las tres de la mañana, las horas se me habían hecho eternas hasta ese momento. Me llamó bastantes veces, pero no cogí el teléfono ni una sola, estaba esperando el instante exacto en el qué llegase a su hotel , se tumbase en la cama y entonces ahí, necesitaría escuchar mi voz, o verme quizás. Así que a las 3:37 de aquella noche, sonó el primer tono de mi llamada y no tardó ni tres segundos en contestar:
-Te echo de menos.
No dijo más y yo sonreí irremediablemente al otro lado de la línea, por varias razones.
-Estoy aquí -puntualicé.
-Ojalá estuvieses aquí. O yo allí.-pronunció, como si le sorprendiera viéndose explicando algo que parecería haber sido obvio.
-No me has entendido, estoy aquí -volví a insistir -empiezo a parecer gilipollas hablándole a la puerta de una habitación de hotel, así que ábreme por favor.
-¿Hugo estás de broma? -alzó la voz.
-¿Tú qué crees? cariño, abre la puerta.
 Intenté contar el tiempo que tardaría en verla mentalmente, lo intenté, pero mi cerebro no corrió tanto como sus ganas de verme. Y en apenas un suspiro, abrió la puerta con una sonrisa que me pareció la respuesta a todo. Aún llevaba los ojos pintados y su pelo larguísimo apenas estaba despeinado. Los pantalones cortos de pijama que llevaba dejaban a la vista sus maravillosas piernas y se me escaparon los ojos a ese paraíso que había visitado ya millones de veces. Solo puedo sonreír en los segundos que me concede antes de lanzarse a mi cuello. Me abraza, me río, y levanto su cintura con fuerza, se impulsa y sus muslos me rodean por completo. 
Me besa, antes de dejarme darle cualquier explicación de por qué he cogido un avión a las doce de la noche solo para verla, me besa. Y no creáis que lo hace suave, no. Porque creo que la emoción y todo la picardía que había desprendido horas antes en el escenario, se muda a su lengua. Y me invade cada esquina de la boca. Y cuando termina, sonríe muy cerca y con un dedo se seca un poco los labios que han quedado demasiado húmedos.
-¿Qué se supone que haces aquí? -pregunta riendo.
-Hoy nos necesitábamos.
Se queda perpleja, mirándome y sonríe. Baja sus piernas de mi cintura y se queda de pie, frente a mí.
- Ven. - dice mordiéndose el labio.
Toma mi mano suavemente. Me acompaña hasta el fondo de su magnífica habitación y empieza a deshacer la cama con sumo cuidado.
-Desvistete -dice sin apenas mirarme.
-¿Cómo? -no contesta, empiezo a sacarme la camiseta sin entender nada- nena, pensé que esta noche estarías cansada y no....
-¿Qué? No, no, no - niega con la cabeza y alza un poco la voz -solo quiero que te desvistas, te metas en la cama conmigo y me abraces -concluye.
Ladea la cabeza y se queda esperándome callada. No digo nada, simplemente miro al suelo y me río. Y ella frunce el ceño y parece que sus ojos y su boca se indignan porque no haya hecho todavía lo que me ha pedido.
-¿Tengo que suplicártelo?- pregunta levantando las cejas.-¿Pasa algo?
-Pasa que te quiero.
No espero más, ni la hago esperar. Me quito la camiseta y los pantalones hasta quedarme en ropa interior. Agarro su cintura y la obligo a tumbarse en el colchón. Paso mi cuerpo por encima de ella y me coloco a su lado. Apoya la cabeza en mi brazo y con el suyo, me acaricia la barbilla. Me estiro y subo las sábanas hasta taparnos casi por completo. Inspiramos a la vez, os lo juro. Y creo que hasta sincronizamos las respiraciones de tal manera, que su abdomen parece hincharse a la misma velocidad que el mío.
-¿Qué tal ha ido ?-pregunto rompiendo el silencio.
-Maravilloso -aclara con una sonrisa que solo saca a pasear en determinadas ocasiones.-¿ Y el tuyo?
-Increíble. -miro al vacío y me río inconscientemente.
-Bien...-suelta el aire muy lentamente y se gira para mirarme- gracias.
-¿Por qué? -sonrío y le acaricio el pelo, cierra los ojos durante un instante y vuelve a mirarme.
-Por estar aquí -dice con la voz un poco más rota de lo normal.
No sé que decirle. La miro y busco las palabras qué irremediablemente no aparecen de ninguna manera, porque ella en sí y su forma de mirarme, se las llevan todas.
Se mueve y se coloca sobre mí, apoya sus mejillas en mi cuello y se queda ahí, como buscando la calma que precede a los buenos momentos junto a alguien. Y mis dedos acarician su espalda, apenas hay luz en la habitación , solo la que entra por la ventana, y casi no puedo ver como sonríe. Pero en definitiva, a quién coño le interesa la luz, si seguimos cerrando los ojos al besarnos ¿Me entendéis?
-¿Sabes? -destruye el silencio y lo agradezco - te voy a necesitar mucho en el Palacio de Deportes cuando termine esta gira, ¿Tendré que rogarte que cantes conmigo?
-Creo que sabrás convencerme...-reímos a la vez y todo vuelve a su característico silencio, pero no nos molesta.
-Hoy encima del escenario me he dado cuenta de una cosa. -hace circulitos en mi brazo, como de costumbre y me besa el hombro, como haciendo tiempo para decir algo que sabe que me matará por completo.
-¿Qué cosa? -alcanzo a pronunciar.
Se incorpora un poco y la luz que entra por la ventana la hace todavía más guapa. Me mira y sonríe, y en ese momento quiero quedarme a vivir en ese instante, en el que me mira y me derrumba todos y cada uno de los muros emocionales que una persona pueda llegar a tener.
-Que ir cumpliendo sueños y no sé...-mira hacia hacia un lado y ensancha todavía más la sonrisa- disfrutarlos contigo, aunque no estés, me parece lo más bonito del mundo.
Me he quedado callado y creo que por lo menos durante un segundo se siente estúpida por lo que acaba de decir. Cojo su cara entre mis manos y la beso tan lento, que el mundo parece pegar un frenazo en aquel instante cuando nuestros labios resbalan entre sí, para volver a ponerse en marcha en el siguiente.
-Yo es que...-vuelvo a sonreírle en la boca- estoy tan enamorado de ti, que lo más bonito del mundo me pareces tú.
Tras aquella frase, se quedó callada lo que restó de noche. Estábamos los dos tan cansados que nos dormimos entre besos y caricias, sin cruzar apenas palabras. Tras lo vivido aquel día llegué a la conclusión que por mucho que el trabajo nos separase de por vida y los kilómetros nos dejasen a cada uno en un lugar distinto, allí donde hay alguien a quién se quiere muchísimo y donde hay alguien que nos quiere de verdad, ese será siempre el lugar más bonito del  mundo.

-Voy a llegar tarde -comentó con aire enfadado mientras me veía salir de la ducha con la toalla enrollada en la cintura.
- Tranquila puedes decir que has estado conmigo en un hotel , todos lo entenderán..-contesto irónicamente.
Se le tuvo que escapar la risa tras mi frase y negó con la cabeza sin poder esconder la sonrisa tonta que la delataba en tantas ocasiones.
 Se maquillaba frente al espejo, todo lo concentrada que os podáis imaginar. Me acerqué por detrás y la rodeé con fuerza, hundiendo mi cabeza en su pelo.
- Cariño, me estás mojando -contestó sin apenas moverse.
Salí de mi particular escondite y la miré a través del espejo pintarse los labios. Dios. No hay situación más sexy que ver a una mujer pintarse los labios. Y sobretodo cuando sabes que vas a ser tú el qué se los despinte después. Pone morritos y se limpia levemente los bordes de su comisura, para dejar una boca roja, más apetecible si cabe.
-  A ver, espera un momento...
Agarro su brazo y la obligo a girarse hacia mí, protesta con un leve suspiro y levanta las cejas, sin entender qué hago. Ladeo la cabeza y sonrío por completo. Y cuando está explorando con los ojos mi sonrisa. aunque la conozca de memoria porque suele ser ella el motivo , la beso. Se resiste al principio, haciéndose la dura, y hace fuerza con las manos para apartarme de ella. Inútilmente por supuesto. Agarro su cintura sin dejar escapatoria ninguna entre nuestras bocas, y cuando termina por faltarme el aire me aparto de ella, como quién acaba de beberse el primer beso del día.
-  No te enfades, solo era para comprobar que esa barra de labios sabía tan bien como parecía...-pellizco su moflete y la beso de nuevo más suavemente.
Se ríe y acaricia mi abdomen. Las yemas de sus diez dedos recorren mi espalda, todavía mojada, como volviendo a recorrer el camino de cada noche, pero con la dulzura extrema de sus mañanas.
- ¿Y bien, sabe como parece? -pregunta acercándose de nuevo a mi boca.
- No -contesto tranquilo y espero al momento exacto en el que la cara le cambie por el enfado, para continuar - tú sabes bastante mejor.
Le guiño un ojo y entre mirada y mirada quiero besarla de nuevo, pero no me deja. Se da la vuelta para dejarme con las ganas de pasarme lo que resta de mañana intercalando las horas, entre su boca y sus piernas.
-¿A dónde vas? -pregunto mientras comienzo a vestirme.
-Tengo una entrevista en la radio en media hora, ¿Vuelves ahora a Madrid, o me esperas y pasamos la tarde juntos? -me sonríe mientras se pinta la raya del ojo y espera pacientemente a que diga que sí -porfi, mi vuelo sale mañana, ¿Tienes algún plan mejor que pasar un fin de semana conmigo?
-Componer por ejemplo...-dejo caer mientras la ignoro adrede y me seco el pelo con las manos.
-Hugo....-se da la vuelta de nuevo y me abraza por completo, apoya la barbilla en mi pecho- eres mi marido, tienes la obligación de quedarte...-suelto una carcajada ante su argumento y se pone de puntillas par hablarme todavía más cerca de la boca- además, prometo darte inspiración de sobra...-levanta las cejas y me besa la comisura de los labios suavemente.
-Nena, había decidido que me quedaba desde que me he despertado contigo hoy por la mañana...-me río y la agarro por la nuca pero se resiste.
-Idiota.
Me golpea con fuerza, y mis manos empiezan a bajar por el interior de su camiseta. Pero alguien qué llama a la puerta nos interrumpe las ganas de más, que últimamente nos tenemos. Nos miramos y abrimos los ojos más de la cuenta.
-¿Esperas a alguien? -pregunto sin mover un músculo y antes de que le de tiempo a contestar, yo ya he salido del baño- da igual cariño, ya abro yo.
-Hugo no, espera, espera. -grita desde la otra punta de la habitación.- no abras !!
Su suplica llega demasiado tarde. Abro la puerta y no puedo creerme lo que me encuentro al otro lado.

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