-Shhh....-susurré en su oído- tranquila mi vida...
"Tranquila", tuve los cojones de decirle eso, cuando en esos instantes habría estado más tranquilo con una bomba entre las manos, que con su llanto formándome un nudo en el estómago.
-Lo siento Hugo....lo siento mucho...-alternó palabras entre suspiros ahogados- pero no sé arreglar esto...
Hice una media sonrisa entre pena y ternura. Cuando se sacaba la coraza de las discusiones y se mostraba dulce y real...no sé, creo que incluso me gustaba aún más.
-Lo arreglaremos....-sujeté su cara entre mis manos y le limpié las lágrimas.
-¿Me lo prometes? -musitó muy bajito.
- Escúchame -repetí tratando de calmarla- solo necesitamos descansar unos días aquí, pensar y pasar tiempo juntos. Lo solucionaremos.
Asintió y hundió la cara entre sus manos de nuevo.
Lo que acababa de decirle era verdad. Una vez leí en un libro que cada cierto tiempo es necesario, parar el mundo, para volver a ponerlo en marcha de nuevo. Parar el mundo es decidir conscientemente que vas a salir de él para mejorarlo y mejorarte. Bastaba con alimentarte de buena música, de buen cine, y de una buena conversación con la persona que más te inspire. Porque el mundo nadie puede pararlo solo, es necesario como mínimo, otra persona para que esto funcione. Y así lo había decidido, pararíamos nuestro mundo juntos, para arreglarlo, y ponerlo en marcha de nuevo.
Aquella mañana, cuando se tranquilizó, le llevé el desayuno a la cama. El sol ya entraba con fuerza por las ventanas y si algo me gustaba, era ver como le daba en la cara, y entrecerraba los ojos con una sonrisa que parecía llevar practicando toda la vida. Desayunamos tostadas. Siempre que nos íbamos de viaje, las pedíamos en todos los hoteles, con mermeladas de todos los sabores posibles. Nos encantaba.
-Gracias...-sonrió timidamente mientras le dejaba la bandeja sobre el colchón.
-¿Te apetece un paseo por la playa después de desayunar? -pregunté metiéndome en el baño, para dejarla desayunar tranquila y darme una ducha.
-Tengo un plan mejor...-sugirió entre bocado y bocado.
Y en efecto, lo tenía.
Aquella mañana le dio por irnos a correr, para generar endorfinas, me dijo. Y porque sudar, juntos, a veces se puede hacer de diferentes formas a la que nosotros estábamos acostumbrados. Ya me entendéis.
La colina del pueblo, era el mejor sitio para largarse a desconectar entre carrera y carrera. El camino, ,hasta los acantilados, y las casas de la playa parecían minúsculas al lado de cualquiera que tuviese el privilegio de formar parte de aquellas vistas.
-¿Ya estás cansado?- preguntó cuando llevábamos ya media hora sorteando un camino de piedras.
-¿Quién? ¿Yo? No -negué entre suspiros ahogados.
-No sé cuantas veces habré escuchado esa respuesta...-rió- y no precisamente mientras salimos a correr.
Aceleró el ritmo. Y me sonrió como una idiota mientas conseguía dejarme atrás. Lo admito, si seguí corriendo, sudando y ahogándome entre medias, fue por verla haciendo a ella lo mismo, con el pelo recogido y la sonrisa en la boca.
Llegamos a la cima tiempo después. Ella con su energía increíble y yo...bueno, yo me conformaba con el ver sus curvas con la playa de fondo.
-Ha sido increíble...-cogió mucho aire y se soltó la melena en apenas segundos.
-Esto sí que es increíble....-levanté la vista y giré sus hombros para que ella hiciese lo mismo.
No hubiese encontrado un sitio mejor en el mundo, que aquel. Os lo prometo. Era una postal de verano, delante de nosotros. El mar, la playa, las casas, los árboles rodeándolo todo.
-Nena...-suspiré sonriente rodenado su cintura- gracias por hacerme buscarte en este sitio.
Sonrió y me apretó el cuerpo contra el suyo. Reímos a la vez.
-Gracias a ti por buscarme...-hizo una media sonrisa y entrecerró un poco los ojos, mirando hacia el mar.
-¿Qué haces?- pregunté mientras la observaba.
-Una fotografía, con los ojos...-se rió tímidamente como si sólo ella misma se comprendiera- ya verás, prueba...
Lo hice. Imité sus movimientos y funcionaba. Sonrió triunfante porque había entendido su absurda manía. Una cosa más para la lista de cosas que me gustan de ella. Ya he perdido la cuenta.
El camino de vuelta no lo recuerdo del todo. Pero tampoco importa. No sé qué hicimos o por dónde fuimos. Yo sólo hablaba de cualquier tontería y ella sonreía como quién lleva haciéndolo toda la vida. Llevaba las maneras del verano implantadas en la forma de caminar, y yo no recuerdo nada igual desde entonces. Os lo juro.
Aquel día cociné yo. Hacía muchísimo tiempo que no cocinaba para los dos, y sabía lo mucho que le gustaba que lo hiciese. Se sentó a la mesa, paciente, y entrelazó las manos.
-¿Voy a tener que esperar mucho tiempo más? -alzó la voz hacia la cocina,
-Ya voy....-contesté cogiendo con ambas manos la bandeja y colocándola sobre la mesa de la terraza segundos después.
-¿Pasta? -alzó las cejas con una mueca de desaprobación- ¿Pero cómo puedes ser tan típico de cocinarme pasta?
-Estamos en Italia, ¿Qué pretendías? -sonreí tratando de arreglarlo.
Sacudió la cabeza y se le escapó la sonrisa. Se sirvió. Nos servimos. Le gustó la comida. Hablamos, hablamos mucho y de todo, entre el vino, el café de después y el helado de postre. De chocolate, cómo no. Se manchó los labios, y la nariz y casi casi los mofletes. Estallé en carcajadas.
-En vez de reírte, podías limpiarme, ¿No crees?
Me quedé callado, la miré y moví mi silla hasta colocarla junto a la suya. Se quedó embobada sin comprender nada. Cogí una servilleta y le limpié con muchísimo cuidado el helado esparcido por su cara.
-Ahora tenemos un problema....-susurré sin dejar de mirarla.
-¿Cuál? -musitó.
-Estoy demasiado cerca, como para no querer besarte.
Levantó un poco las cejas y juraría que incluso se puso un poco roja. Supongo que se debatía entre seguir haciéndose la dura un par de días más, o besarme. Agachó un poco la cabeza y suspiró.
Se acercó a un par de palmos de mi boca y colocó sus dedos en mi nuca. Juro que no pude moverme. Sólo moví los labios cuando los colocó sobre los míos. Nos besamos y duró segundos. Después, sonrió y me acarició las comisuras de la boca.
-Ha sido demasiado fácil -apunté sonriente- ¿Tiene truco?
-No -negó con muchísima seguridad- pero hazme un favor, desde ahora, hasta el resto de nuestra vida...-hizo una pausa.- no vuelvas a preguntarme si puedes besarme, estropea la magia.
Me guiñó un ojo y se levantó de la mesa, actuando cómo si todo lo supiese. Tuve que reírme y seguirla. Como siempre."¿Vemos una peli? "preguntó entrando en casa. Y admito que lo sentí, nuestros mundos comenzaban a moverse.
Esa tarde vimos Titanic. La habíamos visto un millón de veces, juntos. Era nuestra película favorita. Y todas las veces terminaban igual, con ella llorando a mares.
-Ni que fuese la primera vez que la ves...-reí secándole las lágrimas.
-Siempre es igual de triste -gimió- ¿Por qué tiene que acabar así?
-Cariño, la película es así...no le des más vueltas.
Recolocó la cabeza sobre mi hombro y cerró un poco los ojos. Le acaricié el pelo.
-No, si en el fondo me gusta verla...-reconoció- me hace darme cuenta de lo realmente importante..
Sonreí y besé su frente.
-¿Sabes una cosa? -añadió secándose la cara con la palma de las manos.- a veces no soy consciente de la suerte que tenemos tú y yo. Quiero decir, trabajamos en lo que nos gusta, tenemos una familia maravillosa y a pesar de discutir y tener mil problemas, nos queremos.
-Estoy muy de acuerdo -admití sonriente.
- Eso es lo realmente importante....-siguió hablando como si no me hubiese escuchado- nos queremos...
Sé que aquel día tuvo razón. Porque era verdad, si algo había de importante en arreglar las cosas era que nos queríamos. Y es que yo nunca he creído en nada que no se arregle con amor.
Los días de aquella semana pasaron y yo sentía que las cosas volvían poco a poco a su lugar. Hablábamos de todo, escuchábamos música, nos bañábamos en el mar, y no recuerdo una sola discusión en todo ese tiempo. Pero, manteníamos una cierta distancia entre ambos: yo porque no quería correr demasiado, y ella porque era demasiado prudente para estas cosas.
Una de las últimas noches, caminábamos por la playa. La gente del pueblo apenas seguía despierta, sólo algún bar cercano al paseo. Nos rodeábamos mutuamente la cintura.
-Oye, ¿Crees que Lucía terminará dedicándose a esto, a lo nuestro? -frunció el ceño- yo le veo maneras ya eh...
-¿Te gustaría? -pregunté dándole un leve empujón.
-Hugo yo quiero que haga lo que ella quiera hacer... -dijo mirándome sin creerse mucho lo que decía y terminó por reír- si empieza en la música, que sea dentro de unos añitos por favor, no quiero los mismos quebraderos de cabeza que tuvo que sufrir mi madre.
-Lucas apunta a futbolista, te lo digo yo -comenté hundiendo los pies en la arena- o a modelo. Y sabes, se parece mucho a su padre.
Alcé las cejas y me mordí los labios tratando de mostrar la sonrisa más irresistible del mundo.
Y funcionó a medias. Se quedó quieta y me miró cómo si estuviésemos en un duelo constante entre comernos o no comernos la boca.
-¿Ah si? -susurró dando un paso hacia mí- pues sí que va a salir guapo el niño...-alzó la mano y me acarició el pelo,- ya sabes, con este pelo, esta boca, estos ojos...-fue pasando los dedos por todos los rasgos de mi rostro y sonriendo cómo si las ganas le moviesen más que cualquier cosa.- este cuerpo...-metió las manos debajo de mi jersey y se rió de forma absurda.
Sabía que lo siguiente sería un beso así que echó a correr entre risas. La atrapé segundos después justo antes de que llegase al fin de la playa.
Se mordió los labios y tuve que mordérselos yo. Caímos en la arena, y pareció darle igual que hiciese frío o cualquier otro dato secundario. Nos besamos con tanta fuerza que casi me dolía la boca. No nos aguantábamos más. Rocé el fin de su vestido verde, más allá de las rodillas. Le acaricié las piernas y me devoró el cuello dejando marcas que supe que tardarían en irse.
-Para, para , para...-tuve que susurrar- vamos a casa mejor.
-Hugo....-volvió a besarme, estaba fuera de sí.
-Hace frío cariño...-esquivé su próximo beso y le agarré fuerte de las manos.
Aquel día cociné yo. Hacía muchísimo tiempo que no cocinaba para los dos, y sabía lo mucho que le gustaba que lo hiciese. Se sentó a la mesa, paciente, y entrelazó las manos.
-¿Voy a tener que esperar mucho tiempo más? -alzó la voz hacia la cocina,
-Ya voy....-contesté cogiendo con ambas manos la bandeja y colocándola sobre la mesa de la terraza segundos después.
-¿Pasta? -alzó las cejas con una mueca de desaprobación- ¿Pero cómo puedes ser tan típico de cocinarme pasta?
-Estamos en Italia, ¿Qué pretendías? -sonreí tratando de arreglarlo.
Sacudió la cabeza y se le escapó la sonrisa. Se sirvió. Nos servimos. Le gustó la comida. Hablamos, hablamos mucho y de todo, entre el vino, el café de después y el helado de postre. De chocolate, cómo no. Se manchó los labios, y la nariz y casi casi los mofletes. Estallé en carcajadas.
-En vez de reírte, podías limpiarme, ¿No crees?
Me quedé callado, la miré y moví mi silla hasta colocarla junto a la suya. Se quedó embobada sin comprender nada. Cogí una servilleta y le limpié con muchísimo cuidado el helado esparcido por su cara.
-Ahora tenemos un problema....-susurré sin dejar de mirarla.
-¿Cuál? -musitó.
-Estoy demasiado cerca, como para no querer besarte.
Levantó un poco las cejas y juraría que incluso se puso un poco roja. Supongo que se debatía entre seguir haciéndose la dura un par de días más, o besarme. Agachó un poco la cabeza y suspiró.
Se acercó a un par de palmos de mi boca y colocó sus dedos en mi nuca. Juro que no pude moverme. Sólo moví los labios cuando los colocó sobre los míos. Nos besamos y duró segundos. Después, sonrió y me acarició las comisuras de la boca.
-Ha sido demasiado fácil -apunté sonriente- ¿Tiene truco?
-No -negó con muchísima seguridad- pero hazme un favor, desde ahora, hasta el resto de nuestra vida...-hizo una pausa.- no vuelvas a preguntarme si puedes besarme, estropea la magia.
Me guiñó un ojo y se levantó de la mesa, actuando cómo si todo lo supiese. Tuve que reírme y seguirla. Como siempre."¿Vemos una peli? "preguntó entrando en casa. Y admito que lo sentí, nuestros mundos comenzaban a moverse.
Esa tarde vimos Titanic. La habíamos visto un millón de veces, juntos. Era nuestra película favorita. Y todas las veces terminaban igual, con ella llorando a mares.
-Ni que fuese la primera vez que la ves...-reí secándole las lágrimas.
-Siempre es igual de triste -gimió- ¿Por qué tiene que acabar así?
-Cariño, la película es así...no le des más vueltas.
Recolocó la cabeza sobre mi hombro y cerró un poco los ojos. Le acaricié el pelo.
-No, si en el fondo me gusta verla...-reconoció- me hace darme cuenta de lo realmente importante..
Sonreí y besé su frente.
-¿Sabes una cosa? -añadió secándose la cara con la palma de las manos.- a veces no soy consciente de la suerte que tenemos tú y yo. Quiero decir, trabajamos en lo que nos gusta, tenemos una familia maravillosa y a pesar de discutir y tener mil problemas, nos queremos.
-Estoy muy de acuerdo -admití sonriente.
- Eso es lo realmente importante....-siguió hablando como si no me hubiese escuchado- nos queremos...
Sé que aquel día tuvo razón. Porque era verdad, si algo había de importante en arreglar las cosas era que nos queríamos. Y es que yo nunca he creído en nada que no se arregle con amor.
Los días de aquella semana pasaron y yo sentía que las cosas volvían poco a poco a su lugar. Hablábamos de todo, escuchábamos música, nos bañábamos en el mar, y no recuerdo una sola discusión en todo ese tiempo. Pero, manteníamos una cierta distancia entre ambos: yo porque no quería correr demasiado, y ella porque era demasiado prudente para estas cosas.
Una de las últimas noches, caminábamos por la playa. La gente del pueblo apenas seguía despierta, sólo algún bar cercano al paseo. Nos rodeábamos mutuamente la cintura.
-Oye, ¿Crees que Lucía terminará dedicándose a esto, a lo nuestro? -frunció el ceño- yo le veo maneras ya eh...
-¿Te gustaría? -pregunté dándole un leve empujón.
-Hugo yo quiero que haga lo que ella quiera hacer... -dijo mirándome sin creerse mucho lo que decía y terminó por reír- si empieza en la música, que sea dentro de unos añitos por favor, no quiero los mismos quebraderos de cabeza que tuvo que sufrir mi madre.
-Lucas apunta a futbolista, te lo digo yo -comenté hundiendo los pies en la arena- o a modelo. Y sabes, se parece mucho a su padre.
Alcé las cejas y me mordí los labios tratando de mostrar la sonrisa más irresistible del mundo.
Y funcionó a medias. Se quedó quieta y me miró cómo si estuviésemos en un duelo constante entre comernos o no comernos la boca.
-¿Ah si? -susurró dando un paso hacia mí- pues sí que va a salir guapo el niño...-alzó la mano y me acarició el pelo,- ya sabes, con este pelo, esta boca, estos ojos...-fue pasando los dedos por todos los rasgos de mi rostro y sonriendo cómo si las ganas le moviesen más que cualquier cosa.- este cuerpo...-metió las manos debajo de mi jersey y se rió de forma absurda.
Sabía que lo siguiente sería un beso así que echó a correr entre risas. La atrapé segundos después justo antes de que llegase al fin de la playa.
Se mordió los labios y tuve que mordérselos yo. Caímos en la arena, y pareció darle igual que hiciese frío o cualquier otro dato secundario. Nos besamos con tanta fuerza que casi me dolía la boca. No nos aguantábamos más. Rocé el fin de su vestido verde, más allá de las rodillas. Le acaricié las piernas y me devoró el cuello dejando marcas que supe que tardarían en irse.
-Para, para , para...-tuve que susurrar- vamos a casa mejor.
-Hugo....-volvió a besarme, estaba fuera de sí.
-Hace frío cariño...-esquivé su próximo beso y le agarré fuerte de las manos.
Asintió y se levantó del suelo, con rumbo fijo hacia casa. Nos llovió en el trayecto. Aunque parezca subrreal e idílico, nos llovió mientras subíamos corriendo de la mano las estrechas calles ya oscuras, por las horas que eran. Reía y sonreía a casa paso, y con ella, realmente no se cual de las dos es mejor.
Se apoyó en la puerta de la entrada y tiró con fuerza de mi cuerpo hacia el suyo. Estábamos calados del frío y empapados hasta los huesos. Los labios nos resbalaban. Introduje la llave en la cerradura a duras penas y saltó sobre mí anudando sus piernas a mi cintura, caminamos a trompicones al interior de la casa. No puede aguantarlo más, la subí sobre la mesa del comedor y le arranqué el vestido. Me sonrió y tiró de mi nuca con más ganas que otra cosa.. Las gotas de agua le recorrían el cuerpo y era todavía más bonito de lo que lo recordaba. Di un paso hacia atrás y me desabroché el cinturón, ella misma me quitó la camiseta. Me rozó el abdomen con las manos congeladas y juro que no he sentido sensación igual desde entonces. Una mezcla de nervios, calentón, amor y esa cosa abstracta que suponía el que me rozase la piel. Eso nunca logré describirlo. Le arranqué el sujetador y le aparté la larga melena mojada que le cubría los pechos. Serpdió los labios y gimió cuando mi boca se hundió en ellos. Reímos. Fue tentador hacerlo sobre la mesa, muy muy tentador. Solo la imagen, me volvía loco. Pero más allá del sexo, aquello era una vuelta a lo que fuimos, al amor y una pieza más que pondría nuestros mundos en marcha de nuevo, así que necesité que fuese bonito.
-Ven...
La cogí en brazos, medio desnuda y la tumbé junto a la chimenea, que llevaba encendida desde hacía horas. Protestó bastante pero tenía suficientes formas de callarla en esos momentos y de comerle las protestas a bocados.
Nos desnudamos. Y entre tanta rápidez y ganas desenfrenadas, suspiró y se quedó quieta. Me acarició el pelo. Y me temblaron hasta los rodillas, os lo prometo. Luego supe que era uno de esos momentos en los que recuerdas lo que amas a la otra persona justo antes de hacer el amor. Nosotros teníamos muchos de esos momentos. Nos quedábamos quietos y lo pensábamos durante un milisegundo.
-Eres preciosa
Se me escaparon esas dos palabras, supongo que porque las pensaba demasiado y necesitaba soltarlas. Me sonrió.
-Calláte y hazme el amor.
Acto seguido me mordió los labios y la hice mía. Soltó un gemido ahogado y tiró de mi cuerpo todavía más hacia ella. La rocé hasta el infinito, se aferró a mi espalda y se movió como nunca.
No fue un polvo rápido de reconciliación, ni un "aquí te pillo aquí te mato". Fue hacer el amor, sin más. Nos deslizamos lentamente y en el segundo asalto ya era ella la que estaba sobre mí. Yo la observaba desde abajo proclámandose diosa, y gritar y vaciarse por amor y por sexo y por todo lo bonito de los orgasmos.
Se tumbó a mi lado, sudando y agotada minutos después.
-Ha sido increíble...-suspiró con risa de por medio.
Estiré el brazo y le acaricié el abdomen.
-¿Cuando has aprendido a hacer eso? -susurré en su cuello.
-¿Lo qúe? El....-gesticuló cual niña pequeña.
-Si, eso, ha sido...-suspiré.
-Ya sabes, mucha practica...-me guiña un ojo y me besa. Y cuando pienso que vamos a volver a la carga y mis manos se cuelan en su entrepierna con hambre feroz, me vuelve a empujar contra la manta.
-¿Crees que lo hemos arreglado ya? -preguntó mojándose los labios.- quiero decir, que ya podemos volver a casa y seguir con nuestra vida...
-Estamos en ello...-sonreí- pero todo irá de maravilla a partir de ahora...-la besé de nuevo.
-Te quiero mucho Hugo...-río mientras me colocaba sobre ella y le mordía el cuello.- Tú a mí también, ¿Verdad? -entornó la mirada.
Fruncí el ceño, la miré a los ojos.
-Eres el amor de mi vida...-dije con claridad- todo lo que tengo, todo lo que soy, es tuyo. Para siempre.
Tragó saliva y pegó nuestros cuerpos con muchísima fuerza. Creo que quiso emocionarse pero lo que escondió entre besos, y roces. Susurró un par de "te quiero" más en lo que restó de noche, y cada uno sonaba más bonito que el anterior. Volvimos a la carga. Una vez leí que nunca llegamos a tocar relamente a alguien, que son los electrones chocando entre sí lo que sentimos cuando nos rozan la piel. Que no existen los besos, ni las caricias, ni los paseos de dos dedos por la espalda. Pero aquella noche, yo, habría jurado, que le rozaba la piel. Más allá de cualquier principio fisíco, sin electrones de por medio, yo, hubiese jurado que la tocaba. Y eso, eso ya era amor.
Dos días después, terminamos nuestro viaje en Roma, nos cogimos un avión y volamos hacia nuestra ciudad. Fue un retorno al principio, a donde empezamos y donde siempre nos habíamos encontrado. Sentí un clic al llegar allí, otro más, nuestros mundos se pusieron en marcha de nuevo.
Aquel día, en frente de la Fontana de Trevi, estaba tontamente guapa. Llevaba el pelo recogido y una sonrisa de esas que te recuerdan que el mundo puede ser maravilloso.
-¿Crees que volveremos? -me preguntó a medio beso mientras me agarraba la mano.- siempre que tiramos una moneda, volvemos a estar aquí en circunstancias distintas, pero volvemos a estar aquí.
Sonreí, tenía razón.
-Volveremos -asentí- quizás con unos cuantos años y algún hijo más, pero volveremos.
Se ríe y vuelve a abrazarme.
Después de aquel día, fuimos felices. Vaya si lo fuimos. No tuvimos más hijos pero tampoco nos hizo falta. Lucía triunfó en la música y Lucas se licenció en arquitectura años después y alternó su trabajo con otro para una agencia de modelos. Las gemelas...bueno, la de las gemelas es otra historia bien larga, parecida a la nuestra.
Nosotros nos quisimos. La quise hasta el día en el que se fue, e incluso después. Jamás dejé de hacerlo. Y años después, seguimos viajando a Roma de vez en cuando. Y llegó un día que lo comprendí, ella nunca fue lo más bonito que me había pasado en la vida, porque ella siempre, siempre , era presente.
aquí acaba la historia :( ?????? NO PORFAVOR
ResponderEliminarVas a seguir??? Porfa no lo dejes aqui, esta es la mejor novela q me he leido en mi vida nunca he podido encontrar otra q lo supere.espero el libro con ansia o una segunda parte
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