Vistas de página en total

domingo, 18 de mayo de 2014

CAPÍTULO 50. QUÉ BONITA LA VIDA.

Aquella noche, no sé, aquella noche la miraba y os juro, que sentí debilidad por todas y cada una de sus maneras. Que me gusta la forma qué tiene de hablarme, pronunciando cada palabra de esa forma tan provocativa qué apenas nota. Prefiero no hablar de como sonríe, creo que tiene unas mil sonrisas distintas pero que al final son todas la misma, es extraño, y se le forma esa curva en su mejilla,qué creo que ni si quiera ella sabe que tiene. Como saca la lengua y me lanza un beso entre risas. Estira su mano y me acaricia y creo que la forma que tienen sus dedos de perderse por mi pelo es tan perfecta, que hasta parece que la practica. O como sostiene el cigarro, y se ríe entre calada y calada, soltando el humo, muy poco a poco, o me lo suelta en la boca directamente. Me gusta su manera de cerrar los ojos y apretar los labios, respirando todo lo lento que le permite el corazón y relajándose frente al mar. Y se come la copa de helado de chocolate que preparamos aquella madrugada, porque le entró el antojo mientras hacíamos una fogata en la playa y adoro como saca la lengua para lamer poquito a poquito las gotas de helado qué resbalan por la cuchara. Y se mancha los alrededores de la boca , pero ya me encargo yo de limpiarle el chocolate, qué no se acerca ni un poquito a lo bien que sabe ella.

-Hugo, estamos casados, tienes la obligación de decírmelo -protesta y frena su sonrisa un instante para ponerse seria.
Está envuelta en una manta, tumbada en una hamaca a mi lado, con sus piernas sobre las mías y con los restos de una hoguera y un par de helados frente a nosotros. No sé que hora es, pero durante todas nuestras vacaciones las horas de los días las escribíamos nosotros.
-No, en realidad no tengo ninguna obligación.
Se incorpora un poco para mirarme todavía más de frente, quiere intimidarme con esos ojos que parecen comerse el mundo. Y lo consigue, pero yo solo sonrío divertido, como un idiota.
-Dime al menos un número...-golpea suavemente mi pierna- ¿Cuantas? ¿Diez, quince?
Suelto una carcajada al instante y estiro mi mano para agarrar mi copa con la esperanza de que de la conversación por terminada. Pero no lo hace, sigue atenta sin darse por vencida.
-No voy a decirte con cuantas mujeres me he acostado, no tiene ninguna relevancia- me río y acaricio sus manos, antes de volver a levantar la vista- ¿Con cuantos tíos has estado tú?
-Cariño, no estábamos hablando de eso.
Se pone nerviosa y mira al suelo durante un instante, se le escapa una sonrisa al recordar y por una vez, sé , que no me recuerda a mí precisamente.
-Te diré mi número si tú me dices el tuyo -la desafío y parece encantarle la idea, aunque disimula pasando la lengua por sus labios.
-Vale, tú primero.
Se acomoda un poco más y estira las piernas que ya invaden las mías por completo. Me mira expectante y se muerde el labio por la curiosidad.
-Diecisiete -digo tranquilo -me he acostado con diecisiete.
-Y una mierda , no hay tantas ¡mujeres guapas en Madrid -levanta las cejas y espera unos segundos mi rectificación - Hugo...
-Nena te he dicho la verdad, te lo prometo- digo intentando parecer convincente entre la risa que me provoca verla así y lo guapa que se pone en sus repentinos e infantiles enfados.
- ¿Y quién ha sido la mejor?- pregunta como si nada, medio ofendida y recostándose de nuevo.
-¿Es necesario que responda? -sonrío y la miro con absoluta incredulidad, es la pregunta más estúpida que me han hecho jamás.
Pero ella permanece inamovible a medio camino entre una sonrisa y su falso gesto de seriedad que solo pone cuando le interesa. Y ya lo sabe, sabe que hace el amor como ninguna y sabe mi respuesta incluso antes de formular la pregunta, porque aunque me hubiese acostado con medio mundo, ninguna sería como ella. Y sinceramente creo que también sabe que me siento el tío más poderoso del mundo cuando beso su cuerpo noche tras noche y de tantas formas distintas.
-Cariño, no creo haya ninguna que te pueda superar, le das mil vueltas a cualquiera.
Me encojo de hombros y ella sonríe mordiéndose el labio porque sé que le ha encantado escuchar mi respuesta. Se levanta y directamente se sienta sobre mí con las piernas cerradas, coge mis manos y las coloca sobre su cintura con firmeza. Respira tranquila y se pega a mi cuello todo lo que puede.
-¿Con cuantos has estado tú?- pregunto ladeando la cabeza.
-Quizás unos mil, o mil quinientos, no lo sé -se ríe en mi oído y muerde mi mandíbula de forma cariñosa.
-¿No me lo vas a decir verdad?
-No es relevante mi amor -asiento sin decir más- pero eres el mejor, de lejos.
Me besa. Me besa y creo que lo hace con una pizca de amor y otra de risa. Pone sus manos en mis mejillas , me besa fuerte y se aparta un instante para mirarme entre beso y beso.
-¿Puedo hacerte una pregunta? Estás casada conmigo, tienes la obligación de responderla -le guiño un ojo y duda durante un segundo, pero termina por asentir con una sonrisa insegura.- ¿Has estado alguna vez con alguna mujer?
Baja la cabeza inmediatamente y suelta una suave carcajada. Se coloca el pelo con nerviosismo y después vuelve a mirarme, aguantando la risa. No dice nada, junta mucho los labios y parece decir que sí, con los ojos.
-¿Eso es un sí? -digo demasiado sorprendido.
-Dígamos que...-se ríe y piensa su respuesta- he tenido alguna "amiga"...-lo deja caer y a mi se me va a parar el corazón- pero fue hace mucho tiempo, ahora sé muy bien lo que me gusta...-se muerde el labio y enseña una  perfecta sonrisa de inocencia.
-Dios...-suspiro mirando al frente.
-¿Qué pasa? -frunce el ceño y ladea la cabeza preocupada, no ha entendido en absoluto el por qué de mi suspiro.
-Pasa que ahora me pareces el doble de sexy que antes, joder...
Tomo aire y la miro. Y es de esas veces que ya no aguanto y la quiero agarrar a besos, ya sabéis, como ayer. Y hoy. Y mañana. Acaricio sus caderas muy despacio y me come con la mirada, nos entendemos demasiado bien.
-Oye...-dice susurrando a medida que sus dedos se aventuran por debajo de mi camisa - ¿Nos despedimos del jacuzzi?
Le muerdo los labios inmediatamente después de la última palabra. Y el mundo parece quedarse pequeño para las ganas que nos tenemos. Se levanta primero y toma mi mano después de besarme. Tira de mí con fuerza hacia casa y mis ganas aumentan cada vez que se frena instante a instante y entre beso y beso, respira en mi boca.
Os mentiría si os dijese que en ese momento existía otro lugar mejor que ese en el mundo para mí :el enorme porche a pie de playa, rodeado con mil enredaderas que hacían el lugar más intímo y el jacuzzi lo coronaba todo. Mis manos dejaron de recorrer su cuerpo para encender el jacuzzi, pulsé mil botones , mientras ella se desesperaba, apoyada ligeramente sobre un sillón.
-¿Va a tardar mucho en encenderse? -preguntó con la voz llena de todos los besos que me daría esa noche.
 Las burbujas comenzaron a salir mientras el agua se calentaba. Volví a ella y tomé su cintura con fuerza para pegarla a la mía tanto como pude. Tomó aire y lo soltó directamente en mi boca. Y aceleró tanto el ritmo que hasta ella se dio cuenta de que había perdido ya los papeles. Se separó de mí, quedándose cerca a la vez, y se quitó la camiseta ante mi atenta mirada, para dejar caer sus shorts al suelo segundos después. Os juro que en ese momento mis ojos la comían por completo y ella sonreía divertida como si estuviera total e irremediablemente convencida de que mis ojos nunca verán paisaje mejor. Se quita el biquini, tan lento, que las ganas que le tengo, me hacen tragar saliva. Y me entra el miedo, miedo de no saber expresar todo lo que en ese instante me recorre por dentro, cuando la toque. Y ya está desnuda, justo en frente de mí, se queda quieta y sonríe juguetona. Voy desvestirme pero no me deja.
-Quieto, dejáme a mí -susurra y creo que todo el mundo debería escuchar un susurro como ese, al menos una vez en su vida.
Me quita la camiseta y sin cortarse un pelo, se pega a mi cuerpo y una corriente eléctrica me atraviesa por completo al notar sus pechos junto a mi piel. Juega con el cordón de mi bañador unos segundos antes de quitármelo muy despacio. Da un paso atrás y me mira de arriba y a abajo y noto como sus ojos  me exploran con aire descarado.
-Nena, estamos perdiendo el tiempo aquí fuera - río y estiro la mano para rodear su cintura desnuda.
Nos besamos de nuevo y la llevo hasta el jacuzzi sin separarme de su boca. Mete un pie y después otro, se sienta en frente de mí y recuesta la cabeza hacia atrás. Se moja la melena por completo y después me mira sonriente. Estamos sentados cada uno a un extremo, frente a frente.
-¿ A qué esperas? -pregunta, rogando que sea yo el qué me acerque a ella.
-¿A qué esperas tú? -contesto frenando todos los impulsos que me llevan a abalanzarme sobre su cuerpo en estos instantes
-Admite que lo haces a propósito -dice muy lentamente.
-¿Hacer qué?
-Esto, provocarme -sonríe y pasa una mano por su pelo.
-Repite "provocarme", estás más sexy todavía cuando lo dices.
Pasan los segundos y los dos nos desafiamos en un baile de miradas que hace el momento todavía más especial. Pone morritos y pasa una lengua por sus labios a la velocidad justa, para qué las ganas se me revuelvan por dentro. Pero aguanto y solo sonrío. Perdería nuestra particular guerra, porque de verdad, con ella me da la sensación de que incluso cuando pierdo estoy ganando. Pero no me hace falta hacerlo porque tras guiñarle un ojo se mueve hasta mi cuello y lo muerde con deseo. Sube hasta mi boca y sus labios mojados resbalan por los míos quemándose entre ellos. Y mete su lengua y me tortura como si desease hacerlo toda la vida. Y creo que el ritmo y el compás con el qué su lengua me recorre, es el de esa canción preferida que escucharía en bucle eternamente.
Abre las piernas y se sienta sobre mí, sin pegarse del todo. Agarro su nuca y la aparto de mi boca para ser yo esta vez quién le muerda los labios y aparte el pelo de su hombro, que me impide el paso hasta sus pechos. Jadea y se agarra a mi espalda. Creo que llega un momento que hasta el agua nos estorba y las burbujas rebosantes del jacuzzi no hacen más que tapar lo que hay debajo, porque ella lo eclipsa todo. Llevo mis manos a su culo y suelta un suspiro ahogado, se ríe y solo con eso, ya sé como terminarán las cosas. Acaricia mi nuca, me besa con ímpetu y me coge el pelo con tanta fuerza, que es como si me lo arrancara. No le importa. Ni a mí. Disfruto de ello y de verla tan desecha por la pasión que la caracteriza en momentos como este.
No espero más, con un movimiento certero la acerco a mí tanto, que creo que rompemos todos los esquemas físicos en ese instante. Me muevo despacio al principio obligándola a abrir los ojos para ver los míos. Me muerde el labio inferior y tira de él y lo recorre entero con la punta de la lengua.
-Hugo -sisea con un gemido acalorado.
Y creo que no hay nada más bonito que alguien susurre tu nombre a medio camino del orgasmo.Pega mi boca a la suya mientras me embiste con la cadera y me obliga a hundirme más en ella. Me tiemblan hasta las piernas del placer. Y ella está tan perdida que casi no puede seguir besándome. Un gemido hondo y estremecedor me sube por el pecho y derramo calor por los cuatro costados. Creo que hacemos el amor tan jodidamente bien que la guerra se detienen en el mundo cuando lo hacemos o que directamente se la declaramos nosotros a la tristeza. Mueve su mano para encontrarse con la mía y las entrelazamos con fuerza. No aguantamos más y gritamos a la vez. Y los orgasmos son gritos de victoria. Me mantengo firme en su cintura hasta que mi cuerpo se relaja y recupero la respiración mientras ella se acerca a mi pecho. Estamos mojados en todos los sentidos y ella tiene los mofletes rojos de todo el calor que acabamos de soltar a cada movimiento.
-Dios...- suspira en mi pecho mientras yo sonrío al escucharla porque su voz después de hacer el amor es distinta- confirmado cariño, eres el mejor.
Me río , porque el hecho de que ella es la mejor con la qué he estado jamás, lo comprobé la primera noche.
Y tras besarla de nuevo y escuchar su "te quiero" otras tantas, lo hicimos de tantas formas distintas qué podría morir allí con ella, y ni si quiera lo sabría.

Descansamos sobre la cama, mojados y tapados con dos toallas. Miramos al techo y respiramos al compás.
-No sabes lo que voy a echar de menos todo esto...-dice muy bajito, apoyando la cabeza en mi abdomen.
-¿Lo qué, el sexo? -pregunto tranquilo esperando su risa, pero no llega.
-No, esto, vivir a nuestro aire, sin prisas, sin distancia de por medio...-un escalofrío le recorre por el frío y yo la aprieto todavía más contra mi cuerpo - Hugo, han sido los mejores días de mi vida.
-A partir de ahora, espero hacer de cada día el mejor de tu vida.
Ahora sí, se ríe y besa mi mano dulcemente, porque no tiene fuerzas ni para escalar hasta mi boca.
-He decidido que...-titubea durante unos instantes y el corazón se me para porque se a que tema se está refiriendo- volveré a vivir a Madrid.
Aplausos infinitos se crean en mi interior y quiero decir tantas cosas, que no me salen.
-Nena yo...-la obligo a darse la vuelta y apoya su barbilla en mi pecho para mirarme a los ojos.
-Lo sé -me interrumpe- sé que vendrías conmigo si me fuese, pero no será necesario -sonríe - quiero que creemos nuestra vida juntos, de una vez por todas.
La beso. Y la quiero tanto, que hasta me molesta no encontrar las palabras qué lo expresen bien.
-Te quiero amor -susurra en mis labios.
Vuelve a tumbarse y pasan los minutos, mientras yo le acaricio el pelo y ella piensa, sonriente y sin prisas,
-Además -añade dibujando círculos en mi brazo- quiero comprar una casa más grande para los dos y no sé, formar una familia juntos, pronto, no estaría nada mal, ¿no?
Sé por donde va, con esa frase y me río solo de imaginármelo y me enamoro más si cabe.
-No nena, no estaría nada mal...
Sonríe y se queda pensando en el futuro, y a mí me da un vuelco el corazón y se me duplican las ganas de seguir enamorándome de ella toda la vida.





1 comentario:

  1. Me ha encantado este capítulo! :D sigue escribiendo guapa

    ResponderEliminar