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sábado, 31 de mayo de 2014

CAPÍTULO 52. CUANDO EL MUNDO PARECE PESAR.

Creo que una ráfaga de miedo y sorpresa me bajó de la cabeza a los pies. Y es de esos momentos, que ocurren de repente, y no tienes muy claro como reaccionar. Fue en apenas milésimas de segundo, pero el corazón bombeó muy fuerte y la cara se me puso colorada, las mejillas me ardían. No supe qué hacer al encontrarme a mi suegra justo en frente de mí, mientras solo una pequeña toalla blanca me tapaba.
-Buenos...buenos días -alcancé a pronunciar.
-Buenos días hijo...-dijo con su acento andaluz y una sonrisa.
Mi chica, llegó en apenas segundos, a medio vestir y un poco despeinada. Estaba todavía más nerviosa o más que yo y se colocó a mi lado, agarrándome fuerte del brazo para que aparentase ser un chico formal y educado. Que en el fondo ya lo era.
-Cariño me olvidé de decirte que mi madre vino ayer a ver el concierto...-Pepi asintió mientras me miraba de arriba a abajo- Mamá ! -levantó un poco la voz para que centrase su atención en ella- ¿Yo no te dije que me avisases antes de subir?
-Hija, no sabía que estuvieses tan acompañada...-gesticuló hacia mí con las manos y yo todo lo que pude hacer fue sonreír- os dejo , que seguro que estabais haciendo vuestras cosas...
No me lo podía creer. Quería estallar a carcajadas, pero Malú me dio un codazo que me dejó más muerto que vivo.
-Mamá ! no estábamos haciendo nada, me voy en cinco minutos...-trató de justificarse cual adolescente, sin darse cuenta de que la mujer, llevaba tomándole el pelo media hora, y seguía.
-Si yo no digo nada hija, no me meto....pero...-se acercó a mí y puso una mano en mi muñeca-Hugo a ver si me dais nietos pronto, porque claro, una ya tiene una edad y mi hija no me hace ni caso y claro...-me miró fijamente mientras su acento andaluz hacia el resto, yo solo asentía sin saber muy bien que decir.
-Dios....-Malú se llevó una mano a la cara, muerta de la vergüenza . Yo solo podía reírme y decir que sí, mientras Pepi seguía con su particular discurso- Mamá ya está -coge su mano obligándola a cesar el acoso hacia mi brazo, que estaba ya rojo de tanto énfasis que ponía al hablar.
Dio un paso hacia atrás sin dejar de sonreír, mientras yo estaba sudando, rezando mentalmente porque la toalla qué me tapaba no se cayese al suelo.
-¿ Mami quieres que le diga a Jose que te lleve ya al aeropuerto ? -preguntó sacando esa vena andaluza que le salía en ocasiones- Hugo y yo nos quedamos hasta mañana -ladeó la cabeza por primera vez hacia mí y me guiñó un ojo entre sonrisas.
-No cariño, no te preocupes, cojo un taxi -le dio un beso y un efusivo abrazo, y después me tocó a mí, pellizco mi moflete y me miró- Hugo hijo a ver si venís más domingos a comer a casa, que últimamente estáis siempre de concierto y no nos vemos nunca.
-El próximo estaremos allí, lo prometo -sonrío y me lanza una última mirada complice antes de marcharse.
Cerré la puerta y lo primero que hice fue soltar la risa que llevaba ya demasiado tiempo oprimiéndome el pecho. Pero a ella no le hizo ni pizca de gracia, se cruzó de brazos y caminó hacia el interior de la habitación con su particular indignación por delante.
-Nena, creo que ya sé porque eres tan especial, te viene de familia -dije tirando de su brazo.
-Eres idiota ¿Como se te ocurre abrir la puerta con estas pintas? -me miró de arriba a abajo y devolvió sus ojos a los míos, intentando aparentar un enfado, qué yo sabía de sobra que no existía.
-Bien que te gustan mis pintas -contesté muy calmado, sacando una sonrisa pícara al final de la frase.
Me acerqué a su cuello y no se apartó. Se dejó hacer y paseé mi lengua hasta su boca, mis manos se fueron hasta su culo y suspiró junto a mis labios. Mordió el mío inferior y tiró de él hasta hacerme daño. Un daño que no se acercaba mínimamente al placer qué producía, cuando me besaba de esa manera. Y me entran unas ganas locas de que me quite las ganas, ya me entendéis.
Juega con el nudo de mi toalla en mi cintura, a punto de quitármela, pero no lo hace, tira de ella y me la baja solamente un poco, con los dedos acaricia mi abdomen. Y os puedo jurar que el cosquilleo que me sube por todo el cuerpo, no se compara a nada.
 Mis manos, atrevidas y sin frenos, atravesaron su camiseta y pasearon por los rincones de su vientre. Y cuando estoy a punto de desabrocharle el pantalón se separa de mí con aire despreocupado. Sonríe. Sé que va a decir algo, pero yo solo puedo fijarme en su sonrisa, y es que joder, lo hace tan bien. En ese instante estoy al cien por cien seguro, que estas ganas tienen algo que ver con eso que me invade cuando la veo sonreír y sé a ciencia cierta que yo soy el único motivo de ese pliegue hacia arriba de sus labios.
-Llego tarde -dice lentamente antes de reirse y besarme rápidamente.
Resoplo y me dejo caer sobre la cama, intentando respirar para que este terrible calor salga de mi cuerpo.
-Tienes que dejar de hacer eso de dejarme a medias.
-Esta noche lo que quieras amor, pero tengo entrevista en media hora y no es plan de llegar con el calentón encima...-escucho su risa, mientras se peina en el baño y paso una mano por mi pelo, sonriéndole a la nada.
Y entre suspiros dedicados a su terrible de forma de volverme loco, mi móvil suena y me incorporo de la cama para cogerlo.
-Hugo...-su voz y su leve acento eran inconfundibles.
-¿Helena?, ¿ Ha pasado algo? -pregunto con la esperanza que sea una simple llamada de trabajo, aunque la forma de pronunciar mi nombre, me digan que no.
-Necesito que vengas a mi casa, ahora , por favor - puedo oír a través del teléfono como traga saliva, y el corazón se me acelera.
-Helena estoy en Barcelona hasta mañana...
Malú salió del baño inmediatamente al escucharme decir esas palabras, me miró y frunció el ceño. Aparté mis ojos de los suyos, y devolví mi pensamiento hacia Madrid.
- Hugo, no te lo pediría si no lo necesitase, ha pasado algo y yo...-su llanto estalló por completo al otro lado de la línea, respiré hondo.
-Ei ei ei tranquila ¿vale? -dirigí mi mirada hacia mi chica y antes de encontrar su aprobación, continué - cogeré un avión en una hora, no te preocupes.
Tras sus infinitas gracias entre sollozos y respiraciones entrecortadas, colgué el teléfono. Una mirada desafiante me esperaba.
-Será una broma...¿Te vas a ir? -su tono estaba a medio camino entre la incredulidad y la indignación total que siempre le había gustado añadir.
-Cariño, no sé que ha pasado, pero me ha llamado llorando, estoy preocupado y...-no me dejó decir más.
- ¿Y que pasa con lo que habíamos planeado, vas a irte así sin más? Joder Hugo, llevamos más de una semana sin vernos.
- ¿Y que pretendes que haga? Hoy tengo que estar allí -contesté con claridad.
- Ah pues nada, no te preocupes, vete con tu amiguita que tanto te necesita, ya nos veremos a la vuelta...-dijo con seriedad, pero la ironía salió disparada a borbotones de esa frase.
-No estás siendo justa...tú habrías hecho exactamente lo mismo -comencé a vestirme con rapidez mientras ella me obervaba de brazos cruzados, apoyada en la pared.
-Es que no entiendo que tengas que dejarme a mí aquí, por irte con ella -alzó la voz.
Solté una irremediable carcajada tras su frase y eso pareció enfadarla aún más.
-Nena, no me voy con nadie, pero es una persona importante y en estos momentos me necesita, no encuentro nada de raro en eso...-recogí mis cosas de la habitación a toda prisa y ella me miraba hacerlo, como quién está esperando un cambio de opinión repentino, aunque supiese que no llegaría.
-Yo también te necesito -musitó con rabia.
Ladeé la cabeza, buscando comprensión. La conocía, si le hubiese pasado lo mismo, ya estaría recorriéndose medio mundo para ayudar a quién se lo hubiese pedido. No entendía su reacción.
Me acerqué a ella, ni se movió. Tomé su cara entre mis manos y sonreí levemente. Su rostro permanecía inamovible, aunque la frustración le saliese por los ojos.
-Por favor , necesito que me entiendas -pronuncié muy lentamente, pasaron los segundos y no dijo nada- prometo recompensarte cuando llegues...-esa fue mi última baza y apenas funcionó.
Me acerqué a sus labios como tantas otras veces y me giro la cara rápidamente.
-Haz lo que te de la gana -me apartó de ella y se metió en el baño, ignorándome por completo.
-Esto es increíble -reí de forma irónica y suspiré mientras cogía mis cosas- cuando se te pase la rabieta de niña pequeña, me avisas.
Fue lo último que grité y lo último que ella escuchó, salí de la habitación con un portazo por el medio.
Tras una cola inmensa en el aeropuerto y un avión lleno de gente, aterricé en Madrid. Aparté mi mente de la ciudad que había dejado, al menos durante hoy, porque el orgullo no me permitía echar la vista atrás en estos momentos. Estaba tan tremendamente cabreado porque no supiese entenderme, que no me apetecía ni pensarlo, ya hablaríamos cuando llegase.
 Llegué a casa de Helena, pasadas las cinco de la tarde, llamé al telefonillo y no tardó ni tres segundos en abrirme. El ascensor hasta su piso, se me hizo eterno. Y toqué el timbre demasiadas veces porque la preocupación me invadía por dentro y tenía un jodido nudo en el estomago. Abrió la puerta, echándose hacia un lado. Me miró, tenía los ojos rojos e hinchados, y el rímel se había corrido por todas sus mejillas. Su rostro mostraba algo que nunca había visto en ella, y que me costaría explicar. Estaba asustada, o nerviosa quizás. Apretó los labios y respiró hondo.
-Siento haberte llamado, pero es que necesitaba hablar con alguien...-ladeó la cabeza y la emoción y algo que parecía ser angustia, la revolvió por dentro y no pudo evitar abrazarme.
La correspondí con todo el cariño que se puede entregar a alguien que te importa en un abrazo. Dejé a su cabeza esconderse en mi hombro, y mis brazos la envolvieron por completo.
-Ei, tranquila...-susurré.
Aún con ella abrazada a mi cuerpo, avancé un par de pasos y cerré la puerta con el pie derecho.  La cogí por los hombros y  fui yo el que la acompañó hacia el interior de la casa. Había estado mil veces en este salón, sobretodo durante el año que Malú se fue a México, Helena me ofreció su compañía porque nuestra casa se me hacía demasiado grande. Era un sitio verdaderamente acogedor que ella había decorado con la experiencia de sus viajes y todo lo que había vivido, cada estantería, cada cuadro o cada mínimo detalle tenía un sentido para ella. Nos sentamos en el amplio sofá negro de en medio del salón. Ella lo hace en posición de indio y yo lo hago justo en frente, tomo su mano y le levanto la barbilla. Sus mechones de pelo negro, que ahora tiene tan corto, se le cruzan por la cara y se los aparto con cuidado.
-¿Me vas a contar ya que pasa? -dije con una media sonrisa.
Suspiró muy fuerte y yo le acerqué una caja de clinex de la mesita, se secó el borde de los ojos y las mejillas. Y después volvió a mirarme, daba la sensación de que no sabía ni como empezar. Pero yo tenía claro que no le haría falta, era una mujer demasiado directa como para andarse con rodeos. Se mordió el labio inferior y miró al suelo, cogió fuerza y volvió a levantar la mirada.
-Estoy embarazada -susurró con la voz por los suelos.
No tuve muy claro como reaccionar en esos momentos. La noticia me sorprendió muchísimo y creo que mi cerebro tardó bastantes segundos en asimilar esas dos palabras, pero por otro lado, no encontraba por ninguna parte lo horrible de la situación que sus ojos expresaban. En cualquier otro momento, le habría dado la enhorabuena con un buen abrazo de por medio y me habría alegrado por ella como por nadie en el mundo, pero esta vez, no supe que decir.
-Hace un mes y medio....-comenzó a relatar como si nada- salí por la noche a un bar de las afueras, no sé por qué lo hice, pero salí sola....
-¿Como....como se te ocurre? -la interrumpí.
-Hugo necesitaba salir, tú no estabas, nadie estaba, y mis días eran trabajo en un puto despacho, llegar a casa y estar sola!! -alzó la voz, lo justo para que se me formase un nudo en el estómago- el caso es que...bebí, bebí más de la cuenta, conocí a un hombre y...-le faltaba el aire, hablaba a trompicones y no sé de donde estaba sacando las fuerzas para seguir hablando- lo último que recuerdo es despertarme en un baño, sola. -estiré mi mano para acariciar su brazo, pero se apartó, solo hablaba mirando al vacío- no recuerdo ni su cara, ni su nombre, ni por qué hice nada de lo que hice esa noche.
-¿Estás completamente segura de que estás...?-pregunté.
-Me hice la prueba esta mañana, todo coincide...-habló con las lágrimas en la garganta - mierda Hugo, no sé...no sé que hacer!
Tras aquellas palabras, escondió su cara entre las manos y lloró, con toda la rabia y la frustración posibles. O quizás era con otra cosa, porque hay veces que lloras, lloras, sin cansarte y cuando al tomar aire entre sollozo y sollozo te preguntas por qué no puedes parar, no parece haber ninguna razón evidente, simplemente el mundo parece caersete encima en esos instantes.
Me acerqué más a ella y a obligué a apoyarse en mí. Se recostó sobre mi pecho y descargó todo lo que llevaba dentro. Y yo no me opuse, simplemente me quedé callado y le acaricié la espalda.
-Estoy sola Hugo, estoy sola !! -soltó desde muy adentro.
-Estoy aquí y no voy a irme a ninguna parte -susurré.
Lo que restó de día lo pasamos así. Entre lloros y abrazos. No pregunté nada más sobre el tema, no era el momento, ya habría tiempo para hacerlo. Nunca la había visto así, tan desecha. Era una mujer tan jodidamente enérgica que parecía mentira que a alguien como ella, se le pudiese acabar la energía tan de repente. Me rogó que me quedase aquella noche con ella, al fin y al cabo, yo dormiría solo también. Se tumbó en la cama y yo lo hice en el sofá. A la mañana siguiente, la encontré en la cocina, bebiendo un café. Y fumando, con la mirada más perdida de lo que se la recordaba.
-¿Te vas? -preguntó al verme recoger mis cosas.
-Sí, Malú estará ya en casa y...-no me dejó terminar.
-Siento que hayas discutido con ella por mi culpa -se disculpó.
-No es tu culpa, es que últimamente nos vemos poco y supongo que eso al final nos acaba pasando factura.
Ella simplemente asintió, volvió a darle una calada a su cigarro. Ladeé la cabeza y la miré. No soportaba dejarla así, pero tenía que irme ya. Me acerqué y besé su frente con cuidado, mi mano bajó hasta sus mejillas.
-¿Llámame si necesitas cualquier cosa vale?- asintió levemente - todo va a salir bien.
Con aquella promesa me marché.

Por primera vez, desde que compartía mi vida con ella, no me apetecía nada llegar a casa. Solo quería dormir y no escuchar ni una palabra de la escena de celos. Introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta, no se escuchó nada. Eran las doce de la mañana, me extrañaba que no hubiese llegado todavía. Subí a la habitación y la encontré metida en cama. Seguramente acabaría de llegar y el cansancio que siempre acumulaba, la habría obligado a recuperar horas de sueño.
Intenté no hacer ningún ruido para no despertarla, pero con ella estas cosas no funcionaban.
-¿Dónde estabas?- preguntó abriendo los ojos e incorporándose un poco para verme
-He dormido en su sofá, ha sido un día complicado -comenté.
No dije nada más no me apetecía, pero ella no pareció darse por vencida. Me giré y nuestros ojos se encontraron, teníamos tanto que decirnos, que no pudimos pronunciar ninguna palabra.
-¿No piensas decir nada más? - alzó la voz, rompiendo el incómodo silencio.
-¿Que quieres que te diga? -me encogí de hombros.
-No sé, quizás contarme por qué me has dejado sola, para irte a ver a una amiga y cuando llego a casa, descubro que mi marido no ha pasado la noche aquí, quizás estaría bien que me contases eso.
-Estás sacando conclusiones precipitadas...-dije intentando no cabrearme- que no haya dormido aquí no quiere decir nada.
-¿Entonces? -dijo desafiante.
-Nena no me apetece hablar ahora, estoy cansado ¿vale?- me quité la ropa y me tumbé en cama -después te contaré todo lo que quieras...
No quise perder ni un segundo desviando la mirada hacia sus piernas desnudas debajo de las sábanas ni a lo bonito que llevaba el pelo hoy. Porque sabía que si lo hacía, estaría disculpándome hasta que me besase y me curase el cansacio que llevaba encima. Porque los besos, cuando son de ciertas bocas, tienen poder curativo, pero esta vez, no era lo correcto.
Coloqué la cabeza en la almohada y cerré los ojos. Ella ni si quiera se movió, permaneció sentada en la cama, observándome. Y cuando no pudo más, acarició mi espalda y dijo, con la voz más jodidamente preciosa, qué alguien pueda imaginar.
-Te echo de menos.
-¿Me echas de menos? Pero si estoy aquí.
Giré mi cuerpo para mirarla y se mojó los labios, escondiendo sus manos entre las sábanas. Se encogió de hombros y me miró con la certeza de que no la comprendía.
-Es la peor manera de echar de menos a una persona. Cuando está justo a tu lado y aun así la echas de menos.

Me costó volver a respirar tras aquella frase, el mundo parecía pesar más de lo normal. Y la miro y parece estar más preciosa que de costumbre. Y mi plan se cae al suelo en un instante. Porque la necesito, la necesito, más de lo que nunca comprenderá.

domingo, 25 de mayo de 2014

CAPÍTULO 51. GOLPES A LA RUTINA.


Volvimos a Madrid. A nuestra ciudad con permiso de Barcelona. La depresión post-vacacional la atacó nada más volver, y yo me ocupé de eliminarla noche tras noche. Volvimos a la rutina, al ritmo frenético e incontrolado de trabajo qué en el fondo le encantaba, había nacido para vivir de esa manera y yo me adaptaba solo por el hecho de que las rutinas empezaban y terminaban con ella. Yo viviría lo que quedaba de año y parte del siguiente de escenario en escenario y ella terminaría su gira y comenzaría a grabar nuevo disco. Hablaba de ello todo el día, de las nuevas canciones, de lo que le entusiasmaba hacer lo que hacía y de las ganas de concierto que tenía. Y en medio de toda esta vorágine, llegar a casa por las noches y hablar de lo qué habíamos hecho durante el día, beber una copa de vino y hacer el amor, terminó por ser oxígeno para todo lo demás. Y pese a mis negativas por seguir durmiendo junto a ella un ratito más, acabó por ser el despertador con la sonrisa más bonita de Madrid, una mañana tras otra.

El primera semana de Septiembre la pasamos separados, para variar un poco, en escenarios diferentes. Ella daba concierto en Bibao, San Sebastián y terminaría en Barcelona, en su amado Palau Sant Jordi , pero ese mismo día, Madrid y su gente me esperaban a mí.. Me dejó solo esa semana, con la casa a mi cargo, que se me hacía enorme por el simple hecho de que no podía llevarle el desayuno a la cama todas las mañanas, o porque las duchas nocturnas terminaron por hacerse demasiado aburridas cuando no estaba ella para ducharse conmigo. Apenas tuvimos tiempo el uno para el otro entre preparativos y ensayos y solo nos llamábamos a escondidas cuando la agenda nos lo permitía.
-Dios...-fue lo primero que escuché a través del teléfono acompañado de un suspiro.
-¿Cansada? -intenté que mi pregunta no mostrase ni un ápice de preocupación, lo intenté.
-Un poco, acabo de llegar al hotel, llevo preparándolo todo desde por la mañana...-oí su cuerpo caer sobre el colchón y pude imaginar como se tumbaba con aire cansado- pero estoy bien amor, mañana estaré perfecta.
-¿Nerviosa?- no me preguntéis por qué pero supe con perfecta exactitud como estaría sonriendo tras esa pregunta, pensando en todo lo que le esperaba mañana -son 20.000 personas...
-Sí, estoy nerviosa...-me cortó de inmediato, queriendo dejar el tema de lado- ojalá pudieses estar aquí..-dice con haciendo la voz tremendamente pequeñita.
-Nena nos vemos en cuatro días, creo que aguantarás sin mí un poco más...-me río intentando quitar gravedad al hecho de que llevo una semana sin sonreírle a la forma que tiene de enredar mi pelo en su dedo indíce, con uno de esos gestos que desprenden amor por todos lados.
-Es que no sabes lo que me cuesta levantarme de una cama sin ti y saber que cuando se acabe el día y vuelva a ella, tampoco vas a estar ahí.- contesta acercándose todavía más el teléfono a la boca.
Cada una de esas palabras, me desordenaron por completo la voluntad que había adquirido para que los días no se me hiciesen tan largos cuando ella no estaba.
- Ei...-dije susurrando- deberías dormir más y pensar menos, ¿vale?
Aunque sabía que no lo haría, no se me ocurrió otra cosa que decirle. No supe como arreglarlo. 
- Vale...-cogió aire y tardó muchos segundos en soltarlo.- te llamaré mañana si saco tiempo, y deséame suerte.
-No la necesitas nena, disfrútalo mucho y hazme un favor, deja temblando el Palau -se rió irremediablemente tras mi frase, y creerme que en ese momento, lo agradecí.
-Lo haré amor, buenas noches - dice con un mínimo de alegría en la voz.
-Te quiero. -esas dos palabras, siempre me habían sonado mucho mejor que un corriente "buenas noches" y más si se trataba de ella.
-Yo sí que te quiero.
Y eso fue lo último que escuché antes de colgar el teléfono, sintiéndome un poquito más solo que antes.

Subirme al escenario era lo que mejor me sentaba en su ausencia y aquel viernes, no fue distinto. Llegué al auditorio pasadas las ocho de la tarde. Un sold out impresionante me esperaba. La llamé antes de empezar, con la seguridad de que no respondería, porque conociéndola, estaría dando vueltas por los pasillos nerviosa y muerta de ganas por empezar su show. Helena interrumpió mi llamada y entró en el camerino con una gran sonrisa en la cara. Hacia tiempo que habíamos empezado a trabajar juntos en todo, me acompañaba durante toda la gira, firmas de discos y terminó por ser el apoyo fundamental en mis viajes. La persona a la qué podía contarle absolutamente todo y la amiga en la que me refugiaba en los momentos en los qué  la combinación carretera y música, dejaba de parecerme la mejor opción

-Hugo no sabes la que te espera ahí fuera, está a reventar -levantó los brazos y soltó un suspiro de emoción.
-Te agradecería que no me pusieses tan nervioso -me peino el tupé levemente ante el espejo y trago saliva.
-Idiota, pero si lo vas a petar -ladeo la cabeza y se rió.
Se acercó por detrás y masajeó mis hombros, tratando de calmarme. Y lo hacia muy bien creedme. Movia los dedos con la presión exacta para romperte todos los nudos emocionales que pudiese tener tu cuerpo en ese momento.
-Estoy bien, estoy bien...-asentí firme, tomando todo el aire posible.
Me giré y la encontré enfrente, sonriendo como lo hacía últimamente, distinta. Y nos quedamos como tontos, sonriéndonos el uno al otro, hasta que me río solo por ver la felicidad que suelta por los ojos.
-¿Qué pasa? -pregunta uniéndose a mi risa.
-¿Me vas a contar algún día quién te está haciendo tan feliz? -muevo la cabeza hacia delante y se pone todo lo seria que puede, fingiendo serenidad, aunque ya le quede poca.
-Hugo no inventes por favor...-contesta con gesto nervioso.
Se pone frente al espejo y se coloca levemente el pelo, ignorando por completo mi pregunta. Y sin darme por vencido, observo cada gesto que realiza mientras se peina y mis ojos se clavan en su fingida seriedad, qué termina por convertirse en una sonrisa tonta, con la qué ya no sabe que hacer.
-Dios Helena, tú te estás tirando a alguien...-la señalo con el dedo y se muere de la vergüenza en ese mismo instante.
Baja la cabeza y se coloca el pelo detrás de la oreja, al tiempo que piensa de donde sacar las palabras para empezar a contarme cosas qué hace tiempo que desconozco, y sonreí mucho, muchísimo. Y cuando me mira, y está a punto de abrir la boca, la puerta del camerino se abre. La banda entera entra, con aires de emoción tales como "pedazo concierto nos espera joder", o "vamos a tirar esto abajo", y ella intenta esconder sus sonrisa cómplice y aparentar normalidad. Cosa, que nunca se le ha dado muy bien.

Disfruté de aquel concierto como pocas veces en mi vida. La emoción, ver las caras de la gente, lo bien que te tratan, es sencillamente indescriptible. No hay una sensación en el mundo comparable a esa, o por lo menos yo todavía no la he encontrado. Terminé sobre las once y media, reventado, solo quería irme a mi casa y dormir. Pero la echaba de menos terriblemente. No podía llamarla, ella todavía estaría con los taconazos puestos y los ojos pintados, en frente a miles de personas que se marcharían aquella noche con la sonrisa más grande del mundo, después de que ella le prometiese con la voz entrecortada y la emoción saliéndole por la boca, que se volverían a ver muy muy pronto. Y odié que no estuviese aquí, porque este era uno de esos momentos, en los qué después de revolverte el alma sobre un escenario, necesitas ver a la persona que te la revuelve cuando no estás en él. 

Eran las tres de la mañana, las horas se me habían hecho eternas hasta ese momento. Me llamó bastantes veces, pero no cogí el teléfono ni una sola, estaba esperando el instante exacto en el qué llegase a su hotel , se tumbase en la cama y entonces ahí, necesitaría escuchar mi voz, o verme quizás. Así que a las 3:37 de aquella noche, sonó el primer tono de mi llamada y no tardó ni tres segundos en contestar:
-Te echo de menos.
No dijo más y yo sonreí irremediablemente al otro lado de la línea, por varias razones.
-Estoy aquí -puntualicé.
-Ojalá estuvieses aquí. O yo allí.-pronunció, como si le sorprendiera viéndose explicando algo que parecería haber sido obvio.
-No me has entendido, estoy aquí -volví a insistir -empiezo a parecer gilipollas hablándole a la puerta de una habitación de hotel, así que ábreme por favor.
-¿Hugo estás de broma? -alzó la voz.
-¿Tú qué crees? cariño, abre la puerta.
 Intenté contar el tiempo que tardaría en verla mentalmente, lo intenté, pero mi cerebro no corrió tanto como sus ganas de verme. Y en apenas un suspiro, abrió la puerta con una sonrisa que me pareció la respuesta a todo. Aún llevaba los ojos pintados y su pelo larguísimo apenas estaba despeinado. Los pantalones cortos de pijama que llevaba dejaban a la vista sus maravillosas piernas y se me escaparon los ojos a ese paraíso que había visitado ya millones de veces. Solo puedo sonreír en los segundos que me concede antes de lanzarse a mi cuello. Me abraza, me río, y levanto su cintura con fuerza, se impulsa y sus muslos me rodean por completo. 
Me besa, antes de dejarme darle cualquier explicación de por qué he cogido un avión a las doce de la noche solo para verla, me besa. Y no creáis que lo hace suave, no. Porque creo que la emoción y todo la picardía que había desprendido horas antes en el escenario, se muda a su lengua. Y me invade cada esquina de la boca. Y cuando termina, sonríe muy cerca y con un dedo se seca un poco los labios que han quedado demasiado húmedos.
-¿Qué se supone que haces aquí? -pregunta riendo.
-Hoy nos necesitábamos.
Se queda perpleja, mirándome y sonríe. Baja sus piernas de mi cintura y se queda de pie, frente a mí.
- Ven. - dice mordiéndose el labio.
Toma mi mano suavemente. Me acompaña hasta el fondo de su magnífica habitación y empieza a deshacer la cama con sumo cuidado.
-Desvistete -dice sin apenas mirarme.
-¿Cómo? -no contesta, empiezo a sacarme la camiseta sin entender nada- nena, pensé que esta noche estarías cansada y no....
-¿Qué? No, no, no - niega con la cabeza y alza un poco la voz -solo quiero que te desvistas, te metas en la cama conmigo y me abraces -concluye.
Ladea la cabeza y se queda esperándome callada. No digo nada, simplemente miro al suelo y me río. Y ella frunce el ceño y parece que sus ojos y su boca se indignan porque no haya hecho todavía lo que me ha pedido.
-¿Tengo que suplicártelo?- pregunta levantando las cejas.-¿Pasa algo?
-Pasa que te quiero.
No espero más, ni la hago esperar. Me quito la camiseta y los pantalones hasta quedarme en ropa interior. Agarro su cintura y la obligo a tumbarse en el colchón. Paso mi cuerpo por encima de ella y me coloco a su lado. Apoya la cabeza en mi brazo y con el suyo, me acaricia la barbilla. Me estiro y subo las sábanas hasta taparnos casi por completo. Inspiramos a la vez, os lo juro. Y creo que hasta sincronizamos las respiraciones de tal manera, que su abdomen parece hincharse a la misma velocidad que el mío.
-¿Qué tal ha ido ?-pregunto rompiendo el silencio.
-Maravilloso -aclara con una sonrisa que solo saca a pasear en determinadas ocasiones.-¿ Y el tuyo?
-Increíble. -miro al vacío y me río inconscientemente.
-Bien...-suelta el aire muy lentamente y se gira para mirarme- gracias.
-¿Por qué? -sonrío y le acaricio el pelo, cierra los ojos durante un instante y vuelve a mirarme.
-Por estar aquí -dice con la voz un poco más rota de lo normal.
No sé que decirle. La miro y busco las palabras qué irremediablemente no aparecen de ninguna manera, porque ella en sí y su forma de mirarme, se las llevan todas.
Se mueve y se coloca sobre mí, apoya sus mejillas en mi cuello y se queda ahí, como buscando la calma que precede a los buenos momentos junto a alguien. Y mis dedos acarician su espalda, apenas hay luz en la habitación , solo la que entra por la ventana, y casi no puedo ver como sonríe. Pero en definitiva, a quién coño le interesa la luz, si seguimos cerrando los ojos al besarnos ¿Me entendéis?
-¿Sabes? -destruye el silencio y lo agradezco - te voy a necesitar mucho en el Palacio de Deportes cuando termine esta gira, ¿Tendré que rogarte que cantes conmigo?
-Creo que sabrás convencerme...-reímos a la vez y todo vuelve a su característico silencio, pero no nos molesta.
-Hoy encima del escenario me he dado cuenta de una cosa. -hace circulitos en mi brazo, como de costumbre y me besa el hombro, como haciendo tiempo para decir algo que sabe que me matará por completo.
-¿Qué cosa? -alcanzo a pronunciar.
Se incorpora un poco y la luz que entra por la ventana la hace todavía más guapa. Me mira y sonríe, y en ese momento quiero quedarme a vivir en ese instante, en el que me mira y me derrumba todos y cada uno de los muros emocionales que una persona pueda llegar a tener.
-Que ir cumpliendo sueños y no sé...-mira hacia hacia un lado y ensancha todavía más la sonrisa- disfrutarlos contigo, aunque no estés, me parece lo más bonito del mundo.
Me he quedado callado y creo que por lo menos durante un segundo se siente estúpida por lo que acaba de decir. Cojo su cara entre mis manos y la beso tan lento, que el mundo parece pegar un frenazo en aquel instante cuando nuestros labios resbalan entre sí, para volver a ponerse en marcha en el siguiente.
-Yo es que...-vuelvo a sonreírle en la boca- estoy tan enamorado de ti, que lo más bonito del mundo me pareces tú.
Tras aquella frase, se quedó callada lo que restó de noche. Estábamos los dos tan cansados que nos dormimos entre besos y caricias, sin cruzar apenas palabras. Tras lo vivido aquel día llegué a la conclusión que por mucho que el trabajo nos separase de por vida y los kilómetros nos dejasen a cada uno en un lugar distinto, allí donde hay alguien a quién se quiere muchísimo y donde hay alguien que nos quiere de verdad, ese será siempre el lugar más bonito del  mundo.

-Voy a llegar tarde -comentó con aire enfadado mientras me veía salir de la ducha con la toalla enrollada en la cintura.
- Tranquila puedes decir que has estado conmigo en un hotel , todos lo entenderán..-contesto irónicamente.
Se le tuvo que escapar la risa tras mi frase y negó con la cabeza sin poder esconder la sonrisa tonta que la delataba en tantas ocasiones.
 Se maquillaba frente al espejo, todo lo concentrada que os podáis imaginar. Me acerqué por detrás y la rodeé con fuerza, hundiendo mi cabeza en su pelo.
- Cariño, me estás mojando -contestó sin apenas moverse.
Salí de mi particular escondite y la miré a través del espejo pintarse los labios. Dios. No hay situación más sexy que ver a una mujer pintarse los labios. Y sobretodo cuando sabes que vas a ser tú el qué se los despinte después. Pone morritos y se limpia levemente los bordes de su comisura, para dejar una boca roja, más apetecible si cabe.
-  A ver, espera un momento...
Agarro su brazo y la obligo a girarse hacia mí, protesta con un leve suspiro y levanta las cejas, sin entender qué hago. Ladeo la cabeza y sonrío por completo. Y cuando está explorando con los ojos mi sonrisa. aunque la conozca de memoria porque suele ser ella el motivo , la beso. Se resiste al principio, haciéndose la dura, y hace fuerza con las manos para apartarme de ella. Inútilmente por supuesto. Agarro su cintura sin dejar escapatoria ninguna entre nuestras bocas, y cuando termina por faltarme el aire me aparto de ella, como quién acaba de beberse el primer beso del día.
-  No te enfades, solo era para comprobar que esa barra de labios sabía tan bien como parecía...-pellizco su moflete y la beso de nuevo más suavemente.
Se ríe y acaricia mi abdomen. Las yemas de sus diez dedos recorren mi espalda, todavía mojada, como volviendo a recorrer el camino de cada noche, pero con la dulzura extrema de sus mañanas.
- ¿Y bien, sabe como parece? -pregunta acercándose de nuevo a mi boca.
- No -contesto tranquilo y espero al momento exacto en el que la cara le cambie por el enfado, para continuar - tú sabes bastante mejor.
Le guiño un ojo y entre mirada y mirada quiero besarla de nuevo, pero no me deja. Se da la vuelta para dejarme con las ganas de pasarme lo que resta de mañana intercalando las horas, entre su boca y sus piernas.
-¿A dónde vas? -pregunto mientras comienzo a vestirme.
-Tengo una entrevista en la radio en media hora, ¿Vuelves ahora a Madrid, o me esperas y pasamos la tarde juntos? -me sonríe mientras se pinta la raya del ojo y espera pacientemente a que diga que sí -porfi, mi vuelo sale mañana, ¿Tienes algún plan mejor que pasar un fin de semana conmigo?
-Componer por ejemplo...-dejo caer mientras la ignoro adrede y me seco el pelo con las manos.
-Hugo....-se da la vuelta de nuevo y me abraza por completo, apoya la barbilla en mi pecho- eres mi marido, tienes la obligación de quedarte...-suelto una carcajada ante su argumento y se pone de puntillas par hablarme todavía más cerca de la boca- además, prometo darte inspiración de sobra...-levanta las cejas y me besa la comisura de los labios suavemente.
-Nena, había decidido que me quedaba desde que me he despertado contigo hoy por la mañana...-me río y la agarro por la nuca pero se resiste.
-Idiota.
Me golpea con fuerza, y mis manos empiezan a bajar por el interior de su camiseta. Pero alguien qué llama a la puerta nos interrumpe las ganas de más, que últimamente nos tenemos. Nos miramos y abrimos los ojos más de la cuenta.
-¿Esperas a alguien? -pregunto sin mover un músculo y antes de que le de tiempo a contestar, yo ya he salido del baño- da igual cariño, ya abro yo.
-Hugo no, espera, espera. -grita desde la otra punta de la habitación.- no abras !!
Su suplica llega demasiado tarde. Abro la puerta y no puedo creerme lo que me encuentro al otro lado.

domingo, 18 de mayo de 2014

CAPÍTULO 50. QUÉ BONITA LA VIDA.

Aquella noche, no sé, aquella noche la miraba y os juro, que sentí debilidad por todas y cada una de sus maneras. Que me gusta la forma qué tiene de hablarme, pronunciando cada palabra de esa forma tan provocativa qué apenas nota. Prefiero no hablar de como sonríe, creo que tiene unas mil sonrisas distintas pero que al final son todas la misma, es extraño, y se le forma esa curva en su mejilla,qué creo que ni si quiera ella sabe que tiene. Como saca la lengua y me lanza un beso entre risas. Estira su mano y me acaricia y creo que la forma que tienen sus dedos de perderse por mi pelo es tan perfecta, que hasta parece que la practica. O como sostiene el cigarro, y se ríe entre calada y calada, soltando el humo, muy poco a poco, o me lo suelta en la boca directamente. Me gusta su manera de cerrar los ojos y apretar los labios, respirando todo lo lento que le permite el corazón y relajándose frente al mar. Y se come la copa de helado de chocolate que preparamos aquella madrugada, porque le entró el antojo mientras hacíamos una fogata en la playa y adoro como saca la lengua para lamer poquito a poquito las gotas de helado qué resbalan por la cuchara. Y se mancha los alrededores de la boca , pero ya me encargo yo de limpiarle el chocolate, qué no se acerca ni un poquito a lo bien que sabe ella.

-Hugo, estamos casados, tienes la obligación de decírmelo -protesta y frena su sonrisa un instante para ponerse seria.
Está envuelta en una manta, tumbada en una hamaca a mi lado, con sus piernas sobre las mías y con los restos de una hoguera y un par de helados frente a nosotros. No sé que hora es, pero durante todas nuestras vacaciones las horas de los días las escribíamos nosotros.
-No, en realidad no tengo ninguna obligación.
Se incorpora un poco para mirarme todavía más de frente, quiere intimidarme con esos ojos que parecen comerse el mundo. Y lo consigue, pero yo solo sonrío divertido, como un idiota.
-Dime al menos un número...-golpea suavemente mi pierna- ¿Cuantas? ¿Diez, quince?
Suelto una carcajada al instante y estiro mi mano para agarrar mi copa con la esperanza de que de la conversación por terminada. Pero no lo hace, sigue atenta sin darse por vencida.
-No voy a decirte con cuantas mujeres me he acostado, no tiene ninguna relevancia- me río y acaricio sus manos, antes de volver a levantar la vista- ¿Con cuantos tíos has estado tú?
-Cariño, no estábamos hablando de eso.
Se pone nerviosa y mira al suelo durante un instante, se le escapa una sonrisa al recordar y por una vez, sé , que no me recuerda a mí precisamente.
-Te diré mi número si tú me dices el tuyo -la desafío y parece encantarle la idea, aunque disimula pasando la lengua por sus labios.
-Vale, tú primero.
Se acomoda un poco más y estira las piernas que ya invaden las mías por completo. Me mira expectante y se muerde el labio por la curiosidad.
-Diecisiete -digo tranquilo -me he acostado con diecisiete.
-Y una mierda , no hay tantas ¡mujeres guapas en Madrid -levanta las cejas y espera unos segundos mi rectificación - Hugo...
-Nena te he dicho la verdad, te lo prometo- digo intentando parecer convincente entre la risa que me provoca verla así y lo guapa que se pone en sus repentinos e infantiles enfados.
- ¿Y quién ha sido la mejor?- pregunta como si nada, medio ofendida y recostándose de nuevo.
-¿Es necesario que responda? -sonrío y la miro con absoluta incredulidad, es la pregunta más estúpida que me han hecho jamás.
Pero ella permanece inamovible a medio camino entre una sonrisa y su falso gesto de seriedad que solo pone cuando le interesa. Y ya lo sabe, sabe que hace el amor como ninguna y sabe mi respuesta incluso antes de formular la pregunta, porque aunque me hubiese acostado con medio mundo, ninguna sería como ella. Y sinceramente creo que también sabe que me siento el tío más poderoso del mundo cuando beso su cuerpo noche tras noche y de tantas formas distintas.
-Cariño, no creo haya ninguna que te pueda superar, le das mil vueltas a cualquiera.
Me encojo de hombros y ella sonríe mordiéndose el labio porque sé que le ha encantado escuchar mi respuesta. Se levanta y directamente se sienta sobre mí con las piernas cerradas, coge mis manos y las coloca sobre su cintura con firmeza. Respira tranquila y se pega a mi cuello todo lo que puede.
-¿Con cuantos has estado tú?- pregunto ladeando la cabeza.
-Quizás unos mil, o mil quinientos, no lo sé -se ríe en mi oído y muerde mi mandíbula de forma cariñosa.
-¿No me lo vas a decir verdad?
-No es relevante mi amor -asiento sin decir más- pero eres el mejor, de lejos.
Me besa. Me besa y creo que lo hace con una pizca de amor y otra de risa. Pone sus manos en mis mejillas , me besa fuerte y se aparta un instante para mirarme entre beso y beso.
-¿Puedo hacerte una pregunta? Estás casada conmigo, tienes la obligación de responderla -le guiño un ojo y duda durante un segundo, pero termina por asentir con una sonrisa insegura.- ¿Has estado alguna vez con alguna mujer?
Baja la cabeza inmediatamente y suelta una suave carcajada. Se coloca el pelo con nerviosismo y después vuelve a mirarme, aguantando la risa. No dice nada, junta mucho los labios y parece decir que sí, con los ojos.
-¿Eso es un sí? -digo demasiado sorprendido.
-Dígamos que...-se ríe y piensa su respuesta- he tenido alguna "amiga"...-lo deja caer y a mi se me va a parar el corazón- pero fue hace mucho tiempo, ahora sé muy bien lo que me gusta...-se muerde el labio y enseña una  perfecta sonrisa de inocencia.
-Dios...-suspiro mirando al frente.
-¿Qué pasa? -frunce el ceño y ladea la cabeza preocupada, no ha entendido en absoluto el por qué de mi suspiro.
-Pasa que ahora me pareces el doble de sexy que antes, joder...
Tomo aire y la miro. Y es de esas veces que ya no aguanto y la quiero agarrar a besos, ya sabéis, como ayer. Y hoy. Y mañana. Acaricio sus caderas muy despacio y me come con la mirada, nos entendemos demasiado bien.
-Oye...-dice susurrando a medida que sus dedos se aventuran por debajo de mi camisa - ¿Nos despedimos del jacuzzi?
Le muerdo los labios inmediatamente después de la última palabra. Y el mundo parece quedarse pequeño para las ganas que nos tenemos. Se levanta primero y toma mi mano después de besarme. Tira de mí con fuerza hacia casa y mis ganas aumentan cada vez que se frena instante a instante y entre beso y beso, respira en mi boca.
Os mentiría si os dijese que en ese momento existía otro lugar mejor que ese en el mundo para mí :el enorme porche a pie de playa, rodeado con mil enredaderas que hacían el lugar más intímo y el jacuzzi lo coronaba todo. Mis manos dejaron de recorrer su cuerpo para encender el jacuzzi, pulsé mil botones , mientras ella se desesperaba, apoyada ligeramente sobre un sillón.
-¿Va a tardar mucho en encenderse? -preguntó con la voz llena de todos los besos que me daría esa noche.
 Las burbujas comenzaron a salir mientras el agua se calentaba. Volví a ella y tomé su cintura con fuerza para pegarla a la mía tanto como pude. Tomó aire y lo soltó directamente en mi boca. Y aceleró tanto el ritmo que hasta ella se dio cuenta de que había perdido ya los papeles. Se separó de mí, quedándose cerca a la vez, y se quitó la camiseta ante mi atenta mirada, para dejar caer sus shorts al suelo segundos después. Os juro que en ese momento mis ojos la comían por completo y ella sonreía divertida como si estuviera total e irremediablemente convencida de que mis ojos nunca verán paisaje mejor. Se quita el biquini, tan lento, que las ganas que le tengo, me hacen tragar saliva. Y me entra el miedo, miedo de no saber expresar todo lo que en ese instante me recorre por dentro, cuando la toque. Y ya está desnuda, justo en frente de mí, se queda quieta y sonríe juguetona. Voy desvestirme pero no me deja.
-Quieto, dejáme a mí -susurra y creo que todo el mundo debería escuchar un susurro como ese, al menos una vez en su vida.
Me quita la camiseta y sin cortarse un pelo, se pega a mi cuerpo y una corriente eléctrica me atraviesa por completo al notar sus pechos junto a mi piel. Juega con el cordón de mi bañador unos segundos antes de quitármelo muy despacio. Da un paso atrás y me mira de arriba y a abajo y noto como sus ojos  me exploran con aire descarado.
-Nena, estamos perdiendo el tiempo aquí fuera - río y estiro la mano para rodear su cintura desnuda.
Nos besamos de nuevo y la llevo hasta el jacuzzi sin separarme de su boca. Mete un pie y después otro, se sienta en frente de mí y recuesta la cabeza hacia atrás. Se moja la melena por completo y después me mira sonriente. Estamos sentados cada uno a un extremo, frente a frente.
-¿ A qué esperas? -pregunta, rogando que sea yo el qué me acerque a ella.
-¿A qué esperas tú? -contesto frenando todos los impulsos que me llevan a abalanzarme sobre su cuerpo en estos instantes
-Admite que lo haces a propósito -dice muy lentamente.
-¿Hacer qué?
-Esto, provocarme -sonríe y pasa una mano por su pelo.
-Repite "provocarme", estás más sexy todavía cuando lo dices.
Pasan los segundos y los dos nos desafiamos en un baile de miradas que hace el momento todavía más especial. Pone morritos y pasa una lengua por sus labios a la velocidad justa, para qué las ganas se me revuelvan por dentro. Pero aguanto y solo sonrío. Perdería nuestra particular guerra, porque de verdad, con ella me da la sensación de que incluso cuando pierdo estoy ganando. Pero no me hace falta hacerlo porque tras guiñarle un ojo se mueve hasta mi cuello y lo muerde con deseo. Sube hasta mi boca y sus labios mojados resbalan por los míos quemándose entre ellos. Y mete su lengua y me tortura como si desease hacerlo toda la vida. Y creo que el ritmo y el compás con el qué su lengua me recorre, es el de esa canción preferida que escucharía en bucle eternamente.
Abre las piernas y se sienta sobre mí, sin pegarse del todo. Agarro su nuca y la aparto de mi boca para ser yo esta vez quién le muerda los labios y aparte el pelo de su hombro, que me impide el paso hasta sus pechos. Jadea y se agarra a mi espalda. Creo que llega un momento que hasta el agua nos estorba y las burbujas rebosantes del jacuzzi no hacen más que tapar lo que hay debajo, porque ella lo eclipsa todo. Llevo mis manos a su culo y suelta un suspiro ahogado, se ríe y solo con eso, ya sé como terminarán las cosas. Acaricia mi nuca, me besa con ímpetu y me coge el pelo con tanta fuerza, que es como si me lo arrancara. No le importa. Ni a mí. Disfruto de ello y de verla tan desecha por la pasión que la caracteriza en momentos como este.
No espero más, con un movimiento certero la acerco a mí tanto, que creo que rompemos todos los esquemas físicos en ese instante. Me muevo despacio al principio obligándola a abrir los ojos para ver los míos. Me muerde el labio inferior y tira de él y lo recorre entero con la punta de la lengua.
-Hugo -sisea con un gemido acalorado.
Y creo que no hay nada más bonito que alguien susurre tu nombre a medio camino del orgasmo.Pega mi boca a la suya mientras me embiste con la cadera y me obliga a hundirme más en ella. Me tiemblan hasta las piernas del placer. Y ella está tan perdida que casi no puede seguir besándome. Un gemido hondo y estremecedor me sube por el pecho y derramo calor por los cuatro costados. Creo que hacemos el amor tan jodidamente bien que la guerra se detienen en el mundo cuando lo hacemos o que directamente se la declaramos nosotros a la tristeza. Mueve su mano para encontrarse con la mía y las entrelazamos con fuerza. No aguantamos más y gritamos a la vez. Y los orgasmos son gritos de victoria. Me mantengo firme en su cintura hasta que mi cuerpo se relaja y recupero la respiración mientras ella se acerca a mi pecho. Estamos mojados en todos los sentidos y ella tiene los mofletes rojos de todo el calor que acabamos de soltar a cada movimiento.
-Dios...- suspira en mi pecho mientras yo sonrío al escucharla porque su voz después de hacer el amor es distinta- confirmado cariño, eres el mejor.
Me río , porque el hecho de que ella es la mejor con la qué he estado jamás, lo comprobé la primera noche.
Y tras besarla de nuevo y escuchar su "te quiero" otras tantas, lo hicimos de tantas formas distintas qué podría morir allí con ella, y ni si quiera lo sabría.

Descansamos sobre la cama, mojados y tapados con dos toallas. Miramos al techo y respiramos al compás.
-No sabes lo que voy a echar de menos todo esto...-dice muy bajito, apoyando la cabeza en mi abdomen.
-¿Lo qué, el sexo? -pregunto tranquilo esperando su risa, pero no llega.
-No, esto, vivir a nuestro aire, sin prisas, sin distancia de por medio...-un escalofrío le recorre por el frío y yo la aprieto todavía más contra mi cuerpo - Hugo, han sido los mejores días de mi vida.
-A partir de ahora, espero hacer de cada día el mejor de tu vida.
Ahora sí, se ríe y besa mi mano dulcemente, porque no tiene fuerzas ni para escalar hasta mi boca.
-He decidido que...-titubea durante unos instantes y el corazón se me para porque se a que tema se está refiriendo- volveré a vivir a Madrid.
Aplausos infinitos se crean en mi interior y quiero decir tantas cosas, que no me salen.
-Nena yo...-la obligo a darse la vuelta y apoya su barbilla en mi pecho para mirarme a los ojos.
-Lo sé -me interrumpe- sé que vendrías conmigo si me fuese, pero no será necesario -sonríe - quiero que creemos nuestra vida juntos, de una vez por todas.
La beso. Y la quiero tanto, que hasta me molesta no encontrar las palabras qué lo expresen bien.
-Te quiero amor -susurra en mis labios.
Vuelve a tumbarse y pasan los minutos, mientras yo le acaricio el pelo y ella piensa, sonriente y sin prisas,
-Además -añade dibujando círculos en mi brazo- quiero comprar una casa más grande para los dos y no sé, formar una familia juntos, pronto, no estaría nada mal, ¿no?
Sé por donde va, con esa frase y me río solo de imaginármelo y me enamoro más si cabe.
-No nena, no estaría nada mal...
Sonríe y se queda pensando en el futuro, y a mí me da un vuelco el corazón y se me duplican las ganas de seguir enamorándome de ella toda la vida.





domingo, 11 de mayo de 2014

CAPÍTULO 49. SUS LABIOS Y LA PAZ MUNDIAL.

Me desperté días después jurando qué era el mejor amanecer de la historia, el más bonito. De esas veces que abres los ojos y la vida parece sonreírte un poco más que la noche anterior, qué en mi caso, ya era difícil. Y no sé, me daba la sensación de que ya llevaba miles de amaneceres convertidos en el mejor de la historia por el simple hecho de qué era ella la que despertaba a mi lado y eran sus labios los primeros qué besaba por la mañana.
-Buenos días...-susurré en su oído.
Siempre he tenido la sensación de que cuando hago el amor con alguien la noche anterior, en mis "buenos días", se notarán las buenas noches qué hemos pasado.
Aparté su pelo y acaricié sus mejillas. Pasé la taza de café recién hecho por su nariz y el aroma qué tanto le gustaba la hizo despertarse. Abrió los ojos y tras situarse mirando hacia los lados, levantó la vista para sonreírme y volver a esconderse bajo la almohada.
-Hugo, no...-sube la sábana hasta el borde de su cuello y cierra los ojos- túmbate, abrázame y nos volvemos a dormir...-dijo con toda la pereza qué se puede incluir en siete palabras.
Aunque quería que se levantase, la idea de tumbarme a su lado de nuevo era complemente irrechazable. Lo hice. Pasé mi brazo por sus hombros y se recostó sobre mi pecho, como quién lo hace en el lugar más cálido del mundo. Suspiró suavemente y sonrió por la inercia de estar a gusto junto a alguien. Y cuanto más avanza el tiempo más ganas tengo de qué se quede para siempre ahí , pegadita a mis sábanas
-Nena...-dije bajito.
Besé su pelo y ella respondió con tímidas caricias por mi abdomen.
-¿Qué?-susurró con demasiado sueño en la voz.
-Podemos dormir así todo el tiempo qué te apetezca, no me opondré ,créeme...-hago una pausa y la noto sonreír junto a mi piel, os juro que lo noto -pero me parece qué el magnífico desayuno qué está al borde de la cama, te resultará más apetecible, ¿o me equivoco?
Se levanta más o menos en tres milésimas de segundo, quizás una más una menos. Y estira la cabeza para ver la bandeja qué descansa sobre el colchón, café, zumo, tostadas,cereales ,fruta...y una rosa blanca. Abre la boca y me mira. Se muerde el labio y yo tengo dudas de si lo hace por mí o por la comida, pero cuando se me lanza al cuello segundos después, despeja las dudas.
-Te como !-dice antes de besarme.
Muerde mi cuello en infinitas ocasiones y se escapa de mis labios otras tantas. La alejo suavemente de mí y la siento sobre mis piernas, acercándole la bandeja- El café es lo primero qué bebe, mirándome de reojo, mientras yo le unto las tostadas con mermelada de fresa.
-Antes de que nos casásemos no eras así...-deja caer mientras da el primer bocado- creo que he hecho bien al decirte que sí...-se ríe y se mancha la nariz de mermelada.
-Ya sabes...-beso su hombro dulcemente- me gusta cuidar de lo que es mío...
Continúo mi camino de besos por su cuello, como deslizándome por la constelación de lunares qué lleva pintados, hasta que se echa hacia atrás y me quedo besando al aire.
-Eh, ahí te equivocas...-deja su taza de café en la bandeja y me mira ofendida- yo no soy de nadie...
Me entra la risa indudablemente. Parece enfadada y frunce el ceño con indignación.
-Cariño era una forma de hablar, ya sé que...-me corta rápidamente y se levanta de la cama.
No dice nada más, sale a la terraza y se apoya en el balcón. Mira al frente antes de encenderse un cigarro y lo fuma tranquilamente, mientras observa la playa qué tiene a sus pies y la selva qué la rodea. Me quedo sentado sobre la cama mirándola, sé que no se ha enfadado de verdad, así que aprovecho para qué mis ojos la acosen, solo por lo sexy que me parece verla fumar, únicamente vestida con una camiseta, despeinada, con los ojos sin pintar y en lugar más bonito del mundo. Y mirar como suelta el humo, abriendo los labios minímamente, lo suficiente como para besarlos. Me levanto y me apoyo sobre la puerta, con un pie dentro y otro fuera. Gira la cabeza apenas un instante y me mira levemente para volver a centrarse en el paisaje.
-Ayer por la noche, bien que me decías que eras mía.
No añado más, porque no hace falta, se le escapa esa sonrisa qué habla más de mí, que de ella, de nosotros. No sé si es que no le apetece discutir o es que ya no encuentra sentido a lo que ha dicho segundos antes, pero apaga el cigarro y se ríe.
-En esas ocasiones, sí, soy toda, entera, tuya.
Levanta las cejas y dice cada una de esas palabras como queriendo matarme, sobra decir que lo consigue. Sigue seria, sin dar ningún paso más, esperando mi siguiente movimiento. Le aguanto la mirada, o por lo menos lo intento, pero resulta qué hace tiempo que declaré a sus ojos ganadores de nuestra particular guerra. Se acerca, despacio y con buena letra. La miro mientras lo hace, y en el fondo no es mía. Es tan guapa qué es un jodido patrimonio de la humanidad, o por lo menos su sonrisa lo es. Y el que logre escalar por su espalda, noche tras noche, será el rey del mundo al fin y al cabo. Y el mundo lo sabe.
Me quedo perdido , supongo, que en lo bien que le sienta el verano, y cuando me quiero dar cuenta está apenas a un palmo de mi boca. Sonríe, coloca sus labios sobre los míos y los mueve muy, muy poco, con un movimiento suave y lento, qué me deja con ganas de más. Aunque ya haya tenido ese más, infinitas veces.
-Estos...-dice mirando de nuevo a mis labios- estos sí, son míos.
Me río inconscientemente. Joder. Estas cosas me vuelven más loco todavía.
Estiro la mano y agarro sus caderas, para traerla hacía mi cuerpo. No mueve ni un músculo simplemente se deja hacer y me mira. Hundo mis dedos por su pelo y la obligo a levantar la barbilla. Y no puede evitar sonreír, al verme tan de frente, tan muerto por cada gesto.
-Y esta...-digo acariciando los labios que le dibujan esa sonrisa-esta es toda mía...
Se ríe y me besa. Y lo hace igual de bien que cuando sonríe, echad cuentas.

Esa mañana la pasamos de excursión por los alrededores. Por la selva, para ser más exactos. Aquel día ella prestaba más atención a los animales qué se iba encontrando que a mí. Sacó una foto a un lagarto y levantó el móvil en busca de un poco de cobertura.
-No me digas que la vas subir a twitter....
Me freno en seco, coloco las manos en la cintura y levanto la mirada inquisitivamente. Me mira con intención de que la deje en paz.
-¿Pasa algo ?-replica encogiéndose de hombros con absoluta tranquilidad.
-No no pasa nada pero...-la miro de arriba a abajo y con toda la puta seriedad de la qué soy capaz, prosigo- creo que una foto tuya en biquini los mataría a todos por completo..
-O una tuya en bañador ¿no? -levanta las cejas y se ríe con picardía.
-No me retes cariño...-ladeo la cabeza y sonrío-cuando duermes desnuda estás muy fotogénica.
Las horas que restaron aquel día, las terminamos en la playa. Incluso cuando empezó a anochecer, aún con el biquini puesto, le entraron unas ganas locas de irse a tomar un mojito al chiringuito más cercano y en aquellas vacaciones, ya iban unos cuantos. Nos sentamos en una mesa bastante alejada de todo y hablamos durante horas, con la copa en la mano. Me contaba historias qué ya había oído cientos de veces y sabía de memoria, pero no importaba. No sé cuantas veces nos reímos por cualquier estupidez esa noche pero lo hicimos, hasta que a ella le faltaba el aire por la risa y tenía que darle otro sorbo a su copa para recuperar la alegría que había soltado segundos antes.
-Mierda, se me ha terminado otra vez...
Movió su vaso en el aire y el sonido de los hielos fue lo único qué se escuchó.
-Nena creo que deberíamos ir parando, ya van demasiados mojitos...-agarro su mano qué sigue agitando el vaso- y no me gustaría aprovecharme de ti, esta noche.
Le guiño un ojo, sonríe con desparpajo y antes de que me de tiempo a añadir algo más, se levanta hacia la barra. Se apoya en ella para pedir la siguiente copa , provocando que todos los tíos del bar se giren para admirar su culo. Se sienta en una silla mientras espera a que le sirvan y se gira sobre ella para sonreírme y hacer un gesto con la mano. Río y niego con la cabeza.
 En el fondo no sabéis lo que me pierde verla tan divertida, preocupándose únicamente por el aquí y ahora. Desde que nos casamos apenas hemos hablado de que haremos después, no sabe si tendrá que volver a México o se quedará conmigo, aunque esta vez si tengo claro que la seguiré a donde quiera o necesite ir.
Cuando devuelvo la mirada hacia ella, veo a un hombre hablándole demasiado cerca. Ella simplemente asiente con una sonrisa mientras mueve su pajita removiendo el mojito. Él le dice algo al oído y Malú se echa un poco hacia atrás, con una suave risa. Me levanto. Camino hacia ellos y mi chica, qué me ve llegar primero, me mira temerosa porque sabe el cabreo que llevo encima. La sangre me corre por las venas demasiado rápido, como queriendo salirse del cuerpo.
-¿Interrumpo algo? -pregunto mirando al chico.
Tiene pinta de español. Es alto, con el pelo corto y muy oscuro y una barba perfectamente cuidada, es mayor que yo. A pesar de estar en un bar de playa, lleva una camisa blanca y unas bermudas beis. Parece cabreado por mi presencia y me mira de arriba a abajo. Me estudia con la mirada en apenas un segundo. Pero a mi no me hace falta, sé que es un don nadie en busca de una mujer, incluso antes de que abra la boca
-Eh lárgate, ¿No ves que nos estás molestando? -contesta en un perfecto español sin apenas acento alguno.
Devuelve su mirada hacia ella y coloca una mano en su cintura, demasiado abajo. Malú no se mueve, está medio paralizada porque sabe lo que viene después. Agarro el brazo del hombre y tiro de él con fuerza.
-Tú estás molestando a mi mujer...-le doy un empujoncito hacia atrás y vuelvo a caminar hacia él sin dejar de mirarle.
-Hugo para ahora mismo...-me ordena ella desde atrás, intentando tirar de mi camiseta sin mucho éxito.
-¿Guapa, este es tu marido?- sus ojos se fijan en los míos, con desprecio -pero si es un mierda...
A partir de ese momento, me da la sensación de que cada minímo gesto de mi cuerpo es un impulso incontrolable. Agarro el cuello de su camisa y lo empujo con tanta fuerza que su vaso cae al suelo rompiéndose en mil pedazos. Los cristales caen demasiado cerca de ella y me giro rápidamente para asegurarme de que no le ha pasado nada.
-!Hugo¡- me mira enfadada, no quiere que me comporte así, y juro que voy calmarme en el mismo instante que sus ojos me atraviesan, pero un nuevo empujón me devuelve al estado de descontrol en el qué me encontraba. Me tambaleo un poco, me he golpeado contra la barra. Me giro y estampo mi puño entre sus costillas de inmediato.El tio da un traspiés hacia atrás e intenta agarrarse al borde de un asiento para no caerse.
-Lárgate de una puta vez, o...
No me deja terminar, con un grito de rabia da una patada en mi estómago. En el intento se resbala hacia atrás y antes de que pueda levantarse estoy encima de él, descargando una lluvia de puñetazos en su cara. Escucho a la gente gritar a mi al rededor , a ella sobretodo. Pero no me influye, mis movimientos sólo se centran en destrozarle la cara.Y en apenas segundos un montón de personas nos rodean. Respiro y vuelvo en sí. Él ya sangra por la nariz y ha dejado de forcejear conmigo.Me levanto, me giro y la encuentro detrás de mí. Traga saliva y respira rápido. Agarro su muñeca.
-Vamos.
No contesta ni hace el mínimo esfuerzo por moverse pero tiro de ella y la saco de allí. Caminamos hacia el coche. Mis músculos siguen alerta y todavía no le he soltado el brazo.
-Suéltame -murmura
-Métete en el coche.
Abro la puerta del conductor y antes de que pueda entrar, la miro. No tiene intención alguna de hacerme caso.
-Hugo, no tienes ningún derecho a...
-!Métete en el puto coche¡
No sé por qué he dicho eso, ni por qué lo he gritado como lo he hecho. Miro al suelo y tomo aire, me arrepiento al segundo de todo y la voz se me rompe. Golpeo la puerta y la miro. Veo miedo en sus ojos y se me cae el alma al suelo.
-Lo siento nena, no pretendía...
No dice nada, agacha la cabeza y entra en el coche dando un portazo. El camino hasta casa transcurre en el más sepulcral de los silencios. Yo miro hacia la carretera y ella apoya la cabeza en la ventana y se sienta con los brazos cruzados. Cuando llegamos, es la primera en bajarse y atravesar la puerta principal. La sigo pero ni si quiera me molesto en ir tras ella, sé que no querrá hablar conmigo en estos momentos. Saco una cerveza de la nevera y me siento en el porche, me descalzo y hundo mis pies en la arena. Me duele la cabeza demasiado, pero eso no es lo más importante de todo. No entiendo qué cojones me pasa. Yo no soy así. No debería ser así. Tengo hasta ganas de fumar y llevo meses sin hacerlo. Pasan las horas y yo sigo ahí, en frente del mar. Bebiendo una cerveza qué me parece interminable.
Noto sus pasos detrás de mí y me giro. Está de pie, envuelta en una manta, con el pelo revuelto y los ojos levemente rojos.
-¿No vas a venir a la cama? -pregunta con la voz cansada.
-Cariño, vuelve a dormir, es muy tarde.
Devuelvo la vista al oceáno y paso una mano por mi pelo en busca de algún rastro de calma. No me hace caso y se sienta a mi lado, se envuelve todavía más en la fina manta blanca e inspira con tranquilidad.
-No estoy enfadada -dice aclarándose la voz- pero no entiendo qué coño te pasa. Nunca has sido tan celoso, o sí , y yo no lo recuerdo...-termina con una risa prácticamente imperceptible para cualquier otra persona.
-Mierda nena, lo siento muchísimo.
Me giro y por inercia ella hace lo mismo, nos miramos. Aprieta fuerte los labios y creo que hace un esfuerzo por no soltar ni la más mínima lágrima. La quiero más en ese momento , qué en ningún otro, solo por el hecho de verla de esa manera.
-No sé qué me ha pasado, te he visto con ese tío, tonteando y he perdido los nervios -niego con la cabeza.
-Perdóname -añade rápidamente.
-No vuelvas a decir eso nunca más -estiro mi mano y acaricio los mechones de pelo, ligeramente clareado por el sol, qué se cruzan atrevidos, por su cara.
-Te quiero -contesta dulcemente y la voz se le hace pequeñita.
-Eso sí, eso dímelo siempre.
Sonrío y ella hace lo mismo. Su sonrisa es cansada pero vale lo mismo que cualquier otra solo por ser de ella. Paso mi brazo por su espalda y la obligo, con cuidado, a apoyarse en mi hombro. Me abraza por completo e inspira en mi cuello, despacio y lentamente, como en las películas. Con la otra mano acaricio sus piernas y noto que el mundo se concentra únicamente en todo lo qué ella desprende. Y se está tan bien así, que olvido durante instantes lo que ha pasado, porque al final de todo, cuando jodes las cosas, si terminas por arreglarlas dará exactamente igual. Y a veces los problemas preceden a momentos felices, que son los que recordarás cuando una mañana te levantes y te de por mirar hacia atrás. Y si da la casualidad de que esa mañana te levantas con el amor de tu vida enredado en las sábanas, no sé, supongo que al final todo lo demás vivido y por vivir dejará de tener importancia.
-Amor...-dice acompañada de las olas- ¿me prometes una cosa?
-Lo que quieras -contesto al instante y es que no asimilo la vida si no es con promesas a su lado.
-Que cuando yo me ponga celosa, por todas las chicas guapas que te adorarán por los escenarios de medio mundo, evitarás que las mate a puñetazos - lo dice tan seria que me da la sensación de que se ha vuelto a enfadar, pero añade una risa divertida y yo respiro aliviado.
-Con que me adore la chica más guapa del mundo, me vale -sonríe y yo hago lo mismo en su boca.
Y os juro que en esos momentos doy más importancia a sus labios que a la paz mundial. Y me besa fuerte, como queriendo dejar claro, que todo entre nosotros está bien y que seguirá estando así por mucho tiempo.
-Anda, vámonos a dormir -termino con un beso rápido.
Me levanto y cuando ella hace lo mismo, la llevo en brazos hasta la habitación se anuda a mi cuello y se ríe. Protesta unas cuantas veces, pero sé que le encanta que lo haga. La acuesto sobre el colchón y la tapo con las finas sábanas y mantas, una por una, mientras me mira atenta y se deja hacer por completo. Y cuando no aguanta más hace un gesto para que me tumbe a su lado de una vez. Y es eso, no hay más. La veo sobre la cama y quiero quedarme a vivir. Noche tras noche.



sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO 48. BESANDO SONRISAS.

Nadie llegará a comprender jamás lo que ella significa para mí. Jamás. Lo que me hace sentir. La forma que tiene de hacerme feliz y creo qué ella es y será la primera y última persona a la qué quiera de esta forma. Porque es complicado ¿Sabéis? encontrar a alguien así, qué te haga feliz las mañanas igual que las noches, que sea magia para todo o que directamente sea tu todo para un rato que puede terminar por alargarse toda la vida. Y siempre he tenido la sensación de qué ella es lo más especial qué puede llegar a encontrarse alguien por el mundo y creedme que me siento invencible por el simple hecho de qué ella tenga la misma sensación conmigo. Porque eso es el amor ¿no? , sentirse invencible porque alguien te quiera. Y qué bien sienta, os lo aseguro.

17 de agosto de 2015. Barcelona.

-Amor, ¿te acuerdas que te dije qué quería pasar nuestra luna de miel en Nueva York? -me preguntó una tarde de agosto junto a la orilla del mar.
Ladeo la cabeza y la miro. Está tumbada a mi lado, en la arena ,con los brazos abiertos, mirando al cielo, bebiendo del sol. Esta morena, como nunca, y su pelo luce un poquito más claro. En resumen, ella es toda verano. Y qué bien le sienta, está preciosa os lo aseguro.Tengo ganas de besarla, no sé, de quedarme mirándola toda la vida.
No sé si lleva un tiempo hablando o si se ha quedado callada, pero instantes después se gira hacia mí, aún tumbada y me sonríe. Y por un momento creo que  todo lo que conozco comienza sobre sus labios.
-Hugo ¿me estás escuchando?- levanta las cejas y se ríe.
-Te quiero -murmuro.
Sé que no viene a cuento, de hecho le sorprende demasiado. Levanta la vista un poco más , me mira a los ojos y nos atraviesa un chispazo de electricidad. Con ella me suelen pasar estas cosas. Sin apenas levantarse se mueve hacía mí. Apoya sus manos en mi pecho y me sonríe desde arriba. Me incorporo y se sienta sobre mis piernas. Acaricio su cintura suavemente, pero ella solo me mira. Lo hace bien eh, eso de mirar siempre se le ha dado a la perfección, que nadie lo dude. Porque sonríe con los ojos y joder, que sonrisa más bonita. Pero se ha quedado observándome y a mi me entra el vértigo.
- ¿Qué pasa?-pregunto muy bajito, sin comprender a qué se debe su silencio.
Emplea un segundo más en volver a mirarme y al siguiente me besa. Lo hace despacio y dulcemente. Y me sorprende tanto que tardo en colocar mi mano sujetando su nuca. Me gustan sus labios, como se entreabren y se me escapan divertidos pero qué me lo dan todo segundos después. Ella apenas se mueve, su lengua sí, y lo hace bien. Se enreda. Se enreda mucho con la mía . Termina el beso separando sus labios de los míos con una dulzura inmejorable.
- Quiero qué nos vayamos -dice sonriendo un segundo después.
-¿Cómo? - echo el cuerpo un poco hacia atrás sin entender nada, no me esperaba eso.
- Tranquilo Hugo, no quiero fugarme, me refiero a nuestra Luna de miel -se ríe mientras coloca mi pelo suavemente.
-Cariño, yo no habría tenido ningún problema en fugarme contigo al fin del mundo si me lo hubieses pedido...-dejo caer mirándola a los ojos.
Se derrite. Ladea la cabeza y se muerde el labio. Y mi premio es un beso, rápido, pero qué sabe a ella, que al fin y al cabo es siempre lo importante.
-No, en serio bobo...-da una palmadita en mi hombro y continúa- no quiero ir a Nueva York, no me apetece pasarme el día visitando cosas qué hemos visto mil veces en fotos- dice con desilusión - quiero ir a un sitio qué....no sé,  donde perdernos juntos, ya sabes....
Sí, lo sabía. La había entendido perfectamente. Pero lo que ella no sabía es que yo ya estaba perdido, ahora, sin más y es precioso perderse de esta manera, os lo juro.
- ¿Qué te parece...-pienso en voz alta mientras acaricio sus piernas de principio a fin - las Islas Galápagos ? -levanta las cejas y sonríe - o....Punta Cana , la Rivera Maya -me mira muy atenta - no, no, ya sé....¡Hawai!-suelta una carcajada y se acerca un poco más a mi pecho.
-¿De qué te ríes ? -pregunto uniéndome a su sonrisa.
- No sé...-dice calmando sus carcajadas- de la de sitios que quiero visitar contigo y de las inmensas ganas qué tengo de hacerlo...-dice mordiéndose el labio.- y de lo que me encanta que tú te mueras por hacerlo también...-suelta una risa casi imperceptible y acaricia mi nuca dulcemente.
-¿Quieres que te diga la verdad?- pregunto apoyándome en mis brazos y echándome ligeramente hacia atrás.
Mueve la cabeza inquisitivamente y se queda quieta, con sus ojos recorriendo cada minímo movimiento de los míos. Miro hacia delante, hacia el mar y sonrío pensando en mi repuesta, aunque sea de esas cosa qué dices porque las sientes, no porque las pienses.
-Cariño, me muero por hacer todo contigo- afirmo seguro.
Un segundo.Dos segundos. Tres segundos. Y se lanza sobre mí, sonriendo como nunca. Se tumba en mi pecho. Deja besos por todos lados, con delicadeza y pasión a la vez, es complicado explicarlo. Escala lentamente por mi cuello y como salida de un sueño, me mira a los ojos.
-Amor... -suelta un suspiro sobre mi cara y sonríe - vámonos.
La beso. Quiero irme con ella a donde me pida, os lo juro. Mi cuerpo entero lo desea. Vuelvo a besarla, siento que no vale la pena ser feliz si no le sonrío en la boca.


Punta Cana fue el lugar elegido. Playas desiertas. Agua cristalina. Sol. Calor. Y ella. No sé, si tuviese que dar una definición de paraíso, sería esa. Ha tardado bastante en decidirse, quería visitar demasiados sitios, demasiados lugares, así que le he prometido que en nuestro próximo viaje, daremos la vuelta al mundo. Lógicamente se ha reído de mí. "Cuando tenga tiempo para eso, probablemente estaré jubilada" me ha dicho entre risas, pero soñar sobre ella hace tiempo que me parece más realidad que sueño.
Aterrizamos en la República Dominicana tras horas eternas de vuelo y pasadas las doce del mediodía. Esta vez no nos apeteció quedarnos en un hotel. La imagen del típico resort lleno de turistas nos agobiaba por completo. Así que alquilamos una villa en la playa. Literalmente. A escasos metros del porche el agua cristalina y la arena blanca nos llamaban a gritos. A los lados, una inmensa selva de palmeras y demás árboles tropicales , completaba el paraíso qué habíamos alquilado durante dos semanas. El interior de la casa era acogedor y nuestra habitación, decorada en tonos blancos y con madera clara, daba directamente al mar. Una sublime terraza a pie de playa ,rodeada por enredaderas de plantas qué no alcanzaría pronunciar, contrastaba con un maravilloso jacuzzi. Y si a eso le sumaba, con quién iba a compartir aquel increíble lugar, no sé, me daba la sensación de qué el cielo iba a estar durante 14 inolvidables días, en la tierra.


Lo primero qué hizo al llegar fue quitarse el fino vestido blanco qué llevaba, el calor comenzaba a ser insoportable, pero yo en cierto modo lo agradecía. El biquini rojo con el qué caminaba de un lado a otro de la casa colocando cosas, le quedaba de cine, como todo. Llenó los armarios del baño de cremas y mil cremas, mientras yo deshacía las maletas y colocaba la ropa cuidadosamente en el inmenso vestidor. Al terminar, se dejó caer sobre la cama con un suspiro cansado.
-Hugo...-la escucho llamarme desde la habitación con voz de niña pequeña.
Sé de sobra qué estará tumbada con la almohada en la barriga y mirando al techo sin saber que hacer.
-¿Qué? -contesto con la misma entonación y la escucho reír
-Ven -dice clara.
-Nena ¿no puedes esperar a qué termine con esto? -sigo concentrado doblando mis camisas.
-¿Cómo? -dice elevando el tono de voz.
La escucho levantarse del colchón y en apenas medio segundo está a mi lado. Frunce el ceño y me mira respirando rápido.
-No, obviamente no puedo esperar a qué mi marido termine de colgar sus camisas en vez de venir a tumbarse conmigo en la cama - habla rápido y sus ojos me amenazan, feroces -cuando te llamo es porque necesito que vengas , ¿he sido clara?.-termina levantando las cejas.
Se acerca a mí con cada palabra, lentamente. Y yo, como un tonto me quedo sin saber qué decir. Así que simplemente asiento con la cabeza sin dejar de mirarla. Y apenas me da tiempo a respirar de nuevo porque agarra mi camiseta con fuerza y me atrae hacia ella para besarme con posesión. Me falta el aire. No respiro. Apenas me muevo , así que lo hace ella, toma mi nuca con fuerza para que su boca ataque a la mía por todos los frentes posibles. Y cuando le apetece terminar el beso, sonríe junto a mis labios.
-Y ahora ven a hacerme el amor. -dice mordiéndome la boca.
Creo jamás seis palabras me han sonado tan sexys como cuando ella me las dijo aquel día, con una sonrisa qué parecía llevarte a la cama de cabeza. Y así lo hicimos. Tiró de mi cuello y comenzó a caminar hacia atrás rápidamente. No dejó de besarme hasta que caímos sobre el colchón , apartando todos los cojines de golpe, nos sobraban. Se tumbó a mi lado y comenzó a desvestirme.Primero la camisa, aunque se le resistían un par de botones. Lo hizo rápidamente mientras mis manos ya comenzaban a juguetear con su bañador. Cuando terminó, agarré su nuca y la obligué a besarme. Me correspondió con todas las ganas que caben en un beso o con todas las ganas que tenía de qué hiciésemos el amor, no lo sé. Y pasamos así, a una espiral de deseo, placer y amor, los besos suaves y la respiración fuerte, las caricias lentas y los latidos rápidos.
Hoy la encuentro más feliz que de costumbre, con más ganas de dejarse hacer y de subir al cielo unas cuantas veces.
-Hazme lo que quieras -susurró riendo en mi oído.
Y me vuelvo loco. Y pierdo el control y me encanta perderlo. Muevo su cintura con un movimiento certero y la coloco debajo de mí, con su cuerpo a expensas del mío. Me mira y creo que su mirada quiere encenderme por completo toda la piel, o por lo menos lo consigue. Le quito con la boca ese maravilloso biquini qué lleva y suelta una risa ahogada al instante. Busco sus pechos y vivo en ellos un buen rato. Es un buen sitio para vivir. Y los beso y su cuerpo se contrae por el placer. Y suspira, tan bonito como siempre. Y no entiendo que pueda haber alguien el mundo que pase por alto toda la magia que suelta cuando suspira. Bajo por su vientre, besándolo y acariciándolo con las yemas de mis dedos. Me parece que los límites hoy no tienen cabida en nuestra cama y voy más allá. Mi boca se enreda entre sus piernas y acaricio sus muslos suavemente. Nota mi aliento demasiado cerca, qué la invade y sabe lo qué vendrá después y le encanta.
-Dios...-pronuncia con un gemido suave, el primero de muchos.
Me mira y me ve sonreírle desde aquí abajo y se muerde el labio. Hundo mi cabeza todavía más entre sus maravillosas piernas y mi lengua se emplea a fondo para que le atraviese una corriente eléctrica desde la punta de los pies a la cabeza. Grita, suspira, gime, hace todo a la vez. Acaricia mi pelo y empuja mi boca todavía más hacia abajo. Yo sigo a lo mío, haciéndola disfrutar y marcando un compás. A ratos rítmicos y ratos desorganizados. Y mi lengua resbala dentro de ella, como un resbalón de caricias. Y la noto morirse y vivir a la vez de placer y solo pensarlo, el calor me sube por dentro de manera descontrolada. Y arquea por completo todo su cuerpo en el último gemido y lo relaja segundos después. Deja caer la cabeza en la almohada y sonríe con gesto cansado y feliz. Intenta recuperar la respiración y a cada intento exhala esa felicidad propia de los orgasmos. Salgo a la superficie y la miro desde el ángulo de su vientre, estira su mano y agarra mi nuca.
-Ven...-dice son una sonrisa y yo vuelvo a escalar hasta su boca.
Me besa de tantas maneras distintas en apenas segundos, qué no se cuál describiros. Sus labios están más húmedos que antes y resbalan por los míos demasiado bien. Se aparta de mi boca apenas centímetros y ríe levemente.
-Te quiero, dios cómo te quiero...-acaricia mis mejillas con ambas manos y sonríe.
-Te amo nena -digo con esa sonrisa qué lleva su nombre desde hace ya mucho tiempo.
La beso y entremedias mueve mi cuerpo y consigue quedarse sobre él. Me incorporo sentándome sobre la cama y ella lo hace sobre mí, abriendo sus piernas que se aferran  a mi cintura. Hoy queremos más y más, aunque sea irónico pedir más con ella. Agarro sus caderas y con un movimiento certero la pego a mí todo lo qué las leyes de la fisíca me lo permite. Y esta vez gritamos juntos y se aferra mi espalda y coordino mis besos con sus caderas. Y así, sentados el uno sobre el otro, hacemos el amor. Y creo que cuando lo hacemos , nos mezclamos de forma tan profunda que nadie sabrá describir a la perfección lo qué se siente cuando lo haces. Respiro en su boca y ella lo hace en la mía. Y si salgo de ella es porque me gusta volver a entrar indefinidas veces. Y nuestros cuerpos explotan juntos, de placer por supuesto.  Y me da la sensación de que tenemos un pie en el cielo y otro en la tierra o que directamente ya no estamos en este mundo. Marca sus manos en mi espalda con un último gemido y extasiados, nos dejamos caer sobre las sábanas blancas, sudando, pero entrelazando nuestras manos. Y creo que ya no tengo fuerzas ni para darme cuenta de lo feliz que soy.
-Cariño...-dice mirando al techo mientras suelta una risa estúpida de esas que solo te salen cuando no sabes ni donde estás.
-Dime -contesto con el poco aire que me queda.
-No sé exactamente qué es lo que haces, pero desde que lo haces, todo es maravilloso -vuelve a reír y ladea la cabeza para mirarme.
Maravillosa era ella, os juro, qué lo era.

Pasamos las horas siguientes durmiendo, cansados. Pero qué bonito es a veces cansarse de la forma en la qué lo habíamos hecho. Por una vez, ella fue la primera en despertarse, serían las doce de la noche cuando lo hizo. Se tumbó sobre mi pecho y con la yema de sus dedos dibujaba círculos con la irremediable dulzura de quién la lleva por dentro.
-Hugo...-susurró dejando pequeños besos por mis mejillas- despierta...
La ignoré un rato más y me dejé ir, sintiendo sus labios por mi piel y cuando comenzó a bajar hasta una zona  demasiado peligrosa, abrí los ojos. Estaba desnuda, tumbada sobre mi abdomen, se gira para mirarme y sonríe. 
-Es una buena forma de despertase la verdad...-tomo su mano y la obligo a subir hasta mi boca
-¿Sabes? -dice incorporándose un poco 
Piensa unos segundos y sonríe para ella misma cuando lo hace. Después me mira y sé de sobra que lo va a soltar es una locura.
- Tengo ganas de bailar- levanta las cejas, seductora y yo solo puedo reírme.
-Puedo ponerte un poco de música para qué me hagas un baile, solo tienes que decirlo...-río y acaricio su pelo.
-Idiota -sonríe y niega con la cabeza.
Se deshace de las sabanas y se levanta de la cama, desnuda. Camina por la habitación en busca de algo que ponerse,sin decir nada.
-¿Qué haces nena? -digo tranquilo, recostándome sobre la almohada , la vista se me va hacia sus curvas y sonrío irremediablemente.
-Deja de mirarme tanto el culo y levántate mi amor, qué nos vamos a bailar -me guiña un ojo y se va a la ducha.
La sigo como un idiota , y movidos por esas ganas que hace tiempo se mudaron a su boca, nos duchamos juntos. Y con el agua recorriendo nuestros cuerpos la vida me parece demasiado maravillosa y ella demasiado guapa. Supongo que por eso últimamente me da la sensación de tener más suerte que nunca.

Cogimos el coche y la llevé a una de estas fiestas que se dan en las playas de los hoteles, con bebida gratis y música hasta el amanecer. Así era, un bar de playa kilométrico, con sus correspondientes sofás blancos y pista de baile a ras de la arena, le pareció una idea perfecta para pasar aquella noche. Entramos de la mano. Ella iba radiante, con un vestido corto de estampado de flores que le hacía una cintura de ensueño y unas sandalias que dejaban al descubierto los tatuajes de sus empeines. Nos acercamos a la barra y pedimos dos mojitos. Sonreía mucho, estaba deseosa de bailar y disfrutar entre tanta gente sin que nadie la conociese. Miré al frente y observé el panorama: el lugar estaba lleno de mujeres bailando con sensuales movimientos y de hombre latinos con cuerpos fornidos y  en ocasiones con el bañador como única vestimenta. Frunzo el ceño irremediablemente al verlos, me pone nervioso que Malú vaya a bailar a su lado.
-¿Observando a la competencia? -me pregunta dándole un sorbo a su mojito, sonríe entre medias.
-¿Quienes, ellos? Por favor cariño, no me hagas reír...-suelto una leve carcajada y miro al vacío.
-¿No estás celoso antes de tiempo?-deja su copa en la barra y me mira levantando las cejas.
-Para nada -concluyo intentando parecer convincente.
-Bien...-se pega un poco más a mí y apoya sus manos en mi hombro, me pone ojitos a quemarropa- entonces me estás diciendo que si saliese ahí a bailar entre tantos hombres guapos a los qué volveré locos cuando me vean pasar, tú no tendrás ni una pizca de celos ¿es así? -ladea la cabeza y espera mi respuesta deseosa de que caiga en su juego.
-Exactamente, ni una pizca de celos.-asiento seguro.
Su respuesta es una sonrisa, moja los labios de nuevo en su copa y dándose la vuelta se marcha a bailar. Camina entre la gente pero parece qué se abren camino para verla pasar. Se coloca entre la multitud y en cuanto comienza la primera canción, ya tiene cinco tíos rodeándola como buitres. Empieza a agitar todo su cuerpo al son de la música, se mete de lleno en el ambiente y parece otra por momentos, sin dejar de ser ella. Mueve las caderas rápido y de repente realentiza el movimiento unos segundos, para volver a explotar con su baile segundos después. Levanta los brazos y sonríe, sensual. Sube y baja según la melodía y todo el mundo parece seguirla. Mueve el culo de tal manera que el vestido se le sube un poquito y yo tengo que coger aire para no perder los putos nervios.Y es que parece que llena el vacío por el simple hecho de moverse como lo hace. Da una vuelta sobre si misma moviendo sus curvas al mismo tiempo. La música lleva un ritmo vertiginoso y su cuerpo también. Y aunque en cualquier otro momento, me moriría por verla moverse de esa forma, ahora mismo solo quiero que salga de ahí. Un hombre sin camiseta baila contra ella siguiendo su mismo ritmo y  rezo por que las manos no se le vayan más de lo necesario. Doy un trago a mi bebida y me paso una mano por el pelo, estoy sudando. Me mira de reojo sin dejar de soltar las caderas le encanta verme así. Y le gustaría más todavía qué me levantase y bailase con ella y apartase a todos eso tíos qué quieren con ella algo más que bailar. Pero no tengo intención ninguna de darle la razón y parecer qué siempre que se trata de ella tengo celos, porque los tengo pero eso ya es otro tema. Tras un par de canciones más, se acerca a mí ante la atenta mirada de todos los qué bailaban con ella.
-¿Va a ser así toda la noche? -pregunta abrazándome por la cintura.
-Parece que tú te lo pasabas bien...-dejo caer sin mirarla.
-Hugo...-su voz suena demasiado sexy y tengo que bajar la mirada para encontrarme con la suya- sabes qué preferiría mil veces antes estar bailando contigo...
Acaricia mi abdomen y espera a qué me derrita, pero me mantengo fuerte.
-¿Desde cuando me gusta bailar?
Mi respuesta es demasiado borde y me arrepiento segundos después.Pero ella qué no tiene ninguna intención de discutir , me lo pasa por alto y agarrándome el cuello, murmura:
-Vale, pues entonces bésame. Eso te gusta ¿verdad?
Joder si me gusta y antes de qué me tiempo a decírselo, está sobre mis labios. La beso con posesión y mis manos bajan por todo su cuerpo sosteniendo su cintura y llegan hasta el borde de su vestido de flores. Abre un poco más la boca en medio del beso y ríe porque sabe por qué lo hago.
-No son celos...-aclaro antes de qué le de tiempo a decir nada- es solo que no quiero que descubran lo bien que se está a tu lado.
Me río ,le guiño un ojo y la beso suavemente. La frase la he dicho a posta para ver como se derrite una vez más y me mira como quién a mira a alguien al qué cree que no merece, y es irónico la verdad. Me levanto y cogiendo su cintura con fuerza, la saco a bailar. Y en el fondo no me importa nada hacerlo si es con ella, porque creo que en esos instantes le habría prometido absolutamente de todo, si me lo hubiese pedido. Bueno, en esos instantes y en todos. Y es que tengo ganas de todo a su lado, hasta de bailar, porque creo que en definitiva, ella es las ganas más bonitas que he tenido de estar con alguien.