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lunes, 2 de febrero de 2015

PRIMERAS VECES.

Aquella noche, puestos a hablar de primeras veces y primeros lugares, no puede faltar el recuerdo más bonito que guardo con ella: nuestra primera visita, a la playa de nuestra vida.
Esa playa que visitaríamos meses después y que sería vértice fundamental de todo lo vivido con ella. Dicen que un lugar no puede contener en sí mismo sentimientos o incluso recuerdos, pero yo no lo creo así. Vivimos allí nuestro retiro de los escenarios, juntos, nos casamos allí, nos rencontramos allí e incluso fue el primer lugar al que fuimos cuando nos dijimos te quiero por primera vez.
Aquella primera vez...
Creo que nunca os he contado del todo aquel día. Sí es cierto, que intenté explicar aquella sensación que me recorrió el cuerpo cuando bajó corriendo del escenario y con un abrazo que llenaría ciudades, países y mundos, me dijo que me quería. Pero quizás no fui lo suficientemente sincero con todo lo que pasó y me dijo aquella noche. Creo que os habré descrito mil veces aquella playa pero a veces, describir sitios como aquel una y otra vez, no cuesta nada. Todo lo contrario.
Era tan de noche que casi ni nos veíamos. Solo había luces de las casas a lo lejos que se extendían por la costa. Arriba de todo del acantilado, había una casa blanca, grande y que sobresalía de entre las demás. La misma casa que yo compraría un año después y en la que viviríamos tantas cosas. Recuerdo que la arena estaba fría porque era invierno pero nos dio exactamente igual. Caminamos descalzos, corríamos por la arena y no nos importaba una mierda. Nos confesamos mil cosas aquella noche. Y probablemente mil más de las que os he contado. 
- Gracias...-murmuró de repente mirándome a los ojos.
-¿Por qué? -contesté por inercia, o por amor, no lo sé.
-No sé, es que eres diferente a todos los hombres con los que he estado Hugo -hizo una media sonrisa cargada de ternura y me acarició la mejilla.Sonreí y recuerdo que se me escapó una leve risa que a ella le pareció preciosa.- me das amor solo con la mirada...
-Conmigo amor no te va a faltar nunca -reí acariciándole las comisuras de los labios- y si te falta, lo hacemos.
Fue cierto, casi tanto como el beso de justo después, no nos faltó nunca el amor. A pesar de todas las idas y venidas, a pesar de irnos cuando ya nos habíamos marchado hace tiempo, a pesar de todo eso, el amor siempre estuvo ahí. Y quizás, el amor a veces enrede mucho más las cosas.
Mis manos viajaron por el filo de sus caderas y se colaron por la camiseta. Ya me había frenado ocho mil veces aquella noche, pero me daba igual. Le devoraba el cuello y ella suspiraba en silencio, calmada.
-Te quiero...-murmuró en un instante que nuestros ojos se cruzaron. Y sonó muy bien. Sonó maravillosamente bien. En aquel momento los te quieros que salían de su boca todavía eran contados. Y cada uno me sonaba mejor que el anterior.
-Yo también te quiero...
Fue todo lo que pude decir. Juro que me hubiese gustado decirle mucho más. Me hubiese declarado allí mismo, le habría pedido matrimonio y le hubiese prometido hasta una luna de miel en el puto Caribe.
Pero en vez de eso, me quedé callado. Porque creo que allí fue cuando ella comenzó a entender mis silencios, que decían mucho más de lo que parecían. Y mis besos de después también.
Le rocé la boca con los dedos. Sonrió entre medias, y tuve la sensación de que su sonrisa se me quedaba ahí, entre las manos. Nunca he deseado tanto besar unos labios, como con ella. Tiró de mi nuca frenando la lentitud que me apetecía dedicarle al momento, y me besó con fuerza. Empujó mi cuerpo con fuerza hacia abajo y acarició el final de mi espalda.
Me dolió aquel besó. Entre el corazón y el estómago me pasó una corriente que llegó a dolerme realmente. Después me levanté y me coloqué a su lado. Apoyó su cabeza en mi pecho y respiró tan suave, que no quería ni respirar por no dejar de escucharla a ella.
-Me gusta esta playa...-comentó en algún momento de la noche.- es como si, no sé....-titubeó unos segundos- hay paz aquí ¿Sabes?
En aquel momento aquello me pareció absurdo. Yo solo la consideraba una playa más a la que había llevado a la chica que me gustaba. No creía en eso de que los lugares encierran cosas.
-Aquí estamos nosotros cariño, sin más...-reí haciendo círculos en el borde de su camiseta.
-No idiota...-se giró hacia mí para poder explicármelo bien- ¿No te sientes como si no tuvieses ningunas ganas de que saliese el sol? ¿De quedarnos en este momento exacto? -quise asentir como nunca, pero no me salió- pues esa sensación no solo es nuestra, una playa que te gusta hasta de noche, es una playa que vale la pena.
Y aquello se quedó allí. Después me abrazó y yo solo pude mirarla el resto de la noche. Verla como puede alguien contemplar las estrellas. Era preciosa. Lo es. Y lo sería junto a mí, porque nos imaginé juntos en aquel momento.
Su descripción de la playa se cumple hasta hoy. Siempre que he vuelto allí con ella, he tenido la misma sensación. La de querer quedarme en ese momento exacto, toda la vida.

Ha habido tantos primeros momentos, tantas primeras sensaciones, que me sería difícil explicarlas todas, una por una. Pero si algo recuerdo con claridad de todo esto, fue la primera vez en toda mi vida, que sentí que el mundo se me subía a los hombros y me tiraba hacia abajo: cuando huyó de mí en aquel aeropuerto, tras habernos reencontrado en los premios que seguiría ganando toda su vida.
Recuerdo como la llevé aquel día en coche, las ganas que tenía de que perdiese ese avión. El miedo que me subía hasta la garganta solo con pensar que se terminaría todo. Habíamos salido volando del hotel, se montó en el coche y me ordenó que acelerase todo lo posible. Le prometí que lo haría, que no se preocupase porque pisaría a fondo. Le mentí. Fui todo lo despacio que pude, porque solo deseaba que el avión se fuese sin ella. Que la dejase aquí, conmigo, para que pudiesemos terminar de resolver todo lo que teníamos entre las manos.
También recuerdo que entre corazones palpitando a mil por hora y nervios flotando en el aire, sonó nuestra canción en la radio. Me sentí, como dice la letra, el más cobarde del mundo, por no frenar el coche y decirle: mira cariño, que te quiero, que no quiero que te vayas porque te necesito.
No lo hice, detuve el coche en la parada de taxis del aeropuerto y me bajé para ayudarla con la maleta, en una conversación, que nunca os he contado entera. Porque hay cosas que se te clavan tanto, que son demasiado complicadas de contar.
-¿Quieres que te acompañe hasta dentro?- pregunté porque me aterraba la idea de que realmente se fuese.
-No tranquilo, no hace falta...-me sonríe y da un par de pasos que sé que siempre son el anticipo de una despedida- bueno...-me da dos besos que en ese momento me parecieron dos bofetadas- cuidate ¿vale?- acaricia mi brazo. Una. Dos. Y tres veces. A la tercera le agarro la cintura.
-No te vayas. -suelto de repente. Lo dije porque llevaba pensándolo desde hacía meses. Porque aunque no estuviesemos juntos, yo la sentía mía. Y es que eso es el amor, sentirte de alguien que es tuyo, sin serlo.
Abre un poco los ojos. No se lo espera. Los cierra unos instantes y los vuelve a abrir para que no se note que se ha puesto nerviosa.
-Hugo no hagas esto...-bufa y se aleja un poco de mí- tengo que irme ya, o perderé el avión.
-Piérdelo -contesté desafiante. Se queda callada, y espero durante unos segundos que me parecen años que diga algo, que nunca llega.- vamos nena, lo sabes tan bien como yo.
Contiene las explosiones que deben estar ocurriendo en su pecho y em su cabeza y suspira.
-Vamos Hugo, ¿Qué coño es eso que sé tan bien?- sus ojos centellearon al cruzarse con los míos.
-Que no puedes intentar huir de la persona con la que estaba escrito que pasaría el resto de tu vida.
Se queda callada y creo que durante un momento,duda. Me mira, y no me mira como los demás. Ella me mira, y me ve. No recuerdo la última vez que alguien me haya mirado así.
-Sabes que esto es un error, no podemos hacer como si nada...-trata de ordenar las palabras pero sabe que está diciendo cosas que no piensa.- no quiero volver a nada de lo que teníamos. Se ha terminado.
Intenta por décima vez, dar un paso atrás y cruzar la puerta de una vez por todas pero mi voz, un poco más alga que antes, la detiene.
-Claro que quieres...-digo con decisión- te necesito, necesito que te quedes a mi lado. Y estoy dispuesto a seguir intentando que vuelvas conmigo porque ya no sé vivir sin ti.
-No pretendas hacerme esto ahora, no tienes ningún derecho...-las palabras comienzan a salir rotas de su boca- ya nos hemos jodido bastante la vida ¿No crees?
Sé que es una pregunta retórica, pero quiero contestarle que no. Que no lo creo. Que lo único que creo es que nos hacemos la vida más bonita, juntos.
-Malú...-sostengo su mano durante exactamente cuatros segundos- te quiero.
No puede contener más las lagrimas y se seca con rapidez la primera que se desliza por su mejilla.
-Es que joder Hugo...-toma aire para continuar- me lo has dicho tú alguna vez, y yo te lo repito ahora...-dice ya entre sollozos- ya no quiero creerte.
Fue lo último que dijo. Tras aquello , se dio la vuelta y se marchó. Se fue. No supe qué hacer. No fui capaz de ir tras ella. Perdí el tren con ella aquel día. La oportunidad, la posibilidad de hacer las cosas bien. En aquel momento, lo supe con certeza: ella era vida, y como la vida: ocurría solo una vez para alguien.

Aquella fue la primera vez que me sentí completamente hundido.A ese día, le sucedieron otros tantos, otra visita a nuestra playa meses después, otra reconciliación y alguna discusión más que terminaría por desembocar en el que fue el día más importante de mi vida: me casé con ella, con la seguridad de hacer las cosas bien y jamás sentí la plenitud de la felicidad llenarme los pulmones, de la manera que lo sentí aquel día.
Tras bailar hasta reventar, nos quedamos descalzos, huimos de lo que quedaba de fiesta y la llevé en brazos hasta la piscina de nuestra casa, abrí un par de cervezas y nos sentamos en el borde del extenso porche, dejando nuestros pies colgando sobre el abismo.
Apoyó su cabeza en mi hombro y suspiró como nunca lo había hecho.
-Ha sido un buen día, ¿No crees? -sonríe y me besa los labios rápidamente. Le saben a cerveza.
-El mejor -afirmo rodeando su cintura por detrás.- ha sido un sueño.
-Te aseguro que lo ha sido...-se revuelve el pelo y mira un poco hacia abajo, pero le entra un poco el vértigo y me aprieta la mano con fuerza.
-¿Y ahora qué?- pregunto mirando a lo lejos.
-¿Cómo?
-Si bueno, hemos llegado hasta aquí, era lo que deseabamos, casarnos...-sonrío- llevamos un año esperando esto, ¿Ahora qué?
Le parece tan tierno lo que digo que se acerca un poco más a mí y me termina por desabrochar la corbata y la lanza hacia atrás.
-Los sueños son el Norte de todo el mundo Hugo...-entrelaza nuestras manos y juguetea con ellas unos instantes- si los cumples debes ir hacia el Sur.
Suelto una carcajada y le coloco el pelo.
-¿Eso qué quiere decir? -entrecierro los ojos.
-Que ahora todo es nuevo, vamos hacia otro sitio...-suspira- pero vamos juntos.
Me mira. La miro. Es una de esas miradas que dicen que quieres tanto a una persona que la echas de menos inlcuso cuando la tienes en frente. La estrecho fuerte contra mí.
-¿Te he dicho ya lo guapo que estás hoy? -pregunta ladeando la cabeza y mordiéndose los labios.
-No, pero tu madre me lo ha dicho unas cuantas veces...-me hago el loco y se me escapa la risa- tú estás preciosa.
-¿Si? Del uno al diez ¿Cuanto? -pone morritos, aprovecho, y la beso.
-Uno...
-¿Solo uno? ¿En serio? -frunce el ceño.
-Dos...-susurro y vuelvo a besarla- tres...-el beso se repite- cuatro...cinco...
Me aparta y aterrizo en su cuello.
-¿Puedo seguir hasta cien? -alzo las cejas y sonrío sujetando su barbilla.
-Puedes...-se baja un tirante de su vestido, y mi siguiente beso aterrriza justo en ese lugar.
Pasamos las horas así, entre besos, más que besos y conversaciones que deseaba que nunca terminasen. Me encantaba hablar con ella. Todo lo que decía era como añadirle una exclamación a un puñado de frases corrientes. Imaginamos nuestro futuro juntos aquel día.
-No eligirás el nombre de nuestros hijos tú solo, que ni se te pase por la cabeza...-advirtió muy seria cuando ya estábamos tumbados en la cama.
-Si es niña lo elijo yo, y si es niño tú...-me encojo de hombros- es un buen trato.
-Acabaremos teniendo gemelos y a ver quién se pone de acuerdo...-ríe estirando el cuello.
-Si son niñas...-dudo pensativo- Natalia y Alicia, ¿Qué te parece?
-Prefiero discutirlo cuando las tengamos cariño...-me acaricia el pecho y acerca la cabeza al sitio donde habitualmente tengo el corazón. Excepto cuando pasa por delante, que parece que me baila por todo el cuerpo, y la sangre va más rápido y las venas explotan.
-Vaya...-susurra- te palpita bastante rápido...¿Estás nervioso?- sonríe- ¿Tanta impresión te causa verme desnuda?
-Es el amor -contesto rápidamente.
Le gusta tanto mi respuesta que me besa con fuerza y me acaricia el cuello. Es en ese momento cuando lo tengo claro: no es quién te roba el corazón, sino quién te hace sentir que lo tienes.